Crónica

Cristina en campaña


Ustedes, ellos y yo

Con un acto breve, prolijo y emotivo Cristina Fernández ratificó su potencia política sin confirmar si será candidata. En un escenario donde hubo lugar para bonaerenses afectados por la actual coyuntura pero no para los dirigentes del nuevo partido Unidad Ciudadana, la expresidenta no habló de las conquistas del pasado sino que ancló su discurso en el presente. Con referencias a las “vidas desorganizadas” que deja la economía actual, su discurso se ordenó en torno a la idea kirchnerista del Estado como articulador y garante de los derechos.

Cristina Fernández de Kirchner no volvió ayer. Sí fue protagonista única de un acto que ratificó el lugar que ocupa en el mapa político. Y aunque no habló de candidaturas, echó mano a simbolismos para reafirmarse hacedora de un reciente pasado de bienestar que éste presente astilló y a la vez mostrar disposición a liderar el movimiento ciudadano que recupere lo perdido en un futuro cercano.

El primer simbolismo fue haber elegido el feriado que conmemora la muerte del creador de la bandera nacional –el favorito de Cristina- para lo que se creía sería un lanzamiento de postulación a las PASO, con ella como única oradora y que convocó con la consigna de llevar, precisamente, sólo la enseña que Belgrano nos legó. Así presentó Unidad Ciudadana, el sello con el que pretende dejar atrás otros como el del Partido Justicialista o el Frente para la Victoria. Un conglomerado de gente de a pie, cristinistas, empoderados, peronistas.

Un acto que para la entrada de ella al escenario se musicalizó con una canción de la Bersuit Vergarabat en cuya letra pueden rastrearse las claves de una puesta en escena apoyada mucho más en la emoción que en la política: "El viento trae una copla, recuerdos del huracán, que un día me partió un ala y me hizo caer, hasta acá me arrastré. Nuestra bandera flameaba en medio del temporal. Del norte el frío mataba, se hizo dura la piel, el terror fue la ley. Y no olvidé nada, que plantamos ilusión en la pampa mojada, que sudaba, como yo, inevitable ausencia. Y no me saqué el anillo, ni el cielo la Cruz del Sur, ni mi titilar de grillo, que por las noches canta, porque extraña a su amor. Y sigo lavando copas de gente mejor que yo; si puedo, bebo las sobras".

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Un acto desplegado sobre un cuadrilátero armado a un metro y medio del césped e inmerso en parte de la multitud para que ella hablara sola –una imagen casi calcada de su discurso de despedida el 9 de diciembre de 2015- pero cerca, mano a mano, cuerpo a cuerpo. De hecho, terminó rodeada de víctimas del modelo actual y sus historias. Un acto que dejó a algunos con sabor a poco y a muchos con nostalgias del pasado y la esperanza de un futuro para recuperar lo de antes, pero sin certezas sobre si será o no candidata en esta PASO a cielo abierto de quienes integran y desintegran el peronismo.

Un acto anclado en el presente. Que del pasado hablen ellos, parecía ser la consigna. “Claro que tenemos pasado, no nací de un repollo. El problema que tenemos es que con ellos no tenemos futuro”, profetizó.

Un acto cristinista en estado puro: la líder mano a mano con sus votantes, seguidores y devotos. Como una misa. Sin intermediarios visibles. Sin las componendas, acuerdos, portazos, regresos propios de la política que no se televisa. Sin pases de factura ni menciones a otros peronistas que no se sumaron a Unidad Ciudadana. El acto de Arsenal mostró un cuidado por las palabas, las formas y los detalles que no se había visto en las otras apariciones públicas de Cristina como expresidenta (el acto frente a Comodoro Py, las actividades en el Instituto Patria, la entrevista en C5N).

Habló apenas 45 minutos. Su discurso fue emotivo y contenedor. El acto cerró con el himno nacional interpretado por Mercedes Sosa y luego con una canción épica del repetorio ricotero: “Banderas en tu corazón, ¡yo quiero verlas! ondeando, luzca el sol o no ¡Banderas rojas! ¡Banderas negras! de lienzo blanco en tu corazón. Perfume al filo del dolor. Así, invisible licor venéreo del amor que está en las pieles, sedas de sedas que guarda nombres en tu corazón”. ¿Más simbolismo?


No vinimos por el chori, no vinimos por el plan, vinimos por un proyecto, nacional y popular se cantaba desde temprano. O no me importa lo que digan los gorilas de Clarín Vamos todos con Cristina a liberar el país. Y ya lo ve, y ya lo ve, es para Macri que lo mira por tv. Y también ese mantra oooh vamos a volver, a volver, a volver, vamos a volver. Y Cristina senadora o Cristina presidenta que ella censuró mientras hablaba.

