Cómo se aprobó el aborto en el Senado


Nuestro derecho es ley

Las últimas semanas fueron claves: cómo se cerró el círculo de indecisos que otra vez ponían en riesgo la ley de interrupción voluntaria del embarazo. El trabajo para descomprimir un triunfo ajustado fue la real politik. El Senado aprobó la ampliación de derechos pero la vigilia no termina: queda acompañar su reglamentación y a las mujeres de América Latina y el Caribe que ven lo que pasa en la Argentina como una oportunidad para avanzar cien años y lograr un cambio de paradigma total.

El anteúltimo día de 2020 comenzó a clarear y el sol a asomarse detrás de la cúpula del Congreso de la Nación. Miles de mujeres, pibas y viejas feministas emprendieron el retorno a sus casas con la certeza del nuevo derecho conquistado: el aborto. Esta vez sí es ley. La sesión empezó a las 16.08, un horario de inicio atípico que tenía una razón: la seguridad y el cuidado. La desconcentración del festejo a la luz del día evitaría cruzarse con los grupos antiderechos. El agite, los bocinazos y los pañuelos viajando por fuera de las ventanillas de los autos fueron el alivio final para los 58 discursos de entre 5 y 25 minutos que terminaron con la aprobación de la ley. Durante doce horas de calor exagerado 34 senadores presentes entre el recinto y sus despachos y otrxs 36 de manera virtual debatieron -y aprobaron- el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo.

 

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Triunfó la vida mientras el mundo insiste con la muerte. Al borde del fin de año de la peste, la marea verde fuerza llegó a la orilla con toda la esperanza de futuros posibles que da un instumento que legaliza y despenaliza el aborto hasta la semana catorce incluyéndo esta práctica dentro del Plan Médico Obligatorio para toda la República Argentina. Una ley que nos reconoce ciudadanas después de casi cien años en los que tuvimos confiscada la plenitud del goce sexual. Ya no más ataduras a lo que sucede en nuestros úteros: un embarazo involuntario que no llega a término no nos podrá llevar a la cárcel ni la decisión sobre nuestros cuerpos condenar a la muerte. La vida se impuso en forma de ley. 

 

Entre el clima de fin de año y los protocolos sanitarios por el COVID, el Senado completó la misión: completar la media sanción que le dio Diputados al proyecto enviado por el Poder ejecutivo. Histórica, maratónica y épica: el inventario de lugares comunes para lo inhabitual le calzó perfecto a esta jornada deseada que se desarrolló de una manera impensada. La poca presencia en el recinto contrastaba con las calles desbordadas y las redes estalladas: más de 1.700.000 estaban siguiendo la sesión por Youtube. Un 29 y 30 de diciembre para la epopeya. El aborto comenzó a debatirse en un continuado de acceso a derechos: el mismo día en el que empezó un plan de vacunación inédito contra el coronavirus. Un final de temporada adrenalínico. 

 

Las senadoras oficialistas que hace semanas vienen trabajando en el consenso tuvieron revancha para votar con la seguridad que da el acompañamiento del Ejecutivo y para ponerle al debate la dosis necesaria mística feminista que les faltó en 2018. Hace dos años los pañuelos verdes en el Senado fueron pocos y el glitter no brilló. Esta vez en el recinto hubo barbijos verdes, pañuelos, libros feministas y otros símbolos que daban cuenta del territorio que se había ganado desde aquel 8 de agosto.

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Foto: Prensa Senado Argentina  

Los viajes de las senadoras a Ciudad de Buenos Aires fuerons instagrameados y tuiteados. Cada una se reportó tomando el avión o viajando en auto como si fueran a un viaje de egresadas o a un encuentro interprovincial. Varias llegaron al Congreso con regalos para intercambiar. Una épica que no es común en este espacio tan blindado a los sentires del pueblo. La correntina Ana Almirón les regaló barbijos verdes glamourosos a todas sus compañeras: hasta Cristina Fernández de Kirchner tenía el suyo. La chaqueña Marín Pilatti Vergara le dio una bombilla con el logo abortero a Almirón. Las activistas de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito las esperaron con los típicos abanicos verdes que sus asesoras repartieron por los despachos para que todas llegaran listas para la green carpet y estuviesen frescas en el recinto. “En 2018 sentimos que nos quedó mucho por hacer, ponernos la camiseta de sacar la ley. Hoy sí pudimos hacer eso”, dijo Almirón antes de la votación.

