Ensayo

Una metodología de investigación eco-somática


La incomodidad, ese fuego de ciertas preguntas

Desde que habita las fronteras entre teoría y práctica de la creación artística, a Marie Bardet le inquietan un montón de preguntas. ¿Cómo pensar menos sobre los cuerpos y más desde, entre, con, contra ellos? ¿Qué deseo de teoría se cultiva si se amigan gestos y conceptos? ¿Cómo interpelar feministamente las políticas de las citas? Esas preguntas son gritos, rabia, dicha, cocina de su pedagogía para una pequeña práctica somática del pensar. Y guía de la propuesta de la nueva Maestría en Prácticas Artísticas Contemporáneas de la Escuela de Arte y Patrimonio de la UNSAM.

Foto de portada: Estrella Herrera. Fotos del interior: Juli Jons.

Todo cambia cada vez que nos preguntamos por el cómo. La respiración, la vibración de las cuerdas vocales, el tono de la voz, el recorrido de la lengua. El signo ahuecado del "¿cómo?" interpela nuestras formas de hacer.  

¿Cómo pensar menos sobre los cuerpos y más desde, entre, con, contra ellos, desde las irrupciones que provocan en los órdenes del pensar y en las maneras  del conocimiento? ¿Cómo investigar menos sobre el arte y más desde, entre, con y contra las prácticas artísticas contemporáneas? 

Estas inquietudes me atraviesan desde mis primeros pasos en la investigación. Pienso en los posibles efectos de esa atención puesta en las preposiciones y en cómo sublevan las preguntas y los problemas.

Esta atención puesta en las preposiciones -más que su uso como recetas mágicas- opera un desplazamiento epistemológico hacia las posiciones, una casi coreografía de las posturas, los tonos y las relaciones espaciales que esbozan, y da lugar a un ínfimo método de las preguntas que toma en serio las puntuaciones y sus posiciones gráficas. “¿ ?” se convierte en dos signos que trazan un hueco, sus curvas tienen forma de oído, abren el espacio a preguntas que buscan menos una definición (¿qué es esto?) que una problematización (una pregunta que rastree, registre, dé cuenta de un problema y trace, recorte, cale una problematización en una situación). 

¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Cuáles? ¿Con, entre, contra, al lado de, qué, quiénes…? Modos de formular preguntas que se preocupan por tensiones y relaciones, jugando con preposiciones que hacen emerger exigencias cruzadas en el modo de formular y producir los extrañamientos que nos permitan pensar, criticar, hacer circular los procesos creativos. No es ni quedar pegadxs ni tomar distancia. Es esbozar otra danza. No es ni poner el cuerpo en el medio ni poner la experiencia en palabras. Es seguir las rearticulaciones en las que se des-hacen. Es producir modos de rearticular gestos y palabras para entrenar esa atención al cómo y al tono. 

¿Qué deseo de teoría cultivamos? 

Esta es una pregunta que obsesiona, retumba, se mete por los pasillos de la Universidad y se tensa en el camino rodeado de pasto que va de la Escuela Idaes a la Escuela de Arte y Patrimonio. Esta es una pregunta que reverbera en los vidrios de la sala de danza Hoyer, que insiste entre las producciones gráficas de La Mancha Liberada y en los fanzines del Torna-gráfica, que nos vuelve a picar cada vez que nos acercamos a un proceso de investigación en, desde, entre, con, contra las prácticas más que sobre el arte. Esta es una pregunta que nos incomoda cada vez que armamos el programa para una materia o un nuevo plan de estudio. 

A fuerza de preguntas elaboramos la propuesta pedagógica de la nueva Maestría en Prácticas Artísticas Contemporáneas, de la Escuela de Arte y Patrimonio de la UNSAM, que este 2023 abre sus puertas. Propone una formación experimental en, desde, con, contra, entre las artes; parte de un recorrido por cursos teórico-prácticos y con el acento en las experiencias colectivas, comunitarias y territoriales en las que se cocinan muchos proyectos de la creación contemporánea local. Cada seminario parte de una pregunta específica. Así, la materia que dicta Silvio Lang interroga sobre ese "deseo de teoría" que se nutre desde las prácticas cruzadas entre performances y lecturas.

¿Qué deseo de teoría cultivamos? Más que encontrarle una respuesta, formularla nos permite pensar en la urgencia con tiempo con la que suele aparecer un “apetito” de teoría; en el tiempo singular que la Universidad Pública les permite “tomarse” a algunxs artistas; en la avidez de lectura, de escritura, de conversación; en el deseo de conceptos que convivan -siempre- con los afectos que circulan y las inventivas perceptivas que crean. Esta pregunta sortea un doble escollo que suele surgir, como espejismo, en el camino. Por un lado estaría la “Gran Falta de Teoría” sobre nuestras prácticas escénicas, vivas, corporales, somáticas, de danza. Por otro lado, el riesgo de un antiintelectualismo que se atrinchera en una praxis CONTRA la teoría, que repite la oposición disyuntiva y naturalizada entre las dos. 

