Crónica

La plaza después del atentado a CFK


Un canto de cuidado

Unas 300 mil personas marcharon a Plaza de Mayo para repudiar el intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner. Una movilización con espíritu de consenso entre organizaciones peronistas, de izquierda, sindicatos tradicionales y de base, militantes barriales y no orgánicos. Con la imagen del tirador de recoleta todavía fresca, los gritos son más fuertes que nunca, pero más que un canto de guerra suenan a otra cosa, a un canto de cuidado, un canto de cercanía. Gritar para cuidar.

Graciela todavía no había terminado de cenar en su casa de Lugano cuando escuchó la voz del periodista en la televisión. No entendió. Leyó el zócalo y tampoco. No podía -no se podía- comprender la escena que repetían una y otra vez por el canal de noticias: alguien dispara una pistola en la cara de Cristina Fernández. Gatilla dos veces. El tiro no sale. Para algunos Dios. Para algunos Néstor. Para algunos Maradona. Para los investigadores, una hipótesis: Fernando Sabag Montiel no corrió la corredera de su Bersa y ninguna de las cinco balas pasó a la recámara. Para el Gobierno y parte de la oposición, un atentado a la democracia. Para los académicos, una descomposición de la política. Para Graciela, de 66 años, que logró jubilarse como empleada doméstica gracias a Cristina, es -además- un atentado contra su propia vida. Contra sus costumbres, su futuro, contra su nieta Sol, de 6 años, que ahora -mientras el sol del mediodía las saca un rato del invierno- la sostiene de la mano en la entrada a la Plaza de Mayo. A su alrededor se apelmazan sin prisa unas 300 mil personas entre organizaciones peronistas alineadas al presidente, organizaciones peronistas alineadas con Cristina, organizaciones de la izquierda trotskista, organizaciones de la izquierda no trotskista, sindicatos de base, sindicatos tradicionales. Personas desorganizadas. Militantes barriales, militantes no orgánicos. Todos con motorizados por una misma consigna: basta de odio.

Para la 1.30 de la mañana ya estaba resuelto el plan de acción de las organizaciones más importantes dentro del peronismo. Los primeros en ponerse de acuerdo fueron el Movimiento Evita y La Cámpora. 

—Enseguida nos entendimos y decidimos marchar a Plaza de Mayo —cuenta un dirigente del Evita a pocos metros de la plaza. 

La Cámpora diagramó la logística de las organizaciones kirchneristas. El Movimiento Evita hizo lo mismo con la CCC y Barrios de Pie. 

—Estamos absolutamente todos —cuenta el mismo dirigente. 

Al mismo tiempo, pero sobre Diagonal Norte -histórico corredor de los partidos de izquierda- permanecen las organizaciones no peronistas como el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), Marabunta, el Frente Popular Darío Santillán, MTD Aníbal Verón, entre otras. Graciela y su nieta Sol están ubicadas equidistantes a los peronistas y a la izquierda. Graciela viste un pulover negro con una escarapela en el centro. “Poné la bandera argentina de foto de perfil en tus redes”, había sido la propuesta desde el Gobierno nacional. Graciela se la puso en el pecho. Su nieta lleva una foto de Cristina sublimada en su remera.

—Estamos todos en peligro. Me preocupa mucho porque esto se generó con una campaña de odio, de los medios de comunicación pero también con políticos irresponsables como Amalia Granata, Patricia Bullrich o López Murphy.

Graciela habla con una voz tensa, cortante, pero con un ritmo pausado, de cierta tranquilidad. No es tranquilidad, es contención: 

—Esto puede empeorar, por eso estamos acá. Todos juntos.

Jorge y Estela se presentan, coquetos, como “adultos mayores”. También están acá para defender a la democracia. Hablan bajo. Como en puntas de pie. Cada vez cuesta más escuchar lo que dicen porque está entrando una columna. Pasaron algunos minutos de las 14 y La Cámpora ya entra a la plaza. 

—Nosotros somos de izquierda, pero nos hicimos kirchneristas con Néstor y Cristina —cuentan. 

Están convencidos de la responsabilidad de la Justicia y los medios de comunicación en el intento de magnicidio. 

—No puede ser que en nombre de la libertad de expresión se alimente el odio de esta manera. Incitan constantemente a la violencia.

