Crónica


EL REGRESO A LA TIERRA PROMETIDA

La historia parece imposible pero sucede: un club de fútbol pierde su estadio y 33 años después logra quitarle esa mismas tierras a una multinacional francesa. Lo que empezó con el delirio de un grupo de hinchas, se concretó con el apoyo de la legislatura porteña: San Lorenzo vuelve a Boedo. Para hacerlo, debe pagarle 94 millones de pesos a Carrefour. Con un fideicomiso popular, socios e hinchas ya recaudaron la mitad de esa cifra. Un periodista conocedor del viejo estadio, víctima del exilio barrial y testigo del sueño del retorno, narra los detalles de una trama en la que conviven Marcelo Tinelli, Viggo Mortensen, ex futbolistas panzones y vecinos asustados ante la posible construcción de una cancha que puede costar 300 millones de dólares.

Es sábado al mediodía y en el Bar San Lorenzo cinco parroquianos acodados en una mesa de fórmica hablan a viva voz. Miran por la ventana hacia el Carrefour que está en la vereda de enfrente. Están exultantes. El lugar es un museo: desde que abrió, en los años ’30, no paró de acumular camisetas, banderines, fotos de todas las épocas y plaquetas, como la que recuerda al escritor Osvaldo Soriano. En un rincón del mostrador hay un frasco para que los hinchas donen llaves que se fundirán para una futura estatua del Pipi Romagnoli, el último ídolo azulgrana. Desde una pizarra se arenga a marchar a la Legislatura porteña el 22 de noviembre. Sobre el número, alguien pegó la hoja del almanaque del jueves 15.

 

Dos días después del 15N los parroquianos sanlorencistas tenían motivos para brindar: los diputados de la Ciudad de Buenos Aires votaron por unanimidad la ley de Restitución Histórica, que permite el regreso del Club Atlético San Lorenzo de Almagro a Boedo, su histórico barrio, y ordena al hipermercado Carrefour a abandonar un predio de más de treinta y cinco mil metros cuadrados. El Cuervo, el Ciclón, el Santo, uno de los cinco clubes más grandes de la Argentina, vuelve a Boedo, la tierra prometida, después de treinta y tres años de exilio.

 

El bar está en Avenida La Plata y Avelino Díaz, justo frente al Carrefour. En la barra dos hombres, padre e hijo, apuran unas gaseosas. Son hinchas de Huracán. El padre lleva una camiseta como la que usó Pastore hace un par de años. No hay insultos, ni agresiones. Los cinco hinchas de San Lorenzo solo hablan de la vuelta a Boedo, imaginan las tribunas, uno habla de estadio techado. A una cuadra, en la esquina de Avenida La Plata y Santander, está el local de la Subcomisión del Hincha de San Lorenzo. En la puerta pintaron la siguiente frase: “Hicimos dos canchas. Vamos a hacer tres. La leyenda continua”.

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En la vereda de enfrente, una familia carga un auto con su compra mensual del hipermercado. El papá y el hijo están vestidos con indumentaria oficial de San Lorenzo. Los empleados del hipermercado miran la escena como si nada hubiera pasado unos días atrás en la Legislatura porteña. Los changuitos de Carrefour tienen los mismos colores del club que se quedó con los terrenos: azul y rojo.

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Recuerdo muy bien el momento en el que decidí hacerme hincha de San Lorenzo. Estábamos en la casa de mis tíos, en Banfield, mi tío, mi padre y yo. En la parte de adelante de la casa funcionaba una pizzería que regenteaban mis tíos. Ir a esa casa era la mejor salida que podía tener un niño de cinco años: me llevaban a la cancha de Banfield para ver fútbol y por la noche comía unas porciones de muzzarella recién salidas del horno, tomaba Coca Cola sin límites y remataba con helado de postre. Por eso, y porque era mi padrino, mi tío arengaba para que me hiciera hincha de Banfield. Mi papá, por otro lado, quería imponer su mandato, citando a la delantera de Farro, Martino y Pontoni que brilló en la década de ‘40 y a los Matadores del ‘68, el primer campeón invicto de la historia. Para no defraudar a papá Pedro, opté San Lorenzo y le prometí a mi tío Ricardo que Banfield sería mi segundo equipo.

