Industria 4.0 y el futuro del trabajo


Después de la pandemia, el tsunami tecnológico

Gracias a Internet, la cuarta revolución industrial ya estaba en marcha. Hasta que la pandemia arrasó con puestos de trabajo al mismo tiempo que aceleró los procesos de digitalización. Marcelo Estayno y Joaquín Valdés describen el futuro a pura inteligencia artificial, fábricas inteligentes, aprendizaje autónomo y drones que nos traen el delivery. Y proponen una política pública para que nuestro país pueda habitar la época.

Las revoluciones tecnológicas por muy fantásticas que puedan ser,

no suelen producir de forma directa una revolución mental,

es decir, una transformación igualmente visible en la

forma de pensar de los hombres. (Baricco, 2019)

Cuando ya no había dudas de que se había iniciado la cuarta revolución industrial, llegó la pandemia. Hoy nos preguntamos si aquél tsunami anunciado que amenazaba con transformar radicalmente los sistemas productivos, automatizando al menos la mitad del trabajo argentino, arrasando fábricas y comercios, dejando inactivos a choferes de taxis, camiones y tractores, llegará a estas costas atemperado o potenciado con la reapertura post-coronavirus de las fuentes de trabajo.

Apenas después de las elecciones de 2019 discutíamos cómo recuperar el crecimiento si lográbamos una postergación de la deuda impagable. Matías Kulfas advertía que los desafíos abiertos por la “era 4.0” eran enormes, que no se podría seguir esperando para incluir el tema entre las prioridades políticas de los próximos años. ¿Será que este ejercicio inesperado de trabajo virtual a marcha forzada por la cuarentena facilitará la posibilidad de abordar esos desafíos?

El número 4 de la “era 4.0” remite a lo que un consorcio alemán de universidades, empresas y entidades gubernamentales llaman Industria 4.0. Otros la denominan ciberindustria, industria inteligente, manufactura avanzada. Se trata de interconectar todas las partes de una empresa y dar lugar a una automatización efectiva. Este tipo de producción ágil reside en la digitalización de la industria y de los servicios relacionados con la empresa, y en la unión entre el mundo virtual y el real por medio de nuevas tecnologías en toda la organización, especialmente en los procesos productivos.

Se visualiza un futuro en el que gran parte de las máquinas estén interconectadas entre sí, con el consiguiente impacto en las formas de producción. Este cambio se viene desarrollando desde mediados de los años 70 con lo que hoy se considera el inicio de la tercera revolución industrial. Entonces, la robotización irrumpía en la industria, especialmente en la automotriz.

El motor de esta cuarta revolución es internet. Al comienzo de este siglo, sus usuarios eran menos de 50 millones. Hoy son 4.600 millones, casi la mitad de la población mundial.

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Todos estos cambios en los procesos de producción están también acompañados de un fenómeno de un nivel de abstracción superior, conocido como la Transformación Digital ¨TD¨. Se trata de una transición continua a nuevos sistemas, implica un cambio cultural en la sociedad y en las organizaciones. Es una apuesta de futuro hacia nuevos métodos de trabajo que aprovechen el potencial de este proceso. La TD se nutre de la Inteligencia Artificial (AI), del Aprendizaje autónomo (machine learning), de la Cadena de bloques (BlockChain), de la Manufactura aditiva (impresión 3D), de la Computación en la nube, de la Ciberseguridad y del Internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés de Internet of Things). Y esas “cosas” pueden ser máquinas, dispositivos inteligentes, celulares, tablets, ruters, conectores, sensores, vehículos, casas, edificios, calles y... personas.

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Estos cambios de paradigma se plasman en dos ideas fuerza que se deberían integrar en una política pública para poder transformar sectores productivos desde su línea de base a industrias 4.0. También, para impactar en el desarrollo de diferentes sectores de la industria nacional, garantizar mayor productividad. Se relacionan no sólo con la introducción de los pilares de la transformación digital en los sectores industriales establecidos sino también en los nuevos Sectores Productivos Basados en el Conocimiento ¨SPBC¨ (sustitución de importaciones, desarrollo de capacidades exportadoras en los SPBC, nuevos materiales, desarrollo de software, biotecnología, nanotecnología, ciencia de datos, entre otras).

Quienes tienen que asumir este desafío son dos grandes grupos: los sectores productivos establecidos (como el metalmecánico, de maquinaria agrícola, cuero, calzado, textil, madera, químico, entre otros) y los basados en el conocimiento.

Un acercamiento a la cultura 4.0 permitiría optimizar y dinamizar procesos de producción, logística (¿el nuevo delivery llegará por drones o por impresión 3D?), fidelización de clientes, producción personalizada, nuevos modelos de negocio vinculado al concepto de servicio (smart service: cuando usamos Spotify, Gmail, Netflix usamos este modelo de negocio).

La pandemia habrá reducido trabajo humano, pero los robots seguirán operando y la internet seguirá interconectando cada vez más “cosas”. Un cajero automático es un robot que reemplaza el trabajo humano y “trabaja” día y noche. Hoy, el home banking incorporó a muchos nuevos usuarios que no estaban familiarizados o bancarizados antes de la cuarentena.

Para estar a la altura de las circunstancias nuestro país necesita un Programa Nacional de digitalización industrial, hacia una industria 4.0. Es impostergable abordar este cambio fundamental en el mundo de la producción, con la integración de las tecnologías de la información y la comunicación modernas en los procesos industriales clásicos para dar lugar a los denominados sistemas ciberfísicos. Una “fábrica inteligente” utiliza soluciones inteligentes para incorporar de manera flexible las diferentes configuraciones de un producto, lo que permite fabricar múltiples variaciones manejando el mismo costo de los bienes fabricados en masa.

