Long Covid: las secuelas en pacientes leves


El virus se fue, el cuerpo pide tiempo

Las secuelas de quienes atravesaron el COVID en casa están empezando a estudiarse. El malestar abarca más de 200 síntomas en 10 órganos distintos, y puede durar hasta 6 meses después de haber recibido el alta médica. La comunidad científica lo llama “Long COVID”. Niebla mental, déficit de atención, fatiga, alteración del olfato. Esto es un avance ante la incertidumbre de las personas afectadas y del sistema de salud, que hasta ahora no había hecho seguimiento de pacientes leves. Para muchos de quienes atravesaron la enfermedad hace unos meses, el tema no terminó.

Tuviste Covid. Hace unas semanas te dieron el alta y te considerás afortunadx. Pensás que podría haber sido peor: la fiebre, la tos, el dolor de cuerpo. Fue un mal trago, sí, pero te recuperaste en tu casa y ya estás de vuelta. Cuando te preguntan cómo te sentís decís que bien, que a veces te falta un poco el aire. Nada fuera de lo que le ocurre a millones de seres humanos en el planeta Tierra. Llegás al trabajo, saludás a tus compañeros chocando puños. Te sacás el abrigo y hablás del clima. Alguien abre una conversación sobre política o deporte. Suena un teléfono y te distraés. Querés volver al diálogo pero no sabés en qué punto te quedaste, qué ibas a decir. ¿Dónde estábamos? ¿De qué hablábamos? ¿Cuál era mi escritorio? Una nube, un banco de niebla te rodea. Hace semanas te dieron el alta, te considerás un afortunado, todavía no saliste.

 

Las secuelas de pacientes que atravesaron el COVID y que no necesitaron internación es materia de estudio y no hay, hasta ahora, información exhaustiva que permita comprender los efectos del virus en toda su complejidad. 

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A comienzos de la pandemia los síntomas de la infección solían extenderse hasta 4 semanas (COVID Agudo). Con el paso del tiempo se descubrieron casos que manifestaban distintos malestares hasta 12 semanas después del alta médica: lo llamaron “COVID Persistente”. Ahora sabemos que el del SARS-CoV-2 puede dejar secuelas hasta 6 meses después de detectada la infección. La comunidad científica lo llama o “Long COVID” o “Post COVID”. 

 

A mediados de julio la revista científica The Lancet publicó un estudio sobre Post COVID realizado por especialistas del University College de Londres. Se basó en una encuesta hecha en las redes sociales, informes y literatura sobre el tema y testimonios compartidos por pacientes en grupos de apoyo. Los datos fueron recopilados entre el 6 de septiembre y el 25 de noviembre de 2020. 

 

La investigación –acotada a un número de participantes, estudiaron a 3.762 personas en 56 países- estimó la prevalencia de 203 síntomas en 10 sistemas de órganos y 66 síntomas que persistieron durante siete meses.

 

El estudio podría considerarse un avance en la incertidumbre que genera el virus ya que el seguimiento de los pacientes leves no se protocolizó a gran escala en ningún país del mundo. No se citó sistemáticamente a todos los recuperados para poder tener información clara y precisa. Por eso, una vez publicados los resultados los investigadores del Reino Unido pidieron un “programa nacional de detección para Covid prolongado” y “ampliación de las pruebas de diagnóstico más allá de las cardiovasculares y respiratorias”. 

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Te invitaron a cenar pero no te sentís al 100%. Cuando terminás de trabajar lo único que querés es llegar a casa, desparramarte en el sillón, meterte en la cama. Pensás en pedir comida pero considerás que sería un despropósito: aún no recuperaste el olfato. 

 

La augesia (pérdida del gusto), la anosmia (pérdida del olfato) y la hiposmia (disminución en el olfato) son síntomas muy frecuentes de la infección. A algunas personas les lleva meses recuperar esos sentidos asociados. Le pasa a Agostina Góndolo, 28 años, trabajadora social del Hospital Lucio Molas de La Pampa. Vacunada con dos dosis desde diciembre de 2020, se contagió a principios de junio. 

 

–Tengo un nuevo olfato. Cada tanto se me vienen oleadas de huevo podrido que sólo yo puedo oler. 

 

Ana Baudaux, chef de 34 años, se contagió en diciembre pasado en su propio casamiento y durante algunas semanas estuvo sin gusto y olfato. Para celebrar el alta, su marido le preparó una picada simple con queso y mortadela. 

 

–La mortadela no tenía gusto a nada. Me quedó como un “daltonismo de los sabores”. A los sabores más suaves no los siento o los deformo. Me pasó con el jamón cocido y los ravioles de verdura. 

 

Una buena: el olfato y el gusto se recuperan. Hay algunos ejercicios simples que pueden favorecer la rehabilitación. 

