Al principio, para mí, Piglia era simplemente un escritor y crítico literario de la lejana Argentina. Luego, y durante tres años, se convirtió en el objeto de estudio de mi tesis doctoral. Más tarde, salió del mundo de las Letras y llegó a mi vida real. Pero, ¿qué historia habrá surgido entre un escritor argentino y una lectora china? Me gustaría imitar la primera frase de la novela Respiración artificial de Piglia: ¿Hay una historia? Si hay una historia empieza hace diez años.
En 2006, estaba haciendo un trabajo sobre la obra de Manuel Puig y su influencia en la literatura contemporánea argentina, y encontré un artículo escrito por Ricardo Piglia, Manuel Puig y la magia del relato. Fue el primer texto que leí de Piglia y La Argentina en pedazos, la primera obra pigliana que descubrí. Conocí primero al crítico literario en vez de al cuentista o al novelista.
En mayo de 2015, después de entregar mi tesis Estudio de la narrativa policíaca de Ricardo Piglia basado en la novela Respiración artificial, con muchos nervios y mucha emoción al mismo tiempo, le escribí el primer correo. Le envié los saludos de una lectora china y le conté cómo empecé mis estudios sobre su obra. Pronto recibí su respuesta. Aún recuerdo con claridad, cómo latía mi corazón al leer su email, ya que no esperaba que me respondiera. Querida Lou Yu, una alegría tu mensaje, me encantó que hubieras nacido en 1980, el mismo año en que yo publiqué la novela. No he leído aún el texto que me enviaste, no ando muy bien de salud en estos días y espero mejorar para volver a escribirte. La literatura permite hacer nuevos amigos. Me emociona pensar que tengo una amiga nueva en Beijing. Te felicito por tu trabajo y te mando un abrazo cariñoso. Ricardo Piglia.
Ese fue el primer correo y así empieza verdaderamente mi historia con Piglia.
Le escribí a la doctora Rose Corral, mi orientadora de tesis del Colegio de México, para contarle de mi comunicación con Piglia. Y ella me contó que la enfermedad de Piglia era seria: no había querido causarme tristeza hablándome de eso mientras estaba trabajando en mi tesis, por eso, guardó la noticia hasta ese momento. Me quedé muy triste. No puedo olvidar aquella tarde de mayo. Me puse a buscar locamente la palabra ELA en Internet. La esclerosis lateral amiotrófica, Amyotrophic Lateral Sclerosis, una enfermedad degenerativa de tipo neuromuscular, la enfermedad de Lou Gehrig…esas palabras saltaron una tras otra como rocas duras cayendo sobre mi corazón. Una suave brisa entró por la ventana, pero sentía que me faltaba el aire. La tristeza se acumulaba mientras leía las informaciones sobre ELA. Me acordé de El Senador, personaje de Respiración artificial: …ya no puedo escribir. Mis manos, ¿ve?, son garras; yo soy el albatros, mi vuelo es plácido sobre las riberas del cimetière marin, pero en la altura mis dedos se han transformado en las garras de ese pájaro que sólo puede posarse sobre el agua, sobre la roca que sobresale en medio del océano. Ya no puedo escribir…sólo mi voz persiste, cada vez más parecida al graznido del pájaro. En mi mente, surgió una ventana que daba a alguna calle, en Buenos Aires, al otro lado del mundo. Había un reloj de arena en la ventana. El tiempo, dejando de ser el monótono movimiento de la manecilla y del minutero, se transformó en el visible e innegable transcurrir de las arenas. Tengo que hacer algo por Piglia, pero, ¿cómo? Pronto, tomé una decisión: voy a traducir Respiración artificial, debo hacer algo para que la obra de Piglia llegue a China.
Empecé a buscar editoriales chinas, a recomendarles a Ricardo Piglia, diciéndoles que podía traducir voluntariamente. Tres meses después, recibí la llamada del señor Han Huiqiang, entonces editor de Central Compilation and Translation Press, para informarme de que había aprobado mi propuesta, y quería introducir dos novelas de Piglia en China, Respiración artificial y El camino de Ida. Le escribí a Ricardo para contarle la noticia. Estaba muy contento y me pasó el correo electrónico de su agente literario. Me puse en contacto con el señor Guillermo Schavelzon, y en noviembre, el profesor catedrático Zhao Deming y yo firmamos el contrato.