Para lograrlo se requieren herramientas de financiamiento, asistencia técnica, investigación y trabajo en paralelo con industrias reales, evaluación técnica. Todo ésto es imposible de alcanzar sin el desarrollo del recurso humano calificado capaz de manejar las tecnologías emergentes. Los sectores productivos basados en el conocimiento son claves para el desarrollo de las tecnologías propias del paradigma industrial 4.0, su impacto es transversal a todos los sectores productivos.

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Con las anteriores revoluciones industriales también se destruyeron puestos de trabajo. Ahora, en los entornos fabriles los robots irán liberando al hombre cada vez más del trabajo alienante, inhumano. Para esos trabajadores alienados será como una nueva abolición de la esclavitud. Y el dilema es el mismo que después de haber declarado que los esclavos serán hombres libres. ¿Qué harán con su libertad, de qué trabajarán para asegurar su sustento? No basta con eliminar la esclavitud, hay que hacerse cargo de su reinserción laboral.

Frente a este desafío, la alianza estratégica con el sistema educativo resulta imprescindible para la formación de recursos humanos de alta calificación, operarios, capataces, técnicos y profesionales que se inserten en toda la cadena productiva, incrementando ingresantes a nuevas tecnicaturas, carreras científico-tecnológicas, TIC e ingenierías.

Desde los centros mundiales más prestigiosos progresan las plataformas que ofrecen educación “on demand”, como si fueran Netflix o Spotify, y en todos los idiomas. La virtualidad educativa desplegada contrareloj para no interrumpir las clases en momentos de cuarentena ha logrado familiarizar a muchos docentes y estudiantes en técnicas que recién comenzaban a pergeñarse.

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Seguramente se multiplicarán las ofertas brindadas por centros de estudios privados, al estilo del “Certificate en Internet de las Cosas con el MIT”. Crecerán las propuestas de posgrados “más económicos”, en comparación con los precios del MIT, Harvard o Stanford. Y comenzarán a invadir el nivel de formación de grado.

Ante a este escenario, también se requiere una respuesta desde el Estado que articule políticas educativas efectivas desde el sector público en diálogo con el sector privado.  Debería desarrollarse un Programa Federal de Formación para el empleo en Sectores Productivos Establecidos y en Sectores Productivos Basados en el Conocimiento. Ese programa podría propiciar el ingreso temprano en la industria con terminalidad de la formación en la misma, en el marco de la reglamentación vigente (prácticas profesionalizantes y práctica profesional supervisada). Desde la reformulación de los planes de estudio de las actuales carreras de Ingeniería hasta su acreditación y egreso de los primeros “Ingenieros 4.0” habrá de transcurrir más de una década. Se propone avanzar con la introducción de materias optativas en las carreras de Ingeniería actualmente vigentes, incluyendo profesores invitados del extranjero con una mirada y coordinación regional. Se requiere además la incorporación de equipamiento didáctico acorde para este tipo de enseñanza. Si bien existen equipos de origen extranjero, es posible desarrollarlos en el país, inclusive con innovación agregada.

Otra propuesta posible es la Instalación en los campus universitarios de industrias TIC como extensiones o polos tecnológicos, donde los estudiantes avanzados realicen trabajos de pasantías o prácticas supervisadas con la facilidad de poder continuar sus estudios in situ en la universidad, favoreciendo así la terminalidad y egreso (problema hoy endémico de estas carreras).

Una tercera línea de acción sería potenciar la generación de Incubadoras de empresas tecnológicas y del sector TIC.  Los puntos de mayor concentración industrial en el interior del país deberían ser vinculados formalmente con universidades locales y organismos estatales, siguiendo los modelos del Instituto Balseiro en Bariloche, e Institutos Sábato, Dan Beninson (CNEA – UNSAM), o Instituto de la Calidad Industrial (INTI – UNSAM). Para ello se pueden tomar como base los centros del INTI y el INTA distribuidos en todo el territorio nacional.

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Dadas la característica de la industria primaria de nuestro país es impostergable la transformación digital en el ámbito agropecuario. La expectativa de afrontar la restricción externa exportando más productos agropecuarios podría fracasar si para ello fuese necesario importar la maquinaria agrícola con el valor que ya le están agregando, por ejemplo, John Deere, Massei Ferguson o AGCO. Estas multinacionales ya ofrecen soluciones integrales, desde el guiado automático con acceso remoto a un monitor y asombrosa exactitud, aumento del rendimiento operacional en la preparación del suelo, en la pulverización, cosecha, con guiado automático de las máquinas y monitoreo controlado remotamente desde bases de referencia propias de esas grandes empresas).

Ante este escenario, es fundamental brindar asistencia tecnológica a las empresas nacionales de maquinaria agrícola para que incorporen soluciones propias de la Transformación Digital, en vez de recurrir a inversores financieros internacionales que vienen con su tecnología incorporada. Para esto también resulta imprescindible la interacción INTI-INTA–Universidades, porque la delimitación entre tecnología industrial y agropecuaria es cada vez más difusa.

Otro aspecto importante a considerar es que, en el contexto de Industria 4.0, también la calidad de los productos se determinará on line, en tiempo real, y se podrá verificar virtualmente. Los procesos que hacen a la infraestructura de la calidad industrial, como temática del ámbito del Ministerio de Desarrollo Productivo con ejecución a través del INTI, también serán parte de un futuro con sistemas productivos totalmente digitalizados. La validez internacional de certificaciones digitales basadas en reconocimientos mutuos implica desafíos tecnológicos de mediciones inteligentes, desarrollo de instrumentos virtuales y nubes metrológicas.

Concluyendo, la formulación e implementación de una política nacional de Transformación Digital, con cabeza en el Ministerio de Desarrollo Productivo, debería incluir vínculos con otros Ministerios, como el de Ministerio de Educación, el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.