Putos (des)cuidados: levante gay en pandemia


Modos diversos de ser responsables

A más de un año del inicio de la pandemia, Maximiliano Marentes entrevistó a varones gays para indagar en cómo modificaron sus prácticas de levante. Partiendo del prejuicio de que los putos son irresponsables, buscará -a través del relato en primera persona- desandar si el levante gay en tiempos de Covid es descuidado o si traduce sus propias lógicas del cuidado por fuera de los marcos heteronormados.

Arte: Horacio Abdala + Romina Castro

Cuando le conté a un amigo que estaba empezando a entrevistar a varones gays para analizar cómo se reconfiguró el levante desde que inició la pandemia, me dijo que él no tuvo muchos inconvenientes. Avanzando un paso más, se aventuró con una conclusión, medio en broma, medio en serio: por definición, el puto es irresponsable. 

 

Al igual que la mayoría del resto de los mortales, mi amigo tiraba postas sobre el comportamiento de las personas. En este caso, el de los putos, aquellos que, por definición, tienden al descuido, tanto en tiempos ordinarios —pre-covid— como críticos —covid mediante.

 

Pablo Semán y Ariel Wilkis resaltan el aporte que desde las ciencias sociales podemos hacer en estos tiempos: la descripción de la sociedad realmente existente. Sin intentar definir a priori cómo nos gustaría que se comportaran los putos durante una pandemia con un alto nivel de contagiosidad, propongo en estas páginas comprender lo que hicieron. 

 

A más de un año de decretado el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, me embarqué en entrevistar —vía Zoom— a varones cis gays para preguntarles cómo reconfiguraron sus prácticas de levante desde que inició la pandemia. Efectivamente, es más fácil hacerlo ahora, con el diario del lunes. Siendo optimista, espero que nos queden pocos domingos pandémicos.

 

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El huevo y la gallina

En algunas reflexiones sobre momentos como los que estamos viviendo, se suele afirmar que las crisis potencian lo que realmente estaba pasando en la vida de las personas. Así, podríamos pensar que marzo de 2020, cuando inició oficialmente la pandemia y el gobierno nacional tomó las primeras medidas de aislamiento, el estado crítico de la situación profundizó cosas que ya venían pasando en las relaciones amorosas. El problema de esta mirada fatalista radica en pensar que, de no haber existido la Covid, tarde o temprano esas relaciones iban a correr la misma suerte, pues, su destino ya estaba prefijado. Y, en última instancia, todo lo que sucedía alrededor era externo a la pareja, dependía de la mera voluntad de sus dos protagonistas o partenaires.

 

Tal vez eso sea cierto, pero tiendo a pensar que la pandemia no fue algo que sucedió a pesar de las parejas, sino que formó —y sigue formando— parte de las relaciones. La particularidad, sí, es que es un hecho que nos acontece a todas y todos en simultáneo.

 

Por eso, antes de pasar al levante a partir de la crisis sanitaria, veamos en qué situación sentimental encontró a los protagonistas de estas historias en marzo de 2020.

 

Franco es de una ciudad de la provincia de Buenos Aires, apenas supo que se venían restricciones, decidió irse dos semanas a la casa de sus padres, llevándose ropa para esos quince días. Dejó en Capital su departamento, el resto de sus cosas y a un joven con el que se habían conocido desde noviembre de 2019, habían pegado onda y se gustaban.

 

A diferencia de Franco, Tobías supo desde un principio que las dos semanas de cuarentena iban a extenderse. Y eso le cortó el chorro en pleno levante. Tras siete años de relación, Tobías y su ex se separaron en noviembre de 2019. Ese verano se dedicó a full a tener encuentros con otras personas hasta que, bueno, pasaron cosas.

