Crónica

Luis Barrionuevo


El Forrest Gump de la política argentina

Luis Barrionuevo es una figura omnipresente de la vida política argentina. Un dirigente todoterreno -sindicalista, empresario y operador político- que llegó al poder negociando con los militares, edificó el ascenso de Menem a la presidencia y gestionó el pacto para reformar la Constitución. Durante el kirchnerismo dividió a la CGT y luego aportó la estructura para la candidatura de Milei, con quien se enfrentó en la última semana. Autor de frases célebres de la democracia argentina y dueño de patrimonio que incluye empresas, clínicas privadas, hoteles y restaurantes. Una especie de Forrest Gump que, con un caminar sinuoso y controvertido, se convirtió en un personaje clave en los principales capítulos del último medio siglo de historia argentina.

El viaje desde San Martín al centro porteño fue tranquilo; a esa hora de la mañana había poco tránsito. De los 20 micros bajan unas 500 personas, algunas armadas. Tienen una misión: ocupar la sede nacional del sindicato de gastronómicos. Los encabeza un hombre de 33 años: pelo negro y ondulado hasta los hombros, la mirada desconfiada -acaso producto de un leve estrabismo- y una sonrisa pícara de dientes desparejos. Es 1975 y lleva 19 años viviendo en Buenos Aires, ciudad a la que llegó a los 14 desde Catamarca, donde abandonó la escuela en cuarto grado. Es el único varón de seis hermanos y conoce lo que es comer poco y salteado. 

No lo sabe, pero cuando traspase la puerta del edificio, su vida cambiará hasta transformarse en una figura omnipresente de la vida política argentina, un dirigente todoterreno -sindicalista, empresario y operador político, militar y eclesiástico- que llevará casi cuatro décadas al frente del gremio, edificará el ascenso al poder de Carlos Menem, será uno de los gestores del pacto que hizo posible la última reforma constitucional y quemará urnas en una elección provincial en las que estaba impedido de participar. Acumulará un patrimonio que, según varias investigaciones, incluye empresas, clínicas privadas, hoteles y restaurantes. Una especie de Forrest Gump que, veloz pero sin correr, con un caminar sinuoso y controvertido, se convirtió en un actor de reparto del último medio siglo de historia argentina.

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Barrionuevo se acercó a la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de la República Argentina (UTHGRA) en 1972 -la Seccional San Martín estaba a pocas cuadras de la casa en la que vivía junto a su primera esposa, Lilian, con quien tuvo una hija-. Había llegado en busca de un trabajo fijo que le permitiera llegar a fin de mes. Antes había sido obrero de la construcción y empleado en la Asociación Obrera Textil (AOT) de San Martín, donde fue culata del secretario general. Nunca había trabajado en bares, restaurantes ni hoteles, pero pudo ingresar al sindicato con la ayuda de algunos conocidos que le falsearon comprobantes y recibos de sueldo. En apenas dos años se convirtió en secretario general de la seccional. Lo llamaban “El Oreja”.

San Martín era un territorio de relevancia en la estructura del sindicato a nivel nacional y Barrionuevo empezó a ser conocido por los afiliados. Su fuerte personalidad —sumado a “la banda” que lo seguía a todas partes— metía miedo. Poco a poco fue ganando poder: alcanzó la secretaría general de esa seccional y se enfrentó con Ramón Elorza, el histórico secretario general del sindicato.

Elorza intentó frenar el ascenso e intervino la seccional. Barrionuevo contraatacó. Aquella mañana de 1975 él y los suyos entraron casi sin problemas al edificio central del sindicato en el centro porteño. No hizo falta disparar un solo tiro. El factor sorpresa fue suficiente para ocupar el lugar y desplazar. “Les copamos todas las oficinas. Nos hicimos cargo de los teléfonos y llamamos a las radios y diarios para avisar que los Elorza (Ramón y su hermano) no mandaban más en el sindicato gastronómico”.

