Crimen de odio


Por ser puto, torta o trans

El reconocimiento que da un DNI no es suficiente: Diana Sacayán luchaba por el reconocimiento de derechos y la sanción de leyes antidiscriminatorias. La asesinaron en octubre de 2015, en su departamento. Fue el tercer caso en un mes. La comunidad LGBTI sigue reclamando: “Basta de travesticidios”. Pensar el odio como causa de asesinato abre la posibilidad de métodos más ágiles para investigar.

1) Hablábamos por teléfono; Amancay Diana Sacayán se movía en los trenes que conectan la Ciudad de Buenos Aires con el cinturón ancho que llamamos conurbano. Entre el ruido de fondo me contaba cómo habían salido las cosas. Era mediados de septiembre, la noticia la había hecho llorar: venía de la legislatura bonaerense. Cortamos y retomamos a los minutos: “Las travas peleamos por tener un trabajo, por tener otras opciones a la prostitución. Queremos trabajar y para nosotras es mucho más que ganar para comer, es también ganar la dignidad”. Diana era parte del Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación (MAL), y de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays y Bisexuales (Ilga). Junto a otras organizaciones pusieron una tuerca en el engranaje de la dignidad: consiguieron una ley que establece que el uno por ciento de los puestos dentro de la administración pública bonaerense sea para personas trans que cumplan con la idoneidad para el cargo. ¿Por qué hay que ponerlo por ley? Porque actualmente ese uno por ciento no llega ni a 0.01.

2) Hoy los diarios dicen lo que se nos contó ayer frente a su casa, “el lugar del hecho”. La activista trans Amancay Diana Sacayán fue encontrada muerta en el departamento de Flores donde vivía con una amiga. Un vocero de la Policía Federal dijo, en la vereda, cinco horas después de que el encargado llamara al 911 porque había visto una puerta del piso 13 entreabierta: “Presentaba signos de muerte violenta con cuchillo y el departamento estaba revuelto”. También dijo a los 30 periodistas de guardia que “hay una versión de un vecino que la vio entrar junto a un hombre”. Tenía 39 años. Vamos a recordarla por su activismo para que las personas trans tengan pleno acceso a los derechos humanos.

3) Hace un mes nadie sabía dónde estaba Marcela Chocobar, una joven trans de 26 años que había ido a un pub de Río Gallegos con una amiga. La hermana de Marcela repitió desde Santa Cruz que al menos cada tres días se hablaban por teléfono y no tenía razones para pensar que se había ido sin avisar. Su hermana no quería escaparse de nada. El 14 de septiembre encontraron un cráneo y varias extremidades calcinadas en un terreno baldío, dos semanas después confirmaron por un estudio de ADN que eran de Marcela. Una amiga fue a visitar a Coty Olmos el viernes 25 por la tarde, en el barrio Alfonso de la capital santafesina, y la encontró en el suelo junto a la cama. Coty tenía 59 años y apareció con varios puntazos en el cuerpo y una bolsa de polietileno en la cabeza. Con Diana fueron tres asesinatos de mujeres trans en un mes.

4) Disponer de una ley específica para femicidios no significa discriminar a los hombres, como dicen algunos reaccionarios o confundidos. Hay un dato: esta semana mataron a nueve mujeres, más de una por día. Por esta ley, casos como el de Diana se llevan adelante con un protocolo particular. La fiscal a cargo de la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM), Mariela Labozetta, dijo que el operativo para investigar su muerte se hace según la "Guía de actuación para las Fuerzas Policiales y de Seguridad federales para la Investigación de Femicidios en el lugar del hallazgo". Este procedimiento pide a los investigadores garantizar métodos que incluyan una perspectiva de género y analicen líneas de investigación específicas de la violencia sexual. Recomiendan que las investigaciones se hagan con funcionarios altamente capacitados en atención a víctimas de discriminación y violencia de género. Junto al fiscal Matías Di Lello de la fiscalía de instrucción 4 dijeron trabajarán en conjunto para resolver el caso.

5) Diana y otrxs activistas trans llevaron a la marcha #Niunamenos del 3 de junio un cartel que decía “basta de travesticidios”, para hacer visible un tipo específico de odio criminal. Se refiere a los asesinatos con saña de personas que se identifican con una identidad de género que no depende, en exclusivo, de los genitales que se portan al nacer. Ya sea hombre con vagina, mujer con pene, hombres y mujeres intersex, travestis, crosdressers o queers. ¿Por qué tachar lo diferente? Según la filósofa Judith Butler se despliega un entramado de clases por debajo y la puja es por demostrar qué cuerpos representarán la democracia. En esta democracia, donde las personas trans como Diana tienen derecho a recibir un DNI incluso de la mano de una presidenta, los cuerpos trans son reconocidos. Al menos en los papeles. Pero en lo cultural ese reconocimiento que da un DNI no es suficiente: Diana luchaba para revertir eso.