En marzo de 2016, se publicó la primera obra de Ricardo Piglia en China, El camino de Ida. Le pregunté al profesor Zhao por qué había terminado la traducción en tan poco tiempo. Me dijo: Me gusta tanto la novela que mientras la voy leyendo, la voy traduciendo. Además, quiero que Piglia pueda tener su primer libro traducido al chino lo antes posible. Estaba muy emocionada tener en mis manos El camino de Ida en chino. Cuando la obra de Piglia empezó a publicarse en España en los años noventa, el crítico Ignacio Echeverría escribió con entusiasmo: Llegó Piglia, por fin. Ahora, podemos exclamar que por fin Piglia llegó a China, con los esfuerzos del traductor Zhao Deming y los editores Han Huiqiang y Wang Yuanyuan.
Hace poco terminé una investigación sobre la presencia de la literatura latinoamericana en China. Las estadísticas muestran que, en el nuevo siglo, tanto la traducción como la investigación de la literatura de América Latina han alcanzado tal magnitud que lo podríamos considerar un boom. En los últimos 17 años, hay más de 350 títulos traducidos al chino, que ocupan el 50% del total de las obras latinoamericanas traducidas al chino desde la fundación de la República Popular China en 1949. El país más traducido es Argentina, con unos 115 títulos. El camino de Ida es la obra argentina más recientemente traducida.
Ser la lectora, investigadora, traductora y divulgadora de Piglia en China es mi vocación. Sigo trabajando con Respiración artificial. Haré todo lo posible para presentar una buena traducción a los lectores chinos.
En mayo, Piglia me envió unas palabras muy generosas con motivo de la presentación de El camino de Ida en Beijing: Querida Lou Yu, me alegra saber que El camino de Ida ya está disponible para los lejanos pero cercanos lectores chinos. Sé que es tu mérito y tu trabajo y dedicación los que han hecho posible que pueda imaginar a una joven y un joven en algún rincón del celeste imperio leyendo uno de mis libros. Un fuerte abrazo, Ricardo. A partir de allí, empezamos a escribirnos con más frecuencia. En su correo, Ricardo mencionó su viaje a China en 1973, y escribió: Sé que muchas cosas cambiaron desde entonces, pero imagino que las plazas y los parques seguirán ahí, entonces pienso en vos en esos lugares de Beijing y es como si te conociera.
Cuando inicié mis estudios sobre Ricardo Piglia, no sabía que podría ser su traductora; cuando me metía en su laberinto de letras resolviendo los misterios, no imaginaba que algún día podría leer textos escritos por el mismo Piglia pero solamente dirigidos a mí. Me gusta comunicarme con Ricardo, pero al mismo tiempo, temo que mis correos puedan ser una molestia para él debido a su estado de salud. Le escribí a Sabina, una de sus musas, para contarle mi inquietud. Sabina me contestó que todo lo contrario, que la atención de alguien amoroso y generoso siempre era un regalo de la vida: Tendrías que haber visto su sonrisa cuando le leí tu correo, esas pequeñas cosas son las que le dan fuerzas y alegría.
Piglia empezó a escribir los diarios en 1957, en total, 327 cuadernos. La enfermedad lo animó a decidirse a publicar esta obra. Aunque son diarios, Piglia sigue poniéndose en ellos la máscara de Renzi, su alter ego.
Me impresiona mucho la primera parte: Piglia y Renzi se encuentran en el bar de Arenales y Riobamba, y Renzi empieza a contarle a Piglia sus diarios y sus memorias.
Al leerlo, siempre surge una escena en mi mente: Piglia y Renzi, sentados en la mesa junto a la ventana, charlando, mientras toman un café. No puedo distinguir si están conversando el escritor con el personaje, o en realidad es sólo Piglia hablando con el espejo. ¿Todo lo que escribe en los diarios es la verdadera experiencia del escritor o simplemente es la vida ficticia del personaje? Poco a poco, me voy dando cuenta de que la respuesta está en el epígrafe del libro, cette multiplication possible de soi-même, qui est le bonheur, una cita de Marcel Proust.
