Crónica

Fracaso de la ley de aborto


Ilegales

En medio de rumores conspirativos, supuestas emboscadas y atropellos, el proyecto sobre aborto legal pasó una vez más de la calle al Congreso, en un proceso que parece fortalecerse a pesar de sus vaivenes. ¿Qué pasó antes para llegar al debate de ayer? ¿Se avanzó algo en la tensa reunión de la cual no pudo obtenerse el dictamen? La cronista Ana Soffietto siguió a las legisladoras Bullrich y Conti, se metió entre militantes pro y anti abortistas, y analizó quién gana, quién pierde y cómo juega la política y las negociaciones ante determinadas demandas sociales.

Las paredes espejadas del Anexo de la Cámara de diputados de la Nación reflejan uno de los tantos epicentros de poder del país. Entre la avenida Rivadavia y la esquina de la siempre sucia calle Riobamba rebota la imagen del llamado “Palacio”: el Congreso, el Parlamento. Pero el Anexo no hace adivinar las intrigas pomposas de la arquitectura grandilocuente de su vecino que, aun austero, reproduce en sus pisos grises, sin ornamentos, en funcionales oficinas y archiveros, las mismas negociaciones. Para escuchar, hay que buscar en sus pasillos. Ahí es donde dicen que Diana Conti tiene una obsesión por instalar temas en la agenda pública para ver cómo repercuten. Como sucedió hace poco con “la reelección indefinida”. Quizá para ver si existen más adhesiones que las imaginadas, conjeturan. Quizá para provocar al resto de la oposición a manifestarse en contra. Dicen, también, que Patricia Bullrich es igual y por eso aceptó el debate sobre el aborto, a sabiendas de que jamás podría salir este año un dictamen de las tres comisiones que deben expedirse.

En esos pasillos del Congreso recuerdan, además, que Cristina Fernández de Kirchner está en contra del aborto, que Julián Domínguez, presidente de la Cámara de diputados, también. Y que si lo sucedido ayer en la reunión de la comisión de legislación penal hubiera avanzado, se hubiera contradicho hasta al mismísimo Papa argentino.

Pero Diana Conti, morocha de rostro serio y desafiante, de esos que intimidan, es enfática cuando nos atiende:

-Hay libertad de conciencia en este tema que tiene que ver con la libertad humana.

Pero el lunes a la tarde, nadie en Riobamba 25 cree que en la comisión cabecera pueda salir dictamen a favor de una ley de interrupción voluntaria del embarazo. Porque es fin de año y los días están contados.

-La reunión solo sirve para instalar el debate en el Congreso –nos dice Conti por teléfono.

Según una estimación que hizo en 2004 el Ministerio de Salud de la Nación, 400.000 mujeres abortan al año y el 37 % de los embarazos que se registran en el país terminan en aborto. De ellos, cerca del 15 % corresponde a adolescentes menores de 20 años.

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Ese lunes a la tarde, dicen, la legisladora Patricia Bullrich, está desesperada, “hecha una furia”. Durante todo el día, diarios y agencias replicaron una y otra vez la noticia que había sacado Infobae el día anterior: un acuerdo entre el PRO y el kirchnerismo -entre ella y Diana Conti. Así se metía en el temario de la comisión de legislación penal de la Cámara de diputados de la Nación, el debate sobre la legalización del aborto. La nota estaba firmada por Leandro Flocco, presidente de Frente Joven, agrupación que convocó a los manifestantes antiaborto para que se acercaran ayer al Anexo.

-Me embocaron -decía a los gritos entrando a su despacho, según escucharon en el Anexo  colaboradores y secretarios que no quieren dar su nombre. Ella, dicen, sospechaba que era otra presión del kirchnerismo de la comisión para hacerla quedar mal. Porque Patricia Bullrich -mujer firme, como también firme es Conti, las dos morochas, de larga experiencia política- presentó un proyecto de ley junto a Graciela Fernández Meijide para despenalizar el aborto en 1994, y hoy es parte del PRO. En ese espacio, salvo alguna excepción –como Laura Alonso y Federico Sturzenegger- el aborto es una palabra que mejor evitar.

