Ciencia en la UNSAM


La piel que nos encierra

Un proyecto de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) podría revolucionar los tratamientos para grandes quemados en el país. En etapa de investigación y desarrollo, el llamado Kit de Regeneración Quirúrgica de la Piel permitiría realizar las curaciones a quemaduras en el cuerpo del paciente, sin cultivo in vitro ni injertos cadavéricos. Para ilustrar la nota, la fotógrafa Nora Lezano y el director de arte Sebastián Rosés organizaron una intervención artística con proyección de diapositivas sobre el cuerpo de dos modelos.

Tengo un algodón untado con crema humectante en la mano. La cara de mi mejor amiga está roja, rojísima. La comparación es la que siempre se hace, pero ella no parece otra cosa que un tomate pasado, muy fácil de pelar. Arranco, despellejo, la primera capa de su piel con el algodón. Toda la cara y parte del cuello. Debe dolerle mucho. Pero no dice nada. Esta noche en que tenemos 15 años lo único que importa en el mundo es salir a bailar. Y el detalle es que nos quedamos dormidas varias horas en la playa, sin protector solar. No sabemos nada de la piel, nos la arrancamos del cuerpo a jirones.

Epidermis. Así se llama la capa superficial de la piel de los vertebrados, un traje elástico de células que cubre el cuerpo y que desde el nacimiento hasta la muerte se renueva todo el tiempo: el proceso dura 4 semanas o 1,5 gramos de piel renovada al día. Esas células muertas que se desprenden como escamas son las responsables, también, del polvo en tu casa. La piel arrancada a mi amiga era eso, capas finas y transparentes de células muertas que terminaron en el piso.

Hasta ahí nada demasiado peligroso. Pero qué pasa si una quemadura alcanza la dermis. Así se llama la segunda capa de la piel, definitivamente la barrera entre vos y el resto del mundo, sea medio ambiente, fuego, bacterias, lluvia, otra persona. Una quemadura que abarque dermis y epidermis se denomina A/B y significa que el paciente deberá ser hospitalizado. Si el daño es aún más grave y llega a capas más profundas de la piel la única posibilidad es quitar todo el tejido muerto, dejar la zona quemada libre (el cuerpo se verá como un pollo desollado, sólo músculos) y comenzar un tratamiento de injertos con la propia piel que no está quemada. O con la piel de un muerto, injertos cadavéricos, o ambos.

Eso es lo que se hace en los servicios de quemados de hospitales públicos y privados: reemplazar la piel quemada por injertos de donantes cadavéricos y luego propios, en ese orden. La piel es un órgano tan grande como complejo. Estirada ocupa 2,2 metros cuadrados, la superficie de un acolchado para una cama de dos plazas. Más que el corazón. Cualquier intento de trasplante de piel de un donante que no sea uno mismo será rechazado. La medicina no logró encontrar una solución para los grandes quemados. Si una persona sufre una quemadura en más del 60 por ciento del cuerpo lo más probable es la muerte.

El injerto cadavérico, en criollo la piel de un muerto, será rechazado por el donante. Para qué usarlo entonces. Por qué existen bancos de piel cadavérica. La respuesta es simple: es lo único posible. El tratamiento actual consiste en colocar estos injertos en el quemado hasta tanto se desarrolle la propia piel del paciente: el cultivo de queratinositos debe llegar a la dimensión necesaria para cubrir la zona afectada, por caso es necesario hacer crecer en el laboratorio el largo de una pierna. Pero el proceso tarda bastante, como mínimo 21 días, y muchas veces el paciente muere antes.

La piel de mi amiga tardó en regenerarse, por sí misma, unos 15 días. Si uno se corta, la piel crecerá un centímetro por día hasta cubrir la herida. Si uno se quema gravemente, la piel no podrá hacer nada. Estará muerta. Y deberá ser reemplazada urgente: un punto básico, sin piel no se puede vivir. Como si una naranja pudiera crecer sin cáscara. Imposible. Pero un grupo de científicos argentinos trabaja hace 5 años en un proyecto que podría cambiarlo todo: una forma de decir que lograrían la regeneración de la piel quemada en el propio cuerpo, sin injertos, y con menos cicatrices una vez sanada.

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Primero fueron los frascos. Después fueron las ratas. Luego otra vez los frascos. Y de nuevo las ratas. Así por dos años. O más. Hasta que un día, tal vez en 4 años, por primera vez el kit de regeneración quirúrgica de piel que se desarrolla en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) será probado en un humano. No son los únicos en el mundo que lo intentan, pero hasta ahora nadie, ningún prestigioso científico, ninguna prestigiosa universidad, ha logrado que la piel humana quemada se regenere en el propio cuerpo, las dos capas (dermis y epidermis) a la vez. Sin cultivo in vitro, sin piel de cadáveres, sin la propia piel extirpada de otra parte del cuerpo.

