Ensayo

Copia o Muerte: anotaciones de un libro en tránsito


El futuro está a unos días de nosotros

Paula Espinoza y Giorgio Jackson escribieron juntos el libro "Copia o Muerte. Una decisión urgente para nuestra supervivencia". Entró a imprenta a mediados de 2019, justo antes del estallido social que está cambiando la historia de Chile. Hoy se releen, reinterpretan las historias de vida que narraron y las reflexiones que desarrollaron entonces, cuando la falta de alternativas y la incertidumbre eran la norma de lo cotidiano. Y comparten el vértigo que sienten ahora que las movidas sociales y su imaginación política dan nuevo contenido a la idea de futuro.

1. El tiempo

No es una pregunta, por el contrario, se acerca a un imperativo: Copia o Muerte. Pero no fue por nuestra voluntad. Durante la primavera de 2019, en Chile cambiaron muchas cosas: el país, nosotros y la vida de este libro, que nos había tomado un par de años de investigación y escritura. Un texto donde creíamos exponer cuestionamientos, inquietudes o dilemas. Ahora sabemos que se trata de algo distinto. Días antes del llamado “estallido social”, cuando enviamos el libro a imprenta, no éramos sino unos ingenuos. No porque desconociéramos la magnitud de los problemas que enfrentaríamos en el futuro, sino porque el futuro estaba a unos días de nosotros: el 18 de octubre, y adquirió una forma clara: todo tiene que cambiar.

A partir de esa primavera la incertidumbre se instaló como una forma de cotidianidad que se agudizó con la pandemia del coronavirus. Durante esa época la bajada del título -Una decisión urgente para nuestra supervivencia- se transformó en un régimen de verdad. Pasó de ser una decisión a una sentencia: es 2022 y somos testigos de una invasión, una crisis socioambiental y económica y más. Entonces, la supervivencia es la única alternativa.

Tal vez el periodo entre el 2019 y 2022 es una referencia temporal que, en realidad, pudo haber comenzado en 2006 con las manifestaciones de los estudiantes secundarios, continuado en el 2011 con las protestas universitarias o en el 2019 cuando una estudiante saltó el torniquete de una estación de metro de Santiago, una de las imágenes más icónicas del fenómeno. 

Sean cual sean los hechos o hitos de esta época, hoy nos encontramos saliendo de una inédita elección presidencial que por primera vez posicionó a dos candidatos de conglomerados que no han sido protagonistas de los últimos treinta años. Más aún, estas alternativas representaban dos visiones opuestas de Chile. Por una parte, la ultra derecha encarnada en José Antonio Kast y, por otra parte, el proyecto de una nueva izquierda dispuesta a hacer reformas profundas y liderada por quien se convertirá en el presidente más joven en la historia de Chile: Gabriel Boric. Junto a esto, la elaboración de una nueva Constitución, surgida como un acuerdo político en el contexto del “estallido social” y que se configuró a partir de reglas como la paridad de género y cupos reservados para pueblos originarios.

2. Las personas hacen las historias

Una peculiaridad de Copia o Muerte es que trata sobre personas. De hecho, la historia de este libro se inicia con un protagonista, Marcos Aguirre, y una consigna que llegó a los oídos del entonces diputado Jackson: “La espera nos mata”. Por ahí escuchamos que una seguidora de Samuel Beckett interpreta la reconocida obra Esperando a Godot como una forma de espera dada por la posibilidad de un cambio, un futuro diferente. Nada más alejado de lo proclamado por Aguirre, su espera conduce a la muerte. Su frase podría ser simplemente “nos están matando”. ¿Por qué? Marcos Aguirre sufre de hepatitis C. El problema con esta enfermedad crónica no es la falta de cura sino el costo de ésta. Un sin sentido que es propio de un país como Chile y de otros sometidos a un sistema de patentes que genera desigualdad y potencia la acumulación de capital de las grandes corporaciones y el “norte global”.

Sofosbuvir es un fármaco esencial para el tratamiento de la hepatitis C, por eso  su licencia restringe la posibilidad de la producción de bioequivalentes. Una caja Sofosbuvir de 28 comprimidos, que tiene un costo entre los seis mil y ocho mil dólares, es inaccesible para la población. ¿Cómo ocurrió esto? Raymond Schinazi, un egipcio conocido como el “rey de la píldora” a través de su empresa Pharmasset, lideró la investigación que sintetizó la molécula PSI-6130 precursora de Sofosbuvir. Mientras trabajaba en su desarrollo científico, la compañía estadounidense Gilead le ofreció comprar su empresa por más del triple de su valor. Schinazi aceptó. Una vez realizada esta operación Gilead patentó Harvoni (R) un tratamiento que incorporó el mentado Sofosbuvir y generó un medicamento altamente efectivo para el control de la hepatitis C. De este modo, este tratamiento se transformó en una verdadera “mina de oro”.