Hubo gritos de euforia, insultos y aplausos. Un clima de descarga y consagración. La alegría por haber llegado al poder, sin embargo, duró dos días: el tiempo que demoró la Justicia en ordenarle que le restituyera a Elorza la conducción sindical y el edificio

Elorza planeó la venganza: mandó una patota a San Martín, pero no encontraron a Barrionuevo ese día ni las semanas siguientes. La conducción expulsó al catamarqueño del sindicato bajo la acusación de que era “montonero”. Justo él, que el 1 de mayo de 1974 había celebrado en Plaza de Mayo cuando Juan Domingo Perón llamó “imberbes” a quienes desde la columna de Montoneros reprochaban que el gobierno popular estaba “lleno de gorilas” y advertían que se iba a acabar la burocracia sindical. 

—El día que se fueron los Montos de la Plaza yo me quedé. Estábamos con Graciela en una ventana del edificio de la Municipalidad. Me encantó cuando los echó Perón —recordó Barrionuevo en una entrevista con Alejandro Fantino

Graciela es Graciela Camaño, tres veces diputada nacional, ministra de Trabajo de Duhalde y consejera de la Magistratura. Camaño y Barrionuevo estuvieron casados 45 años, hasta que se divorciaron en 2021.

Gastronómicos, como todos los gremios del país, fue intervenido en 1976 por el gobierno militar. Con el regreso de la democracia, Barrionuevo edificó un relato de resistencia  y aseguró en varias ocasiones había sido torturado con picana eléctrica “porque luchaba contra la dictadura y quería la democracia". En 2001, cuando se postuló como candidato a senador nacional por el peronismo catamarqueño, reclamó “meterle la picana" a los que "se robaron el país para que digan dónde está la plata que es de millones de argentinos que se mueren de hambre". “No es muy común que un auténtico torturado se refiera de manera tan ligera a la picana”, escribió el periodista Miguel Bonasso.

En plena dictadura, el interventor de Gastronómicos le ofreció a Barrionuevo la oportunidad de volver al sindicato para administrar la obra social bajo el cargo de delegado normalizador. Esta situación se replicó en varios gremios, como parte del llamado “proceso de normalización”. “Eso provocó que al interior de los sindicatos los dirigentes se fortalecieran en el ámbito interno, pero se debilitaran frente al Estado y los empleadores. La razón de eso fue el éxito de la política de exterminio de la dictadura que se focalizó en las representaciones de base. Acabada la dictadura, al frente de los sindicatos siguieron las mismas direcciones, pero sin organización en la base que los incomodara, con el costo de debilitar su capacidad de acción hacia fuera. Ese proceso se consolidó con la hiperinflación de 1989 y culminó en los años 90 con la implementación de reformas, como las privatizaciones, que estaban en el origen de la lógica de la dictadura militar”, explica Luis Campos, coordinador del Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma y autor de “La fortaleza”, un libro en el que reconstruye las últimas ocho décadas de historia sindical argentina. 

Desde su nuevo rol, Barrionuevo construyó poder no solo en el gremio, sino también entre los principales dirigentes sindicales, sobre todo a partir del manejo de la caja de la obra social.

—Un 30 por ciento de la plata va a ser para mantener toda la infraestructura y el personal; otro 30 para las prestaciones; y el resto, para nosotros, para la política —le dijo a un colaborador suyo.

Acaso gracias al retorno al gremio se explique una declaración hecha años más tarde: “En la época de los militares hacíamos paro, huelga, lucha, pero se conversaba, se negociaba”.

Con el retorno de la democracia, bajo el gobierno de Raúl Alfonsín, Gastronómicos volvió a ser intervenido hasta 1985, cuando Barrionuevo fue consagrado gracias al voto de los afiliados. Daniel Jorajuría lo conoció en aquellos años, cuando desde distintas agrupaciones trabajaron en la democratización del gremio. Hoy, Jorajuría es secretario administrativo de la CTA Autónoma y secretario general de la Nueva Organización Sindical Gastronómicos (NOS), gremio que fundó tras la ruptura con Barrionuevo a finales de los 80.

—Cuando entramos a la sede central del sindicato había mucho nerviosismo entre los empleados que venían de la intervención. Le tenían miedo a ‘la banda’ de Barrionuevo —recuerda.