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En la platea, el palco embanderado con los colores patrios (que serviría de fondo a Cristina en las fotos, otro simbolismo) se armó desde temprano del centro hacia los laterales. Allí, como figura convocante estaba Máximo Kirchner, acodado sobre una baranda y flanqueado por el intendente de Avellaneda Jorge Ferraresi (a la derecha) y el de Berazategui, Patricio Mussi (a la izquierda), justo arriba del portón del que emergió CFK. Más allá, intendentes clave para traccionar votos como los de La Matanza, Moreno, Esteban Echeverría, Lomas de Zamora, Florencio Varela,  Escobar y el Partido de la Costa, entre otros de las poderosas secciones electorales bonaerenses.

A los costados y arriba se ubicaron por orden de llegada o estrategia personal (no parecía haber asignación previa) ex ministros como Axel Kicillof, Aníbal Fernández, Daniel Filmus, Teresa Parodi, Carlos Tomada y Nilda Garré; Agustín Rossi; sindicalistas como Hugo Yasky, Omar Plaini y Víctor Santa María; Fernando Espinoza; Juan Cabandié; Juliana Di Tullio; Martín Sabbatella; Daniel Scioli; Eduardo Wado De Pedro; Andrés Larroque, Héctor y Mariano Recalde; Gabriela Cerruti; Sergio Berni; los diputados porteños Gabriel Fuks; Gabriela Alegre y José Campagnoli; Alicia Castro; Gustavo López; Eduardo Valdés; Leopoldo Moreau; Aníbal Ibarra; Leandro Santoro; Carlos Raimundi; e intelectuales como David Blaustein, Horacio González, Liliana Herrero y Ricardo Forster, entre otros miembros de Carta Abierta y del Instituto Patria. La paleta de colores completa del frente Unidad Ciudadana, sin disonancias aparentes.

Predominaron, claro, las banderas argentinas, viejas y recién compradas a 50, 70 y 100 pesos; con la cara de ella y/o de Néstor; más Perón y Evita; una de la macha y de los pueblos originarios; otra de Quebracho que se quedó afuera; dos colgadas en las inmediaciones que decían: “Creo en mi si te veo hoy me pedis que no me rinda por vos. Cristina o nada; otras de los sindicatos Marítimos y ATE, entre otros o de Descamisados y Nuevo Encuentro.


Desde tres horas antes del horario previsto para el inicio del acto (las 14), los alrededores de las calles Mujeres Argentinas y Bartolomé Mitre de Sarandí se poblaron de autos particulares, 4x4, combis chárter, micros escolares, colectivos fuera de línea y gente de a pie que llegaban del norte, sur y oeste del Gran Buenos Aires; pero también de Mendoza, Rosario y Tafi Viejo (Tucumán). “¡A dos carriles!”, gritaban u ordenaban trapitos ad honorem para apilar los transportes. “Veo mucha gente común”, se sorprendía el dueño de un garaje que, para marcar distancia, se refería a la ex Presidenta como la vieja.

Del monumento a Perón levantado en un extremo de la plazoleta –que todos parecían ignorar-, bajo la estación del tren Roca y hasta la cancha de Sarandí, se ofertaba toda la liturgia del gorro, bandera, vincha, remera, pines, libros, revistas, facturas, chori, hamburguesas, tortillas y un amplio surtido de bebidas de primeras y segundas marcas. Familias enteras, militantes, parejas, laburantes, jóvenes, adolescentes, niños y niñas conformaban un variopinto que avanzaba hacia el estadio. La cancha de Arsenal tiene una capacidad oficial de 18.000 espectadores, a los que habría que sumarle los 14.000 que estaban en el césped (unos 7208 metros cuadrados en los que se calcula que entran dos por cada uno). La locutora diría más tarde que habían quedado afuera otros 30 mil para mirar el discurso por pantalla gigante. El set list de la espera –en el que predominó el rock sobre la cumbia- registró pocos hits que levantaron al público y a los celulares como cuando sonó una versión en vivo de Ji ji Ji de Skay Beilinson y los Fakires.


Entre los empoderados y empoderadas que matizaron la espera en el césped y con menú de picnic sobresalía el infaltable Correcaminos, como gusta presentarse, con un cartel escrito en tempera negra y roja que decía “Kristina es única”. El hombre –que declara tener 75 años y venir desde Don Torcuato- vestía un chaleco inflable que le dejaban los brazos descubiertos. “Es única porque es la única opción, la única salida”, explicó.