Los diarios son la máquina del tiempo del escritor, con la que puede viajar al pasado reviviendo los momentos inolvidables, y al mismo tiempo, también un reloj de arena hecho de literatura y de la propia experiencia de vida, cada palabra es un grano de arena fina cayendo de la parte superior llamada Piglia a la parte inferior llamada Renzi. La creación literaria le ofrece al escritor una posibilidad de multiplicación, y Renzi, es la multiplicación posible de él mismo.
La traducción de Respiración artificial también se parece a un reloj de arena. Las historias y las reflexiones que describe el escritor en castellano, palabra tras palabra, frase tras frase, al fluir desde el recipiente superior al inferior del reloj de arena de lenguas, se convierten del español al chino. El proceso de la traducción es un encuentro especial entre Ricardo y yo. A través de los correos, dejo mis huellas en su vida, y gracias a la traducción, también participo de otra manera en su vida literaria. Estoy haciendo otra multiplicación de Respiración artificial, una duplicación en chino. Y los lectores chinos conocerán una historia ajena, un país lejano y una cultura distinta. En este sentido, también es una multiplicación de conocimientos y entendimientos.
Es imposible detener el tiempo. Las arenas no paran de caer. Lo único que podemos hacer es darle más valor a cada grano de arena, a cada instante. Piglia sigue leyendo, reflexionando y escribiendo. Y yo, sigo traduciendo. A lo mejor, en el futuro, iré hacia Buenos Aires, hacia Ricardo Piglia, con la versión en chino de Respiración artificial.
9 de agosto de 2016, en el vuelo de Buenos Aires a Beijing
Terminé este texto el día 30 de junio de 2016 en Beijing. Durante la redacción, me volvían una y otra vez las palabras de Sabina: tendrías que haber visto su sonrisa cuando le leí tu correo. Al terminar la última frase del texto, se me ocurrió una idea: voy a Buenos Aires, a conocer a Piglia, si no puedo verlo, de todas maneras, voy a conocer a Renzi, a hacer un viaje literario, un viaje de Emilio Renzi. Así que me atreví a preguntarle a Sabina si sería posible visitar a Ricardo si iba a Argentina. Pronto recibí su mensaje: Querida, andá consiguiendo el visado. Ricardo dice que vengas a visitarlo. No pude contener las lágrimas al leerlo. Gracias a la ayuda de mis amigos y también de la Embajada Argentina en China, el 20 de julio, empecé mi viaje rumbo a Buenos Aires, hacia Emilio Renzi, hacia Ricardo Piglia.
Tras unas 34 horas de viaje, llegué a Buenos Aires. Por fin, me acerqué a la Calle Malabia, que tantas veces había aparecido en mis imaginaciones. Por fin, vi a Ricardo Piglia. Lo saludé emocionada y un poco nerviosa: Hola, soy Lou Yu. Por fin, estoy acá, a su lado. Por fin, nos conocemos. Y me sonrió y dijo: Estoy muy feliz de verte. Me enseñó las fotos de su visita a China en 1973, me contó sobre los encuentros con Guo Moruo y otros escritores, su admiración a Lu Xun, e incluso me mostró sus diarios sobre el viaje al país oriental. Me regaló un ejemplar del segundo tomo de los diarios de Emilio Renzi con una dedicatoria: A Lou Yu, que vino desde Beijing a conocer a su remoto amigo Emilio Renzi. Con el afecto de Ricardo Piglia.
Durante estos 20 días, mi viaje avanza en dos mundos. Por un lado, voy descubriendo los lugares que aparecen en la obra pigliana, es decir, los lugares del mundo de Renzi; por el otro, voy conociendo a los familiares y amigos de Piglia, entre ellos varios son sus investigadores o traductores. También visité su casa natal en Adrogué y la de Mar del Plata donde vivió varios años.