Aquella banda que un día de 1975 bajó armada de los micros para ocupar el edificio de Gastronómicos se había robustecido con los años y convertido en temible gracias a la incorporación de varios integrantes de la barra brava de Chacarita. Su poder se hizo público en distintas oportunidades, pero especialmente el 10 de octubre de 1989, con motivo del Congreso de la CGT celebrado en el Teatro General San Martín de Buenos Aires. Ese día, la central obrera quedó partida en dos: la Azopardo, bajo el mando del histórico líder de los cerveceros Saúl Ubaldini, y la San Martín de Barrionuevo, bancada por algunos dirigentes de las 62 Organizaciones que en la campaña electoral de ese año habían conformado el Movimiento Sindical Menem Presidente (MSMP). 

Desde uno de los balcones del teatro, Barrionuevo dirigió a su banda, que corrió a golpes, palazos y cadenazos a militantes de otros gremios por avenida Corrientes hasta más allá del Obelisco. 

Dos años antes Barrionuevo se había sumado a un pequeño grupo de dirigentes políticos de poca relevancia que impulsaban la candidatura presidencial de Menem. En un encuentro en Cosquín el gastronómico prometió aportar una estructura que abarcaba todas las provincias y la posibilidad de volcar el armado de las 62 Organizaciones. 

Barrionuevo acercó el respaldo de dirigentes sindicales de peso como Armando Cavalieri (Comercio), Juan José Zanola (Bancarios), Diego Ibáñez (Petroleros), Amadeo Genta (Municipales porteños), José Rodríguez (Mecánicos), Carlos West Ocampo (Sanidad) y, especialmente, Lorenzo Miguel (Metalúrgicos). El riojano les agradecería años después permitiendo la participación gremial en las Administradoras de Fondo de Jubilación y Pensión (AFJP). El aporte no fue sólo político, sino también económico: según contó en algunas entrevistas periodísticas, Barrionuevo aportó un millón de dólares a la campaña. 

La ruptura de la central sindical también fue parte de ese proyecto. A partir de ese momento, la CGT San Martín respaldaría la política económica y de privatizaciones que pondría en marcha el riojano durante su presidencia. 

—Barrionuevo fue el artífice de ese quiebre —asegura Jorajuría— y le puso una alfombra roja al sistema político y cultural del neoliberalismo en los 90.

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Un abogado que representó legalmente a la oposición en la interna del gremio gastronómico define a Barrionuevo como un “amoral”. 

—¿Sabes la diferencia con un inmoral? —toreó.

Según la Real Academia Española, un inmoral es quien “se opone a la moral o a las buenas costumbres”, en cambio, un amoral es quien está “desprovisto de sentido moral”. En una de las decenas de cuestionamientos a Barrionuevo dentro del gremio, la fracción que lo combatía pidió a este abogado que firmara un escrito porque no se animaban a estampar su firma contra el líder gastronómico: “Le tenían miedo”. Y él también lo sintió: cuando caminaba hacia el sindicato con la escribana, escuchó que Barrionuevo caminaba atrás. “Sentía que me podía dar un tiro en la nuca en cualquier momento. Es un pesado”.

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Barrionuevo apoya en una mesa una caja de cartón llena de sobres con fajos de billetes. Un centenar de dirigentes sentados alrededor suyo lo miran en silencio. Barrionuevo reparte un sobre a cada uno. Les advierte:  

—Con esto pueden alquilar los micros. Cada uno tiene que traer 20 con 40 personas adentro. Con la guita que les quede, hagan lo que quieran. Pero yo los voy a controlar personalmente. Al que le falte un micro o una persona, devuelve la guita ahí mismo. 