Más allá, sentada en una silla de camping, estaba Conce, Concepción, llegada desde Rosario junto a otros militantes. “Con Cristina, el pueblo y la juventud volvieron creer que la política es una herramienta de transformación”, opinó. Sólo le critica el manejo que hubo de la ley de medios.

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Rosana, de 45, viajó con la mamá Olga, de 62, desde Monte Grande. “Peronistas desde la cuna”, se mojaron hasta los huesos el 13 de abril de 2016, cuando Cristina reapareció para cumplir un trámite en los tribunales de Comodoro Py. Critican a Florencio Randazzo, “otro Massa” y a Miguel Angel Pichetto, antes de testimoniar un presente de pérdidas. “Yo trabajaba en los countries de Canning, en una casa que tenían dos empleadas; me echaron a mí y no me pagaron un mango. Mi suegro cobraba la mínima y llegaba a fin de mes y ahora lo tenemos que ayudar. Antes podíamos ahorrar, irnos de vacaciones y le pude pagar la fiesta de 15 a mi nieta. Ahora laburas todo el día y no te alcanza. Todos los días una nueva”, enumera Olga. “Laburo en un comercio y no llego a fin de mes –la completa Rosana-. No querés encender la estufa porque no sabes cuánto te va a venir de gas”.

Ese presente de pérdidas, de “vidas desorganizadas”, es el que buscaría mostrar Cristina y su Unidad Ciudadana. Ella y quienes perdieron derechos en primer plano. Historias de vida de gente común que algunos compararon con los escenarios de Macri y Cambiemos  y otros con el tono de la campaña de CFK en 2011. Trabajadores, jubilados, estudiantes, científicos, sobre el escenario. La dirigencia, el aparato y las roscas en palcos que la trasmisión casi no mostró.

Gladys, de 54 años, vino desde la vecina Villa Dominico con una de las tres nietas. No da muchas vueltas: “Se fue Cristina y chau, no hubo más trabajo”. En uno de los bolsillos lleva una carta para Cristina, como aquella otra que le dejó un día que se acercó a la Casa Rosada para contarle la situación y le contestaron con una ayuda económica. “Si usted está con los humildes, yo estoy con usted. La quiero ver en la tele para escuchar la sabiduría que usted sabe. No la puedo comparar con un empresario que sólo sabe despedir gente. Le doy fuerza”, escribió con birome azul en las dos carillas de una hoja rayada de un cuaderno escolar.

Mario, de 62 años, llegó en silla de ruedas desde Ezeiza. Es vendedor ambulante en el Roca y además de una bandera argentina lleva un cartel en el que pide que no saquen las pensiones a los discapacitados. “Antes todos te respetaban. Ahora te hacen formar filas, demoran la ayuda hasta un año, las prótesis, los remedios oncológicos; no cumplen el 4 por ciento de cupo y la gente tiene miedo de que le saquen la pensión. Si vuelve Cristina vuelven los derechos, las leyes están todas”. Mirta, de 65, y Jorge, de 72, son pareja y viven en Quilmes. Dicen no estar mal, pero sí los afecta lo que le pasa al entorno. “Esperemos que la gente reaccione, que se dé cuenta. Nos dicen que ella robó, ¿y este qué, qué hacemos con Macri?”.

Luego ella, Cristina, lo resumirá así: "No me parece justo que nos hayan desorganizado así. Siento que la gente tenía su vida organizada (a nivel económico) y la han venido a romper. Pongamos energía en organizar a los ciudadanos y ciudadanas, el insulto y el agravio déjenselo a ellos (por el macrismo). Tenemos que organizarnos por el desempleo, las tarifas, la deuda, los beneficios para jubilados que ya no están. Tenemos que volver a ordenar la vida de los argentinos".


El primer cargo electivo al que aspiró Cristina fue una diputación provincial en las elecciones de 1989 por Santa Cruz, un distrito que desde el regreso de la democracia estaba (está) bajo dominio del PJ y a partir de 1988 de la ley de lemas que tantas alegrías y sinsabores dio y que ahora el gobierno de Cambiemos pidió derogar entre las exigencias para conceder ayuda económica. En 1989, el año del ataque a La Tablada, la hiperinflación y el comienzo de la era Menem, Néstor ya llevaba dos años en la intendencia de Río Gallegos y en 1991 saltaría a la gobernación desde donde entraría  a la Casa Rosada “sin dejar las convicciones en la puerta”. Néstor y Cristina se habían conocido en La Plata, en aquel 1974 partido al medio y para siempre el lunes 1 de julio con la muerte del presidente Juan Domingo Perón.