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Lunes y martes, sus prenseros atienden el teléfono diligente, pero sólo dicen: No. No sabemos dónde está Patricia. En su despacho no está.

El lunes a la tarde Diana Conti también dice que no: todo fue una confusión. Con voz pausada, tranquila, como si quisiera restarle importancia al enredo, cuenta que aunque Patricia Bullrich no quería, el 30 de septiembre se votó, en la comisión que comparten, poner el tema en debate para la primera semana de noviembre. A pesar de que diarios y agencias publicaron lo contrario, entonces, ella también dice que eso del pacto PRO-K es una confusión.

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No suele haber quorum en las reuniones de la comisión de Legislación Penal. Los legisladores faltan, el avance de ciertos proyectos se entorpecen; reuniones previas para generar consenso a veces fallan. Por eso el 30 de septiembre, cuando Bullrich, presidenta de la comisión, vio que todos estaban allí, puntuales y bien dispuestos, pensó que todo era raro.

-Fue una emboscada- dijo después.

Encima había empezado a caer gente extraña: grupos proabortistas, militantes de la Campaña nacional por el aborto legal, seguro y gratuito que el día anterior habían organizado una jornada federal en la plaza de los Dos Congresos para presionar el tratamiento del proyecto de ley que presentaron ya por quinta vez. También había representantes del Cels y de Amnistía. Todos invitados por la otra contendiente de este asunto, la que opera, la que niega el acuerdo, la que dice que es el momento: Diana Conti.

Bullrich vio la sala llenarse y sintió que todo era una confabulación en su contra. Nadie le había avisado del asunto. Para esa reunión lo único previsto en el temario eran asuntos relacionados con la seguridad y la lucha contra la corrupción, cosas importantes, pero de rutina; ya sabidas. La intriga asamblearia propia de cada parlamento del mundo tomaba dimensión shakesperana: todo estaba organizado a espaldas suyas y peor, “a espaldas de la sociedad”, como dijo después. ¿El objetivo de la confabulación? Lograr que se debatiera sobre el aborto.

-Antes de tratar este tema primero debemos escuchar a todos los que están interesados. El tema divide a la sociedad, por lo que no se puede tratar con liviandad -se quejó, primero en la intimidad de sus asesores, luego en todos los medios.

De los 31 integrantes de la comisión, 15 firmaron el proyecto. Entre ellos, los diputados Manuel Garrido y Victoria Donda, los impulsores más visibles. Y con público que busca hacer lobby, influir. Entonces Conti disparó:

-Avancemos igual, aunque no haya oradores.

Bullrich, que como buena diputada mediática es más bien temperamental, amenazó con irse. Como presidenta, podía impedir que se emitiera un dictamen, pero de pronto se sintió sola ante todos los legisladores y militantes que la exponían delante de todos a decir que no.

-No voy a aceptar que quieran imponerme un dictamen por debajo de la mesa sin que haya estado en el temario. Es importante hablar también con los diputados de todos los sectores. Acá debemos escuchar todas las voces y todas las posturas –insistió, con esa voz entre firme, y un poco al borde del colapso.

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Durante el período 2007-2011, el aborto fue la primera causa individual de muerte materna (23%). Unas 50.000 mujeres, adolescentes y niñas abandonan los hospitales públicos por complicaciones durante abortos clandestinos. Muchas de ellas después sufren secuelas, entre ellas, esterilidad. En 2010, 52817 mujeres estuvieron internadas en hospitales públicos por complicaciones en interrupciones de sus embarazos.

