Crónica

El Papa en Bolivia


Jallalla Santo Padre

Esta noche Francisco llega a Santa Cruz de la Sierra después de una escala en La Paz. Entre las cosmovisiones ancestrales, el imperialismo religioso, la politización de la iglesia y la utopía del Estado laico, algunos piensan que la visita es un gesto para unir a los bolivianos y bolivianas del campo y de la ciudad. Cerca de los 10 mil policías, los dirigentes de movimientos populares y las devotas de clases altas, María Mansilla cuenta cómo la ciudad cruceña espera y debate la figura vaticana.

Fotos: Juana Celiz

Los bolivianos que peregrinan para ver al Papa Francisco tienen un gesto común: se ponen las dos manos juntas con las palmas hacia arriba. Con ese gesto se puede atrapar el agua, taparse los ojos para no mirar. Y pueden hacerse sólo dos cosas más: rezar el Padre nuestro y recibir hojas de coca. Parecieran gestos irreconciliables los de la iglesia cristiana y las comunidades indígenas bolivianas, tradiciones de dos mundos remotos, a veces enfrentados. El Papa llegó hoy a Bolivia.

Esta noche llegará a Santa Cruz de la Sierra después de una escala en La Paz. Como argentinos, cuando podemos volver a mirar con extrañeza esa estampita mestiza, la del jefe del Vaticano y un presidente indio, surge una duda. ¿Cuáles son las tensiones o las alianzas para que en un país declaradamente plurinacional e indigenista desembarque el máximo referente del poder católico? Entre la evangelización de las cosmovisiones ancestrales, el imperialismo religioso, la politización de la iglesia y la utopía del Estado laico, algunos aquí piensan que es un gesto para unir a los bolivianos y bolivianas de la sierra y del occidente, del campo y de la ciudad. Otros sostienen que es una concesión de Morales a la derecha cruceña, un gesto más de sus trueques a cambio de estabilidad. También están quienes lo leen como una oportunidad que aprovecha este gobierno para visibilizar su gestión y la realidad social boliviana, e incidir en la agenda política internacional.

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El presidente Evo Morales presidió ayer el acto de apertura del II Encuentro de Movimientos Populares, en el Coliseo Municipal Santa Rosita, frente a referentes de 1500 organizaciones sociales del mundo y dijo: “Nunca imaginé que un Papa nos podía acompañar con sus mensajes de paz y justicia social. Con Francisco tenemos coincidencias sobre el tema del capitalismo, coincidencias sobre lo que entendemos que es vivir bien”, reconoció Evo Morales ante de dar grito de: “¡Jallalla Papa Francisco!”. Hablando quechua-aymará también se llega a Roma.“¡Viva el Papa Francisco!”, pues.

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La epidemia de la fiebre amarilla parece controlada en Santa Cruz de la Sierra. Aquí el fanatismo por la bandera papal se expresa más en el modo uruguayo, digamos sin exteriorizar los fundamentalismos religiosos ni ataques de histeria. No se ven trapos asomando en  las ventanas de las casas ni flameando en las ventanillas de los autos, ni brazaletes ni escarapelas. Sólo se ven especulaciones comerciales: remeras y souvenirs.

Detrás de la puerta vidriada de su negocio familiar está Elsa Telchi, en su escritorio, con un porte a lo Mirtha Legrand. Más allá están las camillas ortopédicas que importan y venden a clínicas privadas y hospitales. Más acá, los escritorios de las chicas que trabajan con ella a las que les pide: “Preparanos un tecito”, “Llevate esta carpeta”, etcétera. Elsa se presenta diciendo que es parte de una familia tradicional cruceña. Tradicional no tanto por el abolengo sino porque ella, sus 5 hijos, sus 16 nietos, sus 13 bisnietos son “honrados, trabajadores y muy pero muy creyentes”. Tiene un nieto que vive en Houston, Estados Unidos; otro que estudia agronegocios, la carrera del momento en este territorio sojero. Elsa suspira cuando pasa frente ala Santa Ana, no se acostumbra a que donde estaba su escuela de monjas ahora haya una tienda de ropa con patio de comida rápida y todo. Guarda la credencial que le permitió ir a ver a Juan Pablo Segundo, cuando dio una misa de pasada, en el aeropuerto Viru Viru; pudo ir gracias a su sobrina, que por ese entonces trabajaba para el Obispo Rodríguez, y le pirateó un pase. Hoy Elsa le reza más que nunca a la Mamaíta de Cotota, su virgen de cabecera; una de las más populares de aquí, que incluso tiene una película que se estrenó en varios cines. “Dejame estar cerca del Papa”, le pide Elsa. En unos minutos la pasa a buscar una parienta y se van hasta una capilla lejana, pasando el aeropuerto, donde dicen que reparten acreditaciones para mañana, para la misa de las diez.

