Crónica

Indio Solari en Olavarría


Red social

Los datos falsos, la desinformación lisa y llana y la condena apresurada convivieron con las pocas coberturas excepcionales del recital del Indio Solari en Olavarría. Entre ellas, la de Facundo Pedrini, que con las placas rojas de Crónica TV y una batería incansable de tuits recuperó unas de las misiones básicas del periodismo: brindar servicio a la comunidad. Mientras sigue conectando a familiares y amigos y compartiendo datos de búsquedas, se animó a unas reflexiones sobre “el rol de los medios” y las redes sociales después de una noche trágica.

Avalancha
Olavarria
Cromañón
Indio
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Me Comi el amague
VamoAzulgrana
TVR
TeamGonza
Fede Bal

Un viaje al abismo proponía dejar atrás los éxitos deportivos, los programas de roces y abdominales, los debuts de formatos relegados, las consignas que acorralaban los histeriqueos GuidoKaczkeanos, los fanáticos de un tal Gonza y las aventuras de Fede Bal. El dolor avanzaba. En los canales de TV de Buenos Aires, infomerciales y latas que iban desde pastores brasileños difundiendo la palabra de Dios, tarotistas con mazos que unen la suerte de un chofer de UBER con la de enano ruso y programas de juegos con nombres de animales domésticos, crucigramas y palabras cruzadas dominaban el rating de la grilla. Vecinos de Mar del Plata y Haedo participaban de las trivias con éxito y se hacían ganadores de $1000 solo por el hecho de comunicarse. Las líneas estaban disponibles y Las Vegas era una decisión personal. Ese 0800 funcionaba.

A más de 300 kilómetros, los internos del hospital de Olavarría sonaban buscando a Raúl, de Lanús, que había ido con la novia desde Liniers y se había perdido en el tercer tema, momento en el que el Indio Solari interrumpió el show por primera vez. También zumbaban preguntando por Carla, que había salido con 4 amigas en combi desde Avenida 9 de Julio y Belgrano y no había llegado al camping donde paraba. Hacían ruido por una parejita de uruguayos que llegó a Olavarría en moto, sin documentos ni batería. Por Romina, que viajó desde La Plata embarazada de 8 meses porque las misas pasan lista para siempre. Por los pibes de Comodoro Rivadavia, que viajaron en caravana y que al regresar no juntaban ni la mitad. En la terminal, todos los números habilitados terminaban en una operadora “no disponible” que incitaba a un redial con el mismo resultado. “El cliente al que usted desea llamar no está disponible”. La vida en manos de un cliente y una voz neutra, ese monstruo sin rostro que empata y empata: las búsquedas legítimas con las denuncias de tarjetas extraviadas. Todo en el mismo tono, en el mismo fondo.

“Para culpables hay tiempo, ahora hay que buscar a los pibes” sintetizó una placa de Crónica TV, que usó el índice de su mano para contar pibes heridos y los dedos restantes para buscar desaparecidos. Esta vez, los carteles rojos se plegaron a la velocidad de la sangre congelada: esa zona cero en donde todos están de acuerdo y solo cuenta la dimensión desinteresada. Esta vez, no se escurrieron por la alcantarilla que da al despacho de los dolores obvios: “Callejeros”, “Cromañón”, “Chaban”, “la política como sicario”, “a los pibes los mató la corrupción” “el otro Ibarra” y el rock como partícipe necesario del mal. Esas asociaciones en donde vale más el nervio que el dolor en el pecho estaban fuera de lugar. El que lo muestra primero, de cerca y sin pestañar, pierde. El canal abandonaba la fascinación por las PRIMICIAS para trabajar por el abrazo del reencuentro.

“Vecinos de Olavarria, liberen el WI FI”, una pancarta en imprenta mayúscula invadía la pantalla para asistir a los pibes que habían viajado y estaban incomunicados y sin señal. Plegaria para los celulares dormidos y los habitantes solidarios. “Entregá la clave”, escribí clave pero quise decir corazón. Varios se animaron a convertir el muro encriptado en acceso.

La fórmula estaba clara: el pacto de lealtad no era con el corso de culpas ni con la aguja que atraviesa la médula de los responsables privados o estatales sino con una necesidad primaria: el paradero. Así, la suma más sensata fue la de anexarle a esa desesperación un nombre propio. Bautizar un show con más de 200.000 almas con apellidos, barrios, edades, combis, colectivos, trenes y números de contactos y así definir una tendencia propia, una nueva lista de temas.

Juan y Sofía, Mar del Plata
Soledad, combi “RNR del país”
Javier, 34 años
Federico, Uruguay
Alma no tiene DNI
Donde está Franco
Ángeles, de Orán
Micros a Tucumán
Familia de Abel Polliti
Choque en Ruta 3
Aldana, 21 años

Y no había espacio para más.

