El silencio tiene acción

En las tres horas que dura Drive my car los personajes cuentan historias, tejen diálogos a destiempo y se despegan de las palabras.

Estamos a bordo de un Saab 900 turbo rojo modelo 87. Al ritmo tenue pero firme del auto en movimiento, Drive my car nos advierte su escala. En la película nada apura, todo tiene su tiempo y su velocidad.

En Drive my car proliferan las historias. Oto, la mujer de Kafuku, las inventa mientras hace el amor. Busca la historia como se persigue un orgasmo.

El amor en Drive my car es contar historias.

Oto graba en cassette las líneas de diálogo de las obras en las que trabaja su marido para que él pueda repasarlas mientras maneja. Y así lo vemos en el auto, sostenido por una complicidad con su mujer.

El amor en Drive my car es un diálogo a destiempo.

Cuando Kafuku vuelve a su casa y encuentra a Oto cogiendo con otro en el sillón, él la observa unos segundos y se va sin hacer ningún ruido.

El amor en Drive my car es hacer algunos silencios.

Kafuku tiene un accidente con el auto que le produce una pérdida parcial de la visión. En la siguiente escena, él y Oto visitan un templo en el que está enterrada la única hija que tuvieron.

El amor en Drive my car es compartir un duelo.

Mientras Kafuku repasa las líneas de una obra de teatro en el auto  y se escucha la voz de Oto decir “¿Qué se le va a hacer? Hay que vivir”, la mujer tiene un derrame cerebral y muere. En su entierro, algo en la expresión de Kafuku se desmorona.

El amor en Drive my car también es quedarse solo.

Dos años después de la muerte de Oto, Kafuku viaja a un festival de teatro en Hiroshima. Le anuncian al llegar que tendrá chofer: Misaki, una conductora excelente.

Misaki es el personaje más magnético de Drive my car. Su pregnancia descoloca como su forma de manejar: su presencia es sutil pero ineludible. La escena en la que Hamaguchi nos presenta a esta mujer es el corazón de la película.

Misaki debe llevar a Kafuku del trabajo al hotel. Kafuku debe entregarse a una desconocida. Kafuku pide escuchar el casete para repasar sus líneas y se proyecta la voz de Oto. Misaki maneja con cuidado y nosotros también nos entregamos a ella.

“Ella acelera y desacelera con tanta suavidad que apenas siento la gravedad, a veces olvido que estoy en un auto” dice Kafuku sobre Misaki sin mirarla. Kafuku y Misaki se aproximan en viajes largos y silenciosos.

Sin que podamos advertirlo del todo se hacen confesiones y preguntas. No se abruman. Pronto Kafuku estará hablando de Oto y Misaki de su madre: sus muertas.

La intimidad en Drive my car es compartir un duelo.

En esta película también proliferan los monólogos. Hay largas escenas con planos muy próximos y personajes mirando fijo a cámara en las que se dicen cosas. Drive my car oscila entre el monólogo y el silencio como formas absolutas y antónimas de lo íntimo. 

Kafuku y Misaki tejen una complicidad en pequeños gestos que se condensan en la imagen más bella de la película: Kafuku le ofrece fumar a Misaki mientras maneja. Prenden dos cigarrillos y los apoyan en la ventana abierta del techo  del saab.

Kafuku le pide a Misaki una vez más que maneje su auto, que le muestre el lugar en el que creció. Emprenden el viaje más largo hasta ahora y Hamaguchi explora todas las formas posibles de filmar un auto en movimiento.

Y llega el plano que más nos importa: el que muestra lo que va quedando atrás. Hamaguchi decide retirar el sonido en una de las escenas del viaje como una forma de aturdirnos.

En Drive my car el silencio no contiene más ambigüedad que las palabras.

En Drive my car el silencio es el lenguaje universal

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