Crónica

El futuro incierto de una democracia feminista


Ellas van por todo

El estallido social y el proceso constituyente abrieron la puerta a pensar el contenido del derecho a la igualdad. Frustradas por el modelo de cuotas y arengadas por haber recibido más votos que sus compañeros, las mujeres políticas diseñaron un modelo de paridad transformador: sin techo y no binaria. Eso propone la nueva Constitución para los principales órganos del Estado. La batalla cultural está en marcha: incluso si ganara el Rechazo, esta nueva mirada ya genera tensiones hacia adentro de la derecha populista y antifeminista.

Portada: @isonauta

El 18 de julio de 2021, apenas un par de semanas después de que la Convención Constitucional iniciara su trabajo, se reunió por primera vez la Comisión de Reglamento, que tenía la crítica misión de redactar las normas que regirían el trabajo constituyente. Lo primero era elegir a quienes coordinarían la comisión:

—Ustedes saben que son dos personas, un hombre y una mujer, elegidos por la mayoría —explicó el secretario Julián Gaona, sentado en la testera del imponente hemiciclo de la Cámara de Diputados del exCongreso Nacional.

Inmediatamente la convencional comunista Bárbara Sepúlveda pidió la palabra:

—La norma que se aprobó la semana pasada no establece que se trate de la elección de una coordinación de manera binaria, un hombre y una mujer, sino que dice “a lo menos una mujer”. Por lo tanto, se desprende que podrían ser dos mujeres.

La polémica estaba declarada. Días antes se había aprobado un reglamento provisional que abría la puerta para una nueva concepción de paridad, pero no todos los convencionales se habían percatado de su alcance.

“Se habla de paridad, que es la igualdad material entre hombres y mujeres”, argumentó la convencional de Revolución Democrática Amaya Álvez, apoyada por su colega socialista Ramona Reyes: “También debemos ser justas con nuestros compañeros”.

Aparte de Sepúlveda, sólo los representantes de los Movimientos Sociales Constituyentes y de escaños reservados indígenas, que participaron de la redacción de la norma, defendían la nueva interpretación. “La paridad no puede entenderse como un techo, debe entenderse como un piso (…) Entender la paridad como binaria sería restrictivo para las disidencias sexuales”, explicó el convencional aymara Luis Jiménez, mientras que su par mapuche Rosa Catrileo señaló que “la paridad busca garantizar la igualdad en el acceso a los puestos de poder, no que ambos géneros estén representados, sino que quienes hemos estado históricamente excluidas podamos acceder a dichos puestos”.

Hubo dos votaciones acerca de la interpretación de la norma, y en ambas la mayoría optó por una paridad entendida en el sentido tradicional: igual representación para hombres y mujeres. Sin embargo, el tema ya estaba sobre la mesa, y en las semanas y meses que siguieron se asentaría entre la mayoría de los convencionales una idea vanguardista de la paridad que asegura que las mujeres nunca serán minoría, pero que posibilita que los hombres sí lo sean. 

De aprobarse la propuesta que se plebiscitará el próximo 4 de septiembre, la Constitución definiría a Chile como una democracia paritaria y se convertiría en la única del mundo que entiende la paridad como piso, no como techo, y que contempla la posibilidad de incluir identidades de género no binarias. De ganar el rechazo, en cambio, el escenario es incierto. Se abrirá una nueva conversación sobre cómo debe redactarse la próxima Constitución y si ésta contemplará alguna forma de paridad.

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La subrepresentación de las mujeres en política es un problema histórico en Chile. Desde el regreso a la democracia, en 1990, la presencia de parlamentarias fue aumentando a cuentagotas, a una tasa de apenas 1,6 puntos porcentuales en promedio en cada elección. En 2015, cuando se aprobó una ley de cuotas, las mujeres ocupaban apenas un 15,8% de los escaños del Congreso. La nueva norma exigía que al menos el 40% de las listas fuera ocupado por candidatas. Había esperanza, pero dos años después, en el siguiente comicio parlamentario, el impacto fue moderado, con la elección de un 21,2% de mujeres.

