Ensayo

Massa, la bala de plata del gobierno


Cómo frenar la calesita

El cisne negro del COVID 19, sumado a malas decisiones de política económica y conducción política, hicieron que la economía cayera más del doble que el promedio mundial en el 2020. Estamos entrando en una dinámica donde los pronósticos pierden valor relativo y es virtualmente imposible predecir la evolución de cualquier economía en una situación de pánico generalizado. Sergio Massa es la bala de plata de un gobierno que hace rato perdió la credibilidad y el volumen político.

Los procesos inflacionarios como el que enfrenta Argentina, en la medida que se agudizan, arrojan imágenes sorprendentes. La última Ministra de Economía duró pocas semanas en el cargo y será reemplazada por Sergio Massa, en un Ministerio que unifica Economía, Agricultura y Desarrollo Productivo. Batakis viajó a Washington para mostrarle al FMI que tenía el respaldo político necesario para enderezar el rumbo de la economía. Tanto respaldo tenía que la reemplazaron en el medio del viaje.

Mientras el proceso inflacionario se acelera los argentinos no encontramos referencias para los precios y surgen oportunidades, como comprar abonos para el Lollapalooza 2022 a precios de 2021. Mismo precio, a un año vista, en una economía inflacionaria. Las entradas volaron en minutos ¿Shock de consumo? ¿O hasta los jóvenes aprendieron rápido a sacar provecho de precios rezagados en medio de un rally inflacionario?

Como tomar un helado al sol

Hoy los títulos de la deuda pública en dólares y en pesos cotizan a niveles tan bajos que son equivalentes a los de una situación de default. La inflación está en niveles peligrosamente altos. Nos estamos acostumbrando a que mes a mes el ritmo de la depreciación de nuestra moneda aumente. La coyuntura mundial muestra una aceleración generalizada en la inflación. En la mayoría de los países la inflación anual se está acercando a los dos dígitos, nosotros en cambio nos estamos acercando a los tres dígitos. Estamos entrando en una dinámica donde los pronósticos pierden valor relativo. Es virtualmente imposible predecir la evolución de cualquier economía en situación de pánico generalizado.

El Banco Central no logra acumular reservas porque el saldo comercial no es todo lo alto que se desearía y porque sobran tantos pesos en la economía que todos los agentes buscan desprenderse de ellos antes que pierdan valor. Es como tomar un helado bajo el rayo del sol en verano: lo devoramos o se derrite. La demanda de pesos está en niveles muy bajos. La velocidad de circulación del peso va en aumento. Hay muchos pesos que circulan muy rápido para el mismo stock de bienes. ¿El resultado? Se espiraliza la inflación. Fenómeno que lamentablemente venimos viendo en los últimos tiempos.

El que puede compra divisas, el que no puede stockea materiales o bienes de cambio. El dueño de un corralón de materiales prefiere acumular bienes antes que desprenderse de ellos. El comerciante no vende su existencia de acuerdo al costo al cual compró esos bienes, sino en función de lo que cree que le costará reponerlos. Vender mucho puede ser un problema: si se vende por debajo del costo de reposición el comercio se descapitaliza. A algunos comercios les conviene cerrar antes que vender. A eso nos lleva -paradójicamente- un proceso inflacionario cuando se sale de control.

Cualquier cosa es mejor que quedarse con los pesos y ver como pierden valor. El problema es que esos pesos que abundan cada vez tienen un menor poder de compra. En el mejor de los casos a nuestras cajas de ahorro entran más pesos pero con ellos compramos menos bienes. La pobreza y la indigencia aumentan pari passu con la destrucción del valor de nuestra moneda.

La inflación actúa como un impuesto a la tenencia de pesos, un impuesto regresivo que afecta a los que menos ingresos tienen y ven cómo mes a mes pueden comprar menos bienes. Los sectores de ingresos medios ya están empezando a reducir consumos prioritarios. Ya no se trata de reducir salidas recreativas o de esparcimiento. Ya no se trata de cambiar el lugar de vacaciones. Entramos en el proceso en el cual ya no pueden abonar la medicina prepaga, o ya no pueden seguir enviando a sus hijos a la escuela deseada o no poder seguir alquilando en el mismo barrio o no poder hacer frente a las expensas. Los sectores de ingresos medios pierden calidad de vida a pasos agigantados.