 

También recuerdo mi única visita al Gasómetro. Para no pifiar, verifico con Google. Estaba convencido de que había visto al Loco Narciso Doval hacer tres goles en la cancha pero no: el partido en el que Doval hizo tres goles fue contra Chacarita, de visitante, en el año 1979, 5 a 0 a favor de San Lorenzo, al que también asistí. El partido que vi en el desaparecido estadio fue contra Rosario Central: Doval le hizo un golazo al arquero Ferraro y finalizó 3 a 0. Ver a Doval era como ver a Keith Richards: un tipo fachero, con los pelos teñidos, amado por la hinchado y a quien, según mi papá, le gustaba la joda. Mi primer contacto con un ídolo.

 

Unos años después vino el descenso, el año 1982 en la Primera B, el ascenso y el hermoso equipo de 1983, dirigido por el Bambino Veira, con jugadores como Husillos, el Gordo Rinaldi, Insúa, el Negro Quinteros y los uruguayos Rubens Navarro y Héber Bueno. Y antes, la tragedia mayor: la desaparición del Gasómetro, de la que no tengo una reminiscencia puntual, salvo el glorioso canto de la hinchada con el equipo ya de vuelta a primera división: “Esta es la gloriosa hinchada de San Lorenzo, la que no tiene cancha, la que se fue al descenso. A pesar de los años y los momentos vividos, yo te sigo queriendo, San Lorenzo querido…”. Amén.

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El jueves 15 de noviembre era un día normal. Escribí por la mañana, almorcé y salí a la tarde en bicicleta para realizar una serie de diligencias. Al regresar a casa a la hora de la merienda, mi Time Line de Twitter estallaba, con un runrún in crescendo de que ese día se votaría la Restitución Histórica. Mi amigo Martín Pérez había salido del trabajo hacia la Legislatura, y me arengaba para que fuera.

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Los rumores iban y venían, la gente llegaba a la esquina de Perú e Hipólito Yrigoyen y yo no me decidía a ir. Lo primero que hice fue llamar por teléfono a la Legislatura: un funcionario, de forma muy amable, me dijo que no había certeza que se tratara la ley. En la tevé, Rodolfo Barilli -hincha de San Lorenzo, gerente de noticias de Telefé- finalizaba la emisión del noticiero diciendo que ese día no se votaría la ley. Me dijo lo mismo por twitter. Otros, como Martín Pérez, insistían en que se votaba. Un mensaje de mi abogado, el doctor César Francis, escrito desde el recinto de la Legislatura, despejó cualquier duda: “¡Venite ya!”. Eran las 10 pm. Corrí al subte.

En los vagones de la línea B viajaban varios jóvenes con pilchas azulgranas. Me sentí mal: no tenía nada que me identificara como hincha. Al bajar en la estación Florida, un hombre con una vieja camiseta de San Lorenzo me sobrepasó apurado.

—¿Ya se está votando? —pregunté.

— ¡Acaba de empezar!

Nos acercábamos a la Legislatura como si fuéramos a la cancha: paso rápido, comunión inmediata, cantitos. Pasaban los minutos y cada vez éramos más hinchas: ansiosos, expectantes, impacientes. A las 10:59 pm, el silencio terminó con un griterío similar al estallido que provoca un gol: por cincuenta votos a favor y ninguno en contra, los parlamentarios transformaron en ley la Restitución Histórica. San Lorenzo, al fin, volvía a Boedo.

El mismo hombre que me había cruzado en el subte se me acercó y me dijo “¡Volvimos!”. Y me dio uno de los abrazos más fuertes que recibí en mi vida. Adolfo Res, historiador, miembro de la Subcomisión del Hincha, factótum e ideólogo del proyecto, salió en andas de la Legislatura con la multitud coreando su nombre de pila. Un cantito unificaba el griterío: “San Lorenzo ya volvió, San Lorenzo ya volvió, se lo dedicamo’ a todo’ lo que preguntaban ‘De que barrio sos’”. En medio de las lágrimas y los abrazos, me encontré con César, mi abogado. Me explicó que la votación se había adelantado sorpresivamente una semana porque los legisladores querían cuidar ciertas formas políticas y evitar una movilización masiva de hinchas en el microcentro, como la del 8 marzo de 2012, cuando 100 mil sanlorencistas se movilizaron a la Plaza de Mayo para pedir la aprobación de la ley.