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Victoria Tesoriero, dice su cuenta de Twitter, es socióloga feminista y miembro de Católicas por el derecho a decidir, parte de la Campaña. Otra morocha, pero de pelo ligeramente ondeado. Estaba en su casa cuando cerca de las siete de la tarde recibió el mail con la convocatoria para participar en la comisión de legislación penal de este martes. Lo primero que hizo fue llamar a todas sus compañeras: había que armar la lista de las que iban a entrar, organizar una manifestación frente al Congreso para ese día, difundir, difundir y difundir. Era un reclamo histórico. Una alegría inmensa.

Ella, como sus compañeras, piensa que la Campaña generó las condiciones para que el proyecto de ley se discuta en comisión a partir de la jornada nacional organizada el 29 de septiembre. Y aquel día lo había logrado: Diana Conti, junto a otros legisladores, firmaron el proyecto de ley y dieron una conferencia de prensa. Entonces Conti, vicepresidenta de la comisión de legislación penal, dijo públicamente que iba a ocuparse de poner el tema en agenda, que estaba dispuesta a impulsar un dictamen favorable.

-Nosotras difundimos y pedimos apoyos de diputados en forma permanente, pero esto se logró también porque hay una sociedad que acompaña y está de acuerdo, porque se trata de un problema de salud pública y una deuda de la democracia con las mujeres -explica Tesoriero.

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El lunes a la tarde Patricia Bullrich ordena a su equipo de prensa emitir un comunicado. Allí usa una expresión memorable e hiperbólica. Dirá que “la noticia de un pacto es falsa de toda falsedad”. Si el lector superaba la enfática tautología, pudo leer sus explicaciones. Si ella accedió a incluir en el temario del martes 4 de noviembre, la discusión sobre la modificación de los artículos 85 y 86 del Código Penal sobre aborto y la derogación del 88, fue solo porque no puede dictaminarse de un día para el otro, “bajo presión y por imperativo de un grupo, en la clandestinidad de la sociedad”.

Minutos antes de entrar en la reunión de comisión de ayer, enfundada en un vestido beige, blanco y negro, de rombos, Bullrich nos dirá, ya más tranquila, como si ya hubiera reorganizado sus estrategias, que no entiende por qué un periodista del Frente Joven firmó la nota sobre el acuerdo. Y cuando dice “Frente Joven”, lo subraya. Quien quiera leer, que lea.

-Lo único que hubo el viernes anterior fue un encuentro, como  hay cada jueves o viernes  anterior a la reunión de comisión, para definir detalles administrativos.

Afuera, militantes de la Campaña comenzaban a agolparse en la entrada de Rivadavia del Anexo. Esta coalición de más de 300 organizaciones busca desde 2005 impulsar la sanción de una ley para despenalizar y legalizar el aborto por decisión de la mujer hasta la semana doce de gestación. Para eso, presentaron un proyecto de ley elaborado por la Campaña. Este año es la quinta vez que lo hacen. Desde la primera presentación en 2007, hasta ahora, el proyecto nunca fue formalmente discutido en el Congreso.

Afirman hasta el cansancio que las mujeres tienen derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, que eso es un derecho humano. Dicen, además, que se hacen cerca de 500 000 abortos clandestinos al año y muchas mujeres mueren o enferman en consecuencia.

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El lunes a la tarde Diana Conti atiende el teléfono desde su despacho y baja la expectativa que en ese momento tienen tantos activistas que planean concentrarse, manifestar, pedir en las redes sociales usar el Hashtag #4N. Dice que no habrá dictamen. Lo dice con soltura, como si fuera una obviedad, porque apenas quedan veinte días para el cierre de la labor parlamentaria y el proyecto todavía tiene que recorrer dos comisiones más: Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia, y Acción Social y Salud Pública. Aunque miles de personas que militan por el aborto seguro, legal y gratuito estén desde hace muchos años esperando un debate y un dictamen favorable los mecanismos parlamentarios y políticos tienen sus tiempos. La división de poderes implica, entonces, procesos, mecanismos, discusiones. Y trámites. Y los famosos “consensos”, a los que la prensa a veces llama pactos.

