Daniel Perera nació en 1980 en Guatemala. Hijo de diásporas y migraciones, de judíos y católicos, fue el primer guatemalteco de la familia. De adolescente fue un gran lector: empezó con Hesse y saltó a Dostoievski. Kafka lo llevó a Borges y recién después vinieron los autores del “boom”. Antes de cumplir los 30 años, ya había recorrido 30 países. Las temporadas más largas las pasó en Israel y Palestina, Ciudad del Cabo, Praga, Oaxaca y el DF mexicano. Cursó la licenciatura en Historia en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, donde conoció al antropólogo colombiano Arturo Escobar y a los pensadores del posdesarrollo y la decolonialidad. Un libro de Gustavo Esteva lo condujo a Oaxaca, donde pasó –dice Daniel- sus cinco años más formativos. Leía cada escrito del Subcomandante Marcos con devoción. Fue miembro del consejo de coordinación de la Universidad de la Tierra y locutor de Radio Plantón. Vivió intensamente los levantamientos del 2006 como militante y documentalista. Por esos tiempos también aprendió el oficio de chocolatero, a tocar la jarana y a beber cantidades industriales de mezcal sin embriagarse. Ya de regreso en Guatemala, en 2009, la periodista y antropóloga quiché Irma Alicia Velásquez Nimatuj lo “amadrinó”. Inició un período de acompañamiento político en una lucha por el territorio maya-q’eqchí’ en las tierras bajas del norte de Guatemala. Allí conocó a Charlie Hale, antropólogo-activista y director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Texas, Austin, que había sido asesor de tesis de Velásquez Nimatuj. Cursó primero la maestría en Estudios Latinoamericanos y desde 2012 es doctorando en antropología visual en la Universidad de Texas. Espera terminar el doctorado para regresar a Guatemala y fundar con otros colegas y amigos un centro de investigación social y producción audiovisual.