“Ahí mismo” es el estadio Monumental de River Plate, escenario de un multitudinario acto que en junio de 1988 protagonizará Menem, entonces gobernador de La Rioja, días antes de competir en la interna presidencial del Partido Justicialista (PJ) frente a Antonio Cafiero, exponente de la renovación peronista y gobernador de Buenos Aires. En su libro “El Jefe”, en el que abordó la campaña electoral y el ascenso al poder de Menem, la periodista Gabriela Cerruti cuenta que nunca antes se había organizado un acto en un estadio de fútbol en la previa de una elección interna partidaria. “Era un riesgo demasiado grande porque allí se puede medir la capacidad de convocatoria”, escribió Cerruti. Previo al acto, Barrionuevo subió a cada uno de los micros para comprobar que estuviera lleno. Solo después de controlarlos, los dejó pasar rumbo al estadio, que estuvo colmado esa noche.

Una vez en la presidencia, Menem premió a Barrionuevo con dos cargos. Primero como interventor del Instituto Nacional de Obras Sociales (INOS) y luego al frente de la Administración Nacional de Seguros de Salud (ANSSAL), que a comienzos de los ‘90 llegó a administrar 3.700 millones de dólares anuales. Apenas asumió el cargo, Barrionuevo se proclamó “recontra alcahuete de Menem”, pero esa fidelidad no le alcanzó para continuar en la ANSSAL. Fue eyectado del cargo a fines de 1990 tras una entrevista radial en la que dijo:

—Mi fortuna personal no la hice trabajando porque es muy difícil hacer la plata así. ¿O acá se hace la plata trabajando?. 

El impacto de la declaración en la opinión pública fue demoledor, especialmente porque meses antes, en una entrevista televisiva con Mariano Grondona, Barrionuevo había pronunciado la ya célebre frase por la que sería popularmente conocido:

—Hay que entenderlo: tenemos que tratar de no robar por lo menos dos años en este país.

El propio Menem le pidió la renuncia en una reunión en la que procuró contar con varios testigos por temor a la reacción que pudiera tener Barrionuevo:

—¿Vos tenés idea de la guita que yo puse acá? —le reprochó el sindicalista entre insultos y gritos.

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El vínculo del apellido Barrionuevo con presuntos actos de corrupción se volvió una cuestión popular en la Argentina de principios de los años 90.

—Maestro, maestro, maestro —lo recibió en 1992 el actor Roberto Carnaghi en un episodio del programa humorístico “Planeta Tato Bores”, en Canal 13. 

Carnaghi, que interpretaba el personaje del presidente de la Cámara Argentina de la Corrupción (CADeLCo), le besó las manos, lo abrazó y se arrodilló frente al sindicalista. 

—Carnaghi, yo dije que había que dejar de robar por dos años. Ya pasaron dos años. ¿Qué hacés? —le preguntó Barrionuevo como parte del scketch mientras los reidores, detrás de escena, hacían lo suyo.

El alejamiento del gobierno no duró mucho tiempo. Después del triunfo del peronismo en las legislativas de 1993, en las que Menem obtuvo una diferencia de más de dos millones de votos, Barrionuevo regresó a su círculo íntimo.

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El Canciller, como lo llamaba el dirigente peronista Alberto Brito Lima, entró a un restaurante entra a un restaurante de Congreso, caminó hasta la mesa en la que comían dos radicales y les gritó:

—Déjense de joder. Le tienen que dar la reelección al Turco.

Uno de los comensales era Jesús Rodríguez, que por un breve lapso había sido ministro de Economía de Alfonsín. El otro, Enrique “Coti” Nosiglia, a cargo del Ministerio del Interior durante el mismo gobierno entre 1987 y 1989. 

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—Carlos, te puedo asegurar que la reelección va a salir en un acuerdo con los radicales. Yo sé por qué te lo digo.

—Luisito, si vos lográs que eso salga adelante, te nombramos el Gardel del peronismo.

Con el aval presidencial, Barrionuevo se erigió como uno de los principales operadores de la reforma constitucional. Organizó un encuentro en la sede de Gastronómicos para agasajar a Nosiglia, histórico operador radical, uno de los pocos capaces de convencer al entonces ex presidente Raúl Alfonsín de llegar a un acuerdo con el peronismo. “El Coti no es uno de nosotros que hace operaciones en el establishment. Es alguien del establishment que hace operaciones entre nosotros”, lo había descrito Federico Storani, histórico dirigente de la UCR, según el libro “El Coti. El dueño de todos los secretos” (Editorial Sudamericana), la biografía no autorizada escrita por Darío Gallo y Osvaldo Álvarez Guerrero.