Se llama proyecto Biomatter y busca, en los términos formales y precisos en que se dicen estas cosas, desarrollar y fabricar un equipo (un kit) para la regeneración de la piel ulcerada o con quemaduras graves que incluye, en un único procedimiento quirúrgico, la herramienta para la biopsia, el dispositivo automático para la obtención de las células y una membrana bio-absorbible para el crecimiento simultáneo de la dermis y la epidermis. El cirujano tendrá el kit para tratar quemados de la misma forma que podría pedir una prótesis de rodilla. Esa es la idea. Que sea un producto de mercado.

La gran estrella del proyecto es una especie de esponja, de color blanca, con pequeñísimos poros en toda su superficie y que apenas mide unos 10 centímetros. Se llama Membrana Porosa Flexible Traslúcida Biodegradable. Es un tipo de plástico bioabsorbible, donde se sembrarán las células del paciente y luego se colocará en la zona afectada, que el mismo organismo hará desaparecer, como pasa con el material de los plásticos de sutura, esos puntos que no necesitan ser quitados cuando te cosen una herida. Y la creadora del elemento que diferencia al kit de todos los otros tratamientos que existen para quemaduras es una física de 49 años, especialista en polímeros, docente de la UNSAM: Elida Hermida.

“Existen membranas para sembrar células de la dermis (los fibroblastos) y células de la epidermis (los queratinocitos). Se hace por separado porque si están en contacto los fibroblastos no permiten el crecimiento de los queratinocitos. Esto demora muchísimo el tratamiento. Primero se hace un injerto de dermis y después de epidermis. En cambio, nuestra membrana permite que ambos crezcan a la vez”, explica la física que probó más de 100 tipos de membranas hasta llegar a la fórmula perfecta y que no cree que su trabajo (idear un kit que permite la regeneración de la piel en el propio cuerpo) suene a ciencia ficción.

Esta mujer de pelo lacio peinado hacia un costado, fácil de imaginar con un traje blanquísimo al cuerpo y un casco de astronauta en un laboratorio, dice en un tono monocorde: “La clave está en que la membrana separa el crecimiento de unas células de las otras y que se disuelve en el cuerpo en el momento justo que debe hacerlo”. La explicación, además de extremadamente técnica, es, todavía, secreta por asuntos de patentes científicas.

Cuando Elida levanta su taza de café en el buffet de la Universidad sabe que hay una parte muerta que su cuerpo está expulsando. Si existieran unos lentes para ver cada partícula del universo veríamos desprenderse una lluvia de células cada vez que nos movemos. Las veríamos como minúsculas láminas transparentes, pequeñísimas escamas que parecen celofán opaco en un microscopio. Todos los días de nuestra vida mortal el cuerpo desecha y renueva la misma cantidad de queratinocitos que la superficie de piel que lo cubre. Una forma rápida de hacerlo es bañarse: las células se van rápido por el desagüe.

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Camila sólo tenía un año. No se acuerda cómo fue y nadie la vio así que no supo (no sabe, no sabrá), cómo fue que esa olla de lavandina hirviendo se le cayó encima. Estaba en la guardería de la clínica en que su papá trabajaba como médico pediátrico, en Mar del Plata. Sólo se acuerda de un lugar decorado como para una fiesta, repleto de globos y osos de peluche. Era una beba y se sentían todos tan mal que llenaban el mundo de colores.

Las quemaduras en niños representan al 40 por ciento del total de personas quemadas en el país. Al menos eso dicen las estimaciones de la Asociación Argentina de Quemaduras, ya que no existen cifras oficiales sobre este flagelo. La misma Asociación afirma que aproximadamente 19.000 personas al año son víctimas de quemaduras: el 10 por ciento corresponde a quemaduras graves, los grandes protagonistas para quienes se prepara el kit quirúrgico de regeneración de piel.

Uno podría pensar que la piel es su carta de presentación ante el mundo. Al fin y al cabo cuando vemos a alguien vemos eso: unos 5 kilos de piel bien distribuidos y estirados sobre músculos, carne, huesos. Camila pensó eso durante toda su infancia y adolescencia: vivía a 10 cuadras de la playa pero nunca iba. Nunca. Tanto, que ni siquiera usó una musculosa ante el resto del mundo hasta los 17 años. La cicatriz de su quemadura abarca casi todo el brazo derecho y parte del pecho.

Ana González Sánchez Wusener es la bióloga del proyecto Biomatter, está a cargo del diseño y desarrollo de los ensayos In Vitro y afirma que “el kit otorga importantes ventajas estéticas al paciente, ya que la piel que se regenerará presentará las mismas propiedades que el resto de la piel en su cuerpo”. Si la quemadura de Camila hubiera sucedido en un futuro posible, donde el kit fuera una realidad, posiblemente sus días de adolescencia y playa habrían sido bajo el sol. Sin cicatrices.