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La primera vez que el debate por el aborto ingresó al Congreso fue en 2011 y resultó un bochorno. Era casi fin de año, como ahora. Juan Carlos Vega, por entonces presidente de la comisión y miembro de la Coalición Cívica, comunicó la noticia: había dictamen a favor. Afuera, una vez más, militantes esperanzados. Pero adentro del recinto, los cruces escalaron: se dudaba del quorum, diferente a lo largo de la reunión, gente que iba y venía, algunos acusaban que no era claro, que las firmas no eran las suficientes, hasta que el mismo Vega volvió a hablar para decir:

-Se cayó el dictamen.

 “Caer”, se dice en la jerga parlamentaria. Se cayó el dictamen, se cayó la sesión. Como si fueran elementos posibles de levantar, de erguir para edificiar, para dividir, para reconstruir.

Ese día, la única diputada del Frente para la Victoria que participó de aquella reunión fue Diana Conti. Bullrich no había ido y, al día siguiente, pidió la impugnación del dictamen.

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En 2012, la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió años de discusiones sobre la interpretación del Código Penal y estableció que los abortos a víctimas de violación son no punibles, siempre. Este derecho reconocido fue un fallo histórico llamado comunmente con las siglas F.A.L. El máximo tribunal del país pidió a todas las provincias que elaboraran protocolos hospitalarios para actuar en estos casos.

Pero aunque allanó el camino para discutir la interrupción voluntaria del  embarazo, todavía restaba saldar el debate por la legalización del aborto para todas las mujeres. Y según nuestra Constitución, las leyes las dictan los congresales.

Por eso, cuando en mayo de este año las militantes de la Campaña se enteraron de que Bullrich iba a presidir la comisión cabecera del proyecto hicieron lo de siempre. Desde hace años insisten y piden reuniones con cada legislador. A veces lo logran. Pero la esquiva dama Bullrich jamás los había recibido.

Para hacer lobby, la Campaña tiene una comisión de cabildeo, que es como se conoce en español a la negociación constante y a la presión de pasillo. Así lograron que el proyecto de ley tenga hoy 69 firmas. Los que faltan, dice la aguerrida Tesoriero, no admiten que están en contra. Cuando comenzaron a reunirse hace casi diez años eran muy pocos quienes se animaban al sí. Hoy, el cabildeo que impulsan más de 300 organizaciones logró que oponerse sea una posición políticamente incorrecta. Lo que hace creer que la presión simbólica, la presión social, repercute en ese monumento democrático, que a veces parece tan hermético, y frío, como es el Congreso Nacional y su Anexo, claro.

Desde la Campaña, incluso piensan que Bullrich no está realmente en contra de la interrupción voluntaria del embarazo durante las doce primeras semanas de gestación. Que el freno es su alineamiento con el macrismo. Comentan que hace algunos meses les avisaron que, para septiembre, Bullrich metería el tema en agenda.

Pasaron más de dos años de aquel fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Desde entonces, tan sólo ocho provincias acataron de manera completa lo dispuesto por los jueces: Chubut, Santa Fe, Chaco, Jujuy, Misiones, Tierra del Fuego, La Rioja y Santa Cruz. Otras ocho se ajustaron parcialmente: Salta, La Pampa, Córdoba, Entre Ríos, Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires, Río Negro y Neuquén. En ambos casos, se incluyeron los requisitos que limitan el acceso al aborto. Al día de hoy, las restantes todavía ni tienen protocolos: Catamarca, Corrientes, Formosa, Mendoza, San Juan, San Luis, Santiago del Estero y Tucumán.

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A solo algunas horas de que comience la audiencia algo se huele de aquella escena del 2011 en los pasillos del Anexo. La misma comisión, la misma época del año. Todos insisten en que lograr un dictamen de las tres comisiones es una misión imposible. Pero conseguir una tapa al día siguiente con la noticia de un dictamen a favor a pesar del macrismo es un resultado para nada deleznable. Máxime, con la seguridad de que eso no cambiará, posiblemente, el rumbo del proyecto, tal como sucedió en 2011.

