Crónica

Scioli y el Luna Park


Perfume de naranjo en flor

El Luna Park mostró al peronismo adaptándose a los pasos de una nueva coreografía: la ola naranja compartió espacios con la juventud kirchnerista, los sindicatos y organizaciones políticas y territoriales. El pop y la cumbia a todo volumen, tapando cualquier cántico, fueron el preludio de un escenario donde se celebró sin euforia. Una parte de la militancia se ilusionó con un cuarto gobierno consecutivo peronista y otra se resignó a votar al candidato elegido por Cristina. La crónica de una noche de muchos triunfos parciales.

El Luna Park reventó de a poco y se desinfló de golpe ni bien el candidato a presidente Daniel Scioli terminó de hablar. Las horas previas al discurso estuvieron musicalizadas con canciones de Ricardo Montaner, combinadas con dosis de Agapornis, Miss Bolivia, la Sole, cumbia remixada y algunos hits de FM. En un momento hubo un trencito de cuatro personas. Como una mano invisible subía abrupta y caprichosamente el volumen en medio de los cánticos de las agrupaciones, recién a las 23:41 los militantes pudieron cantar, entera, la Marcha Peronista.

—Estando 12 puntos arriba de Macri y 20 arriba de Massa, es el momento —dijo Scioli media hora después.

Así, pidiendo disculpas por la demora, comenzó el discurso. A su derecha, Carlos Zannini -compañero de fórmula- y su esposa. A su izquierda, Karina Rabolini le acariciaba la espalda, saludaba al público, juntaba las manos como quien reza y se las llevaba a la boca de la emoción. A metros, sobre el final del escenario, la plana mayor de funcionarios bancaba al candidato. Apenas pasadas la medianoche, el FpV sumaba 36 por ciento y Cambiemos más de 30, una diferencia menor a la que se conocería a la mañana siguiente.

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Cuando subió al escenario ya hacía rato que sonaba sin parar el tema que Ricardo Montaner le compuso para la campaña:

“Yo creo en ti, yo creo en mí,

yo creo en ti, yo creo y puedo,

yo creo en Dios y en el amor,

uh uh”

Abajo del estrado la multitud intentaba adaptarse a los pasos de una nueva coreografía. Durante el peronismo kirchnerista las grandes organizaciones se repartían los espacios, procuraban llegar temprano con  sus banderas para ocupar los lugares y La Cámpora era el eje. El búnker sciolista funcionó en base a un código de múltiple acreditación (pulsera verde, blanca, azul, naranja, fucsia) que habilitaba a los diferentes espacios que había asignado la Juventud Sciolista. La estética del escenario era novedosa: durante la dulce espera las pantallas gigantes del ancho del escenario no proyectaban logros de gobierno, obras, pibes, pibas, pueblos sino los nombres de la fórmula y una consigna: “Círculo celeste y blanco”. Ese fue el nombre de la cena de recaudación -un evento en Costa Salguero para 3500 invitados- de la fórmula Scioli-Zannini. El nombre era respuesta al “círculo rojo” del macrismo.

¿Qué es el círculo, simbólicamente? Desde la interpretación “arcánica” se lo considera signo de unidad, absoluto, perfección y protección. La definición parece una metáfora de las intenciones del candidato, de su discurso, y de las esperanzas de algunos de una inclusión más equitativa en el nuevo esquema de poder. También significa "lugar geométrico como conjunto de puntos equidistantes del centro”. Casi una definición de Conducción Política de Juan Domingo Perón: el timonel de un conjunto de intereses y colectivos reunidos sinérgicamente en una dirección.

Nicolás “Chino” Rodríguez tiene menos de 30 años y es uno de los referentes de la juventud naranja. Desde el segundo VIP -el más exclusivo de todos era el dorado- y con un vaso de plástico en la mano dijo:

—La estética de este acto es el resultado de la modernización del peronismo, que lleva 13 años en el poder. La recuperación de la política y este modo de organización no se contradicen.

Respondió de frente, sin titubeos ni justificaciones barrocas y con un argumento que encendería la alarma de cualquier sommelier de ‘pospolítica’. Autores como Jacques Ranciere o Gilles Lipovetsky explican la pospolítica como una especie de estadio donde una estética mercantilizada funciona como ideología solapada.