 

El recambio intergeneracional marcó la diferencia esta vez. Fueron las jóvenes las que militaron que sea ley codo a codo y voto a voto con el gobierno:  son una minoría que consiguió la mayoría. El promedio de las senadoras mujeres es de 53 años y el de varones, 60. En su discurso, la puntana María Eugenia Catalfamo habló de esa representación desigual. En 2018 ella era la tabla de salvación a la que se aferraban quienes tenían esperanzas en revertir el resultado. Por ese entonces cursaba un embarazo de riesgo y no tenía una postura definida sobre el tema. Esta vez militó la ley como también acompaña la pelea por el cupo joven en el Senado: “En esta Cámara no somos muchas. Somos 4, 5 mujeres menores de 40: estamos todas a favor de esta iniciativa. Esto no es casual, hay que bregar por más jóvenes en espacios de representación política por ampliación de derechos”, dijo. 

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Foto: Télam

Uno de los voceros designados por el Ejecutivo para cabildear y hablar sobre este proyecto, el fueguino Matías Rodríguez, también sub 40, se dirigió a sus compañeros varones: “como mínimo se abstengan de votar en contra de las mujeres”. 

 

A pesar de que su voto y su operación en contra estaba a la vista, el formoseño José Mayans, jefe de bloque del oficialismo, no escuchó a su compañero. Por el contrario: no cedió ni un minuto sus privilegios y cerró el debate histórico. 

 

Ya vamos 25 minutos—le dijo Cristina Fernández de Kirchner cuando hablaba. 

 

El Atrio y el Salón de las Provincias, los espacios asignados para la prensa en el Senado, estallaron de aplausos. Fue una de las pocas intervenciones de la vicepresidenta que estuvo presente al comienzo para los discursos de apertura y para el final con una moderación burocrática y silenciosa. 

 

Hubo que esperar a que terminara el discurso de Mayans para ver en el tablero la proyección más optimistas de las que habían circulado desde temprano.

 

Con 38 votos a favor, 29 en contra y 1 abstención resulta aprobado, se convierte en ley y se gira al Poder Ejecutivo —dijo la presidenta a las 4.12 de la madrugada del 30 y continuó con el debate de Mil Días. 

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Los palcos, con presencias de diputadas, funcionarias y activistas estallaron: ahí estaban la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra. La habían acompañado las dos artífices de la ley: Jessica Kopyto y Florencia Feldman. Durante el debate, Ibarra fue y vino desde el Congreso a la Rosada. Se cambió y refrescó. También se hizo un rato para redactar textos que saldrán por el Boletín Oficial. Ella nunca descansa. 

La ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta y Estela Díaz, ministra de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad bonaerense estuvieron presentes. Las pioneras históricas Marta Alanis, Nelly Minyerski, Julia Martino y Laura Salomé Canteros se mezclaban entre Máximo Kirchner y Sergio Massa. De impecable trajecito verde, Malena Galmarini, la armadora, lo vivió con su hija Mili. La intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, y Juliana Di Tullio también vieron el resultado juntas. Más temprano habían pasado por allí Dora Barrancos, el ministro Ginés González García y la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti. Valeria Isla, directora nacional de Salud Sexual y Reproductiva, celebró el resultado. Y, por supuesto, l@s soror@s al comienzo, cuando recién se abría el debate, hicieron una pausa en la discusión sobre la fórmula de movilidad jubilatoria y fueron al Salón de Pasos Perdidos. Le pusieron el rock habitual que suma este grupo de diputadas transversales.

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Los que entraron con mi lista saben que este fue mi tema durante la campaña. No pueden hacerse los distraídos.

 

El presidente Alberto Fernández lo había prometido durante la campaña electoral y también lo había anunciado el 1 de marzo en la apertura de sesiones en el Congreso. El envío tardó 9 meses por la crisis sanitaria y en el último tramo del año hubo un sprint verde. 

 

Después del 11 de diciembre, con la media sanción todavía ardiendo, Cristina Fernández de Kirchner, en su rol de presidenta del cuerpo legislativo, resolvió el giro a las Comisiones de Justicia y Asuntos Penales, Salud y Banca de la Mujer. En un primer momento quería que fuera una de sus mujeres de confianza la responsable de la moderación: la santafesina María de los Angeles Sacnun, titular de la Comisión de Asuntos Constitucionales. Sin embargo, el conteo de votos para llegar a tener dictamen no era favorable. Por eso, y por pertinencia, se giró a la Banca de la Mujer que preside la pampeana y oficialista Norma Durango. Justicia está a cargo de Oscar Parrilli, a favor del aborto legal; y Salud la dirige Mario Fiad, cuya postura es en contra. En 2018 la cabecera había sido Salud y Gabriela Michetti había girado con dilaciones la iniciativa a Salud, Justicia, Asuntos Constitucionales y Presupuesto: en ese momento tres de las cuatro comisiones estaban presididas por senadores que estaban en contra de avanzar con este derecho.

