Ensayo

La batalla porteña, el día después


Fin.

Para el PRO, perder su histórico bastión es más que un fracaso territorial: Macri queda en una posición desfavorable para negociar con Milei de cara a las elecciones en la provincia de Buenos Aires y, en la legislatura porteña, el PRO necesitará de peronistas o de libertarios. Con una épica de la que otros carecen, LLA hizo de sus 30 puntos un triunfo arrasador de las-ideas-de-la-libertad. A Santoro, que se veía ganador hacía semanas, lo mataron las expectativas. Los 27 puntos confirman un piso inquebrantable y un techo: el ciudadano porteño es mayoritariamente reactivo al progresismo peronista. La baja participación confirma un descontento con la falta de resultados y una carencia de representación política. Los integrantes del podcast El Hecho Maldito analizan los resultados de las elecciones y el futuro de los principales partidos.

Silvia Lospennato se paró en el escenario de la sede central del PRO luego de las peores semanas de su vida política y definió a la campaña como una contienda que “cruzó todos los límites”. Habían pasado pocos minutos de haberse conocido los primeros datos oficiales de la más nacionalizada de las elecciones legislativas porteñas. “Eso no es un chiste, sino algo de lo que la dirigencia política y los ciudadanos deberíamos tomar nota. La discusión política tiene que cumplir las reglas de la democracia”, sentenció la candidata del partido que sufrió su primera derrota electoral en la Capital Federal tras veinte años de presentarse a elecciones. Pareció emular aquel célebre poema de Martin Niemöller: Primero vinieron por los socialistas y yo no dije nada porque no era socialista. (...) Luego vinieron por mí y no quedó nadie que hablara en mi nombre. Atrás suyo, Mauricio Macri, el primero que aportó a la integración de La Libertad Avanza y sus prácticas crecientemente autoritarias al sistema político, desde el agravio y las amenazas al que piensa distinto a la utilización indiscriminada de los DNU y la designación de jueces de la corte por decreto.

La cabeza de lista del oficialismo porteño, que venía de sufrir una derrota parlamentaria —televisada en tiempo real, con su reacción viralizada en medios y redes— con el rechazo a su proyecto de Ficha Limpia y fallidas apariciones mediáticas junto a Macri, se refirió puntualmente a una serie de videos hechos con Inteligencia Artificial y disparados desde las tropas virtuales de Santiago Caputo para hacerle creer al electorado que el PRO había bajado su candidatura. De salón: un Macri humanoide anunciaba que se retiraban pero que, por una cuestión de tiempos, su lista aún aparecería en el menú de opciones, por lo cual había que tener cuidado de no confundirse y en su lugar votar a Manuel Adorni, la mejor manera de ganarle al kirchnerismo. El propio expresidente, que en 2023 saldó de un plumazo el debate mundial entre aislar a los violentos con un cordón sanitario o incorporarlos al sistema y domesticarlos —a favor de esta última opción—, se mostró horrorizado unas horas antes de votar y esbozó las palabras intento-de-fraude-digital, lo que le valió que el propio Javier Milei lo tildara de “llorón”.

El uso de la IA generativa en contextos electorales no es algo nuevo. Hacer campaña sucia quizás sea hoy más fácil que nunca: una computadora, algunas habilidades tecnológicas y un par de horas. A veces minutos. Un clic y directo a la plaza digital. Es, de hecho, una amenaza que sobrevuela a la mayoría de las democracias del mundo y goza de la protección de un quirúrgico agujero negro legal. El video del Macri robotizado recuerda a aquel otro de Biden pidiendo a sus seguidores que no vayan a votar a las primarias y “guarden su voto para noviembre”. El autor de la pieza de IA fue multado por 6 millones de dólares e imputado bajo cargos de fraude. En los últimos días, Elon Musk como dueño de X presentó una demanda federal impugnando una ley de Minnesota que prohíbe el uso de deepfakes para influir en una elección por considerar que viola el derecho a la libertad de expresión. Desde Ecuador pasando por Eslovaquia, España, Pakistán, Francia, México, Turquía, Taiwán, India, Indonesia y una decena más de países, las judicializaciones y la búsqueda de normativas ofrecen pistas interesantes para un futuro que es más presente que nunca.

