Laureano Barrera debía tener 11 o 12 años. Estaba en sexto grado, cuando Sara Gil, -la vieja de Manualidades- entró al salón con ganas de complicarle la vida a los alumnos: para aprobar la cursada había que fabricar un títere. Laureano no era muy talentoso para estos menesteres, pero tenía en mente un plan b: un muñequito que su hermano había hecho hace unos años, seguramente para la misma vieja de Manualidades. Se trataba de un policía de tez salmón y bigotitos ralos trazados a pincel, parecido al comisario de Hijitus.
La siguiente consigna era formar grupos, escribir guiones y darle vida a los títeres. Laureano debía apurarse: en la obra tenía que aparecer un policía sí o sí. Esa misma tarde, mientras su madre esperaba que revisaran a la perra Belcha de un dolor de estómago, en el asiento de atrás de un Dodge 1500 rojo, escribió un boceto de guión.
El libreto fue elegido entre todos los chicos de su año, y la obra, con las escenografías que dibujó el padre arquitecto de un amigo, se presentó, a fin de año, en el salón de actos. Ese fue el comienzo de este periodista que sería redactor de Miradas al Sur y Cosecha Roja, colaborador de Tiempo Argentino, THC, Rumbos, Gatopardo, Revista Crisis y la revista La Pulseada donde, dice, “trabaja gente muy copada”.
Hoy, después de caer en tres despidos masivos los últimos años pares, Laureano juega con su hijo, da clases en la Universidad de La Plata y edita Perycia, la agencia que ayudó a fundar, hija natural del Periodismo y la Justicia.