Los festejos continuaron en la esquina de San Juan y Boedo primero y en Avenida La Plata después, frente a los portones del Carrefour. 

El hipermercado Carrefour de Avenida La Plata estuvo cerrado por refacciones desde agosto de 2011 hasta mayo de este año. Cuando lo reabrieron, quitaron la placa que recordaba al Gasómetro (con el error en la fecha de inauguración, ya que decía 1928 cuando la cancha se fundó en 1916). También desapareció el McDonald’s temático de San Lorenzo, que sólo contaba con una camiseta firmada por Oscar Ruggeri.

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Las paredes del hipermercado tienen carteles que dicen: “No a la expropiación. Sí a mi barrio. Sí a la continuidad laboral”. Junto a la leyenda, los empleados del Carrefour pegaron fotocopias de una nota del diario Crónica del 15 de noviembre en la que vecinos se manifiestan en contra de la vuelta a Boedo de San Lorenzo. También se lee una solicitada con el título “Carrefour frente a la Ley de Restitución Histórica”: “Desde Carrefour reafirmamos que los terrenos donde hoy se encuentra nuestro hipermercado fueron adquiridos en total buena fe en el año 1985, en plena vigencia de la democracia. Por eso todos los comentarios que pretenden asociar a nuestra empresa con la dictadura militar son absolutamente infundados”.


En otras paredes se ven firmas en marcador indeleble de empleados y vecinos. Un volante titulado “¿Por qué levantamos firmas?” explica en su primer punto: “Para que el Sr. Mauricio Macri y el Sr. Marcelo Hugo Tinelli entiendan que más de 500 familias de empleados de Carrefour, 200 familias de repositores externos y 300 familias de personal de seguridad y limpieza se quedarán sin trabajo”. Según Carrefour, ya juntaron 21 mil rúbricas en contra del regreso de San Lorenzo a esos terrenos.


A esta altura hay que hacer una aclaración: será San Lorenzo quien deba resarcir a Carrefour. Por eso, la ley contempla la creación de un fideicomiso. Esta herramienta, administrada por el Banco Ciudad, busca asegurar la financiación de la compra del predio de avenida La Plata. Una vez que se reúna el cien por ciento del precio de la parcela -tasada por ese banco en 94 millones de pesos-, San Lorenzo podrá adquirir el terreno que ya le corresponde. El club tiene 180 días para llegar a un acuerdo con Carrefour. La Ciudad, como el Estado Nacional, no tendrá que poner un centavo por ello. Sí puede existir una erogación de la administración pública para la construcción de una escuela dentro del predio, ya que dentro del proyecto está contemplada la edificación de un colegio y una biblioteca.


Para juntar esos 94 millones de pesos, se le pidió a los hinchas que compren un metro cuadrado del predio a $ 2.650, con financiamiento y facilidades de pago: se puede pagar en 36 cuotas de menos de $ 90 cada una. Ya se han vendido más de 20 mil metros cuadrados, y se llevan recaudados aproximadamente 53 millones de pesos. Al consultar el listado, se puede ver que Marcelo Tinelli –vicepresidente del club- compró 500 metros y el presidente Lammens 10, al igual que el ídolo Pipi Romagnoli. La práctica recuerda, a otro nivel claro, a la pared de los azulejos que están en el Nuevo Gasómetro, con los nombres de los simpatizantes que también ayudaron a la financiación de esa cancha del Bajo Flores.