 

Lo importante siempre es lo que no se ve—dijo una asesora de la senadora mendocina Anabel Fernández Sagasti a quienes le reclamaban entrevistas en la previa a la votación. El trabajo de ella fue sotto voce. Y empezó antes del giro al Senado: el fin de semana anterior a la votación del dictamen en Diputadxs ya estaba trabajando en los acuerdos posibles para lograr un proyecto que no rebotara. 

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Las fichas del tablero de la rosca que garantiza derechos empezaron a moverse temprano. No es la negociación de nuestros derechos. Es la real politk. La senadora pampeana, titular de la Banca de la Mujer y miembra informante, Norma Durango, fue la encargada del movimiento. Adelantó la jugada que permitió conseguir los votos del sector silencioso que la prensa nombró como indeciso: se habían mantenido herméticos o habían expresado disidencias que los mantenían en ese lugar y en objeto de negociación. El día anterior a la votación representantes del Poder Ejecutivo trabajaron a contrarreloj en el despacho de Vilma Ibarra con la promesa de una reglamentación que dejara conformes a quienes ponían trabas para dar su voto. “Un resultado contundente”, había pedido el presidente Alberto Fernández a su gabinete. Y el equipo trabajó para descomprimir el triunfo ajustado.   

 

Durango lo anunció en su exposición desde el despacho y luego lo explicó a la prensa en el Salón de las Provincias: el veto parcial del artículo 4 inciso B que habilitaba la posibilidad de la realización de un aborto después de la semana 14 en caso de violación o en el caso de que estuviera en riesgo la vida o “la salud integral” de la persona gestante.

 

Quitar la palabra “integral” del texto era un pedido que venían haciendo el ex gobernador y actual senador por Río Negro Alberto Weretilneck y el entrerriano Edgardo Kueider: consideraban que esa expresión podía habilitar todo pedido de aborto. Weretilneck estaba a favor. Se sabía. Pero ante la inminencia de la votación le puso valor al botón verde. Cuando fue su turno para hablar leyó conforme los cambios que se incorporarán en la reglamentación. 

 

“Hoy es un día de esperanza, vamos a debatir un proyecto que evitará más muertes injustas”, anticipó Durango. 

 

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Es difícil ubicar en la línea de la historia todas las cartografías, protagonistas y constelaciones que nos trajeron hasta aquí porque sería demasiado larga: casi cien años de criminalización y persecución y casi 50 años de lucha. Creció lento por momentos, con interrupciones por la dictadura cívico-militar, sin la masividad estridente, pero siempre insistente. No había lugar para hablar de aborto y, con persistencia, el lugar se fue haciendo. Empezaron por contar los abortos, hablar de nuestros abortos en el camino de la conquista de una ley que permita su práctica de manera segura en hospitales y centros de salud. 

 

“El aborto va a salir luchando y creando poder popular”, dijo Lohana Berkins arengando en uno de los foros en los que se construyó el proyecto de ley que se presentó en 2014. Y así fue. 

 

La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito surgió como decisión de las conclusiones del XIX Encuentro Nacional de Mujeres de Mendoza en 2004. Fueron más de 16 años hasta llegar hasta que sea ley. En este día vibraron las historias de organización feministas: las Católicas por el Derecho a Decidir, Elegir, el Foro por los Derechos Reproductivos como Mujeres al Oeste, Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto, La Revuelta y Socorristas y tantas más. 

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La misma Plaza de los Dos Congresos donde, desde 1989, Dora Coledesky y sus compañeras de la Comisión por el Derecho al Aborto ponían su bandera roja con una mesita plegable y repartían volantes y su revista artesanal hoy fue protagonista de la fiesta popular, el jubileo esperado.  

 

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En 2018 hubo 53 anotados para exposiciones individuales y fue récord: 17 horas de discusión. Esta vez fueron 59 los y las oradores. Al igual que en la Cámara Baja, nadie quiso quedarse afuera del registro para la memoria histórica que es la versión taquigráfica. 

 

El “poroteo”, esa palabra que no está en el diccionario pero que es el argentinismo que nos inventamos para dar cuenta del conteo de votos, tomó en cuenta 70 senadores porque el tucumano José Alperovich tiene licencia por la causa judicial de abuso sexual contra su sobrina. 