—El kirchnerismo es la base fundacional, en tanto actualización del peronismo. Scioli viene a profundizar el modelo pero los momentos políticos actuales presentan nuevos escollos que deben ser afrontados. En este proceso, Daniel será el conductor de la diversidad del peronismo: articulará la organización reordenando el PJ sin que se convierta en el PRI —remató.

En la puerta por la que entraban los funcionarios, ya del lado de adentro el estadio, tres chicas repartían remeras y gorras naranjas. María tiene 17 años, va a una secundaria privada de Belgrano y forma parte de la Mesa de Juventud Sciolista.

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—Me sumé porque él representa el desarrollo y la profundización de las políticas de estos doce años —dijo sin detenerse, ni por un segundo, de repartir merchandising naranja. Su amiga Jimena tiene -además de remera y bufanda- una vincha del mismo color que se fabricó con un pedazo de tela.

¿Por qué Scioli?

—El proyecto no son apellidos. Yo soy recontra kirchnerista pero no me copa el fanatismo que hay con Cristina. Scioli es como más.... más.... —dijo e hizo el gesto de quien pide bajar el volumen.

¿Calmo?

—Claro. De hecho, eso va a hacer que cambie nuestra relación con el mundo.

***

Los primeros militantes organizados llegaron cuando empezaba a anochecer. Eran 20, de la corriente Martín Fierro de Lomas de Zamora.

—Si Cristina dijo que Scioli es el candidato, es y punto —dijo una de ellas. Después, con bebé en brazos, siguió cantando el tema que sus compañeros agitaban con el bombo:

“No pasa nada, si todos los traidores se van con Massa, siempre te sigo, somos los soldados del pingüino”

Casi a la par, algunos compañeros de UPCN (Unión Personal Civil de la Nación) se repartían pecheras de la Agrupación Peronismo Blanco.

—Nosotros bancamos a Scioli desde el primer momento, cuando Cristina aceptó la candidatura —dijo Roberto.

La definición se repetirá a lo largo de la noche: para muchos de los presentes, Scioli nació cuando la Presidenta lo dejó competir y -más aún- cuando le puso a Zannini de vice. Aunque haya sido vicepresidente de Néstor Kirchner desde 2003 hasta 2007. Aunque sea gobernador de la Provincia de Buenos Aires desde entonces, durante dos períodos consecutivos.

Al lado de ellos, se asomaba queriendo entrar un hombre de 73 años con rango de casi famoso. Short de jogging, musculosa, zapatillas deportivas, vincha y un rollo de papel en la mano: era Jorge ‘correcaminos’ de Don Torcuato, el militante kirchnerista infaltable que va a todos los actos con una pancarta diferente.

—Cada frase que escribo me lleva 40 días de pensamiento hasta que me decido.

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El de hoy dice ‘Soy Néstor y Cristina’.

—Yo vengo de una familia patricia, mis padres fueron gorilas y viví toda mi vida en Belgrano pero el peronismo me enseñó algo: liderazgos. Voto a Scioli porque la Jefa me dijo. Pero voy a ser de los primeros que reclame si no cumple.

Cuando todos estuvieron ubicados, el lateral derecho quedó repleto de UPCN. Le ponían “punch” con cantos cortos, distintos a esas letras complejas que tararean ensayos. “Borón bón bón, borón bón bón, los sindicatos son de Perón”, tronó UPCN. Un cántico con ecos de  1983, cuando el entonces presidente Raúl Alfonsín envió al Congreso el proyecto de “democratización sindical” que naufragó: “Y ya lo vé, ya lo vé, hay una sola CGT”.

La Cámpora ocupó las tres cuartas partes del lateral izquierdo y lo compartió con MILES, los radicales de Los Irrompibles y una ruidosa columna de las Villas 21 y 24 que coordina Víctor Ramos: “Se siente, se siente, Scioli Presidente”, entraron cantando.

Antes, sobre la Avenida Madero, habían lanzado bengalas naranjas. Desde ese win, los pibes y pibas de La Cámpora enrojecían las gargantas. De sus canciones, solo una consiguió adhesión de la tribuna central, la que recuerda que la gloriosa  Juventud Peronista resistió bombas, fusilamientos y desapariciones; y otra, en la que se autodenominan soldados del pingüino. Los sindicatos movían sus paraguas, pero la letra allí tenía un eco leve. Pero cantar no era fácil para ellos ni para nadie: una mano invisible subía la música del escenario principal y tapaba cualquier intento. A “Somos de la gloriosa juventud peron....” le seguía una estrofa de Agapornis. Al “ohhh, yo soy argentino, soy soldado del ping....” del Movimiento Evita lo interrumpía una cumbia de Karina. Cuando, entre todos, intentaron la Marcha Peronista, se escuchó Abel Pintos: “Nada se termina por un error, podemos tratarnos bien, aceptarnos y aprender”.

