Ensayo

Aborto legal


La política respira

El debate por la despenalización del aborto reafirmó y partió al medio muchos postulados sobre la política y sus protagonistas. Lo dicho en las bancas emociona tanto como indigna, pero la democracia no exige idoneidad ni test de indigencia argumental. Sin movilización no hay conquistas, sin calle no hay ley.

14 de junio de 2018

Fotos interior: Diputados Argentina

1. Más que marcar rupturas, la sesión en la que se trató la despenalización del aborto permite inscribir esas 20 horas de debate intenso y vigilia tensa en una continuidad de la vida política argentina que nunca es lineal ni tampoco previsible. Indignaron algunas intervenciones tanto como otras enorgullecieron a las miles de mujeres que ocuparon las calles cercanas al Congreso y otros tantos millones que siguieron los debates por la tele y las redes. Y así es la democracia: no hay requisitos de idoneidad, no hay test de indigencia argumental. Cualquiera puede legislar. ¿Son representativos de la sociedad argentina los diputados y diputadas que argumentaron su voto hablando de tráfico de órganos de fetos, de mujeres que parieron en la ESMA o que hicieron analogías entre mujeres gestantes y perritas? Y sí. La patria es el otro, escribió un politólogo cuando se preguntaba cómo compartir un ascensor con un votante de Carrió.

2. Se culpó a las listas sábanas: el diputado salteño Olmedo no fue escondido en ninguna sábana; siempre lideró su propio partido.

Se señaló a las provincias del norte habitadas por ultramontanos: la diputada Carrió fue votada masivamente por los porteños.

Se dijo también que quien votara en contra sería un político insensible a los derechos y la justicia social: el diputado Gioja votó en contra (lo triste no fue su posición sino sus razones).

Se reconoció a los legisladores trotskistas por ser los únicos que en su plataforma de campaña plantearon la legalización del aborto. Lo hizo la diputada Graciela Camaño. 

Se festejaron los argumentos, y no las chicanas ramplonas, del diputado FerIglesias.

Y Silvia Lospenatto le arrancó lágrimas y abrazos a los mismos que en diciembre de 2016 la trataron de loca por un discurso encendido en el mismo Congreso.

La política respira porque dos más dos no siempre es cuatro.

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3. Cambiemos, o al menos su núcleo Macri-Peña-Durán Barba, no quieren la política en la calle. No quieren actos, movilizaciones, marchas. Ni siquiera a favor. La política debe transcurrir dentro de las paredes de las instituciones. La gente no tiene que hacer política en las calles. Y las calles se llenaron de jóvenes. Chicas de 13 años (y menos también) anudan pañuelos verdes en las mochilas y se amuchan en los alrededores del Congreso durante horas y horas. Una cantidad de energía social movilizada que pide fuerzas políticas a la altura. O al menos conducciones a la altura. Lospenatto, por poner un ejemplo, mostró toda la potencia que no tuvieron sus jefes políticos. También debe decirse que fue inteligente el jefe del interbloque Cambiemos, Mario Negri, en cederle el cierre a la diputada. Como dice Mario Wainfeld: un jefe de bloque debe conducir, contener, negociar y armonizar.

4. Si la muerte de Néstor Kirchner significó el pasaje a la política de muchísimos jóvenes sub25, el movimiento NiUnaMenos y el AbortoLegalYa hicieron lo propio con los sub18.

La discusión sobre vieja política y nueva política no es una cuestión etaria. El diputado Massot cumplirá 34 años en un mes. Diego Bossio tiene 38. Los dos votaron en contra. Tampoco es actos vs big data. Coherente con su perfil de twitter, en el que se presenta como “Emprendedor. Soñador. Curioso. Diputado Nacional. Director de SociaLab. InvertirOnline. Impulso Norte. ASEA. YPO. Young Global Leader | Yale World Fellow”, el tucumano Facundo Garretón (44 años) le agregó tech a la cuestión: como se manifestaba indeciso, lanzó una encuesta en su página web para definir su postura. Dijo que había empate, pero que entre los tucumanos ganaba el “no”. El tecnodiputado del futuro votó en contra.