Una forma de llevar las estadísticas sobre distribución del ingreso en una sociedad es dividirla en deciles. Cada uno representa al 10% de la población. El decil de mayores ingresos de nuestra población tiene en promedio ingresos familiares (considerando dos adultos y dos menores como hogar típico) de aproximadamente 370 mil pesos mensuales. Menos de 2.800 dólares al tipo de cambio oficial ($130/usd). Aproximadamente 1.500 dólares al tipo de cambio del dólar tarjeta o dólar ahorro ($240/usd). Menos de 1.280 dólares al dólar MEP ($290/usd). Estas tres cotizaciones son “legales”. Son transacciones que se declaran fiscalmente. No son un mercado negro, por el contrario. El único mercado en el que no hay límites de compra es en el dólar MEP. Así, una familia promedio del decil de ingresos más alto de nuestro país tiene mensualmente menores ingresos que un salario individual de un país desarrollado y de muchos países en vías de desarrollo (medidos con el tipo de cambio del dólar MEP). Nótese que estamos hablando del promedio de ingresos del 10% de las familias más ricas del país.

La pérdida de poder de compra de nuestra sociedad es alarmante. Por eso nos cuesta tanto mantener el consumo de bienes y servicios transables, que están más o menos, directa o indirectamente, nominados en divisas. Nuestros ingresos en pesos cada vez valen menos, y por ende cada vez podemos comprar menos bienes y servicios que están directa o indirectamente nominados en divisas. 

Las promesas incumplidas

El Frente de Todos asumió la conducción de la Argentina con una economía sobreendeudada, con el país en el podio de las naciones con mayor inflación del planeta, un proceso recesivo y niveles de pobreza crecientes. Lógicamente, prometía revertir la situación.

Las apuestas iniciales del gobierno eran dos: ajustar las cuentas fiscales (pasar del déficit primario recibido de 0.5% del PBI a un superávit primario de +/- 1,5% del PBI) y renegociar la deuda externa (menos la que se tomó con organismos multilaterales como el FMI, BID o Banco Mundial) para que el resultado financiero del Estado (resultado primario + intereses de la deuda) se acercara más rápido que tarde al equilibrio, y así dejar de monetizar el déficit fiscal vía el Banco Central (es decir, emisión monetaria) para reducir presiones inflacionarias.

El cisne negro del COVID 19, sumado a malas decisiones de política económica y de conducción política, hicieron que la economía cayera más del doble que el promedio mundial en el 2020. La recuperación del 2021 no alcanzó para recuperar los niveles de PBI per cápita de fines del 2019.

El acuerdo con el FMI (la renegociación del acuerdo original, incumplible en especial en el nuevo escenario nacional e internacional) evitó males mayores. Pero desde el momento mismo de su firma estaba claro que el propio gobierno dudaba de poder cumplir lo comprometido. De yapa, la firma del acuerdo con el FMI puso en evidencia la fractura explícita de la coalición gobernante, que ya venía debilitada por el resultado electoral de las legislativas de medio término.

Es paradójico, pero Alberto Fernandez, como Jefe de Gabinete, presenció como Nestor Kirchner construyó poder político desde el 22% que había obtenido en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2003. A Kirchner se lo presentaba como el Chirolita de Duhalde. Ya sabemos cómo siguió la historia. En el caso de Alberto Fernandez, él no pudo no quiso o no supo construir independencia política. La actual Vicepresidenta lo nominó por las redes sociales. La pandemia le dió al Presidente la posibilidad de acumular capital político propio. No lo hizo. Las últimas decisiones las tomó en soledad o con apoyo de la oposición y la desaprobación explícita del cristinismo (el socio más relevante del Frente de Todos). En términos políticos, Alberto no sólo chocó la calesita; la volcó, y lo hizo a lo grande.

El acuerdo con el FMI fija una meta de déficit primario del 2,5% del PBI para 2022, mientras que el propio presupuesto para el año 2022 aprobado por el Poder Ejecutivo PEN prevé un déficit primario de 4% del PBI. A eso debe sumarse 1,5% del PBI de intereses de la deuda. En las discusiones parlamentarias quedó claro que era prácticamente imposible que el Estado pudiera financiar genuinamente el déficit financiero (déficit primario + intereses) previsto en el acuerdo con el FMI (es decir, sin requerir más de 1% del PBI como asistencia del BCRA).

