BASTA DE PONER HUEVO

FÚTBOL, VIOLENCIA Y POLÍTICA

Arte Juan Lacour

A los doce minutos del primer tiempo de otro clásico se empezaron a escuchar las balas. Fuera del estadio, la barra del equipo visitante disparaba sobre los hinchas del equipo local.

Un joven de 18 años recibió un tiro mortal. Otros cinco, heridas leves de arma de fuego. 

Un asesinato más en el fútbol.

La dinámica no es nueva. Miembros de una barra van al territorio rival, una “invasión” para demostrar aguante, para probar que los rivales no pueden “cuidar” su territorio.

Las barras (y también muchos espectadores que no son de las barras, algunos jugadores, otros dirigentes) entienden que la violencia, que nunca denominan violencia, que llaman aguante, es una forma legítima de ganar prestigio.

Una honra masculina, que hace de la violencia su prueba. Una prueba de inclusión en un mundo de pares, un mundo que en algunos casos está regado de dinero, de mucho.

La lógica del aguante muta, pero desde los años 80 ordena el universo violento en el fútbol argentino. La lógica muta pero la política está siempre, de todos los colores.

La investigación en curso dejó al descubierto contactos entre barras y políticos. Estos vínculos no son nuevos, existen desde que existen las barras.

Las barras vendieron durante mucho tiempo su fuerza de trabajo a los profesionales de la política. Tienen dos capitales: violencia y territorio. 

Colaboran en la seguridad, van donde nadie va; venden su arrojo. Además, conocen los barrios, tienen contactos, manejan una agenda de relaciones que puede ser útil.

Lo nuevo es el vínculo con los “transas”. El negocio de las drogas ilegalizadas toma a algunas barras, algunas sólo algunas, como mano de obra. Todos los mercados necesitan de la violencia para su regulación.

El aguante cambió y permite, ahora, probarse también con la faca y el fierro. Ganaron el lugar que antes tenían los puños. Las armas  se usan cada vez más.

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