Para esa época, Barrionuevo y Nosiglia llevaban varios años de amistad y, según se sospecha, negocios. En 1985, el radical había favorecido el regreso del gastronómico a su gremio. Inclusive, distintas versiones aseguran que el funcionario alfonsinista llegó a participar en el diseño de la estrategia electoral de Menem porque para la UCR el riojano era el candidato más débil en la interna del PJ. 

En medio de la negociación, Menem sufrió una obstrucción parcial de la arteria carótida interna y fue internado de urgencia. Los primeros síntomas se le presentaron mientras jugaba al golf en el campo que se había construido en la Quinta de Olivos. En el sanatorio recibió la visita de Alfonsín. Afuera de la habitación esperaban Barrionuevo y Nosiglia.

—¿Cómo le vamos a poner a este encuentro histórico, Luisito? Nos corresponde bautizarlo a nosotros, que somos los padrinos —bromeó el Coti.

El Pacto de Olivos se concretaría a principios de noviembre del ‘93. El joven periodista de Ámbito Financiero Carlos Pagni tuvo la primicia. Según Gallo y Álvarez Guerrero, fue Barrionuevo quien le adelantó que estaba hecho el acuerdo. Alfonsín se enteró que la negociación secreta había trascendido a la prensa al día siguiente, cuando su secretaria le llevó el diario.

“Ese acuerdo fue entre dos animales políticos, dos titanes de la política”, recordó Barrionuevo entrevistado por Pagni en 2019 para el programa “Odisea Argentina”, en LN+. El sindicalista le recordó sonriente que él había tenido la primicia del pacto. “Mejor pasemos ese tema”, se desligó Pagni.

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—No entremos en la provocación. Vinieron a provocarnos los muertos de All Boys, pero no son nadie.

Barrionuevo había tomado el micrófono de la voz del estadio de Chacarita y les hablaba a todos los hinchas. Después explicaría que, a su modo, intentó frenar a los hinchas en medio de los disturbios con uno de sus clásicos.

El sindicalista —hincha de Independiente— había asumido la presidencia de Chacarita en 1994 y se mantuvo hasta 2003. “Lo manejaba todo: desde la barra brava hasta los contratos de los jugadores”, recuerda un futbolista, capitán de uno de los equipos, que prefiere no ser nombrado.

Barrionuevo, como dijo varias veces, fue “el conductor” de los barras, a quienes financiaba con entradas y viajes por todo el país y el mundo: diez de esos hinchas se subieron a un avión en 1998 rumbo a Francia para alentar a la selección en el Mundial. “Ahora los barras andan con la Biblia bajo el brazo”, bromeó el gastronómico durante un breve lapso de buen comportamiento.

La relación de Barrionuevo con la barra no era nueva. Al igual que en el Congreso de la CGT en el Teatro General San Martín, había recurrido a ellos como fuerza de choque para resolver disputas sindicales, amedrentar a empresarios gastronómicos o, por el contrario, poner fin a algún reclamo laboral cuyo fin no compartía. Para fines de los 90, después de 13 años en la B, el equipo de San Martín logró el ascenso a Primera. La noche de los festejos, Menem estuvo en el estadio junto a Barrionuevo, quien lo había designado socio vitalicio del club. Algunas versiones periodísticas afirmaban que eran dueños de varios pases de jugadores del equipo. 

En los casi diez años que manejó Chacarita, Barrionuevo casi no tuvo entredichos con Julio Grondona, histórico presidente de la AFA. “Es un gran dirigente, aunque lo único que le criticaría es que sea radical”, dijo. Su representante en las reuniones de comisión directiva de la entidad del fútbol nacional era su vicepresidente, Armando Capriotti.

Entre septiembre y noviembre de 2003, Capriotti pasó 61 días en prisión acusado de ser el jefe de una asociación ilícita integrada por barras de Chacarita. La investigación alcanzó a Barrionuevo, que era senador nacional por Catamarca y contaba con fueros parlamentarios. 