Quizás sea muy apresurado decir que hay una nueva forma de democracia, pero algo de esa sensación dejó la elección que el domingo ganó el vocero presidencial, gamer y twittero, con poco más del 30 por ciento de los votos contra un 27 de Leandro Santoro, candidato por Es Ahora Buenos Aires, la lista central del peronismo. Una certeza es, sin dudas, que hoy por hoy La Libertad Avanza hegemoniza: “Nuestro líder es Javier pero lo importante son las ideas, por eso es que queremos que estas ideas sigan mucho más tiempo de lo que pueda estar el presidente”, dijo Karina Milei, “el Jefe” de la banda, que otra vez tuvo un papel decisivo a la hora de decidir la independencia electoral de su partido y echar por tierra la alianza con el PRO alentada por Caputo, que por primera vez en su historia no ganó en una sola comuna porteña. El mapa ya no luce amarillo, sino violeta y verde/celeste.

En las últimas semanas ya había sorprendido a varios el uso de artillería tan pesada para una elección distrital. La pregunta pasó a ser, entonces, si se trataba solo de eso. Pareciera que no: perder su histórico bastión —el que ganó con un discurso institucionalista post tragedia de Cromañón— implica para el PRO mucho más que un fracaso territorial. En simultáneo, ganar la Ciudad es para LLA mucho más que sumar concejales. Es reafirmar que ellos, y sólo ellos, tienen el monopolio de la derecha. “Tabula rasa. Bienvenidos todos los que quieran sumarse a las ideas de la libertad”, resumió el domingo por la noche Milei, que el lunes por la mañana fue más allá: “Quizá Macri entienda que su momento ya pasó”, deslizó. En otras palabras: vengan, porque más allá no hay nada. 

¿Qué opciones tiene por delante el partido republicano —cuyos dos últimos candidatos a presidente están por fuera del esquema— y sobre todo su líder, quien fuera una figura gravitante de la política argentina las últimas décadas y hoy aparece desdibujado? ¿Está obligado Macri a ser candidato a senador nacional en las elecciones de octubre para no dejar de existir? ¿Está sentenciado a ser furgón de cola de LLA o puede todavía  capitalizar algún poder de daño valiéndose de los modestos 16 puntos del PRO en esta elección? El expresidente sabe que el reloj de arena se dio vuelta y que su “segundo tiempo” pareciera ser en verdad el primero de Milei. Se terminó la era de los búnkers con globos amarillos y a esta altura resulta fantasioso pensar que esta performance alicaída no va a ser determinante para sus chances en la provincia de Buenos Aires.

De todos modos, la victoria no es tan cómoda para la derecha en general. En la sumatoria de las principales opciones de ese espectro ideológico en conjunto —La Libertad Avanza, PRO, Movimiento al Desarrollo— perdieron casi 200 mil votos desde 2021 a la fecha. Si el gobierno apostó todo lo que tiene para ganar una elección local —y vaya si lo hizo: préstamo con el FMI, dólar planchado, vocero como candidato, ministros en campaña, anuncios en veda electoral y fuerte presencia de Milei—, 30 puntos huelen más a un tibio respaldo ciudadano que a una gran elección, más aún considerando la baja participación electoral. Se llevan, sí, la foto de la noche, la segunda minoría en la legislatura porteña y un buen punto de partida para la negociación con el PRO en la provincia. Pero no mucho más. Aunque LLA tenga una épica de la que otros carecen para celebrar y convertir toda calabaza en un triunfo arrasador de las ideas de la libertad.

La baja concurrencia fue, en efecto, el dato más sobresaliente de la elección. Apenas un 53,3% del padrón emitió su derecho al voto, porcentaje incluso menor al de tres de las cuatro provincias que una semana atrás fueron a las urnas con mínimos históricos de participación. En 2023 votó en CABA el 76,7%; en 2021, el 73,4%; en 2019, el 80,14% y en 2017, el 76,73%. Incluso en 2007, cuando se registró una de las participaciones más bajas hasta ahora, se alcanzó el 68,5%. ¿Apatía? ¿Indiferencia? ¿Consecuencia de un calendario electoral abarrotado por un desdoblamiento del que el Jefe de Gobierno, Jorge Macri, posiblemente hoy se arrepienta? Quizás todo eso tenga su cuota de influencia, aunque pareciera ser claro que, en el fondo, existe un descontento con la falta de resultados de la gestión nacional que al no encontrar otra expresión en las propuestas opositoras se traduce en ausencia.

