Ensayo

Malena Pichot y el buen feminismo


Muchacha Punk

Malena Pichot no es buena feminista y su humor no ayuda al feminismo. Con este jarabe de mansplaining quieren que Malena, Bimbo y tantas otras se calmen, dejen de incomodar. Son los mismos que quieren un feminismo solemne, domesticado. Pero no: la autonomía del feminismo es uno de los secretos del ascenso de un movimiento político que también es una herejía colectiva. El goce también es estrategia contra la opresión. Escribe Luciana Peker.

El champán no las pone mimosas. No las pone. Se ponen. Acidas, rabiosas, burlonas, irónicas, firmes, furibundas, incontrolables, inmanejables, altaneras, risueñas, blindadas, jocosas, imparables. No les dan miedo las amenazas. No tiemblan. No las inhiben los trolls, las batallas digitales, los insultos, ni las pérdidas de seguidores. No cuidan sus espacios en medios grandes, en radios privadas, la pauta pública o la tanda publicitaria, ni sus contratos con grandes productoras. No hay que cuidar lo que no se tiene, ni se aspira a tener. No quieren prensa (prefieren esquivarla) y no necesitan trabajar en la televisión oficial para llegar a un show en Netflix o que las localidades se agoten en shows autogestivos. No las espanta que les digan feminazis. Redoblan el chiste y la apuesta. El champán lo guardan en la heladera. Hacen del humor un tempano sin piedad. Y, ahora, el reto, es tal vez el reto menos pensado: no son buenas feministas y no ayudan al feminismo. Ni el champán, ni el jarabe de mansplaining las calma tampoco. No se calman nada. Ni las calma nadie. Y, ahora que la tele (en gran parte gracias a ellas y sus gracias) hace del feminismo un videograph en letras del molde quieren declararlas feministas no gratas.

No, gracias. Aunque, ellas, no darían, ni eso. Ni sus gracias.

El feminismo no necesita un GPS de feminismo fecundo. Ni una mesaza para brindar con champán. En cambio, sí necesitó de Malena Pichot y Señorita Bimbo (entre otras) para romper los moldes. Y para que el humor no solo demuestre que el feminismo no es solemnidad, sino que, además, la risa es un espejito espejito en el que el machismo queda disminuido.

Sin embargo, el domingo 18 de marzo, en la mesa de Mirtha Legrand, el conductor Beto Casella interrumpió a Maju Lozano para dar cátedra (ahora que dar catedra del macho no queda bien, a dar cátedra de feminismo): “Yo creo que atrasa en el feminismo”, dijo. “Este proceso divino que ya lleva un año y pico, tan bisagra que no debería detenerse, que está revisando un montón de cosas y que tiene que equiparar… Me parece que las Malenas Pichot no contribuyen a este proceso, lo detienen, por la forma”, pluralizó. En cambio, ofreció un ejército de feministas by Calculta: “El feminismo se esgrime desde un lugar de amor, tolerancia, de decirle al otro, que por ahí piensa diferente, no deseando la muerte”.  

“Ningún macho tiene derecho a discutir o calificar las estrategias de las feministas. Ellas no piden permisos ni tienen que tener los buenos modales que los dominadores inculcaron durante siglos”, delinea el psiquiatra Enrique Stola, pieza clave en la sentencia contra el cura Julio César Grassi. Y profundiza: “A las expresiones de estos hombres no las podemos dejar como si ejercieran el derecho a la libre expresión porque sus palabras tienen como objetivo domesticar a parte de las mujeres dividiendo entre feministas buenas y malas. El debilitamiento de los feminismos y del amplio movimiento de mujeres es un objetivo de la acomodaticia dominación masculina. Las mujeres saben muy bien que si hoy ejercen derechos es gracias a las quilomberas e irrespetuosas. Y que los nuevos derechos jamás se lograrán si están sometidas a las directrices de los voceros y activistas patriarcales”.

En el programa de Beto Casella, Bendita, en Canal 9, confundieron la voz de Malena Pichot con la de Señorita Bimbo y pusieron un audio en el que –como si se tratara de una banda clonada de Malena Pichots o una forma de adjetivar el mundo-, en Furia Bebe, por Futurock (un programa de humor trash y parodias) Bimbo decía que tenía un champán guardado para tomar en el pase a la inmortalidad de Baby Etchecopar. No era un argumento literal. No tenía el champán (se lo hubiera tomado antes u ofrecido a sus amigxs con sanguchitos de miga y chocolates) sino una forma de humor más parecido al que se ejerce en las redes sin filtros, al boomerang contra el machismo patoteril, al todo o nada y a la anti Laura Ingalss como efecto de desmantelamiento del poder de la santidad o la amenaza.