—Cuando cerraron el supermercado para refaccionarlo no pudieron reubicar a todos, pero como era momentáneo nos pagaron aunque no estuviéramos trabajando. Si llegan a cerrar va a ser inevitable que algunos nos quedemos sin trabajo —dijo una de las cajeras que, mientras hablaba, le cobraba a un muchacho que vestía una chomba con el escudo de San Lorenzo.

En Boedo, los hinchas de San Lorenzo son mayoría. O al menos eso parece al recorrer sus calles y ver la cantidad de jóvenes con camisetas o las banderas colgadas en los balcones. Muchos vecinos, sanlorencistas o no, no quieren saber nada con ningún nuevo estadio.

 

—La mayoría de la gente del barrio está en contra de la cancha. Cuando vienen los hinchas a sacar las entradas a la sede dejan todo el barrio hecho una mugre. ¿Te imaginas lo que va a ser los días de partido? —dice una vecina. No quiere dar el nombre y jura que es hincha de San Lorenzo. Imagina y enumera algunos trastornos que traerá un estadio otra vez en Avenida La Plata: suciedad, vandalismo, robos, imposibilidad de circular con autos. Hasta se devaluarán las propiedades, dice la mujer.

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“El Gasómetro era un jalón de Buenos Aires. Era una institución porteña. Entonces la Avenida La Plata tenía jardines en el centro, arboledas que daban sombra a los bancos románticos, y en los árboles nidadas de pájaros cantores que le daban su música y su alegría al contorno. Era antes de que llegara el progreso, con ese ciego impulso destructor de las cosas hermosas, que so pretexto de abrirle la calle a los camiones le pasó el rodillo a los jardines y segó su bellísima, orgullosa arboleda, a golpes de hacha. Entonces, en aquel tiempo lindo, por sus dos senderos circulaba el tranvía eléctrico ida y vuelta. La vida era simple y era grata”. Así describía a los alrededores del Gasómetro el periodista uruguayo Diego Lucero en un artículo que escribió para la revista El Clásico, reproducido en Memorias del Viejo Gasómetro, de Enrique Escardé.

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El Gasómetro recibió su apodo por la forma que tenía la cancha al verla desde Avenida La Plata y por el vaho que emanaba de las multitudes que colmaban sus tribunas. Cuando se llenaba, entraban 75 mil personas. Fue inaugurado en 1916 e iluminado en su totalidad en 1936. Más allá de los partidos inolvidables, el Gasómetro vivió muchos días históricos: la pelea por el título mundial de box peso mosca que protagonizaron Pascual Pérez y el galés Dai Downer en 1957; los famosos bailes de carnaval; la gesta de Delfo Cabrera, medalla de oro en la maratón de los Juegos Olímpicos de Londres 1948 pero antes socio del club, y la actuación de Carlos Santana en octubre de 1973, en el apogeo de su carrera.

 

En los ’60, cuando San Lorenzo recibió las tierras del Parque Almirante Brown en el Bajo Flores, la idea de una Ciudad Deportiva y de un estadio de cemento prendió en algunos directivos del club. El estadio no tuvo ampliación ni remodelaciones. Y el golpe de gracia ocurrió en 1979: la última dictadura militar intimó al club con la apertura de la calle Avellino Díaz, que cortaba la cancha en dos partes desde la entrada principal de Avenida La Plata. También proyectaban construir viviendas populares. Era el final. El 2 de diciembre de ese año San Lorenzo y Boca jugaron el último partido en el viejo Gasómetro. Aburrieron, no hubo goles y Hugo Gatti le contuvo un penal a Hugo Coscia. La cancha se terminó de desmantelar en 1982, sin que ninguna de las obras pautadas se llevara a cabo. La cadena de supermercados francesa Carrefour adquirió el terreno y montó allí un enorme negocio. 

 

El 16 de diciembre de 1993 San Lorenzo inauguró el estadio Pedro Bidegain en el Bajo Flores (el Nuevo Gasómetro) con un amistoso frente a la Universidad Católica de Chile. Los hinchas más fundamentalistas no se resignaron: había que volver a los terrenos de Avenida La Plata. En el año 2008 se presentó en la Legislatura porteña el proyecto de ley de Restitución Histórica del predio donde se erigía el viejo Gasómetro. Al mismo tiempo varios hinchas comenzaron a comprar las casas lindantes al terreno. Se dice que el actor Viggo Mortenssen compró una de las casas, y que la esquina de Avenida La Plata y Las Casas, al lado de la sede del club, sería cedida a San Lorenzo tras resolver un problema de escrituras.