Los resultados del peronismo avalan esa hipótesis. Si la derecha perdió votos, ese espacio político conserva su núcleo duro desde hace cuatro años. Un piso inquebrantable que no se vio perforado ni siquiera haciendo que el simpatizante nacional y popular tenga que votar, como cabeza de lista, a un dirigente de origen radical y de identidad alfonsinista. Pero también un techo: la confirmación de que el territorio porteño es en gran parte hostil al progresismo peronista. La performance de Santoro no fue mala, aunque un segundo lugar con 27 puntos podría haber tenido gusto a más, de no ser por la persistente instalación de Es Ahora Buenos Aires en el primer lugar durante las semanas previas a la elección. Una vez más, lo que mata son las expectativas.

Ahora el peronismo deberá ensayar respuestas a algunas de sus discusiones abiertas de cara a los siguientes desafíos electorales. Por ejemplo: desenganchar las elecciones locales de las nacionales, como hizo también el gobernador Axel Kicillof, ¿puede ser perjudicial para los oficialismos locales? ¿Fue o no provechosa la táctica de calzarse un traje de otro color, literal y metafóricamente, en una propuesta no identificada con el núcleo duro kirchnerista y con una retórica más bien individual, distrital y no identificada con la historia, las políticas y sobre todo las principales figuras peronistas? Adorni, que es Milei, salió primero. El premio mayor se lo llevó quien más nacionalizó su campaña y no “lavó” su propuesta, sino todo lo contrario. La motosierra, intacta.

Todo parece indicar que existe un sector de la sociedad carente de representación política. Personas que, aún descontentas con la gestión del gobierno nacional, tampoco eligen masivamente a la oposición. Ante esta situación, ¿Milei tiene más para ganar o para perder? En principio, pareciera no molestarle la baja concurrencia. La degradación de lo público y la demonización de toda instancia colectiva están en la esencia del sentido y de la acción de un gobierno nacional que fomenta la antipolítica que abona un terreno fértil para su prédica. Cuando alguna vez le preguntaron si creía en el sistema democrático, el presidente no supo responder. Después de todo, la emergencia de los libertarios es en parte una nueva expresión de la antipolítica.

Por lo demás, la suspensión de las PASO tuvo como consecuencia la dispersión de la oferta, otra cosa que podría tener su correlato y espejo en territorio bonaerense. Solo 5 de las 17 fuerzas políticas que disputaron bancas lograron colocar legisladores/as: LLA, Es Ahora Buenos Aires, el PRO, el Movimiento al Desarrollo de Horacio Rodríguez Larreta y el FIT. El daño colateral de las listas blue al final no fue tal: ni Ramiro Marra le mordió mucho electorado a Adorni, ni el candidato de Guillermo Moreno (de mayor popularidad en los canales de streaming que en las urnas) ni Juan Abal Medina lo hicieron con Santoro. El único que provocó daño y sangría fue el ex jefe de gobierno, que con críticas a los Macri y a sus ex aliados del PRO sacó 8 puntos: se quedó con la porción de un voto nostálgico que supo ser amarillo y festejó como quien sabe que no sólo salvó la ropa, sino que pudo demostrar que hay vida después de Macri.

Angelado, Milei volvió a apostar y a ganar. Su impronta de choque sin medias tintas es todavía reconocida por el electorado, más allá de la discusión por la robustez o no del porcentaje. Sobre el final de la jornada, el presidente se mostró generoso con Adorni, la figura que eligió para jugar el partido. Lo colocó en el centro, lo reconoció y le dio el placer de pronunciar las palabras del ganador, compasivas con los derrotados y de brazos abiertos. “Todo aquel que acompañe nuestra agenda es bienvenido, venga de donde venga”, dijo con el tono apacible de quien observa las esquirlas de la bomba que detonó. Santoro, por su parte, bajó la espuma, aunque el peronismo se consolidó como la principal expresión opositora en la Legislatura y la primera minoría. Comienza el desafío de Macri: buscar, obligadamente, el apoyo de LLA o el peronismo para conseguir pasar cualquier proyecto de ley. Mientras las cámaras enfocaban los cierres en los bunkers, olvidado y detrás del telón, el primo se preguntaba cómo, con poco más de 15 puntos, podrá seguir gobernando.

El Hecho Maldito es un podcast semanal de política. Ponen sus voces cada semana: Juan Francisco Gentile, Poli Sabatés, Julián Hofele y Emilia Pioletti.