—Este Papa nos da nuevas esperanzas por la niñez, por la juventud, los desamparados y los enfermos. Bolivia es un país pobre, ¡pero pobre porque quiere! Hay que empujar el trabajo, pero el trabajo espiritual también. Y es el primer Papa que va ir a la cárcel de acá, una cárcel terrible, un ambiente horrible horrible.

Gran parte de la familia Telchi trabaja junta. En este negocio, en una fábrica de algodón y en un complejo deportivo que creó su papá, un lugar con piletas y área social que lo primero que tuvo fue una capilla. Elsa dice que acá no es como en la Argentina: que las sobremesas de los domingos no terminan con los padres peleados con los hijos por discusiones políticas.

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Santa Cruz disimula. Se declama la capital económica del país, por su territorio agroexportador. No luce como nuevo rico sino más provinciana que muchas provincias del interior argentino. Se pueden ver despensas o peluquerías instaladas en el living de una casa; se ven paredes descascaradas y trabajos de herrería (rejas decorativas, no anti-ladrones) que tienen un aire a Salvador de Bahía. Las veredas finitas con techo de tejas y columnas (si, veredas techadas) recuerdan los escenarios de las novelas mexicanas. Los colectivos no funcionan de noche; de día, también andan los “trufis”, taxis compartidos. Es una ciudad baja; los cables de las luces parecen pentagramas que se enmarañan al llegar a las esquinas. Pronto el Palacio de Justicia dejará de ser el más alto de la ciudad. Sus 16 pisos serán nada al lado de los 23 que tendrá la Torre Empresarial que se levanta en una de las zonas más ricas de la ciudad, la de EquiPetrol, donde se realizan los negocios relacionados al oro negro. Hay bastantes extranjeros en Santa Cruz de la Sierra: los europeos que están de paso (el aeropuerto cruceño tiene muchos vuelos directos con sus países) y los jóvenes brasileños que vienen a estudiar en la universidad porque les resulta más barato. El plano de la ciudad se organiza en círculo: hay tres “anillos”; del ombligo hacia afuera, pasando el tercero se pone cada vez más marginal, dicen.

Las fronteras invisibles -geográficas, espirituales, sociales- se detectan en las líneas de las manos que rezan, en las que coquean.

—Decir “coya” ya no se ve tan bien –dice un taxista-. Desde que está la ley de racismo dices “coya” y puedes ser demandado.

En Santa Cruz, al menos vox populi, Evo Morales ya no es “el indio” sino “nuestro presidente”.

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El mapa espiritual boliviano está copado desde hace añares, por católicos y evangelistas. La religión también se ha vuelto mestiza. ¿Y Pacha Mama y Tata Inti? Las reivindicaciones ancestrales se liberan, principalmente, en cuestiones como la autoafirmación indígena, el derecho a la tierra, las prácticas autosustentables y comunitarias,el acceso a la salud, la lucha contra la indigencia, las violencias, la discriminación y el racismo. Se estima, el 78% de la población es católica, y un 19%  evagelista.

“¡Estamos volviendo a las pautas de Medellín y Puebla!”, celebra el cura franciscano de morral azul y blanco, Jorge Villalpán e historiza una lectura posible sobre el acercamiento de la iglesia católica a las creencias de nuestra región.

—En los años 60 unos obispos se reunieron para pensar cómo aplicar el catolicismo en medio de las transformaciones sociales que se estaban viviendo en Latinoamérica.

Así surgió lo que se llamó el Concilio Vaticano II, la reunión de la Conferencia Episcopal de Medellín que luego se repitió en Puebla, México. Lo interesante para Villapán es ver cómo la iglesia pretende dar su mensaje entre los jóvenes y los pobres, en medio de las transformaciones, no como un camino paralelo. Es una cuestión de valores en un sentido teológico, no antropológico. “Quizás por el éxodo tan grande de muchos fieles,en los 90, el catolicismo volvió a sus posiciones tradicionales, a encerrarse un poquito en las iglesias dejando de lado el trabajo pastoral. Con la llegada de Francisco todos sentíamos que iba a haber un cambio en un avance. ¡Pero los cambios están siendo más rápidos que lo esperado!”.

—¿Qué incidencia global podrán tener sus enunciados?