  

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Te ponés a cocinar. Estás frente a las hornallas, revolvés un preparado en la sartén y probás la mezcla. Te falta un ingrediente. Hacés cuatro pasos y abrís la heladera. La recorrés de arriba abajo. La luz helada te da en la cara y no sabés qué fuiste a buscar. Hacés el camino inverso hasta la cocina para recuperar la idea. La idea no viene. 

 

Niebla mental, síndrome disejecutivo, pérdida o disminución de la atención. Las historias se repiten en los consultorios. 

 

–Los pacientes dicen que no son los mismos –cuenta Mariana Bendersky, neuróloga del Hospital Italiano–, que no pueden ejecutar, que tienen afectada la memoria de trabajo. Esto me escribió Magda Biota, una paciente, hace unas semanas: 

       

“La falta de memoria temporal me pasa por dispersión más que por olvido, como si de repente múltiples ideas diversas aparecieran a la vez y me motivaran a actuar, pero al intentar ejecutarlas van quedando por la mitad por olvidos pequeños que entorpecen la concreción. Me olvido cosas, digo las tengo que escribir, agarro el cuaderno y me olvidé lo que iba a escribir, anoto ese olvido, recupero lo que quería recordar (no el contenido si no la referencia asociada), anoto la respuesta como a los 3 días.”

 

Biota es escritora, traductora y poeta. Su estrategia fue escribir. Muchas veces quería decir algo pero no tenía la palabra entonces realizaba asociaciones hasta llegar a la definición (el ejercicio se llama circunloquio). Generaba caminos mentales alternativos para llegar al concepto. Vive en Buenos Aires con sus dos hijas y su compañero Matías (34), que tras haber atravesado el COVID, quedó con alteraciones en el olfato. Si la comida se está quemando en la hornalla, él siente olor a membrillo.

 

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Te sentás frente a la compu, tenés trabajo atrasado y necesitás ponerte al día. Intentás avanzar pero te desconcentrás, te dispersás fácilmente y la jornada laboral no te rinde cómo antes. Te cuesta enfrentar a tu jefe, no sabés qué decirle, qué te pasa. 

 

–Como el nudo de la enfermedad es cardiorrespiratorio, los pacientes no suelen detectar en el corto plazo fallas neurocognitivas. Se concentran en la parte física y la falla aparece cuando el entorno lo demanda, cuando no podemos dar respuesta a una exigencia. A veces la falla es tan sutil que no logramos darnos cuenta –dice Misael Schaper Berpof, psicólogo y especialista en evaluación y rehabilitación neurocognitiva del Hospital Lucio Molas de Santa Rosa, La Pampa–. Una buena recuperación física no significa una buena recuperación neurocognitiva. 

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Athena Akrami, la neurocientífica de la University College que encabezó la investigación sobre Post Covid, dijo: “Es probable que haya miles de pacientes de Covid sufriendo en silencio, sin estar seguros de que sus síntomas estén relacionados con la pandemia”. El 22 por ciento de las personas encuestadas señaló que podían trabajar debido a su enfermedad y el 45 por ciento requirió un horario de trabajo reducido.

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Vas al supermercado con la lista de compras que anotaste en el celular. Empujás el changuito, te movés entre las góndolas pero te cuesta encontrar algunos productos. Pedís ayuda a un repositor, vas a la caja, pagás. Con las bolsas en la mano tardás unos minutos en encontrar la salida. 

 

–Muchas veces se pierde el mapa cognitivo, vemos que hay dificultad para encontrar una palabra o advertimos que quedó afectada la capacidad para tomar decisionesۛ –dice Pilar Kufa, doctora en psicología y profesora de Neurofisiología en la Universidad de Buenos Aires–. Hace un tiempo tuvimos el caso de un hombre que se metió en contramano con el auto en la cuadra de su propia casa. Hay pacientes que cuentan que no pueden decidir en una góndola. Se quedan como paralizados con los productos en la mano. 

 

Si bien no hay demasiados estudios sobre las manifestaciones neurológicas posteriores a la infección por COVID, los publicados hasta el momento muestran que son cada vez más frecuentes y que se detectan en la mitad de los casos.

 

–Hay gente que entra a este hospital y al momento de retirarse pide que lo orienten para encontrar la salida. Conocen el lugar, han venido muchas veces, pero ahora les cuesta ubicarse -dice Anabella Fernández, psicóloga y coordinadora del taller Post COVID del Hospital Lucio Molas. 

 

Para tener más información y construir estadísticas sobre Post COVID la Sociedad Neurológica Argentina lanzó una encuesta voluntaria. Es importante, si tuviste el virus, que te tomes unos minutos para responder las preguntas que permitan saber más sobre el COVID. 