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6) No se callaba ni se dejaba intimidar. Algunos pensaban que iban a ningunearla pero ella les contestaba y les hacía frente. Por eso en 2013 Diana se había reunido con el subsecretario de Promoción de Derechos Humanos, Carlos Pisoni, y con Ana Oberlín, asesora Legal y Técnica de la Secretaría de Derechos Humanos de Nación. Hablaron sobre la posibilidad de generar protocolos para que las personas trans no fueran maltratadas, también, por aquellxs que se entrenan para garantizar que los derechos de unxs no borren los de otrxs. A Diana le habían dejado la cara hecha un moretón en la estación de Laferrere. Lo relató en el Suplemento Soy de Página/12: “Un hombre comenzó a insultarme por mi condición de travesti. Desde luego que le contesté y seguidamente el individuo comenzó a gritarme insultos y echarme del lugar. Yo me negué a retirarme. Sin que el dueño o encargado, ni ninguna de las personas presentes intervengan, el individuo de unos 35 a 40 años se lanzó a propinarme golpes y patadas, y tomándome de los pelos me arrojó al asfalto y me dio unas 7 o 10 patadas en la cara. Yo logré correr hasta el hall de la estación de trenes que está a unos 10 metros y solicité ayuda de gendarmería -quien habitualmente permanece en el lugar-. Ellos lograron detener al individuo pero luego de mantener una breve conversación lo dejaron ir”. Cuando insistió a los gendarmes para que detuvieran al agresor, la golpearon a ella y tuvo que escapar en una corrida.

7) En agosto, cuando estaba camino a La Plata para el debate de ley por el cupo laboral trans, la policía Metropolitana la tiró al piso y la maltrató desde las cuatro de la tarde hasta pasada la medianoche. Lo denunció a la Procuraduría Contra la Violencia Institucional y me invitó a que entrara para escuchar lo que pasó. No tuvo titubeos y relató frente al equipo de fiscales especializados, escena a escena, lo que fueron esas horas donde todo el tiempo la trababan de “el tipo” y la amenazaron con un dispositivo para descargas eléctricas: “Después de llevarme en un patrullero de un lado a otro con Martín Lanfranco, un amigo del Inadi que llegó cuando le avisaron que me tenían boca abajo en el Metrobús, fuimos a la delegación de la policía que hay debajo de la autopista, en Constitución. Recién ahí buscaron a unos testigos y nos leyeron los derechos. Se reían diciendo quién me iba a revisar a mí. Tras de un rato de escuchar esa discusión denigrante decidieron que tenían que ser un hombre y una mujer, para la parte de abajo y la de arriba. Les dije que a mí me iban a llamar por mi nombre y a tratarme bien porque no estábamos en dictadura y los iba a denunciar. Se rieron”.

8) La marcha del orgullo LGBTIQ que se hará a principios de noviembre tiene como consigna “ley antidiscriminatoria ya”. El reclamo es para que dentro de una ley que ya existe se incluya una situación que también existe: si sos puto, torta o trans te discriminan por ser puto, torta o trans. Lo que se pide, y no es nuevo, es que en las letras de la jurisdicción se especifique que las sexualidades no heteronormativas son castigadas con especial desprecio por los prejuicios cotidianos. No discriminar cuesta poco mientras discriminar puede volver miserable una existencia.

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9) La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) contó 594 personas asesinadas 2014 porque eran de la comunidad LGBT o porque eran percibidas como tales. La justicia de Argentina no tiene forma de catalogar un “crimen por odio”, pero sí hay una manera de identificar cuando el motor del delito es la el odio a la diferencia –ya sea sexual, física o religiosa-. Por eso pensar el odio como la razón de un crimen abre la posibilidad de métodos más ágiles para investigar. Argentina está en una transición judicial que incluye la actualización de Códigos que no se renovaban desde hace más de un siglo. Uno de los principales es el paso de un método inquisitorio a uno acusatorio, lo que significa, muy simplificado, que la investigación pasa de ser llevada por un juez a manos de fiscales. La definición de los delitos o crímenes de odio está en construcción permanente porque puede aparecer de muchas formas. Al momento de recopilar estos datos, la CIDH observó “la dificultad que existe para determinar la orientación sexual o la identidad de género de las víctimas debido a que las fuentes de información, y en especial las fuentes periodísticas, rara vez tienen en cuenta la autoidentificación de las víctimas”. También en 2014, la Organización de los Estados Americanos (OEA) reportó 770 actos de violencia en los países miembro, y llegó a la conclusión de que pueden ser muchos más pero que “no se denuncian ya que muchas personas, temiendo represalias, no quieren identificarse como LGBT o no confían en la policía o en el sistema judicial”.

10) Diana militó por la ley de Identidad de Género hasta su sanción en 2012. Después, junto a Lohana Berkins, Marlene Wayar y Emiliano Litardo, estaba impulsando un proyecto de pensión para que, desde el Estado, se repare a todo ese colectivo de personas trans que fueron criminalizadas por existir. Por salir a la calle en fechas que no fueran carnaval cuando los edictos lo prohibían, algo que duró hasta entrados los noventa. A horas de su muerte y en la conmoción general de las redes sociales, la bagualera trans Susy Shock llamó a que no se la recuerde a Diana como una heroína del género: para no alejar a otrxs de una lucha que puede idealizarse y, como todo ideal, volverse tóxica. “¿El maltrato por el que reclamamos? No quiero que solo quede en una cosa narrativa, pero las condiciones cuando caías detenida fueron vejatorias, inhumanas y violatorias de los derechos humanos. Recuerdo los momentos difíciles y desagradables, pero sé que la perseverancia pudo más y creo que nuestra lucha es un gesto de cariño para las generaciones que vienen”, dijo Diana en una sala del anexo de Diputados. “Estamos dejando una nueva sociedad a los niños trans”. Diana no luchaba sólo por el presente. Trabajaba por la vida de las nuevas generaciones.