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5. “Milítenlo”, les dijo Néstor Kirchner a los referentes de la comunidad LGBT en 2010, cuando el Congreso –y la sociedad- se encaminaba a debatir con intensidad la ley de matrimonio igualitario. En aquel momento también se hablaba de “una cuestión de conciencia”, de “una cuestión de moral individual” de cada diputado. Hubo movilizaciones, intervenciones públicas y mediáticas memorables, nuevos consensos construidos a partir de años de militancia y de sumar a sectores y voluntades que hasta entonces habían permanecido indeferentes (o casi) al reclamo por ese y otros derechos.

El 20 de marzo de este año (apenas dos semanas después que el presidente Macri dijera que el Congreso debatiría el tema del aborto), se presentó en Diputados un proyecto refrendado por 71 legisladores. Entre el 20 de marzo y el 14 de junio el número de legisladores que adhirió con su voto al proyecto casi se duplicó. En el medio hubo movilizaciones, pañuelazos, martes y jueves de expositores con múltiples enfoques. Hubo una militancia intergeneracional y pluripartidaria. Y hubo una vigilia memorable fuera del Congreso que empujó y presionó cuando los votos no alcanzaban.

La Argentina tiene una larguísima y saludable historia de conquistas sociales que empiezan o terminan en la movilización callejera. Esta media sanción se inscribe en esa tradición.

6. ¿Las bancas son de los legisladores o de los bloques? ¿Qué sucede cuando un diputado, electo por un partido o coalición, ante el debate por una ley decide no seguir los lineamientos de su partido y armar un bloque nuevo? ¿Luis Contigiani, el diputado santafesino que cambió el nombre de su bloque para poder votar contra la despenalización del aborto en disidencia con el mandato del Partido Socialista, debe “devolver” su banca? “Reivindico la conciencia y no la ideología”, dijo, al borde del llanto, Contigiani. Para Contigiani, hoy, lo personal es político.

Lo escribió acá mismo Malena Galmarini: “Este no es un problema de convicciones personales sino un problema de política pública, tanto en su faceta penal como en la más relevante de salud pública. Es un problema político que exige de nuestros representantes respuestas políticas que permitan incluir en la legalidad a la mayor cantidad de miradas, y no imponer a la totalidad una determinada postura moral o religiosa. Por eso el voto de diputados y diputadas no es de su propiedad. Ellos son mandatarios de las millones de mujeres a las que representan y son las principales interesadas en sacar este tema del closet. Este compromiso es aún más grande para las legisladoras por haber sido beneficiarias del voto y del cupo femenino y portadoras de una voz todavía sub-representada”.

Y que vivan las paradojas: el feminismo nos enseñó que lo personal es político. El cuerpo es político. El parto es político. El aborto es político. Lo personal, entonces, siempre es político. Y la política es personal. ¿Cuántos diputados y diputadas, a favor y en contra, hablaron de sus hijas e hijos?

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7. Y cuando parecía que algunos sectores (¿amplios? ¿no tan amplios?) comenzaban a manifestar un desencanto generalizado con la clase política, cuando el “al final son todos iguales” empezaba a aparecer en algunas encuestas, millones de argentinos y argentinas se involucraron en el debate político por la despenalización del aborto. Hasta los que no tenían una opinión formada del tema la fueron formando. Quien no está rodeado de amigos, familiares y/o compañeros de trabajo politizados pudo ver ese fenómeno. ¿Cuántos y cuántas cambiaron su opinión en los últimos dos meses? Muchísimos. Incluso algunos se formaron dos opiniones a la vez, como el diputado socialdemócrata mendocino José Luis Ramón, que en la campaña se manifestó en contra de la legalización del aborto, pero luego dijo que votaría a favor y finalmente se desdijo y afirmó que lo haría en contra y así lo hizo.

8. La política es palacio, rosca, pasillo, operadores, punteros y trapisondas varias.  También es melodrama: enojos, furia, llanto, emoción. Cuando los dos caminos se cruzan ocurren días bellos e intensos como este 13 y 14 de junio, dos días que parecen guionados por Nicolás Maquiavelo y Alberto Migré.