 

Después de varios días de especulación por su salud, el inventor del Día del niño por nacer en Argentina, el ex presidente y senador, Carlos Menem no estuvo presente. En coma inducido en el Sanatorio de Los Arcos, su hija insistió hasta último momento en hacerlo votar de manera remota. No pudo. 

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Foto: Prensa Senado Argentina  

Siete votos estuvieron bajo la vigilia atenta de quienes seguían el poroteo. En orden de aparición para hablar: la cordobesa cambiemita Laura Rodríguez Machado, la entrerriana Stella Maris Olalla, la neuquina Lucila Crexell, el salteño Sergio “Oso” Leavy, el entrerriano Edgardo Kueider, el catamarqueño Oscar Castillo y de Río Negro, Alberto Weretilneck, solo que el movimiento de Durango ya despejó cómo votaría antes de que hablara.

 

Leavy preparó dos discursos: “uno verde y otro celeste”. Lo mismo había hecho Alperovich dos años atrás. El tucumano no usó ningún discurso en ese entonces y votó en contra.

 

El presidente Alberto Fernández lo había visitado dos semanas antes de la votación. Dijeron que hablaron de la muerte de dos niños wichis en el norte de Salta pero también hablaron de esta ley. Las últimas semanas los viajes a las provincias que hizo el primer mandatario fueron el GPS que permitía cerrar el círculo de los indecisos y, al mismo tiempo, ver el trabajo de construcción de consensos del Poder Ejecutivo. Además de visitar tierras salteñas, Fernández estuvo en Entre Ríos con Edgardo Kueider, que había firmado el dictamen después de un llamado de Oscar Parrilli.

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Aún después de la reunión Leavy era una incógnita, que empezaba a reverdecer. Unos días antes advirtió en distintas reuniones que mantuvo: “Si me anoto para hablar es para justificar mi cambio de postura”. Es que en 2018 era diputado nacional y votó en contra. Cuando llegó la lista de oradores, su nombre apareció ahí y no falló. Hubo un discurso que quedó en un papel y nadie escuchó. Otro que se replicó en las diez pantallas en la calle: "Me di cuenta de que esto no se trata de mí, sino de una situación que le compete a muchas mujeres. Si mi voto ayuda a que una mujer no muera, voto a favor".

 

En el caso de Rodríguez Machado, de Juntos por el Cambio-Córdoba, ella sufrió las presiones de su propio espacio político. Sin embargo, anunció su voto a favor de la vida y la salud de mujeres, lesbianas y trans.

 

Cuando habían pasado casi dos horas de debate, el discurso de la rionegrina del Frente de Todxs Silvina García Larraburu empezó a pintar de verde corazones que habían sido celestes. En 2018, a último momento, había votado en contra del derecho y a contramano de su bloque. “Hace dos años me encontraba sosteniendo una posición diferente a la de hoy. Aprendí mucho en estos dos años. Como dirigente política tengo la obligación de cuestionarme, de comprender e involucrarme con las demandas de las nuevas generaciones porque, en definitiva, estamos votando para su futuro”, dijo. Y habló de la deconstrucción y de cómo se articulan las luchas feministas y ambiental. “Somos parte de una generación bisagra”, dijo. Tres semanas atrás el presidente la había visitado en Bariloche. Después de su exposición, un cementerio de supuestos fetos muertos abortos apareció en la puerta de su casa.

—¡Están todos esperando su discurso!—interrumpió un senador. 

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La incertidumbre sobre la radical entreriana Stella Maris Olalla era total. Cuando llegó su turno para hablar hubo un silencio técnico clásico para la época. Después de un discurso sinuoso y, por momentos, críptico, adelantó su voto desde su departamento en Paraná: “La interrupción voluntaria del embarazo debe ser incorporada como una nueva causa del Estado", dijo veinte minutos antes de las 22. 

 

“No cambié mi manera de pensar sobre el aborto. Cambié el enfoque. No es feminismo o religión. El aborto clandestino es una figura silenciosa que escribe páginas muy tristes”, dijo Lucila Crexell, del Interbloque Federal de Neuquén, cuando ya habían pasado seis horas de debate. Dos años atrás se había clavado en la abstención. 