Lo visité tres veces. Su sonrisa, su pelo crespo, sus ojos brillantes, todo es tan irreal y tan real al mismo tiempo. Nunca imaginé que pudiera conocerlo, estar a su lado mostrándole fotos y contándole mi viaje de Renzi y de Piglia. Me escuchaba con mucho interés. Le dije que había ido a buscar el bar de Arenales y Riobamba, y el Hotel Almagro, entre otros, incluso había pedido un café con leche con medialunas en Las Violetas siguiendo las pistas de su obra. Se rio y me dijo: No lo creas todo, algunas cosas son pura ficción. Cuando llegó el momento de la despedida, me dijo que nunca le habían gustado las despedidas. Le dije: A mí tampoco. Por eso, no vengo a despedirme. Vengo a saludarlo como las otras veces, nada más que en adelante no podré venir con tanta frecuencia. Pero seguiré mi viaje de Renzi y de Piglia. Me dijo sonriendo: Me encanta tu entusiasmo. Ya me contarás tu viaje literario.
Esa tarde, vi que las plantas del patio seguían creciendo en pleno invierno, vi a Sabina y al enfermero sonriendo, vi a Luisa, su musa mexicana, leyéndole un libro de Borges con la luz de la lámpara en la mano. Me di cuenta de que su mujer Beba, sus musas y todos sus amigos, en cierto sentido, todos formamos un rayo de luz que expulsa la oscuridad que lo rodea. Pero en realidad, la luz que tenemos es nada más que el simple reflejo de la luz que tiene Ricardo en su interior. De él y de Renzi recibimos la luz, el calor, la pasión y la fuerza.
Mi viaje desde el hemisferio norte al hemisferio sur, desde China a Argentina, desde el mundo ficticio de Renzi a la vida real de Piglia, paso a paso, me va ampliando el conocimiento de la narrativa de Piglia y de la cultura argentina. Y al mismo tiempo, a través de mis cuentos chinos, Ricardo logra volver a China para conocer una China contemporánea, actualizando sus memorias sobre mi país. Desde mi solitaria lectura de la obra pigliana, pasando por la mutua comunicación por medio de los correos, hasta la verdadera conversación cara a cara, Piglia y yo, los dos estamos escribiendo esta historia, una historia que es nuestra. Lo más importante es que esta historia, es decir, este mismo texto, es el testigo de la amistad entre el escritor argentino y la lectora china. No es un cuento chino sino una verdadera historia argenchina. Es cierto que esto también es un reloj de arena. Las arenas de palabras y frases se transforman en un puente y convierten una cita literaria en un encuentro de almas. Entonces, mi historia con Ricardo Piglia apenas está por empezar.
7 de enero de 2017, Beijing
Sólo debemos escribir sobre lo que nos apasiona y me alegra que yo sea el que te produce sentimientos tan generosos. Así fueron las palabras que me había enviado después de leer mi historia con él. Esta mañana, cuando me desperté, me sorprendió ver tantos mensajes no leídos. Me gustaría que todo fuera un sueño. Me invaden los recuerdos de mi paso por Argentina, su sonrisa, su pelo crespo, sus ojos brillantes. Todo se vuelve tan claro y tan borroso, incluso irreal y ficticio, en esta triste mañana del invierno de Beijing.
Me acuerdo del último correo que me envió, el 26 de diciembre, en respuesta a un saludo navideño, donde yo había agrupado las tapas de sus publicaciones: Gracias Lou, muy bello el dibujo, me emociónó al ver todos mis libros en fila. En el mismo correo me contó que estaba pensando en retomar su diario en China y le gustaría pedirme ayuda. Le respondí el día 28 para decirle que estaría a sus órdenes. Le conté: Ayer fui a la biblioteca de mi universidad. Ya llegaron unos libros suyos!! Es una gran alegría verlos en mi universidad. Algunos están por llegar. Adjunto le envío unas fotos para que conozca la biblioteca de mi universidad. Esos son los últimos mensajes que nos dirigimos. A lo mejor, la última imagen sobre China que vio es la de sus libros en los estantes de la biblioteca en Beijing. ¿Se habrá emocionado al ver las fotos?
Voy a regresar a Argentina con la versión en chino de Respiración artificial. Me gustaría enviarle un fuerte abrazo, desde la lejana y cercana China.