El comentario, de todos modos, no le tiene que gustar a todo el mundo. No representa ni tiene que representar a todo el feminismo, ni la teleplatea. Porque ellas no fueron elegidas por votación, sino que eligieron su libertad como forma de ejercer su propia liberación. Y porque la autonomía del feminismo es, justamente, uno de los secretos del ascenso de un movimiento político que hace de la crisis de la representación (política y artística también) una forma de herejía colectiva. La respuesta en redes (surgida, especialmente, después del tetazo en el Obelisco) de que hay feministas que no representan a todas es un acierto en forma de crítica.

El feminismo no es similar al “Qué se vayan todos” esporádico y panqueque de una clase media esquiva de solidaridades. Pero sí tiene, con los 32 Encuentros de Mujeres de historial (por sobre el año de explosión al que la TV apenas se asoma), una construcción horizontal y autónoma que destaca figuras, pero que destierra la idea de lideresas (una palabra más símil norteamericana con individualismos más marcados y colectivos menos potentes) y que, en cambio, logró que se vengan todas a una causa que aúna y aúlla como nunca antes.

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El feminismo en la Argentina no nació hace un año. Ni de un repollo. Ni del #MeToo. Ni del 8M. Ni de Ni Una Menos. Ni de las redes. Ni porque le abren la puerta del Congreso para debatir el aborto legal, seguro y gratuito. Pero sí de todo eso. Es un fenómeno que tiene muchas raíces y que, además, fue impulsor, desde el sur, de un movimiento mundial. Pero, entre las razones de la explosión feminista, sin duda, están también dos fenómenos que simbolizan Malena Pichot y Señorita Bimbo: hacer humor, cuestionar, cruzar los límites, bancarse un tuit (como dijo Julia Mengolini) y conquistar las redes sociales.

Malena cuestionó que la violación no era solo la imagen del callejón oscuro, sino que podía ser eso que le había pasado a casi todas en situaciones donde hubieran querido decir que no y terminaron haciendo lo que no querían, en el show de “Persona”. Ella, junto a Charo López (metiendo el dedo en la llaga sobre porqué no se habla de la masturbación en las chicas), Vanesa Strauch (interpelando la maternidad obligatoria) y Ana Carolina (jaqueando el orden binario de los géneros hasta para ir al baño), se convirtieron en un fenómeno como lo fueron los Redonditos de Ricota en los ochenta y noventa: fervor del público e independencia artística. 

La primera patada antisistema fue desmitificar que las feministas son aburridas. El goce como estrategia contra la opresión no tiene dueñas, pero sin duda fue uno de los grandes hallazgos para que hoy Simone de Beauvoir mire para arriba en los portales conservadores de noticias revisitada como ícono pop. Pero además (en una apuesta llena de riesgos y no exenta de disidencias, errores o diferencias) patear el tablero, incomodar y provocar (a veces con dinamita) cambios.

Y quien diga que con amor, solemnidad y diplomacia la televisión le daba la bienvenida al feminismo es porque estaba mirando otro canal. 

Y quien diga que el feminismo puede ir más despacito (eso va bien para el hit y para el sexo) es porque tiene una fórmula para alargar la vida.

Recién en el 2186 podría llegarse a la equidad de género real, según un cálculo del Foro Económico Mundial, que estima en 170 años el derrame de la igualdad. Sí, en cambio, no hay tiempo para ponerse una silla y relajarse hasta que Cacho Castaña se arrepienta de su machismo y no confunda goce con sufrimiento. Para apurar hace falta un sacudón de malenismo explícito. Y otro secreto de una receta, sin ingredientes únicos, pero con muchos de sus condimentos: aceite para que las agresiones resbalen de la piel sin pegarse ni generar inhibiciones. La agresividad de las redes no es noticia. En otros países europeos y latinoamericanos (como España o México), las tuiteras feministas más punk tuvieron que dejar de escribir o mostrarse con seudónimo para no correr riesgo. El paso al frente de Malena impulsó a una avalancha de chicas dispuestas a cruzar las fronteras de la interpelación y desdeñar las agresiones hasta generar un discurso tan potente que, en enero del 2018, logró derribar el pensamiento único de la televisión plantada en Machowood y hacer entrar a una troupe feminista a Intrusos.