El contenido de las pesadillas se define en micro-relatos. En las historias cortas con sobrenombres y apodos, esas que se encierran detrás de los ojos en un lugar que algunos llaman “alma” y otros “hijos”.

Mientras todos se peleaban por tirar espuma en los ojos en el corso de culpas, una lista de acceso libre y permanentemente, actualizada con datos que se iban recolectando minuto a minuto, comenzó a circular por redes sociales: las categorías se dividían en buscados, encontrados, internados, dados de alta, fallecidos, micros, demorados. No había culpables, ni intendentes, ni políticos, ni productores. Los andariveles fluían por lo inmediato. De esa manera, un google drive de madrugada se convirtió en la ONG itinerante posible, con fuentes directas, sin mediadores institucionales y contenidas en un único cuadrilátero: la difusión por twitter, esa pecera de misteriosa ecología en donde la gente tiene ganas de ganar y no ganas de saber, se volvió un documento de referencia obligada. Una Red Solidaria. Por su parte, en facebook, ricoteros solidarios armaron la iniciativa “¿dónde estás?” para encontrar listados de pibes varados y fotos e información que solo conocen los que asisten a misa.

Todo fue directo a la cara de los familiares que difundieron trascendiendo las plataformas: los contenidos de redes sociales llegaban por teléfono, eran fotos de WhatsApp de personas que tenían el 31 de enero como “última conexión”, por correo electronico. Como spam, pero buenos. Como hace tiempo, la generación de contenidos no estaba solo en manos de comunicadores, sino de peregrinos del prójimo.

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En un tiempo en donde el sentido del otro y el nombre de pila son frases de campaña y matrículas políticas, por blogs y foros ricoteros trascendieron los primeros testimonios: “ricoteros de alma”, “otro planeta en tu universo”, “redondidotos de abajo” y el blog “Patricio Rey y sus redonditos de ricota”, fueron los ángeles sueltos para la soledad de los padres y familiares que seguían dependiendo de voluntarismo que decanta en cobertura.

Cuando detrás de los 0-800 atendió una persona: los datos eran monosílabos, onomatopeyas e información telegráfica: “No se”, “no te podemos dar esa información”, “aun no está confirmado”, “todavía es muy pronto”, “es probable que eso suceda”, “no hay comunicados por el momento”.

Las guardias periodísticas se hicieron desde el afecto y después desde el concepto. Según trascendió en algunos comunicados de los propios trabajadores de agencias y portales, varios medios de comunicación no fueron a Olavarría para no pagar horas extras, viáticos y francos compensatorios. Realidad que aplasta, que nos vuelve débiles, que roba todas las metáforas. Nada de tarea fina, el “vivo y directo” expuso las redacciones y los controles de transmisión a la buena voluntad de lo que se viraliza.

Cientos de padres se metieron en esa selva rara de palabras con hashtag, arrobas, wifi y contraseñas infinitas para revertir el silencio. Lo lograron. Ese ciclo de sombras atravesó a la TV, a los portales de noticias, a las agencias oficiales, a la radio, al descargo del Indio Solari, al testimonio del fiscal que entiende en la causa, a la conferencia de prensa de Ezequiel Galli -el intendente de una Ciudad con una población de 111.320 personas que no creyó que un recital que convoca al doble puediera causar problemas-, a la furia de los famosos condenando a la organización y al cantante, a los modelos que alternaban RT solidarios con spots de la última publicidad de shampoo que deja rulos definidos y a la palabra de Mauricio Macri, quien dio el pésame a las familias de las víctimas a partir de las normas corrompidas.

Durante muchas horas, las tendencias no hacían referencias a miradas de máxima o confrontaciones ideológicas sino a la búsqueda. Las historias aplastaron la grieta y la energía para indagar paraderos le ganó a la fascinación por emitir juicios morales. De repente un vecino de Olavarria prestó el auto para trasladar a unos pibes a Bahía Blanca y otro ofreció el suyo para trasladar a otro a Neuquén. El kiosquero de San José y Belgrano con 14 seguidores se puso el traje de Juan Carr. Marisa de Ramos Mejía interrumpió la difusión de cachorros en adopción para compartir todas las fotos e imágenes de los que aún no habían regresado a la casa. Un micro escolar salió de Moreno para buscar a los chicos de colegios de la zona. Un empleado del Bingo de Avellaneda que gana lo justo quiso pagarle el pasaje a uno de los 30 tucumanos que quedaron varados en Liniers después de una “fallida combinación”. El familiar sobrevalorado habló de políticas de Estado, de ajustes y del doble relato pero también pensó en rostros buscando rostros y se llamó a silencios.

Y un día se usaron los nombres propios sin la orden de un gurú político.

Y un día fuimos personas sin ser panelistas.  

Es posible.

Al menos hasta que aparezcan todos los pibes y pibas.