En la platea central había un collage de organizaciones ochentistas y contemporáneas: las sillas las ocupaban el MUP (Movimiento de Unidad Popular), la Nunca Menos, Descamisados, la Ramón Carrillo, el Movimiento Evita, Nuevo Encuentro, Descamisados, Movimiento Campesino, la Martín Fierro, Frente Nacional Peronista, Kolina, Unidades Básicas y Ateneos. La centralidad ya no es de una organización: el desafío, parece, es ver cómo el sciolismo produce una articulación política con todas las organizaciones.

Entre las banderas se debatía, se ensayaban interpretaciones sobre el acto, los resultados y el futuro. La mayoría coincidía en la llegada de una nueva etapa en la que los movimientos deberán cumplir un rol de mucha responsabilidad.

¿Temen que haya un retroceso?

—Para nada. Por primera vez en la historia, el peronismo como movimiento nacional, popular y desarrollista puede gobernar cuatro períodos consecutivos. Daniel Scioli se comprometió a producir reformas importantes como la de crear el Ministerio de Economía Popular, modificar la Ley de Educación Superior y jerarquizar los Derechos Humanos- dijo uno de ellos y se levantó de la silla para volver a cantar.

—Nosotros no tenemos miedo: la derecha teme un cuarto gobierno peronista consecutivo.

—Para hacer pronósticos estamos mandados a hacer, pero acá hay que basarse en los hechos. La realidad es que nunca se desvió.

—En todo caso, el problema no es una fórmula que puede parecer contradictoria porque el peronismo como movimiento nacional se nutre del conflicto que regula en sus filas. El tema es el contexto regional: las promesas industrialistas del candidato se ven encorsetadas en bravos aprietes y operetas de la derecha mundial contra gobiernos como el de Brasil y Ecuador.

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En lo que la mayoría coincide es en que el escenario es complejo y que el tenso desafío de Unidos y Organizados probablemente sea el de ver cómo incluir a lo que el sciolismo aporta como fuerza. Pero con un matiz: hablar de una conducción en manos de Scioli y una referencia en Cristina sería una ingeniería novedosa para el peronismo que hace de la lealtad y la verticalidad su punto de Arquímedes.

Hubo quienes fueron más críticos, hablaron de “pospolítica” y señalaron que la organización y la militancia no eran los ejes del evento. Otros, se mostraron contentos con el lugar en la tribuna y lo entendieron como la materialización de una ampliación de la base.

La diversidad de movimientos en la tribuna se completaba con la presencia de un gremio: la Unión Ferroviaria. Roberto Núñez, secretario de relaciones institucionales, dijo que confía en que Scioli será la continuidad del cambio que empezó Florencio Randazzo:

¿Qué es lo que falta?

—Tiempo. Los trenes se destruyen muy fácil pero se demora mucho en reconstruirlos.

***

También hubo quienes llegaban “sueltos” y se juntaban en grupitos o se quedaban solos escuchando, cantando, chateando. El estadio no estaba habilitado en su máxima capacidad y tampoco estaba colmado. Algunos de los jóvenes de las organizaciones recordaban aquel acto 14 de septiembre de 2010, convocado bajo el lema “La juventud le habla a Néstor, Néstor le habla a la juventud” y con afiches que parieron al Nestornauta. Pero lo operaron 72 horas antes y no pudo hablar.

—En otra época hubiera habido guerra de lugares, de consignas, qué maravilloso estar en un lugar en donde todos seamos una sola garganta y un sólo corazón para gritar ¡viva la paria!, ¡viva la Argentina, vamos con la juventud, vamos con los trabajadores, con los estudiantes! -dijo Cristina, la única oradora de aquel acto. Hubo veinteañeros que, esa noche, cantaron la Marcha Peronista por primera vez.