La reposición al club de la propiedad de la calle Salcedo al 4200 fue el inicio del regreso. Y la Subcomisión del Hincha, junto con la página web De Boedo Vengo, fueron los fogoneros para que esa idea, que parecía tan utópica como el retorno de los rastafaris jamaiquinos a Etiopía, pasara a ser una posibilidad real.

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En San Lorenzo, a Marcelo Tinelli se lo amaba o se lo odiaba. Hasta que se votó la ley, y los detractores quedaron en minoría. Hace un par de años Tinelli –que no era dirigente- influyó para la llegada de Ramón Díaz como director técnico. También por sus gestiones y su dinero llegaron jugadores como Andrés D’Alessandro, Diego Placente y Santiago Solari. Con el club en crisis política y futbolística, Tinelli volvió. Este año se presentó como candidato a vicepresidente en una fórmula encabezada por Matías Lammens. Arrasaron con el 85% de los votos.

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Ante la posibilidad de la Restitución Histórica, Tinelli se movió con la astucia de un político veterano. El 16 de octubre Tinelli se presentó en la Legislatura. Como cualquier vecino, ocupó una silla detrás de las bancadas, mirando las nucas de los legisladores. Esa tarde, los representantes de todos los partidos políticos se comprometieron a tratar el proyecto el próximo mes. La estrella de la TV sonrió triunfal y al salir, modesto, destacó el papel de la Subcomisión del Hincha.

El primer partido de San Lorenzo posterior a la votación de la ley de Restitución Histórica fue de local contra Atlético Rafaela. En la previa se celebró: los hinchas de la platea Sur formaron la palabra “Volvimos”, un grupo de bailarinas se contorneó con cintas azulgranas y los miembros de la Subcomisión del Hincha recibieron plaquetas. El equipo salió al campo de juego con una remera con la leyenda “Me verás volver” y posó para la foto con un cartel que decía “Gracias por el sueño cumplido”. 

Soy de los que a veces disfruto de ir a la cancha, como a un recital o al cine, solo. Tenía posibilidades de ir acompañado a la Platea Sur, pero la Norte –techada- fue un buen refugio contra el sol. Además hay que admitir que a medida que uno crece se aburguesa y el amontonamiento de la popular se vuelve incómodo.

Mis compañeros de platea eran dos señores de unos sesenta años, de esos que llevan toda una vida viendo al equipo de sus amores. Uno con un gorrito estilo Piluso con los colores del Ciclón y el otro con una gorrita gastada. Hablamos poco de la vuelta a Boedo porque San Lorenzo tiene otras urgencias: sumar puntos para zafar del descenso. Ganamos 1 a 0 con gol de Stracqualursi. 

Tras la victoria, los jugadores volvieron a la cancha, nos aplaudieron a nosotros, los hinchas, que aún delirábamos por la victoria, y nos arrojaron sus camisetas. No me tocó ninguna. No importaba. Era un hombre feliz.

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El 21 de noviembre, en el Centro Cultural Club de Arte, en Almagro, José Sanfilippo, Ricardo Rezza, Antonio Rosl, Sergio Villar, Roberto Telch, Rubén Glaria, Roberto Espósito, Héctor Scotta, entre otros, fueron vivados por quinientos hinchas. Canosos, pelados, panzones, rengos, las viejas glorias de San Lorenzo estaban allí para festejar el 40° aniversario del bicampeonato que el club obtuvo en 1972. El primero en la historia del fútbol profesional argentino.

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Las reuniones de los ex jugadores recordando logros del pasado siempre me parecieron celebraciones extrañas. Ver los cuerpos maltrechos de los superhéroes de mi infancia y escucharlos contar anécdotas de hace cuatro décadas como si fueran relatos legendarios, me resulta tierno. Y también son encuentros que tienen su costado bizarro y nerd, como esas reuniones de fanáticos de Star Wars: gente disfrazada que sólo tiene un tema de conversación. En lugar de espadas y máscaras, vestimos camisetas.