En marzo de ese año el Senado había discutido su expulsión  tras ser acusado de provocar la suspensión de las elecciones a gobernador de Catamarca. “Un escándalo paró el voto en Catamarca”, había titulado Clarín el 3 de marzo de 2003. El día anterior cientos de militantes que respondían a Barrionuevo se movillizaron en camionetas y micros por distintas ciudades de la provincia para impedir que se llevaran a cabo los comicios en los que el sindicalista no pudo participar como candidato porque no cumplía el tiempo de residencia mínimo estipulado por la ley local. 

—Quemen todas las urnas que puedan. No dejen ninguna —gritaban sus militantes. 

Finalmente, el gobernador Oscar Castillo anunció la suspensión de las elecciones por pedido de decenas de intendentes. “Catamarca es un ejemplo de los pueblos sometidos que se liberan”, aseguró Barrionuevo en un breve discurso a sus seguidores, muchos de ellos barras de Chacarita. De fondo estallaban fuegos artificiales y sonaba la canción “Color esperanza” cantada por Diego Torres.

El dictamen fue respaldado por 37 votos, pero el rechazo de 28 legisladores impidió que se alcanzaran los dos tercios que se necesitaban para expulsar al sindicalista. Veinte días después de la votación, Cristina Fernández de Kirchner, una de las impulsoras de la expulsión de Barrionuevo, fue insultada y atacada a huevazos por seguidores del sindicalista durante un acto de campaña en Catamarca. “No nos han parado las balas de los militares y ahora no nos van a parar las patotas de los mafiosos”, dijo la senadora. “No tengo ninguna duda: son las bandas de Barrionuevo”, aseguró Néstor Kirchner, entonces candidato a la presidencia. 

Barrionuevo fue opositor a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, tanto en el Congreso como en su rol sindical. En 2008, como había hecho a fines de los ‘80, partió la conducción de la CGT y conformó la agrupación Azul y Blanco en rechazo a la central obrera liderada por el camionero Hugo Moyano. Estuvo al frente de esa división hasta 2016, cuando acordó la reunificación de la central obrera e instaló a Carlos Acuña como uno de los integrantes del triunvirato a cargo de la conducción. Durante el gobierno de Mauricio Macri, la CGT y Barrionuevo fueron, según sus críticos, poco menos que espectadores de las políticas de ajuste. 

—Mirá que estás al aire, Luis.

Alejandro Fantino le advirtió a Barrionuevo que por más que estuviera “entre amigos” como Eduardo Feinmann, Jorge Asís y Baby Etchecopar, entre otros, lo que estaba contando en un estudio televisivo del canal América revestía, como mínimo, gravedad.

Sonriendo, Barrionuevo admitió haber manipulado a Federico Elaskar -dueño de una financiera- para que vinculara ante la Justicia al empresario Lázaro Báez con Cristina Fernández de Kirchner en una trama de corrupción.

—Lo tuve cinco meses conmigo hasta que habló. Había que esperar desde abril a noviembre para que el hombre hablara cuando empezaba (el programa de Jorge) Lanata. Había que filmarlo y mostrarlo —relató el sindicalista. Lejos de amedrentarse, Barrionuevo continuó el detalle de la maniobra extorsiva:

—El pibe quería cobrar. Había dos maneras de cobrar: que Lázaro Báez le pagara o que hablara. “Tenés que hablar o te van a matar, ponete frente a la cámara y contá todo”.

Poco tiempo después, Elaskar declaró en la Justicia

—Barrionuevo y Lanata me llenaron la cabeza diciéndome que Báez me quería matar. Y como yo creía que Báez me debía cuatro millones de dólares, pensé que era cierto que me quería matar. Yo tenía 25 años y acepté decir en televisión lo que ellos me dijeron que dijera. Fue una operación política contra el gobierno de Cristina.