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En el debut electoral, CFK fue la más votada de las siete bancas que cosechó el lema del PJ sobre 12 en juego (el resto fue al lema de la UCR), la mitad de la única cámara que compone el Poder Legislativo santacruceño. Cuatro años después, sería reelecta en la banca, pero ya en 1997 pasaría al Congreso de la Nación, primero como diputada (1997-2001) y luego como senadora (2001-2007), cuando sucedería a Néstor en la Casa Rosada. Hasta 2005 representó a Santa Cruz, pero entonces se postuló por Buenos Aires. ¿Volverá a hacerlo ahora? Algo insinuó cuando habló ayer.

“He tenido todos los honores y todos los cargos que ustedes me han dado. Vengo ahora a sumarme como una más, a poner el cuerpo, la cabeza y el corazón”, dijo en Sarandí. Una frase con reminisencias a 2011, cuando un par de meses antes de confirmar que iría por la reelección dijo: “Ya di todo lo que tenía que dar”.


Doce minutos después de las 15, Cristina salió al ruedo. Pidió ver las banderas y celebró el grito por Argentina, -“ese me gusta más” y entonces dijo primero: “hoy lo importante no es escuchar mi voz sino que nos escuchemos las voces de todos y todas. Les había pedido que no vengan con banderas altas porque necesitamos vernos, escucharnos, sentirnos eso que tanta falta les hace a los argentinos. No vengo a contar nada que no sepan porque lo sufren en carne propia: los problemas de trabajo, el empleo que nuevamente ha caído; el fantasma de la desocupación y la flexibilidad, los bajos salarios; los precios por las nubes; y ayer, la última, nos quiere dar 100 años de deuda”. Un mensaje para los que perdieron, los que temen perder y los que creen que perderán.

Censuró el hijo de puta con el que emprendió la multitud y pidió gastar la energía “en la movilización ciudadana, en organizar a nuestros compañeros, mujeres, jóvenes y mayores”. Una organización heterogénea y transversal.

Vamos Cristina. Te amo, le respondían.


“La Unidad Ciudadana es eso: todos los argentinos y todas las argentinas. Estoy convencida de que todos sufrimos esta agresión. ¿O cuando van al súper le hacen una rebaja o le cobran menos según de qué partido son? ¿Estas facturas delirantes les llegan con el escudo de por ejemplo, la UCR? No, vienen con el logo de Edesur, que ya sabemos quiénes son y con el nombre y apellidos de hombres y mujeres de carne y hueso”.

Cristina senadora. Cristina presidenta, se gritaba desde el pasto y las tribunas.

“Vengo a sumarme a este espacio porque esta preocupación indigna y da tristeza. No me parece justo: le han desorganizado la vida a la sociedad, que no llega a fin de mes, que no puede ahorrar e irse de vacaciones, comprar ladrillos y cemento para terminarse la casa. La gente tenía proyectos y eso han venido a romper”.

Se siente, se siente Cristina presidente, le respondían.

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“No, no confundan a nadie. Tenemos que ponerle un límite para que pare el ajuste. Pero no confundamos. Con ellos no tenemos futuro. Este es el verdadero problema. Así no se pude seguir. Y por ahí escucho que especulan con que esto es para el (año) 19. Yo quiero que lleguen los argentinos al 19. Los números no cierran en la economía y los hogares; a los comerciantes que tienen que abrir la persiana; a los Pymes y a los científicos que vuelven a pensar en irse del país. Me voy a permitir una licencia, voy a escucharlos, a mirarlos”, dijo antes de comenzar a llamar al escenario a “víctimas” de la economía actual.

Dos becarias del CONICET que perdieron la beca; un estudiante secundario que contó de tres compañeros que habían dejado el estudio para trabajar; otro que perdió un plan Progresar; jubilados que se van a dormir para no sufrir el frío sin estufas; la dueña de un frigorífico de Avellaneda que en 2012 exportaba y abastecía al mercado interno con 50 personas, de los cuales hoy sólo trabajan 17; un panadero de Ezeiza que vendió maquinaria para pagar indemnizaciones; el presidente de una empresa recuperada que paga 70 mil pesos de luz y 45 mil de agua y además sufre de la apertura de las importaciones y la falta de financiamiento; productores frutihortícolas, una pareja de ciegos que perdieron una de las dos pensiones que cobraban y otros a los que “le arruinaron la vida”.

“Tenemos que volver a ordenarle la vida a los argentinos. Ayudar y construir, que para destruir están ellos. Quería que entendieran que era esto de la Unidad Ciudadana. No quiero la endogamia de los dirigentes. Quiero estar en un movimiento político donde lo importante sea el pueblo. Esta es la Argentina que queremos. Gracias y mucha fuerza. No hay que llorar, ni ponernos tristes. Tenemos que ser fuertes. Los quiero mucho a todos y todas”.