La experiencia de las cuotas dejó una sensación semi amarga. Más allá de los números, que mostraban una mejora, se percibía una falta de voluntad en el mundo político para que las mujeres tuvieran una representación proporcional al electorado. Las cuotas eran una formalidad. “Nadie se pasó del 40% de candidatas. Llevaron a las mujeres de arroz graneado, mientras el bistec era el candidato hombre. Les ofrecían los cupos así: quieres acompañar al candidato, te vamos a llevar para cumplir la cuota pero no te vamos a dar más financiamiento, no te vamos a poner en un distrito competitivo, nadie espera que tú salgas”, grafica Claudia Heiss, jefa de la carrera de Ciencias Políticas en la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile.

Por eso, cuando se activó el proceso constituyente en noviembre de 2019, diversas organizaciones de mujeres comenzaron a presionar para tener una Convención Constitucional paritaria. La Red de Politólogas quedó a cargo de hacer una propuesta técnica para lograr la paridad. Ahí estaban las cientistas políticas Julieta Suárez-Cao, Javiera Arce y Carolina Garrido. Suárez-Cao recuerda que cuando empezaron a ir al Congreso los diputados les advertían que si presionaban mucho se podía caer el acuerdo para un proceso constituyente, pero ellas insistían en que lo que estaba en juego era la democracia.

La nueva Constitución propone una idea vanguardista de la paridad que asegura que las mujeres nunca serán minoría, pero que posibilita que los hombres sí lo sean. 

Cuando fueron a exponer, en la Comisión de Constitución de la Cámara estaba presente el actual presidente Gabriel Boric, entonces diputado, pero la única mujer era Camila Flores, una de las más conservadoras de la derecha. Les habían advertido que no las iban a tomar en cuenta, que los diputados nunca despegaban la vista del celular.

La sorpresa fue que empezaron a aparecer en la sala diputadas que no formaban parte de la comisión y que pertenecían a distintos sectores políticos, desde las comunistas Camila Vallejo y Karol Cariola a la representante de Renovación Nacional Marcela Sabat. De pronto todos les prestaban atención.

Tras la sesión, las diputadas se reunieron con las politólogas y les dijeron que querían impulsar la paridad. “Escríbanlo”, les pidieron. Era diciembre de 2019 y desde ese momento todo pasó muy rápido.

La propuesta elaborada por la Red de Politólogas era mucho más osada que las cuotas que existían hasta entonces, pues contenía mecanismos de entrada y de salida. Las listas deberían ser paritarias (50/50) y encabezadas siempre por una mujer, alternándose luego por género. Por eso se les denomina listas cebra. Luego de la elección, el resultado se corregiría para asegurarse de que fuera paritario, lo que garantizaba que la Convención estaría compuesta por igual número de hombres y de mujeres.

En el ambiente político post estallido social, el feminismo ocupaba un lugar protagónico. “El patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer”, cantaban Las Tesis en una performance que se replicó en todo Chile y se transformó en un himno internacional. “El movimiento feminista logró construir una mayoría social. Fue un trabajo en escalada que se generó durante décadas y se agudizó desde 2016. La revuelta también fue feminista”, dice Alondra Carrillo, exconvencional y exvocera de la Coordinadora 8M.

Durante el verano de 2020 comenzó a circular una campaña que insistía en que no se podía llegar al 8 de marzo —Día internacional de la Mujer— sin que se aprobara el proyecto de paridad para la Convención Constitucional que se tramitaba en el Congreso. Finalmente, la reforma constitucional se votó el 4 de marzo, con un apoyo bastante transversal y la oposición de los sectores más conservadores de la derecha, que insistían que la propuesta implicaba “meter mano a la urna”. Julieta Suárez-Cao cree que en la aprobación influyó el clima político y la presión post estallido. “Si hubieran esperado una semana más, no salía”, especula.

“Históricas”, escribieron las feministas en letras gigantes sobre el pavimento de Plaza Italia ese 8 de marzo, durante una de las marchas más multitudinarias de las que se tenga recuerdo.

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La elección de constituyentes tuvo lugar el 15 y 16 de mayo de 2021 y en ella se puso a prueba la fórmula de paridad diseñada por la Red de Politólogas. El resultado fue que las mujeres obtuvieron mejores votaciones que sus compañeros de lista hombres. Si es que no se hubiera aplicado la corrección, la Convención Constitucional habría estado integrada por 83 mujeres y 72 hombres. En resumen, la regla de paridad benefició a los hombres, que terminaron ocupando 78 escaños.