Hechos como éste y la crisis provocada por el covid-19 se caracterizan por remisiones periódicas que hacen a un gobierno establecer una enfermedad como un problema de salud pública o convocar a diferentes actores e intereses para la elaboración una vacuna que controle una pandemia que ha detenido al mundo por dos años. Estos movimientos son solo un viento fresco que nos hace pensar que existe la posibilidad de alterar las reglas del juego en beneficio del interés público.

Pero no.

Como dijo Joan Didion, nos contamos historias a nosotros mismos para poder vivir. Este enunciado, que es más una acusación que un mantra de autoayuda, nos permite obviar lo real. Y lo real es que se subestima la gestión pública, mientras se promueve la privatización de sectores sensibles como la salud. La economista Mariana Mazzucato ejemplifica esto con el comportamiento del Reino Unido y la disminución progresiva de la subvención en salud pública, la cual solo se detuvo durante 2020 con la eclosión del covid-19. Aún así ya era tarde porque la contribución per cápita cayó un 22%. En definitiva, tal esquema de administración generó profundos daños y comprometió la efectividad de la respuesta a la pandemia.

Hace un tiempo una amiga nos habló del concepto “necropolítica”, una crítica al poder que alude al desarrollo de dispositivos para determinar quién vive, quién muere e, incluso, cómo. ¿Podemos pensar en la lógica de la necropolítica en el manejo del covid-19? Probablemente sí. Los antecedentes entregados por Mazzucato o medios de prensa refrendan esta suposición. La vida y la muerte de las personas puede ser objeto de manejo político. No se trata de asesinatos, sino de las víctimas de una guerra, la gestión de una enfermedad, las políticas relacionadas con la eutanasia y la (des)penalización del aborto. Como una suerte de Moiras del siglo XXI, es decir en manos de algún privado, nuestro destino está determinado antes del nacimiento y responde a las características culturales, sociales y económicas de cada individuo.

Mark Fisher denominó a este estado de las cosas “realismo capitalista”, una síntesis de cómo se vivieron las últimas décadas del siglo XX y el inicio del XXI. A diferencia de Godot, estábamos esperando nada. De todas formas, hoy la ausencia de grandes narrativas transmutó en la existencia de múltiples fragmentos que constantemente ponen en duda las premisas de un tiempo anterior y de un futuro. Movimientos, acciones, protestas de la última década que más de una vez nos parecieron desprovistas de lógica. Hoy nos dan la impresión de ser formas para romper el peso del realismo. En palabras de Fisher: “Buscar posibilidades reales para la acción política implica, primero, que aceptemos nuestra inserción en el nivel del deseo en la picadora de carne del capitalismo”.

3. Pequeña fábula

Una pregunta recurrente: ¿Cómo se escribe un libro a dos manos? Pues bien, cediendo e imponiendo. En tal dinámica fue relegada esta Pequeña fábula, de Franz Kafka.

–Ay –dijo el ratón–, el mundo se hace cada día más angosto. Al principio era tan ancho que me daba miedo. Seguí corriendo y me sentí feliz de al fin ver a lo lejos unos muros a izquierda y derecha. Pero esos largos muros se precipitan tan rápido el uno hacia el otro que ya estoy en la última habitación, y allí en el rincón está la trampa en la que caeré.

–Solo tienes que cambiar el rumbo –dijo el gato, y se lo comió.

La fábula pertenece a un texto breve que el 2019 no terminó de hacernos sentido para incluirlo en Copia o Muerte. ¿Por qué? Quizá porque aún no comprendimos del todo la densidad de la moraleja. ¿Acaso alguna vez podremos estar en la posición del ratón? Sabemos que sí. Pero la interpretación que damos al gato puede no ser la del malvado animal que se comerá al ratón, tal vez es su opción de salida. En otras palabras, es su manera de encontrar un camino desde la picadora de carne.

El extraño diálogo entre el ratón y el gato parece cobrar vida propia cuando le atribuimos subjetividad, cuerpo y tiempo al gato como ese otro que nos configura como individuos. Para eso hay que poner atajo a la picadora. Ese es el sueño que anima a las personas por este lado de la cordillera, cuyo punto clave es la vida digna, la ciudadanía, la participación del pueblo en la gestión de sus existencias  y de sus comunidades. Volvemos a citar a  Mazzucato: ella se toma muy en serio la participación en cualquier intento de gobernanza. Las y los ciudadanos son parte no solo del diagnóstico de los problemas sino del diseño e implementación de las decisiones.

¿Estaremos llegando tarde? Si fuera  así, el gato no es más que un depredador. Porque nada de lo dicho hasta ahora tiene sentido si no aceptamos que la tardanza nos ha costado mucho, sin ir más lejos una crisis socioambiental que ha puesto en duda nuestra supervivencia.

¿Estaremos llegando a tiempo? Si fuera así, llegamos a sentir la incomodidad del ratón, su duda y su inquietud. Y ver en el gato una oportunidad -aunque represente la catástrofe que nos lleve al olvido- . Así las cosas, el gato continúa siendo una pregunta por el futuro. Una sin respuesta, una en permanente tránsito. Al igual que ese libro que imaginamos en un tiempo inexistente y al que llamamos Copia o Muerte.