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Vestido con campera negra y camisa gris, Barrionuevo ingresa pasado el mediodía del 15 de abril de 2018 a la sede nacional del Partido Justicialista, un edificio de tres pisos en cuyo interior hay 40 oficinas, un auditorio, un quincho y, en la planta baja, un busto de Evita. “¡Perón, Perón!", gritan en la calle Matheu 130, en el barrio de Balvanera, unos 50 trabajadores gastronómicos que acompañan a su líder sindical, ungido horas antes como interventor partidario gracias a un fallo firmado por la jueza María Romilda Servini. “Fue un hecho sorpresivo”, le contó Barrionuevo a Fantino en otra entrevista en TV. Relata que Servini lo había llamado días antes para tener una entrevista con él y que “en la charla salió que iba a intervenir el PJ”.

—¿Y vos qué dijiste, Luis?

—¡Aleluya! 

Tres aliados de Barrionuevo se habían presentado ante la jueza para pedir la intervención del PJ: Carlos Acuña, Oscar Rojas y Horacio Valdez, secretarios generales de los gremios de Obreros y Empleados de Estaciones de Servicio, Vidrio y Maestranza, respectivamente. Acuña es, actualmente, uno de los cotitulares de la CGT. Servini aceptó el argumento de que el PJ se encontraba acéfalo desde hacía un año, cuando Fernández de Kirchner había conformado la agrupación Unidad Ciudadana. Como le había ocurrido con Elorza más de cuatro décadas antes, Barrionuevo encontró resistencia: José Luis Gioja, entonces diputado nacional por San Juan, se encerró durante casi un día en una de las oficinas esgrimiendo que estaba al frente del partido. La gestión de Barrionuevo duró apenas cuatro meses, el tiempo que le llevó a la Cámara Nacional Electoral (CNE) revocar la decisión tomada por Servini para devolverle la presidencia a Gioja.

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Después de la victoria en las PASO, Barrionuevo le ofreció públicamente su apoyo a Milei. Dijo que, con una mejor fiscalización de los votos, el libertario hubiera obtenido por lo menos cinco puntos porcentuales más que los 29 que le permitieron superar en las urnas a Massa y Patricia Bullrich, representantes, hasta ese momento, de las dos principales coaliciones del país. Para eso, y acaso recordando el aporte sindical y financiero que había hecho a fines de los 80 para construir la candidatura presidencial de  Menem, Barrionuevo ofreció sus servicios. Dijo que podía asegurarle a Milei la cobertura de 200 mil fiscales en 11 provincias, entre ellas Catamarca, para “cuidarle los votos”. Esa garantía le permitiría a Milei, según dijo, “ganar en primera vuelta y sin chicote”, que es la fusta que los jockeys utilizan para estimular o castigar a los caballos en una competencia. Milei, que según aseguró no conocía personalmente a Barrionuevo, escuchó esas declaraciones y le envió un mensaje de WhatsApp agradeciéndole. 

Milei y Barrionuevo se encontraron pocos días después en la casa que Carlos Kikuchi, en aquel momento armador de la candidatura de Milei, tiene en Nordelta. La charla duró varias horas y abarcó mucho más que la fiscalización de la elección. El sindicalista, sin embargo, desmintió que le hubiera pedido cargos o favores en un futuro gobierno. Lo hizo con una definición a su estilo: “A mí me alcanza con que el presidente sea mi amigo. Que levantás el teléfono y hablás con él. Ese es el poder. Lo he hecho siempre”. Quizás detrás de esa postura se explique que antes de sellar su alianza con Milei el gremialista hubiese respaldado la precandidatura a presidente del entonces ministro del Interior, Eduardo de Pedro, en representación de Unión por la Patria (UxP). “Dentro del peronismo tenemos a alguien joven, que conoce el país. Nuestro candidato es Wado”, había dicho Barrionuevo

Milei dijo que en la reunión con el sindicalista habían charlado acerca de cómo “dinamizar el sector laboral para que la Argentina vuelva a la senda del crecimiento de la mano del trabajo genuino", un eufemismo para referirse a una reforma laboral que contemplara, entre otros aspectos, la creación de un fondo para reemplazar la indemnización por despido en actividades de poca estabilidad como la del sector gastronómico. Además, Milei y Barrionuevo coincidieron en habilitar el ingreso de las compañías de seguros para que los sindicatos y las obras sociales puedan garantizar el pago de las indemnizaciones y distintas cuestiones de la prestación de salud a los afiliados y sus familiares. 