La regla de paridad fue un éxito porque, entre otras cosas, las mujeres ya no fueron el “arroz graneado”, sino candidatas competitivas. Quizás también influyó una campaña que circuló boca a boca para que, sin importar su opción política, las personas votaran por una mujer. En lo concreto, la Convención se convertiría en la primera asamblea constitucional del mundo en estar integrada paritariamente.

El resultado que favoreció a los hombres no fue un escenario totalmente imprevisto. Algo similar había pasado poco antes cuando se instauró la paridad en el Colegio de Abogados, donde mujeres debieron ceder cupos a hombres que habían obtenido peores votaciones. Suárez-Cao recuerda que en el Congreso a veces les mencionaban ese episodio y ellas respondían que la solución era que las mujeres tuvieran asegurados sus escaños, pero no había “agua en la piscina” para aquello. Bárbara Sepúlveda, que entonces era directora ejecutiva de la Asociación de Abogadas Feministas (Abofem), agrega que entre las organizaciones de mujeres que participaron del debate del Congreso se había hablado de que la paridad no tuviera techo, pero no había piso político.

Ya en la Convención, el escenario era otro. “Para no replicar lo que había pasado en la elección de constituyentes, en que la paridad terminó beneficiando a varios varones, aprovechamos para ir sentando un precedente que permitiera no interpretar restrictivamente la paridad”, relata la exconvencional Sepúlveda.

La también convencional Alondra Carrillo (Movimientos Sociales Constituyentes) añade que después de las elecciones también tenían una mirada crítica de la forma que había tomado la paridad, porque era de carácter binario, por lo tanto se propusieron buscar una fórmula que además de garantizar la presencia de mujeres habilitara la participación de las diversidades y disidencias de género. El primer paso fue la redacción del artículo del reglamento provisional que decía que en la dupla de coordinadores de las comisiones debía haber al menos una mujer. Cuenta que la norma fue redactada por la abogada Irune Martínez, quien la asesoró durante el proceso.

Tal como se relató al inicio, en la elección de la coordinación de la Comisión de Reglamento se impuso la idea de la paridad binaria, pero esa discusión estaba cruzada también por negociaciones políticas entre los colectivos acerca de quiénes debían ser coordinadores. El debate sobre cuál sería la mejor fórmula de paridad para la propuesta constitucional recién comenzaba.

En la elección de mayo de 2021, la regla de paridad fue un éxito porque, entre otras cosas, las mujeres ya no fueron el "arroz graneado", sino candidatas competitivas.

Las convencionales que se identificaban como feministas se organizaron desde un comienzo y crearon el grupo de WhatsApp “Constituyente Feminista”. Sin embargo, en la discusión acerca de la paridad había distintas posiciones, pues al comienzo muchas convencionales insistían en la idea de igual representación de hombres y mujeres, mientras otro grupo, en que estaban sobre todo las convencionales más jóvenes, abogaba por un modelo sin techo para las mujeres.

Se formó un subgrupo, que también tenía su propio WhatsApp, llamado “Colectiva Feminista”, donde había representantes de todos lo colectivos que integraban los 2/3 que permitían aprobar las normas constitucionales (todos de centroizquierda o izquierda). La misión era redactar las normas de género para la Constitución.

Pero antes debían dar otra pelea: la redacción del reglamento definitivo. Ahí se impuso una norma intermedia, que establecía que todos los órganos de la Convención debían ser paritarios y que si bien los hombres nunca podrían superar el 60%, no habría techo para las mujeres u otras identidades de género, “reconociendo la existencia de patrones de dominación histórica de dichos géneros en este tipo de instancias”. Eso permitió, por ejemplo, que en las comisiones definitivas hubiera duplas de coordinadoras.

Las feministas comenzaron a buscar apoyo entre académicas y organizaciones de disidencias sexuales para esta nueva concepción de paridad. “Me acuerdo que el primer respaldo fue del Observatorio Constitucional de Género del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Chile. Fue como un respiro, porque había resistencia dentro de la Convención, entonces fue súper bueno cuando aparece un respaldo académico fuerte. Hoy día no creo que nadie diga que la paridad tiene que tener un techo, pierde sentido como mecanismo de acción afirmativa. Ese debate lo ganamos”, dice la exconvencional Bárbara Sepúlveda.