 

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Una semanas antes de la votación un grupo de correligionarias visitó a Oscar Castillo con un vino y una carta. El expresidente de la Juventud Radical de Catamarca, ahora aliado a Juntos por el Cambio desde su monobloque en el Senado del Frente Cívico, sembró dudas en la previa de la votación, a pesar de que dos años atrás había votado a favor. No contestaba llamados y no firmó el dictamen. El cálculo especulativo de Castillo era: si los peronistas tienen los votos, se abstenía. No quería que capitalizara el triunfo. Ese fantasma mezquino que circuló en la previa no se materializó.

 

Sin embargo, la actitud de Castillo podría entre otros y otras senadores. Por eso, a pesar de que estaban los números ni el gobierno ni los y las senadores festejaron por adelantado. No podía bajarse ninguno ni ninguna. La prudencia primó hasta que el tablero marcó el resultado anunciado. 

 

El presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, también se subió a un avión en busca de la rosca que garantiza derechos. Viajó casi en representación del Poder Ejecutivo. Estuvo en San Juan con el mismo pedido que le había hecho Wado de Pedro al gobernador Sergio Uñac. 

 

El fin de semana anterior a la votación Salta y Entre Ríos, territorio de indecisos silenciosos, también fueron focos de movilizaciones convocadas por la contraofensiva antiderechos. 

 

Roberto Mirabella es de Rafaela, una ciudad santafesina ultra religiosa y conservadora. Recibió presiones del nivel de visitas personales del obispo de su ciudad en los últimos días. Le pedían la abstención como a Omar Perotti en 2018. Viajó hasta Buenos Aires para votar tranquilo en el recinto.

 

No hubo grandes sorpresas porque se trabajó para conseguir el número. “La política se hizo cargo de una demanda. Estamos frente a una ley que nos hace más iguales. Es un gran día para la lucha de las mujeres en Argentina”, dijo Ibarra cuando terminó la sesión en el Salón de las Provincias. 

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Esta vez la combinación entre el glitter, la demostración de fuerza en las calles, el cabildeo y la rosca de una juventud feminista más una rosca política más horizontal y tradicional hizo posible la ampliación de derechos: mujeres legislando, mujeres gobernando y feministas articulando. Sagasti trabajó en línea con Casa Rosada. La transversalidad hizo lo suyo con una oposición que no se dejó arrastrar por las presiones de Mauricio Macri ni las mezquindades. Los discursos de Martín Losteau y Luis Naidenoff fueron dos de los más contundentes. 

 

En 2018, con 38 votos en contra, 31 votos a favor, 1 ausencia y 2 abstenciones, el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo fue rechazado por la Cámara de Senadores y devolvió a la Argentina a 1921. En esta oportunidad la fuerza del movimiento feminista traccionó hacia adelante: la voluntad política del gobierno con la rosca que garantiza nuestros derechos y el empuje generacional convirtieron al país en el más poblado de la región con aborto legal. Un pañuelo verde ahora recorre América Latina y el Caribe que miró lo que pasaba en Argentina como una ventana de oportunidad. El 97% de las personas en edad reproductiva que viven en este territorio habitan contextos restrictivos en cuanto a sus derechos sexuales y reproductivos. Nuestro país es la evidencia de las transformaciones que pueden dar lugar a pura prepotencia de trabajo, organización popular y tenacidad militante

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Foto: Prensa Senado Argentina  

La vigilia no terminó. La vigilia recién empieza porque la contraofensiva antiderechos y antidemocrática no se quedará inmóvil: en su discurso de derrota Silvia Elias de Pérez anunció que irán por la judicialización. 

 

Con pedagogía feminista habrá que monitorear su implementación, que la objeción de conciencia no sea un obstáculo y-especialmente- la comunicación del derecho. Además, la libertad será nuestra causa: un informe del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) habla de 1532 causas iniciadas por aborto y 37 por eventos obstétricos. Con la legalidad como escudo habrá que trabajar en la liberación de aquellas que nunca deberían haber estado encerradas. 

 

Ganó la ley de la vida y la inistencia feminista de no tolerar que el deseo nos coloque en una zona de riesgo tan fatal que en las últimas tres décadas hay, al menos, 3.040 mujeres menos por la ausencia de una ley de aborto legal, seguro y gratuito. Triunfó la puja para que las maternidades dejen de ser forzadas. El Estado hoy nos reconoce como ciudadanas plenas. El cambio de paradigma es total: tenemos derecho a decir que no y planear nuestros futuros. Al igual que el trabajo doméstico invisibilizado y no remunerado que recae con mayor fuerza sobre las espaldas de las identidades feminizadas, el trabajo de las feministas en la conquista de sus derechos nunca se termina.