Una semana antes de las elecciones presidenciales, Milei cerró su campaña en el Movistar Arena, en el barrio porteño de Villa Crespo. Quince mil personas colmaron el estadio, muchas llegaron hasta ahí en decenas de micros aportados por el sindicalista gastronómico. Varios de sus allegados también estuvieron ahí, lo mismo que trabajadores del gremio, que lucieron pecheras con el logo de la UTGHRA. A Barrionuevo no se lo vio. Para ese momento, Milei lo llamaba “aliado” y hasta lo había defendido de las críticas que Bullrich le había hecho durante el segundo debate presidencial. 

—Lo tenés a Barrionuevo que te banca la campaña. ¿Con qué dinero? ¿Crees que vas a cambiar algo con tantos chorros dentro de tu lista? Barrionuevo te metió la casta dentro —cuestionó quien fuera candidata de Juntos por el Cambio (JxC) y hoy integra el gabinete de Milei como ministra de Seguridad. 

Milei es un “versero”, dijo semanas atrás el sindicalista en una conferencia de prensa en la que criticó el plan económico del gobierno: “No se puede reducir el déficit fiscal sin una política productiva, de trabajo y consumo. Si eso no existe, el ajuste lo pagan los trabajadores”, dijo. Y agregó: "No fue un error haberlo apoyado. Fue una estrategia política. Porque yo quiero que gobierne el peronismo, pero si apoyábamos a Massa, el peronismo se iba al descenso”. En varias ocasiones Barrionuevo llamó “traidor” al ex ministro de Economía, que durante años fue el jefe político de Graciela Camaño en el Frente Renovador.

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—Barrionuevo fue mi desgracia. Yo le tenía cariño, inclusive con las travesuras que hizo en su vida. Mi mamá lo quería mucho. Llevamos 20 años peleados y tenemos principios totalmente diferentes. Ahora él está muy mal rodeado.

Dante Camaño es hermano de Graciela, ex esposa de Barrionuevo, y lleva casi cuatro décadas al frente de la Seccional Capital de Gastronómicos. Durante medio siglo los tres conformaron una sociedad familiar, sindical y política que se quebró, en principio, tras el divorcio del matrimonio, aunque quizás haya sido antes. 

En una reedición de la disputa que mantuvo en los 70 con Elorza, Barrionuevo ordenó en 2021 la intervención de la seccional porteña de la UTHGRA para “normalizar la situación institucional”, explicó. Llamó a una votación que no pudo llevarse a cabo porque Camaño impidió, con guardias de seguridad mediantes, el ingreso de los fiscales designados por Barrionuevo al histórico edificio de calle Salta 1301, en el barrio de Constitución. Además, recurrió a la Justicia. “La pelea es por la caja”, aseguran allegados a ambos sindicalistas. Según dijo el propio Camaño en una entrevista con la periodista María O’ Donnell, la filial porteña tiene en sus cuentas ahorros por, “más o menos, 36 millones dólares”. Se estima, además, que el sindicato de la Capital maneja el 50 por ciento de los fondos de todo el gremio a nivel nacional, que cuenta con unos 600 mil afiliados, pese a que gran parte de la actividad gastronómica y hotelera no está registrada. 

La pelea entre Barrionuevo y Camaño tuvo un nuevo round la semana pasada: el catamarqueño adhirió al paro general de la CGT y desde la Seccional Capital le respondieron con un video: “Los trabajadores gastronómicos no hemos parado, es una injusticia lo que se está haciendo contra este gobierno”.

El gobierno nacional se sumó a la pelea: la Secretaría de Trabajo convalidó a Camaño como titular de la Seccional Capital de la UTHGRA hasta que la justicia resuelva. 

—Es una maniobra 100 por ciento del Gobierno —dijo Barrionuevo, y anunció que volverá a intervenir la seccional porteña.

Camaño ni siquiera sintió el golpe:

—Es como si a un musulmán el Papa amenazara con excomulgarlo.