 

¿Por qué hay manifestaciones neurológicas en pacientes que tuvieron síntomas leves? Eso también es una incógnita, aunque hay algunas teorías. Una de las hipótesis es que la queja neurológica se haya disparado por una hipoxia feliz: la falta de oxígeno en el cerebro pero sin disnea (falta de aire, dificultad para respirar). Esta afección podría darse en el cerebro durante el sueño. Un estudio sobre el tema desconcierta a los médicos: muestra la posibilidad de que al afectar el sistema nervioso central el virus engañe al cerebro y no encienda las alarmas.

 

–Hay pacientes con bajo nivel de saturación de oxígeno y que se sienten muy bien –dice Mariana Bendersky–. ¿Cómo es posible que no noten que les falta oxígeno? 

 

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Te sentís bien y querés volver a la actividad física. No sentís dificultad para respirar, ni fatiga, estás para volver a la cancha, el gimnasio o el parque. Viste en las noticias que algunos deportistas que se contagiaron el COVID tuvieron algunas complicaciones. Antes de ponerte las calzas o los cortos vas a ver un médico: un chequeo nunca está de más. 

 

–Las infecciones virales suelen afectar el pericardio, la lámina que recubre al corazón – dice Andrés Kohan, médico cardiólogo–. Es una membrana rica en grasas y un lugar donde los virus pueden reproducirse o replicarse causando una inflamación ¿Qué produce? Dolor en el pecho, falta de aire. La inflamación se llama pericarditis y puede verse con una ecografía cardíaca. 

 

Semanas después de haber recibido el alta, Laura Vigliota, médica terapista y coordinadora del Servicio de Rehabilitación del Hospital Lucio Molas, volvió a trabajar. Pero el cansancio no se iba y llegaba a su casa rendida. Fue a ver al cardiólogo: le descubrieron líquido en el pericardio. El órgano estaba trabajando exigido, sofocado, ajustado. No bombeaba como tenía que bombear. Laura no tenía ningún antecedente de enfermedad cardíaca. 

 

–La pericarditis suele verse en las semanas posteriores a la infección –agrega Kohan–. Hay personas que no tuvieron complicaciones pero, con buen tino, luego se chequean. Algunos vienen porque quieren volver a hacer deportes y con la ecografía el problema salta a la vista. Un dato: de cada 10 pacientes que atravesaron el COVID y vienen a hacerse un chequeo, solo a dos se les detecta algún problema cardíaco y a uno de ellos se les indica tratamiento. 

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El tratamiento para una pericarditis se basa en antiinflamatorios. Cuando la inflamación pasa todo vuelve a la normalidad. Pero si la inflamación no pasa y atraviesa el pericardio, la situación podría derivar en una miocarditis. Por esta afección Post Covid el mediocampista colombiano y 8 de Boca Juniors, Edwin Cardona, pasó varias semanas fuera de las canchas. Lo mismo le pasó al chileno Paulo Díaz, defensor de River Plate que se perdió la Copa América, y a Leonardo Ponzio su compañero en el millonario que no pudo hacer la pretemporada. Hasta los cuerpos más atléticos tienen que frenar en algún momento. 

  

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Es fin de semana y decidís limpiar la casa. Agarrás el escobillón y barrés, doblás ropa, lavás platos con intensidad. Te agitás, lo sentiste antes pero pensás que es normal. Salís a la calle y caminás lento. Mirás el cielo, ves unas nubes alejarse y se te ocurre una metáfora: la tormenta ya pasó. A las pocas cuadras parás en una esquina porque te sentís un poco cansadx. Te reponés y seguís. El cansancio es normal, lo escuchaste otras veces, la sentiste antes. 

 

La pandemia aumentó la demanda en el Servicio de Rehabilitación del Hospital Lucio Molas. Por eso, en septiembre del 2020 se armó un equipo interdisciplinario para la recuperación de personas que tuvieron Covid. Está integrado por neurólogos, kinesiólogos (respiratorios y motores), psicólogos, fisiatras, fonoaudiólogos, musicoterapeutas, nutricionistas y terapistas ocupacionales. La mayoría de los que asisten pasaron por una internación y algunos permanecieron varias semanas en terapia intensiva. Pero también concurren los que atravesaron la enfermedad en su casa y por algún motivo requieren asistencia para recuperarse. 

 

El proceso es lento y progresivo dice Álvaro Beluzzo, kinesiólogo del área, 30 años. Hay que aprender a manejar el descanso, no sólo en la actividad física sino también en el hogar. Hacemos ejercicios de respiración y rehabilitación cardiorrespiratoria. Marcha en cinta, bicicleta, ejercicios de fuerza con el propio cuerpo. La mayoría de los pacientes tienen entre 40 y 50 años y los acompañamos a combatir la ansiedad. La clave está en comprender que el cuerpo tiene su tiempo. 