Muy cerca de ahí, un grupo de adolescentes aporta el bonus track en el repertorio de la plaza, el estreno del día: “Hay que saltar, hay que saltar, el que no salta es del partido judicial”. 

Se apaga rápido. Todavía no prende como el hit. Hoy no suena ninguna sesión de Bizarrap ni un clásico de Los Redondos. Con la melodía de “Yo te quiero dar”, de La Mosca, se escucha sobre todo en la columna de La Cámpora: “Si la tocan a Cristina, que quilombo se va armar”. Podría sonar como amenaza, si no fuera por los gestos, las sonrisas, de las chicas y de los chicos con pecheras azules. Con la imagen del tirador de recoleta todavía cerca, hoy los gritos son más fuertes que nunca, pero más que un canto de guerra suenan a otra cosa, un canto de cuidado, un canto de cercanía. Gritar para cuidar. 

Milagros estudia Trabajo Social en la UBA. Rocío, Educación en la misma universidad. María es maestra inicial. Llegaron más temprano que La Cámpora. Es mediodía y aún se puede caminar con cierta facilidad por Avenida de Mayo. Lo hacen apuradas porque saben que si quieren entrar a la plaza es ahora. En un rato va a ser imposible. Las tres tienen 25 años y coinciden en la misma lectura. 

—Estamos acá en defensa de la democracia. Porque jamás pensamos que podían llegar a matar a Cristina pero a la vez, en un punto, no nos sorprende por la cantidad de discursos de odio, negacionista de la dictadura, que generan la oposición y los medios como TN y La Nación. 

Milagros se enteró de la noticia en su casa. Como Graciela, también tuvo unos primeros minutos de incredulidad. Después, la angustia.

—No lo podía creer. Pensé que estaba como armado, no políticamente sino de alguna manera porque realmente era increíble. Y después me agarró una desesperación, una preocupación terrible por Cristina pero también por nuestro futuro, por el futuro de todos.

Milagros recuerda y, como anoche, se vuelve a quebrar. No puede seguir hablando y descansa su llanto en Rocío. Será breve porque enseguida, otra vez, los cantos. La fotógrafa de Anfibia las hace posar. Los dedos en V, las sonrisas, el aguante. Retoman la caminata. Faltan un par de cuadras para llegar a la plaza. 

Falta media hora para que se lea en el escenario el documento oficial para repudiar el intento de asesinato. Como forma de sumar al consenso, desde el Gobierno decidieron que la encargada de leerlo fuera la titular de la Asociación Argentina de Actores, Alejandra Darín. Dirá, entre otras cosas, que “el límite no se cruzó ayer. Desde hace varios años, un sector minúsculo de la dirigencia y sus medios partidarios repiten discursos de odio y de estigmatización y criminalización de cualquier dirigente popular o afín al peronismo y cualquier simpatizante”. 

Ernesto, 70 años, y Alejandra, de 56, todavía no lo escucharon y, sin embargo, coinciden con el mismo análisis. Ambos llevan carteles pintados a mano para defender a Cristina. Cuando vio las imágenes, lo primero que sintió Alejandra fue impotencia y consternación. Después pasó a la acción.

—Desde hace semanas que estamos en estado de alerta y movilización. Esto no es nuevo. Son los mismos que hicieron el golpe del 55, los mismos fascistas que dieron el golpe del 76. Porque a la derecha se la frena en la calle.  

Ernesto enseña ajedrez en el ex centro clandestino “El infierno”. Su compañera, ya fallecida, fue una de las pocas sobrevivientes de Campo de Mayo. Parece más sereno que el resto. Como si la experiencia del horror lo pusiera, una vez más, en el único camino posible. 

—Vamos a estar siempre para no dejar que nos saquen nuestros derechos. Para que no vuelva Macri. Para que se sigan respetando las leyes laborales. Para que se mantengan nuestras conquistas, las del pueblo. Donde ellos plantaron muerte, nosotros levantamos vida. 

Télam

El sol de una primavera anticipada deja de engañar apenas comienza el atardecer. Son las 18, las organizaciones se desconcentran de a poco. Un militante comenta al pasar. “Esto parece el 24 de marzo”. Es cierto, la movilización tiene un espíritu de consenso total, de acuerdo absoluto. Hoy en la plaza no hay tensiones. No hay disputas territoriales ni conflictos por las banderas. La armonía de compartir el mismo horizonte, de tener una sola certeza: No pasarán.