Si no oponemos los gestos a los conceptos, si amigamos el hacer con el pensar… ¿qué deseo de teoría cultivamos? 

Si no esperamos que entender implique recibir la gran clarificación explicativa… ¿qué deseo de teoría cultivamos? 

Si incorporamos las voces de los bordes claroscuros que tanto nos inquietan… ¿qué deseo de teoría cultivamos? 

Si nos calienta más la vibración de la hoja en los refugios que nos armamos que la glorificación de los nombres propios… ¿qué deseo de teoría cultivamos? 

De este método de las preguntas quizás surja una pequeña práctica somática del pensar que descentrene nuestros reflejos fijados sobre la teoría deslumbrante que todo lo aclara; que interrogue lo que llamamos claridad (y distinción) en las maneras de contar lo que hacemos; que espese la manera de frecuentar palabras,  conceptos,  sentidos y los modos larvarios del decir.

La práctica teórica permite formular “las preguntas-gritos, las preguntas-rabias, las preguntas-hartas, las preguntas-dicha”, como diría Silvio Lang. Permite extrañarse de la propia obra y dejar el espacio ahuecado por las lecturas teóricas que sacuden las palabras que usamos.

¿Cómo nos des-hacemos de genealogías en lo que hacemos? 

Ese impulso (élan) teórico, ¿podría también ser un modo de hacer(se) genealogías en los huecos abiertos por las preguntas y las lecturas? ¿Podría ser una manera de inscribir las circunvoluciones de nuestras prácticas con otras, en otras y contra otras? ¿Podría ser una forma de reconocer los otros timbres de las voces que hablan a través de las nuestras? 

Leer, leer y citar, citar para hacer un coro polifónico de voces como guarida para vivir (y morir) un poquito mejor. Citarnos también entre nosotrxs, citar a estudiantes. No para cultivar un entre nosotrxs o una horizontalidad a priori bienpensante e igualitaria sino como gesto que interpele feministamente las políticas de la citas que hacen de la “autoría” una “autoridad”. Porque citar en las lenguas latinas etimológicamente significa “impulsar, mover”, y luego “invocar, llamar” más que “referenciar” (a diferencia de “to quote” en inglés). 

Nos podemos armar de citas como leñas que mantengan las llamas de nuestro fueguito. Ex-citar-nos como el juego de una lengua que se roza con otras, no necesariamente en un gran acuerdo armónico, tal vez más bien con el ruido chispante que se hace afilando cuchillos. Podemos convertir las citas en caramelos que traficamos y chupeteamos junto con las preguntas que atizan la respons-habilidad, como diría Donna Haraway, de “una objetivdad feminista” que por situada y fragmentaria no es menos colectivizable cuando trabaja la habilidad de contar cómo vemos lo que vemos, cómo hacemos lo que hacemos. 

Horadando la figura del artista genio -esta vez cito a Paula Arrieta- hacer genealogías también es como un volver a caminar sobre otros pasos figurados y concretos. Un ejemplo, Ensayo para una cartografía feminista, la acción callejera del colectivo Mujeres Públicas que retoma Laura Gutierrez en su libro Imágenes de lo posible. Una genealogía discontinua de intervenciones lésbicas y feministas en Argentina 1986-2013. Permite imaginar una genealogía que se va haciendo, literal, al trenzar lo visual de un mapa con lo kinestésico de un recorrido en una ciudad, en un caminar con, en una acción situada de inscripción colectiva, corporal, discontinua, lábil y precaria. Hacerse genealogías con las manos y los pies, en palabras de Laura Gutiérrez, “para recuperar las genealogías lésbicas (como) un modo de expandir la construcción de conocimiento, sus prácticas interpretativas, sus modos de trazar y habilitar las fronteras de lo investigable, del status de lo posible, lo decible y lo visible, en síntesis, de los cuerpos vivibles”.

Pensar entre, junto con, contra los cuerpos, no para ponerlos en el centro o arriba, no para volverlos una categoría más de las casillas de financiación de la investigación, sino para encontrar modos de inscribirnos que son maneras de “trazar y habilitar las fronteras de lo investigable”, escribe Laura Gutierrez.