Pero transformar esa idea en un artículo constitucional no fue tan simple y la norma se votó tres veces en el pleno antes de ser aprobada. Que la paridad incluyera una representación de al menos 50% de mujeres —piso, pero no techo— era una idea que ya se había asentado, pero hubo dos nudos difíciles de resolver. El primero era qué organismos tendrían composición paritaria. Finalmente se impuso una visión amplia: todos los organismos colegiados —cámaras legislativas, concejos municipales, entre otros—, los órganos autónomos constitucionales, los órganos superiores y directivos de la administración pública —desde el gabinete ministerial hacia abajo— y las empresas públicas o semipúblicas deberían ser paritarios.

El segundo nudo fue cómo redactar la norma para que incluyera a géneros distintos al masculino y el femenino. La primera propuesta hablaba de la “representación efectiva de identidades trans y no binarias”, lo que generó ruido entre organizaciones de disidencias sexuales, porque las personas trans se identifican como hombres o mujeres y así se les reconoce legalmente. Finalmente se optó por dejar solamente que el 50% de los integrantes de los distintos órganos deben ser mujeres, por lo que queda abierto qué pasa con la otra mitad.

“Esta paridad como piso tiene dos ventajas: primero, que no afecta la elección de las mujeres, reconociendo esta deuda histórica con su participación en los espacios de poder y de toma de decisiones, pero también te permite que cuando el Estado eventualmente empiece a reconocer un tercer género, no estar atrapada en la camisa de fuerza de una paridad hombre-mujer”, dice Julieta Suárez-Cao. Se trata de un debate que se abrió en Argentina con la paridad y el género X y que la propuesta constitucional resolvería implícitamente, al integrar al nuevo género al 50% que no son mujeres.

El resultado “es innovador a nivel mundial”, dice la directora del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Columbia, María Victoria Murillo, quien destaca el tema de la paridad como piso y el que se aplique a todos los organismos del Estado y no sólo al Congreso. “Me parece que es una novedad internacional que va a generar mucha atención a su implementación y también muchos intentos de veto”, advierte la experta.

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Aunque la paridad fue la discusión más pública y política durante el debate constituyente, el objetivo de las mujeres que integraban la Colectiva iba más allá: querían una Constitución feminista. Y si bien el término feminista no quedó escrito, son muchas las normas que dan cuenta de que lo lograron.

La transversalización del enfoque de género quedó establecida desde la redacción del reglamento y luego se plasmó en la propuesta constitucional. El texto señala que el Estado debe incorporar el enfoque de género en su diseño institucional, de política fiscal y presupuestaria, y en el ejercicio de sus funciones. Se le considera también uno de los principios de la educación y del sistema de salud, y se mandata a los tribunales a considerarlo en las resoluciones judiciales.

Dos artículos del capítulo de derechos fundamentales son especialmente valorados por las feministas. Uno reconoce los trabajos domésticos y de cuidados como “trabajos socialmente necesarios e indispensables para la sostenibilidad de la vida y el desarrollo de la sociedad”. Se les considera una actividad económica que contribuye a las cuentas nacionales y se señala que deben ser considerados para las políticas públicas. Además, el Estado deberá promover la “corresponsabilidad social y de género” para la redistribución de estos trabajos, de modo que no sean una desventaja para quienes los ejercen.

Este modelo de paridad es una novedad internacional que va a generar mucha atención a su implementación y también muchos intentos de veto

Para la exconvencional Alondra Carrillo, se trata de transformaciones que el movimiento feminista viene exigiendo hace un siglo. En la práctica, dice, las labores que tienen lugar dentro de los hogares —lavar, criar, cocinar, etc.— y que han sido naturalizados como un rol que la sociedad le asigna a las mujeres, pasarán a ser reconocidos como un trabajo socialmente necesario.

Este cambio, dice Bárbara Sepúlveda, va de la mano con la paridad, porque ayudaría también a eliminar los obstáculos materiales que tienen las mujeres para acceder a cargos de poder. Recuerda haber escuchado a los hombres decir en reuniones políticas que no elegían a mujeres porque no estaban. “¿Dónde estarán las compañeras? Están en la casa, porque usted está acá, compañero. Alguien tiene que quedarse cuidando a los niños”, les decía.

Además, el derecho al trabajo decente que obliga al Estado a generar políticas públicas que permitan conciliar la vida laboral, familiar, comunitaria y el trabajo de cuidados, contribuiría a una mayor integración de las mujeres al trabajo formal. “Son normas para hombres y mujeres, pero sabemos que los cuidados son altamente feminizados”, subraya Sepúlveda.

El reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos en la propuesta de Constitución es otro de los logros del movimiento feminista. Las convencionales habían iniciado una discusión acerca de la inclusión del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo o aborto libre, que hoy en Chile sólo se permite en tres causales, y que finalmente se aprobó luego de que se transformara en la primera iniciativa popular de norma en juntar las 15 mil firmas necesarias para ser considerada en el debate. “Era evidente que una norma de derechos sexuales y reproductivos tenía que poder enunciar todas las formas en las cuales se garantiza el ejercicio de ese derecho. No fue una cuestión que se resolviera antes de la demostración de esta potencia del movimiento feminista para hacer avanzar un debate de esas características”, dice Alondra Carrillo.

El balance, dice Sepúlveda, fue sorprendente: “Como feminista puedo confesar que fui por todo, pero nunca pensé que lo íbamos a lograr todo. En eso la composición paritaria de la Convención fue clave”. 

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Con las encuestas mostrando una clara ventaja del Rechazo en el plebiscito del próximo 4 de septiembre, el futuro de una Constitución feminista está en duda. “¿Dónde quedó la paridad?”, se preguntó el 16 de julio pasado la periodista Paula Escobar en su columna dominical del diario La Tercera. La paridad no figuraba en el acuerdo de los partidos de derecha Unión Demócrata Independiente (UDI), Renovación Nacional (RN) y Evópoli para eventuales cambios constitucionales en caso de que gane el Rechazo. Ahí sólo se habla de “garantizar la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres”.

Esa misma noche, en el programa Tolerancia Cero, Escobar y la también periodista Mónica Rincón le preguntaron directamente al presidente de la UDI, Javier Macaya, si estaban dispuestos a una Constitución que incluya la paridad. “Yo no tengo inconveniente en que eso sea parte de la discusión. A mí me llama más la atención la obsesión…”, les espetó el dirigente.

Aunque Macaya dijo que le parecía que la paridad había sido necesaria para la elección de convencionales, él mismo se abstuvo cuando se votó en la Cámara de Diputados. De hecho, nadie de su partido votó a favor. En la derecha sí fueron clave los votos de diputados de RN, pero muchos ya no están en la Cámara y eran parte de una tendencia que perdió poder dentro el partido.

El tiempo no parece haber convencido a la derecha, pues en la Convención Constitucional ningún representante de ese sector votó a favor de la paridad. El domingo 21 de agosto, la exconvencional Rocío Cantuarias (elegida en cupo Evópoli, pero cercana al Partido Republicano) generó polémica al decir en una entrevista que no creía que debía elegirse una nueva Convención y se preguntaba, entre otras cosas, si hacerlo no sería una “vuelta a la estupidez de la paridad”.

El Presidente Boric dijo que en caso de ganar el Rechazo y elegirse un nuevo órgano constituyente éste debiera estar integrado paritariamente.

María Victoria Murillo, del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Columbia, cree que el rechazo a la paridad tiene que ver con un cambio en la derecha a nivel internacional: “Chile es parte de eso. Con toda la fuerza de (José Antonio) Kast y el Partido Republicano se está sumando a una derecha más bien populista, que es una derecha antifeminista. Eso es lo que estamos viendo, más que una reacción a la distribución de poder real. Tiene que ver con una discusión internacional de cuál es el lugar más adecuado de la mujer, más allá de la política, y me parece que eso puede estar influyendo en la derecha chilena.”

Las declaraciones de Cantuarias volvieron a poner en el debate público el tema de la paridad. Esa misma noche el Presidente Gabriel Boric dijo en una entrevista en Chilevisión que en caso de ganar el Rechazo y elegirse un nuevo órgano constituyente éste debiera estar integrado paritariamente. No está claro si esa idea conseguiría hoy los suficientes votos de la derecha en el Congreso. Hasta ahora el único apoyo decidido lo dieron hace algunas semanas diez mujeres de ese sector -—entre ellas cuatro diputadas de RN y la ex candidata presidencial y alcaldesa UDI Evelyn Matthei—, quienes dieron a conocer la declaración “Nunca más sin nosotras: comprometidas con la paridad”, aunque no dicen qué entienden por paridad.

Si la incertidumbre es grande para el futuro de la propuesta Constitucional, más lo es para el futuro de una Constitución feminista en caso de ganar el Rechazo. Es difícil que vuelvan a darse las condiciones para que se imponga una propuesta que siquiera se acerque a la actual.