Matías tiene 25 años y fue al Luna con 8 amigos. Son todos de la Escuela de la Provincia del Chaco, en Flores. No pertenecen a ninguna agrupación. Es más: quieren armar una nueva. Están buscando el nombre y se va a centrar en incluir desde lo deportivo, una de las promesas del candidato del FPV.

—El deporte sirve para un montón de cosas, enseña a respetar las reglas, no hace diferencia entre quienes tienen más o menos —dijo.

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Foto: Télam

***

La lógica de la acreditación múltiple y un laberinto de corralitos hacía casi imposible el diálogo entre periodistas y organizaciones. O entre organizaciones y funcionarios. O entre funcionarios y periodistas. Lo convertía en una hazaña. En el espacio que ocupaban los medios se discutían cifras, se tiraban cables, se cargaban celulares y circulaba un catering de pizzas, brownies y medialunas. Estaba adornado con carteles con una foto Daniel y Karina en la que se miran y les caen papelitos en el medio. “Con más fé y esperanza que nunca”, decía el texto.

En el VIP había mesas, sillas y televisores LED. Ahí, los kirchneristas de pura cepa como Wado de Pedro, Horacio Pietragalla, Teresa Parodi, Juliana Di Tullio, Juan Cabandié, Roberto Feletti, Mariano Recalde, Sergio “Pato” Urribarri, Débora Giorgi y hasta el alfonsinista Leopoldo Moreau se codeaban con funcionarios del sciolismo en animadas tertulias y sesiones fotográficas. De Pedro y Pietragalla eran los más solicitados por las activistas naranjas que pedían selfies.

En el mismo espacio, dirigentes como Cristina Alvarez Rodríguez, Jorge Taiana, Gabriel Mariotto, Jorge Telerman, Mariana Gras, Quito Aragón, Marcelo Duhalde, María Rachid, Victoria Montenegro, entre otros, charlaban en un clima de cordialidad y miraban a las pantallas expectantes. Eran más de las 10 de la noche, los datos no llegaban y en el campo los organizadores repartían banderitas de plástico de Argentina.

El VIP dorado era inaccesible: desde ahí, a las doce de la noche, salieron Axel Kicillof, Moria Casán, Nacha Guevara, Alberto Pérez, Alejandro Collia, Santiago Montoya, Carlos Ruta, Sergio Berni (con niña en brazos), Victoria Onetto, entre otros. Se juntaron con los representantes del kirchnerismo y, como una compacta columna que avanzaba apretujada sin fisuras, se acercaron a paso lento hacia el escenario principal.

En el momento más álgido del discurso, mientras Daniel se emocionaba y se secaba la transpiración, Karina notó que algo pasaba en el público: alguien necesitaba algo. La “mujer solidaria, empresaria y actual primera dama de la Provincia de Buenos Aires”, como se define en las redes sociales, le dio una palmadita a su pareja como diciéndole “tranquilo, ya vuelvo” y salió de cuadro. Corrió unos metros hacia atrás del escenario, pidió ayuda a alguien de la organización y volvió impoluta, a sonreír frente a las cámaras.

El candidato dio un discurso con dialéctica dialoguista, se refirió a las “tres T del Papa Francisco” -tierra, techo y trabajo- y agregó innovación, inversión, igualdad, inclusión, desarrollo. Es decir, caras del kirchnerismo. Hizo referencia a su compromiso para trabajar por las mujeres a su manera: “Cuando se ataca a la mujer, se ataca al corazón de la sociedad: la familia”, dijo. Acto seguido, volvió a nombrar al sumo pontífice. Casi al final, mandó a todo el mundo a levantarse temprano al día siguiente y seguir trabajando. Con humildad.

Cuando terminó de hablar hizo un gesto a los funcionarios: todos se acercaron en manada. Unidos. Organizados. Mientras tanto, el Luna Park se desinflaba a la velocidad de un globo desatado. Afuera no había -nunca hubo- congestión. La pantalla gigante ubicada en la esquina de Bouchard y Alem ya estaba apagada: llovía mucho.

Varios de los protagonistas -Kicillof fue de los preferidos-dieron la mano a quienes la alzaban en primera fila. Pero Karina fue la que más conectó: leyendo cartelito por cartelito, charlando y sacándose fotos, la primera dama de la Provincia demoró en irse del escenario. Daniel la observaba y le seguía el ritmo, como sabiendo que lo que ella hiciera estaba bien. Después, últimos y juntos, salieron.