—La iglesia es un poder, un gigante, pero con pies de barro. Por ejemplo: Juan Pablo se opuso tenazmente a la Guerra de Irak, escribió cartas… y no consiguió nada. La Encíclica ‘Laudato Si’ ya ha generado críticas en sectores conservadores, empresariales. En el primer mundo ya anduvieron diciendo que el Papa no es un técnico para hablar de estas cosas.

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En Bolivia ya están en curso las vacaciones de invierno. Pero las escuelas no están vacías sino llenas de policías. Se dice que desembarcaron unos diez mil llegados de todo el país; se dice, también, que la seguridad del resto del territorio quedó desnuda. De las ventanas de muchos colegios cuelgan remeras recién lavadas, en su patio se ven picaditos de fútbol, y por la ciudad es fácil cruzarse con agentes de uniforme verde militar y borceguíes y con tantísimos otros vestidos de civil. Hay una escuela donde pasa otra cosa: aloja la parte de los miembros de las organizaciones sociales, convocados por el presidente Evo Morales y el Papa Francisco para el II Encuentro Mundial de Movimientos Populares.

“No venimos a hacer diplomacia al Vaticano. El que tiene un pensamiento social cristiano, el que tiene un pensamiento de izquierda, el que tiene ideas independientes y nuevas… Todos son bienvenidos. Estamos acá para escucharnos, no hay que tener miedo. La paz se construye desde el diálogo y el respeto a todas las voces”, dice a Anfibia Juan Grabois, del MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos) en durante el foro iniciado con la visita papal.

La agenda del foro marca tres ejes, tres T, las iniciales de Tierra, Trabajo, Techo. Escritas en latín: Terra, Labor, Domus. El encuentro es un símbolo, casi una rareza, por la alianza entre la religión y la política. No se va a hablar del evangelio sino de los derechos sociales de cartoneros, pescadores, recicladores, mineros, obreros, campesinos, vendedores ambulantes…

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“Mar-pará-Bolivia/malví-nasar-gentinas”, cantan, cada tanto, desde una tribuna del Coliseo Municipal de Santa Cruz. Joao Pedro Stédile, referente del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra de Brasil cuenta a Anfibia: “La lectura que la mayoría de los movimientos populares hacemos es que lamentablemente padecimos un retraso en la mirada social de la iglesia en los últimos papados, que fueron muy conservadores y se aislaron de los problemas concretos de la gente. Como dios existe, tenemos ahora a Francisco. El pone en juego otra visión de que la iglesia tiene que ser un servicio para los pobres, y no un poder”.

Entre las personas que escucharon su conferencia–sobre soberanía alimentaria, nueva agricultura, movimiento campesino- está Rosalía Bonifacio Mamani, envuelta en su chalina de un orgulloso color azul. “Nos sentimos hermanadas a nivel internacional por la visita de nuestro Papa y estamos felices como organización. Nunca jamás había sucedido que a nosotras nos invitaran a participar. Somos religiosas pero tenemos una sola biblia hermana, para nosotros esta unidad es una alegría. Somos del departamento de Oruro. Somos agromineros. Somos de una comunidad indígena de ayllus, siempre andamos hermanados más que por nuestra religión, por nuestro presidente. Y los domingos asistimos a la misa, no es cada vez pero siempre que nos recordamos”, cuenta. Rosalía no tendrá que rogarle a su virgencita del Socavón para ver a Francisco en vivo y en directo. La montaña vendrá a ella. Mañana jueves después de la misa, a las 5 pm, el Papa se llegará a este predio a saludar a la gente y recibirla lista de urgencias que se estuvoelaborando en estos días.

Las puertas del Coliseo Municipal de Santa Cruz están abiertas, también, sin restricciones, para los vendedores ambulantes, claro. Tiene más suerte el chico que vende aros que la nena que ofrece rosarios y remeras con la cara de Francisco o el fotógrafo que invita a posar junto a una gigantografía del Papa.

En esta torre de babel lat & pop no es raro ver hábitos aborígenes mapuches ni ecuatorianos ni campesinos. Por eso el que llama la atención un hombre blanco, pálido, espigado, de anteojos, se llama Daniel Callahan y es un cura franciscano que viene desde Toronto, Ontario, Canadá. Afuera se desata una lluvia bíblica y cae granizo; él, en ojotas. Viajó hasta acá convencido de que el Papa y su nueva encíclica fundan una nueva etapa que va a cambiar el mundo; sí, que va a cambiar el mundo especialmente el de los pobres. Aclara que su congregación no trabaja sólo con cristianos, porque son frailes de reconciliación. Es su primera vez de este lado del mapa, y se siente bien. Sobre todo porque mucha gente se le acerca, espontáneamente, como quien encuentra a alguien exótico: suelen pedirle sacarse una foto.