La recuperación de la economía mundial posCovid y la invasión de Rusia a Ucrania generaron un alza en el costo de las importaciones de energía y, así,  un aumento exógeno de los gastos fiscales en ese rubro. El aumento de precios de los bienes sobre los que se cobran derechos de exportación también aumentó la recaudación fiscal que compensa en parte el efecto anterior. En síntesis, el Estado aún luego del acuerdo con el FMI se enfrentaba (y enfrenta) al desafío de tener un déficit financiero fiscal para el que no tiene financiación genuina, y ya no hay mucho margen para seguir monetizando el déficit.

El círculo vicioso de la pobreza

La economía enfrenta lo que bien podríamos describir como un círculo vicioso donde la falta de generación de valor agregado nos condena a perder posiciones relativas frente a otros países, y lo que es aún peor, ver como cada vez más compatriotas no pueden acceder a los bienes necesarios para sostener un presente digno para ellos y sus familias. 

Habitualmente conseguir trabajo formal implicaba asegurarle a la persona y a su familia cierto umbral de bienestar. Hoy tener trabajo formal no asegura siquiera superar el umbral de la línea de pobreza.

Los empresarios sienten que el costo laboral es muy alto en el mismo momento que los asalariados ven cómo sus salarios netos no les alcanzan para mantener su nivel de vida. La diferencia entre el costo laboral y el salario neto ingresa al Estado que con ello no brinda niveles aceptables de asistencia social ni a los trabajadores activos ni a los pasivos.

La economía no puede hacer siquiera frente a la importación de materias primas (por ejemplo energía). Habitualmente el “modelo” que siempre se ponderó es el de importar materias primas para exportar bienes de mayor valor. Tan bajo es el valor agregado de nuestras exportaciones que las importaciones de energía ponen en jaque a la balanza de pagos.

Estamos frente a lo que habitualmente llamamos el “círculo vicioso de la pobreza”. Generamos poco valor agregado, ese bajo valor encima lo distribuimos de manera desigual, eso genera pocas oportunidades de inversión en un mercado interno empobrecido y los pocos que pueden ahorrar/invertir lo hacen fuera de la economía. Encima parte del valor agregado que se apropia el Estado no vuelve a los ciudadanos en bienes y servicios de calidad aceptable.

Un país sin moneda

¿Cuál es la salida? Primero, hacer lo básico: reconstruir la autoridad gubernamental. El gobierno argentino no tiene crédito. Pocos están dispuestos a comprar los títulos que emite, pocos se sienten cómodos demandando la moneda que emite. Hoy somos un país sin moneda. 

El peso apenas cumple cabalmente una de sus tres funciones: medio de cambio. No cumple la función de unidad de cuenta porque muchos precios de nuestra economía ya no se expresan en pesos. Y definitivamente no cumple la tercera función del dinero: reserva de valor. ¿Quién mide sus ahorros en pesos?

Cuando la crisis es de credibilidad de nada sirve prometer, lo primero que hay que hacer es cumplir. El gobierno debe ser creíble. Debe por lo menos ser capaz de llevar adelante las políticas públicas que propone. Hoy eso no ocurre.

No hay solución económica para un problema político. Reconstruir la coalición de gobierno es la condición necesaria para cualquier plan de estabilización. Recompuesta la coalición de gobierno, se necesita un plan creíble, un plan cumplible, que sea explicable, que sea entendible y que vaya paso a paso generando confianza en las instituciones estatales.

La incorporación de Sergio Massa al gobierno busca darle volumen político y credibilidad a una gestión que hace rato perdió ambos. El éxito de la gestión de Massa no estará tanto en los detalles técnicos de las medidas que pueda anunciar sino en las expectativas favorables que esas medidas puedan generar.

En un país tan futbolero, vale la pena una anécdota mundialista. En el entretiempo de Argentina-Brasil por el Mundial 90, el técnico Carlos Bilardo, solo dio una indicación: 

—No se la den más a los de amarillo porque perdemos. 

En ese equipo jugaban, entre otros, Maradona y Caniggia. Quizás no tengamos esas calidades hoy en el elenco de gobierno. Quizás esa tarea de búsqueda quede pendiente para el 2023. Pero para ello necesitamos llegar con un gobierno creíble hasta ese momento. Si Sergio Massa es la bala de plata en la recámara, ojalá que por el bien de todos nosotros, esa bala no sea malgastada.