 

El gimnasio es el corazón del servicio de rehabilitación. Un lugar espacioso donde Álvaro trabaja junto a otros tres kinesiólogos y dos estudiantes avanzados de la especialidad que están haciendo sus prácticas. Hay espaldares suecos, cintas caminadoras, bicicletas fijas, camastros y colchonetas, barras paralelas, muletas, andadores (y tubos de oxígeno, por cualquier complicación). En el salón de al lado están terminando una pileta cubierta y climatizada para sumar el entorno acuático a la rehabilitación. 

 

En ciertos momentos del día pensás que el virus te dejó más sensible o ansiosx. Ves las noticias, te enterás que alguien cercano la está pasando mal, te preguntás cuándo se va a terminar la maldita pandemia. Puede que sientas un malestar en el pecho, que necesites hablar con alguien, contarle lo que te está pasando. 

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En el Servicio de Rehabilitación funcionan varios talleres: el de amputados (les enseñan a personas que perdieron alguna extremidad a trabajar el muñón o vendarse), el de obesidad y sobrepeso, el de disfagia (dificultad para tragar). También desde el 2020 funciona el taller Post Covid, un espacio para compartir experiencias, pensamientos y emociones tras superar la enfermedad. Los asistentes suelen compartir ideas parecidas: “Me cambió la vida”, “Empecé a valorar otras cosas”, “Mis prioridades son otras después del COVID”. 

 

–En el grupo florecen emociones –dice Anabella Fernández-. Hay personas que son reticentes a hablar de lo que les pasa pero de a poco se van soltando. Trabajamos con canciones, frases o cuentos. Escuchamos “Resitiré” y a todos, en algún momento, la canción los lleva a identificarse. Algo se activa. En la segunda ola se despertaron más miedos, angustia, casos de insomnio. La ansiedad puede confundirse con algunos síntomas de la enfermedad, por eso hay que estar atentos, buscar ayuda médica para despejar y tener un mejor diagnóstico.

 

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En el estudio publicado por The Lancet los científicos midieron el impacto que el virus tuvo en la vida, el trabajo y el retorno a la salud inicial. A los siete meses, muchos pacientes aún no se han recuperado (principalmente de síntomas sistémicos y neurológicos/cognitivos), no han regresado a los niveles anteriores de trabajo y continúan experimentando una carga significativa de síntomas. 

 

Siete meses después de haber recibido el alta, Calos Kunusch sigue con el zumbido en su cabeza. Tiene 46 años y está acostumbrado a las sirenas: hace 9 años que es chofer de ambulancias, pero el sonido que se le instaló con el COVID es otra cosa. 

 

–Es mi mayor enemigo -dice Carlos, y trata de grafircarlo–. Es como una señal de ajuste en la televisión que nunca corta, en estéreo. A la noche, cuando llego de trabajar, se agudiza. Se me sube el volumen y es insoportable. 

 

En un primer momento, el médico clínico le indicó medicación para estabilizar la presión arterial, porque había tenido algunos picos. Pero como el zumbido no cesaba fue a ver un neurólogo. Le dijeron que su cuadro podría ser una “tinnitus Post COVID”, una afección no muy frecuente pero que ya se ha detectado en otros recuperados. Mientras busca una solución para el sonido que lo atormenta, el ambulanciero sigue transportando pacientes con COVID hasta el Centro Emergente de Asistencia Respiratoria. 

El viernes 6 de agosto, el presidente anunció flexibilizaciones y aperturas progresivas. Y el Ministerio de Salud de la Nación encontró una forma de asistir a quienes quedaron con síntomas del Covid 19: identificó 41 prestaciones dentro del Plan de Servicios de Salud SUMAR para el abordaje integral post infección.

 

El objetivo: captar, atender y seguir a personas con Covid persistente, como Agostina, Ana, Magda, Edwin, Paulo, Carlos. Es esperable que las obras sociales y prepagas deban nomenclar las prestaciones.   

 

Las provincias también buscan institucionalizar el abordaje, la rehabilitación y tratamiento de los secuelados. La semana pasada Tucumán hizo punta con su Programa de Rehabilitación Post Covid 19 para “la contención, acompañamiento y seguimiento de personas que fueron afectadas por esta enfermedad”.

 

–Yo asumo el Post COVID como un período de convalecencia –dice Pilar Galende, médica generalista que trabaja en el Centro Emergente de Asistencia Respiratoria de La Pampa–. Creo que sería saludable empatizar los otros, comprender que para muchos que atravesaron la enfermedad hace unos meses, el tema no terminó. 

 

El tema no terminó. 

Informe periodístico: Matías Sapegno