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El médico especialista en quemados, Alberto Bolgiani, muchos títulos importantes en el exterior, jefe de la unidad de quemados de la Fundación BENAIM del Hospital Alemán de Buenos Aires, dice que el proyecto de la UNSAM es muy diferente a los tratamientos actuales para las grandes quemaduras por varias cosas.

Uno. La técnica del kit supone que, por primera vez, se hará en forma simultánea lo que hasta ahora solo puede hacerse en dos etapas: es decir el crecimiento de dermis y epidermis en simultáneo, lo que haría el cuerpo naturalmente si pudiera tras una quemadura grave. Para entenderlo uno tiene que imaginarse un quirófano, un paciente quemado y un cirujano que cuenta con su kit quirúrgico de regeneración de piel. Todo sucede en un futuro posible. El cirujano realiza una biopsia en una parte del cuerpo no quemada (por ejemplo cuero cabelludo) y las coloca en el dispositivo, que separará las células madre y las sembrará en la membrana bioabsorbible. Todo el proceso es automático. La membrana luego se aplica en el tejido del paciente y allí es donde empiezan a crecer, en forma simultánea, las dos capas de la piel.

Dos. La piel crecerá en el mismo cuerpo del paciente. Hasta ahora la regeneración de piel se realiza en cultivos in vitro. Se extraen injertos de piel del cuerpo de la persona, se cultivan en laboratorio por al menos dos semanas y luego se aplican en el cuerpo: primero la dermis y, si esta no es rechazada, luego la epidermis. “Las proteínas, los medios de cultivo, los aporta el mismo organismo, y no enzimas agregadas en un frasco de laboratorio”.

Tres. Las cicatrices. Un quemado llevará sus cicatrices de por vida. Puede intentar cirugías reparadoras hasta cansarse. Pero nunca volverá a tener la piel virgen. Con el kit, las cicatrices disminuyen. Casi no queda cicatriz en la zona donante del propio cuerpo, porque con un 1 por ciento (el tamaño de una mano) se pueden criar la cantidad de células para aplicar, con las membranas, en el 80 por ciento del cuerpo. Y, en la zona quemada, al realizarse el proceso entero en el propio organismo la cicatriz será mucho menos notoria. Casi no se verá.

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El día que cumplía 28 años, Cristian tenía que trabajar duro antes del festejo. Y eso hizo todo el día. En ese momento era un técnico electromecánico de una empresa contratada por YPF. Cuando se estaba yendo explotó un interruptor de 13.200 watts en la planta de Ensenada. Había que repararlo sí o sí: era un equipo de alta tensión que daba energía a parte de la planta. Él, junto a 4 ó 5 hombres más, sacaron el interruptor, pesadísimo, alto como ellos, con planchuelas de cobre que lo atravesaban. Estaba ahí, sobre ese monstruo de energía, cuando alguien se equivocó y dio electricidad al interruptor. La explosión fue gigante: una bola de fuego que le comió la cara, el pecho y gran parte del cuerpo. No sintió dolor. Estuvo 8 meses internado, acostado, y nunca en todo ese tiempo se vio al espejo. No sabía cómo había quedado su rostro, su cuerpo. Hoy pasaron 13 años, Cristian espera un bebé con su segunda mujer y decidió dejar las cirugías reparadoras porque las cicatrices en la cara, en el cuello, en los brazos, ya no le importan.

— No tengo ganas de hacerme nada. Pierdo tiempo y no hay garantías de que va a ser mejor. Podría seguir operándome toda la vida. Ya está”. Fueron 10 cirugías reparadoras. La última, en el pecho, hace dos semanas.

Los investigadores de la UNSAM creen que el kit quirúrgico, justamente, permitirá que la curación no deje tantas cicatrices ni requiera de cirugías reparadoras para mejorar el aspecto de la zona quemada.

Las pruebas con ratas fueron exitosas. Ratas blancas. Ratas con dos heridas hechas, adrede, con un sacabocado. Un tipo de pinza que quita del cuerpo de la rata un pedazo de piel (incluyendo dermis y epidermis). En una herida le colocan la membrana. En la otra dejan que se regenere sola. Las pruebas, los resultados, aunque secretos, se sabe, son exitosos. Veo fotos de esas ratas dañadas para fines científicos. Me explican que son ratas, y no chanchos, porque son chiquitas y porque son mamíferos, como nosotros, pero fáciles de manejar.

Mi amiga, la piel arrancada como si no doliera, para que se regenere más rápido. Nuestra idea, tan adolescente, no estaba tan errada. Si te quemás fuerte, feo, la piel ya no sirve. Pero sólo por ahora.