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Antes de la reunión, a Patricia Bullrich se la ve tranquila, ¿como resignada? Es que, ella sabe, nos explica, el país no está en condiciones de debatir sobre esto.

-Además, la presidenta está en contra así que por más que llegue al recinto, ahí el proyecto se cae, no se aprueba. Hoy lo que quiero garantizar son condiciones democráticas para dar un debate. Incluso intenté hablar con mis colegas de las otras comisiones y no me dieron bola. Hoy vamos a escuchar y debatir.

-¿Por qué no convocó la audiencia antes, en septiembre, como los miembros de la campaña tenían entendido que iba a suceder?

-A mí nadie me hizo un pedido formal para discutir en septiembre. Ni Donda, que me dijo que tenía problemas con Binner. El único que lo pidió en forma explícita fue Del Caño (Diputado del Frente de Izquierda).

Se sabe, la bandera del aborto no punible ha sido desde hace décadas la de la mayoría de los partidos de izquierda y centro izquierda. Ahora la lucha que parece consolidarse es por ampliar la representación en el Congreso, y expandir el debate público.

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En la sala dos del segundo piso del Anexo, militantes de la Campaña Nacional por el aborto seguro, libre y gratuito, que desde hace casi diez años impulsa el debate por la interrupción voluntaria del embarazo, se acomodan como pueden entre las sillas en la mitad izquierda -parece a propósito- de la mesa en forma de herradura que ocupa casi todo el espacio. Mientras, Bullrich, Conti, Donda -quien dejó su licencia para estar presente- y Garrido, entre otros, se sientan en la punta. Las mujeres –sí, son casi todas mujeres– con pañuelos y banderas verdes, habían esperado por horas, pacientes, para entrar a la reunión de comisión de los representantes del pueblo. También los hombres y mujeres con fotos de bebés en sus manos, siempre dirigidos a las cámaras de los periodistas. A veces las imágenes de los niños, y los gestos combativos, se ocultan, disminuyen, bajan por el cansancio; todos los legisladores y también los activistas quieren hablar y esta reunión de Comisión dura horas. Horas en las que, los más comprometidos de un lado y del otro, dejan ver disimulados gestos de hastío, pero no desinterés. La reunión de Legislación penal de la Cámara de Diputados de la Nación fue citada a las tres de la tarde para empezar a tratar otros temas, pero sólo obtuvo el mínimo de legisladores presentes para lograr quórum pasadas las seis. Al principio, eran 9 diputados pero se necesitaba llegar a 11.  

Algunos firmantes del proyecto original, pertenecientes a otras comisiones, como el sindicalista Omar Plaini o Laura Alonso del PRO, no pudieron ir.

Fuentes en off dicen que algunos legisladores del FPV no asistieron a la reunión a las tres de la tarde porque no querían dar el quorum a los primeros temarios pautados. Por eso, cuando recién llegaron a las seis, Bullrich se habría escudado en el legalismo de que el piso mínimo de legisladores, es decir, la asistencia para lograr el quorum que permite sacar adelante un dictamen, se toma al inicio de cada reunión. Por ende, la presencia de los diputados necesarios ya no era válida a las seis de la tarde.

-Si la citación para la reunión es a las 15, y a las 15.30 no hay quorum, no hay comisión, que es lo que pasó ayer- dice ahora Diana Conti al teléfono.

Según ella, por el Frente para la Victoria estuvieron ella y Fernández Sagasti, Alejandro Abraham, Lautaro Gervasoni, María Eugenia Zamarreño. Además, cuenta, estaba Patricia Bullrich, Manuel Garrido y Luis Petri.

Marcos Cleri, del FpV, no estuvo. Y Conti no lo dice pero en el despacho de comisión está asentado que Victoria Donda sí estuvo desde temprano.