Flor Freijo, Malena Pichot, Julia Mengolini (atacada sistemáticamente por Clarín y constructora de un medio bancado sin dependencias comerciales ni políticas, sino por sus oyentxs, como Futurock), Valeria Licciardi, Ingrid Beck, Señorita Bimbo, Florencia Peña y Calu Rivero, entre otras, rompieron la maldición del feminismo demonizado. Además, abrieron la puerta a la discusión masiva del aborto legal, seguro y gratuito y la invitación a muchas otras referentes, militantes y especialistas a programas de radio y televisión a las que antes no habían sido invitadas o eran una excepción en una regla de machismo explícito. Ah, algo más, Malena también saco del área exclusivamente masculina una frase que también es hit del verano (DownTown Anitta & J Balvin): “Chupamelá”. No como una invitación, sino como una puerta de salida de la represión.

Malena no es la única. Ni pretende serlo. La sororidad no homogeniza. Pero sí muestra que no está sola. Y que torear la agresión y gozar la risa es una marca de las nuevas generaciones y de las comediantes en las que el plural supera los nombres propios. “El humor incomoda. Probablemente sea una de sus funciones más importantes. El humor se vale de lo establecido y lo devuelve como crítica. Solo tiene sentido porque se asienta sobre los sentidos más comunes, esos que nos permiten vivir en la comodidad de lo instituido. El humor mastica la comodidad y nos la escupe en un ojo para que nos frotemos a ver si aclara. El feminismo incomoda. Porque pone en primer plano lo que aparece como un natural paisaje de fondo: la pasmosa desigualdad sobre la que montamos nuestros actos. Trae al centro de la escena los personajes secundarios -mujeres, trans, putos, tortas, gordxs, putas, y todes les Otres, amén- y les hace gritar las líneas tachadas, borradas, censuradas y especialmente las nunca imaginadas. Malena Pichot es un combo de incomodidades. Aunque no son estas las que peor le sientan a algunxs. Es su estilo. Todo bien con el humor y el feminismo pero Malena se zarpa, se pasa de rosca, está enojada, habla en mal tono, tiene freezado un champán por si acaso a un misógino y violento machirulo lo visitara la muerte”, enmarca Carolina Justo von Lurzer, Investigadora del CONICET del Instituto Gino Germani. Y, además, Von Lurzer aclara que el código de Futurock es un marco de confianza entre las humoristas y su público que no se asimila a una amenaza o agresión: “El humor -como cualquier hecho de la cultura- solo puede ser comprendido en contexto de ocurrencia, en el marco del pacto de género y estilo propuesto por quien enuncia y aceptado por sus interlocutorxs”. El humor de las mujeres también es humor y, por tanto, no es literal.

En cambio, otras opiniones de Baby Etchecopar no eran humorísticas, sino sentencias. “Yo veo a una nena de 12 años que puede ser mi nieta pero hay un degenerado que la ve como una mujer. El problema es la provocación. Porque no es casual que de golpe aparezcan tantos violadores (…) Antes no había foto, ninguna nena salía mostrando el culo”, dijo en Radio 10 el 12 de abril del 2017, en el contexto del femicidio de Micaela García. A las chicas se las viola y mata por ser chicas y a las grandes se las debería mandar al matadero. Y no era una joda de machismo explícito. El ex Observatorio contra la Discriminación en Radio y Televisión (desarticulado a partir de la llegada del macrismo) llego a calificar de apología al nazismo (por su definición de razas), a la trata y al femicidio las declaraciones de Etchecopar del 22 de marzo del 2013: “El hombre envejece con dignidad. La mujer cuando pasa los cuarenta años, si vos la dejás diez días sin depilar y sin la piedra pómez, te encontrás con una pierna peluda, se transforman en un monstruo, son un asco”. Por si quedaban dudas dijo que la única solución era darles un martillazo: “O mandarlas para el interior, a lugares donde hay presidios en el sur, lugares donde no hay ninguna mujer y ahí van a ser la Coca Sarli. Hay tipos que comen cualquier cosa. (Hay que) llevarlas a la cosecha de la soja, vos las dejás atrás de un árbol y cuando los muchachos pasan con la rastra, le dan un saque y siguen”.

“Somos rebeldes, somos valientes y nos importa todo un carajo”, le agradeció, al anochecer del 19 de marzo, Julia Mengolini a Malena Pichot, con el premio Martín Fierro Digital en la mano, en la pantalla de Crónica TV. Si hubo champán, seguro que no les ablandó el power.