Seguir las huellas babosas, sangrientas, hechas de cenizas y de lágrimas, de suspiros y resoplidos, de flujos y calenturas. Apostar a esas interrupciones -como propone val flores- de cuerpos disruptores del sentido, del oculocentrismo, sus pensamientos legítimos y sus voces autorizadas. val flores -también docente de la maestría en Prácticas Artísticas Contemporáneas-  articula la teoría junto con la performance, escucha y traza lo que se tuerce de queer a cuir en pedagogías e investigaciones que hacen de la incomodidad ese fueguito de la pregunta: 

"¿Qué les sucederá a los programas, a los temas y a las agendas si dejamos correr la saliva por su bordes? Si las escrituras académicas construyen una disposición afectiva hacia lo transparente, ordenado y limpio en las prácticas corporales de pensamiento, ¿el enchastre textual se convierte en una escritura inapropiada?"

Estas son algunas de las inquietudes que val flores proponía en el taller-performance Fantasías de un conocimiento pegajoso que movilizaba el uso de la saliva. Fue durante las Jornadas del Área Queer de la Universidad de la República en Uruguay a fines de septiembre del 2022. 

¿Será por las huellas que marcan los cuerpos que se meten entre, con, junto a, cerca de los conocimientos e interrumpen el orden del conocimiento dualista? ¿Será por los rastros que dejan de los in-mundos en los que vivimos? ¿Por lo pegajoso que se vuelven las palabras cuando se sopesan una por una como herramienta o juguete y no se enseñan como nociones pacificadoras claras y distintas? ¿Por lo abyecto que resulta recordar que cualquier escena de clase pone en juego nuestros cuerpos, deseos, ju(e)gos y fluidos, que esa intervención en un aula despertó el discurso del (lesbo)odio siempre tan a mano en los comentarios de lectorxs y las redes sociales? Al no hacer del  cuerpo un objeto de conocimiento sino un disruptor de los órdenes del pensar y del hacer, se vuelve a desafiar lo que puede o no albergar las paredes de una universidad.

Citar y desviar la línea straight, bien recta, que marca el modo de transmisión y referencia de autorías individuales como autorizaciones a pensar para des-inscribirnos, deja huella y hacer desviar nuestro hacer en genealogías torcidas. 

¿Con qué fuerzas blandas podemos seguir trazando y rasguñando las líneas espesadas, tanteantes, contundentes de/por nuestros gestos combados? 

El balbuceo

(…) mirar

el alfabeto

el idioma trozado

en digresión genial

Cruzado

por su precisa significación

su pérdida

de significado

puntual

pujando

a la intemperie

de la historia

Mirar

Suave el ojo

se desplaza

en redondo

Arista

volumen

ripio arriba

va

Vaga sin saber

encantado

cruel en el tiempo

toca

y se desata

la tempestad (…)

Diana Bellessi, Eroica (1988)

Entre palabras y gestos, en los huecos que abren los signos de pregunta, fantaseo una metodología de investigación eco-somática. 

Quisiera poder hablar, escuchar y escribir desde los otolitos de mi oído interno. Seguir las huellas con los cristales de mi sistema vestibular. Escribir desde la propiocepción que se extiende por los captores de presión de la piel, que se pliega y despliega junto a los tendones de las articulaciones, que oscila en los cristales de los laberintos del oído interno. 

Escucho a Valérie Marange susurrándome en la nuca que el sistema vestibular del oído interno es un oíkos, “una casa” en griego. Que es también "lugar de lx otrx" (algo que nos convendría  recordar cada vez que hablamos de eco-nomía/oiko-nomos...). "Un lugar donde emerge el sentido, y entre el órgano del equilibrio y aquel que permite oír y emitir sonidos articulados, hay superposición, hojaldrado de sentido."

Sueño, sueño con tener un lápiz, una pluma, un grafito en los laberintos del oído interno. Sueño. Sueño con sos-tener un canturreo que registre la vibración de nuestros caminos al ritmo de los cristales de los otolitos. 

¿Cómo podemos escribir, trazar, dibujar nuestros gestos desde los esbozos, las tendencias y los tropismos de lo que apenas cambia de rumbo? 

En los espacios revisitados por otras preposiciones, en los umbrales de sentido, está la potencia de una des-orientación en nuestras cercanías y lejanías. Y, sí:  a veces nos sentimos tan lejos de lo familiar y tan cerca de lo extraño… ¿Desde qué lenguas, con qué gestos, entre qué palabras y con-tra qué silencios podremos armar una de-mora para vivir – y morir- mejor? 

Este texto es una versión de las palabras compartidas durante la conferencia inaugural de las Jornadas Internacionales Investigación y formación en Artes,  de la EAyP- UNSAM, octubre de 2022.