Miriam Maidana era una ricotera cuando no se hablaba de ricoteros. Sacaba entradas con un mes de anticipación para ir a un teatrito en San Telmo, compró Gulp! dos meses antes de que el disco estuviera en las disquerías, comió redonditos de ricota cocinados por el Profe, se bancaba los larguísimos monólogos de Symms, vio a Monona en pelotas, los shows delirantes de las Bay Biscuits. Hasta que en un show en el estadio de Obras, ese en el que la policía se llevó a Walter Bulacio, vio cómo le pasaban botellas por encima de la cabeza, cómo las mujeres eran manoseadas: se preguntó quién cuidaba al público. Y no fue más. Pero siguió y sigue escuchando punk y rock.

Es psicoanalista. Trabaja en un hospital del Gran Buenos Aires, es docente en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires e investigadora (UBACyT). Tiene un consultorio en el barrio porteño de Almagro.

Su tema de investigación de doctorado es “Inscripciones y marcas en el cuerpo: tatujaes, perforaciones, expansiones”. Estudia y escribe de noche. Además de textos para su doctorado, Maidana escribe columnas en Cosecha Roja.

Ama el invierno. Y no para de acumular libros: en el futuro los leerá a todos.