-Los que gritaban ayer que por qué no hay quorum son los que no lo dieron. Por qué no estuvieron ayer, no sé. Ayer había mucha actividad parlamentaria. Bullrich no hizo mal las cosas- dice al teléfono Conti, sin importarle que hace unos días la misma Bullrich la acusaba en los medios de querer manipularla.

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Afuera del Congreso y del Anexo, una rubia impecable, desfila en medio de pancartas verdes con una suya, antiaborto, que dice “Matar no es un derecho. Adopción es la opción”. Julieta Calderón, una morocha alta de rasgos fuertes, del colectivo FLGBT, la mira con bronca mientras nos habla.

-Me molesta porque me parece violento que venga con conceptos alejados de la realidad, diciendo que la adopción es la opción, considerándose alguien capaz de decir cuál es la opción. Todos tenemos que tener el ámbito para manifestarnos. No sé por qué se pone en el medio.

Cuando deja de hablarnos, le grita que es una ridícula pero María, la rubia antiaborto, sigue como si nada. Nos cuenta que hace diez años hace lo mismo en cada discusión sobre el tema. Y aclara que acá no va a pasar nada, que a ella le interesa lo que decidan los próximos presidentes que, dice, ahora ocultan su posición para no perder votos. Serio y contra una pared, una cura la sigue con la mirada.

Adentro, oradores autodenominados Pro vida se agarraron de cuanta norma  pudieron para leer en cada texto un mensaje originario que prohibiría cualquier posibilidad de interrupción de embarazo: invocaron desde el derecho romano hasta la misma Constitución. Fue Manuel Garrido el primero en quejarse:

-No podemos hacerle decir al derecho lo que no dice. La Constitución no dice nada sobre la protección del embrión.

Con una voz dulce, como si hablara con niños, la exdiputada Cintia Hotton fue de las primeras en hablar entre los antis. Con cierto aire provocador, desvió su mirada de la presidenta y la clavó en las militantes que tenía enfrente:

-Siento que nos están usando porque todas nosotras queremos que se dé un debate profundo porque hay vidas en juego. La política no puede hacer esto a fin de año. Esto es un tema que no va a terminar prosperando, por eso nos están usando.

-A mí me preocupa que este Congreso no dicte una ley cuando se mueren 30 o 70 o la cantidad de mujeres que sea –tiró Manuel Garrido, diputado radical y miembro de la comisión.

Más de tres horas transcurrieron entre acusaciones y gritos hasta que los discursos se hicieron cada vez más cortos. De un lado y el otro, las provocaciones fueron cada vez más fuertes. Interrupciones a los oradores, abucheos y comentarios de indignación.

-¡Son sus mujeres las que abortan! –gritó a los opositores la diputada kirchnerista Araceli Ferreyra, quien tomó la palabra sentada como todos y terminó hablando de pie entre aplausos y abucheos. Agitada, tuvo que salir de la sala, ya sin aire, agotada.

No importó, finalmente, que muchos diputados de la comisión como Victoria Donda, Manuel Garrido y Margarita Stolbizer, entre otros, dijeran que hoy había que salir con un dictamen. Que Nicolás Del Caño insistiera con que si a los diputados del oficialismo realmente les importara este proyecto ya podría haber sido tratado.

El rumor llegó afuera de la sala dos del segundo piso del Anexo de la Cámara de diputados. El pacto entre el bloque PRO y el kirchnerista era incomprobable, aunque todos sepan que la mecánica legislativa implica acuerdos entre los distintos partidos. Más dura fue la confirmación del otro rumor: la reunión de la comisión, citada para las tres de la tarde no había tenido quórum. Había nueve diputados y se necesitaban once. La audiencia de las cinco y media de la tarde prevista para discutir sobre el aborto caía como consecuencia, como caen las cosas que hacen ruido, y de ninguna manera, jamás, el rumor ganaba la calle, podía salir de allí un dictamen. Pero, una vez más, se lograba que los reclamos de afuera ingresaran en el ámbito de sus representantes, ganando agenda, cada vez más.