 

Esa noche se habló de la vuelta a Boedo. El León Espósito recordó la importancia social del club en el barrio. El Hueso Glaria nos hizo reír con sus semblanzas de la vida en Avenida La Plata desde la prenovena división. Todos tenían algo que contar. Pero lo que realmente me sacudió fue haber visto al Pipi Romagnoli: un encuentro cercano del tercer tipo. Me di vuelta y quedé cara a cara, de casualidad y sin proponérmelo, con el último ídolo de la afición. Lo miré fijo -es bastante más bajo de altura de lo que me imaginaba- y no le pedí ni una foto ni un autógrafo: sólo me salió decirle “Pipi, ¿cómo estás de la rodilla?”. El Pipi me miró, me palmeó el hombro y me dijo “Bien, me estoy curando”. Lo miré alejarse mientras me acariciaba el mismo hombro que el Pipi me había palmeado.

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El 30 de noviembre se celebra el día del hincha de San Lorenzo. En esa fecha, en el año 2000, un grupo de simpatizantes se opuso al gerenciamiento del club que proponía el entonces presidente Fernando Miele. La votación de esa noche estuvo plagada de irregularidades, la policía reprimió a los hinchas y el escándalo fue tal que tiempo después Miele fue expulsado como socio de la institución.

 

Para celebrar la efeméride, este año se realizó un abrazo simbólico al predio de Avenida La Plata, con la asistencia de más de 20 mil personas. Hablaron el presidente Lammers y Adolfo Res, y se hizo el esperado anuncio: el 8 de marzo de 2013 se presentará el anteproyecto del futuro estadio, que se inauguraría en el año 2016.  “San Lorenzo vuelve con un colegio, con becas para deportistas y no sólo con una cancha de fútbol. El club va a invertir en un barrio postergado”, dijo Lammers. Y Adolfo Res completó: “San Lorenzo va a traer seguridad al barrio y lo va a cambiar”.

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Se dicen muchas cosas: Que el modelo de estadio elegido es el del Stade de Suisse Wankdorf Berna, donde hace las veces de local el equipo suizo BSC Young Boys. Que cancha tendría una capacidad para 45 mil espectadores sentados. Que todas sus tribunas serán techadas. Que debajo de las gradas habrá un colegio, un centro comercial y una biblioteca.

 

El costo sería de 300 millones de dólares, y parte de la financiación saldrá de la venta del Nuevo Gasómetro a la Unión Argentina de Rugby, lo que partiría a la Cuidad Deportiva en dos: por un lado la cancha y el estacionamiento (cedidos a la UAR) y por el otro las instalaciones del club (quinchos, confitería, canchas de hockey y tenis).

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Desde hace un tiempo, Viggo Mortensen y el escritor Fabián Casas mantienen un imperdible intercambio epistolar sobre San Lorenzo que hacen público en la página web oficial del club. Sobre el regreso a Boedo, dijo Viggo: “Estamos mucho más cerca de realizar el sueño de ver jugar al Ciclón en Boedo una vez más. Seguiremos adelante  tan apasionados y tercos como siempre, pero con paciencia y de manera honrada. Claro que vamos a respetar a la gente que trabaja hoy en día en el Carrefour de Avenida La Plata, claro que a los vecinos hay que escucharlos, hay que tratarlos con dignidad. Hay que hacer las cosas bien”.

La respuesta de Fabián fue en el mismo tono: “Hay que ponerse a pensar en los demás. Es decir, en la manera en que nuestra felicidad de estar de nuevo en Boedo, con nuestra cancha, no se vuelva un infierno para los que viven ahí. Ojalá podamos hacer todo de manera tranquila y efectiva. Y que el club sea como un gran corazón que dinamice el barrio dándoles a los vecinos un lugar para vivir, divertirse, aprender, estudiar. Ojalá que sea así”.

Ojalá.