 

Para Nacho, la pandemia fue la excusa para terminar de separarse. Venía a los tumbos en una relación con un novio con problemas de salud, en un noviazgo que no fluía demasiado. Las restricciones a la movilidad le vinieron como anillo al dedo para decirle a su ex que debido a esto, no podría viajar de una ciudad bonaerense a la otra. Eso enfrió la relación que se iba consumiendo hasta que tuvieron sexo de despedida en abril de 2020.

 

Al igual que Nacho, Danilo trabaja para una empresa ligada a la agricultura. Pero, a diferencia del primero, Danilo vive con su novio en un departamento en la Ciudad de Buenos Aires. Además, desde hace unos años mantienen una relación abierta. Marzo de 2020 los obligó a convivir 24–7 y a menguar sus garches con otros.

 

Marzo de 2020 también implicó para Fernando un momento bisagra en su vida, uno entre otros. A la elaboración de su tesis de grado, se sumaba el reciente trabajo que había conseguido en una fundación. Por este empleo había regresado a Capital desde su ciudad en la provincia de Buenos Aires en febrero, donde no suele tener mucha acción erótica ya que prefiere pasar tiempo con su familia. Aprovechó el retorno a Capital para, tras haber superado la separación con su ex con quien mantenía una relación abierta, salir con chicos que conocía por Twitter.

 

Como Danilo y como el anterior vínculo de Fernando, Octavio mantenía una relación abierta con su entonces novio, con quien además convivía. Las primeras restricciones los encontró en otro país, al que se habían ido de vacaciones. Por suerte se habían llevado sus computadoras y, tras arreglar con sus jefes, continuaron trabajando desde allí hasta que en abril pudieron volver a la Argentina.

 

A partir de este primer pantallazo, podemos ver que los tiempos inciertos que comenzaban les implicó a todos reconfigurar sus situaciones sentimentales, al tiempo que, iban reacomodando otras cuestiones. 

En vez de pensar si una crisis de pareja —como veremos que le pasó a Octavio en diciembre de 2020— se habría desatado del mismo modo, hubiera o no pandemia, por algo que en realidad ya se había originado, propongo pensar el tema como el dilema del huevo o la gallina. ¿Qué fue primero? No lo sé. Lo que sí podemos decir es que tenemos tanto huevo como gallina. Veamos cómo se acomodan en la canasta.

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Tácticas, prácticas y didácticas

Que Franco se fuera a la casa de sus padres a comenzar la cuarentena afectó su relación con el pibe con el que se estaba viendo. Tras unos meses en que la libido se le fue al piso, Franco comenzó a usar Grindr para levantar. Estaba un poco preocupado por el tema del contagio, hasta que uno de esos levantes le hizo entender que por su edad, alrededor de los 30, los riesgos de desarrollar grave la enfermedad eran bajos. Así, siguió encontrándose con algún que otro en su ciudad natal, algo que molestó al chico que venía viendo en Buenos Aires.

 

Al ritmo de las etapas de restricciones que se iban flexibilizando, así fue la secuencia de levante para Tobías. La pandemia implicó frenar el beneficio de su soltería. Al principio estuvo bien, pero después de las primeras dos o tres renovaciones de los decretos, la cosa se volvió más insostenible. Su primera estrategia fue encontrarse con gente con quien ya había tenido vínculos, por lo que revolvió la agenda de contactos cercanos. Requería que fueran con lugar ya que en su edificio no dejaban que ingresara nadie externo. Casi como en un cuento, encerrado en el piso 16 de una torre esperaba. Llegó un momento en que le urgió renovar el repertorio, decidió tomar riesgos y probó con nuevos contactos. A partir de un grupo virtual en el que circulaban invitaciones para fiestas —no necesariamente con música— y orgías, conoció a un intenso que vivía lejos de su casa. Ahí dio un paso más y, por unos meses, tomaba Uber para visitarlo.

 

Por su trabajo en una empresa de productos agrícolas, Nacho fue considerado trabajador esencial y de hecho continuó yendo a su trabajo a diario. Además, tenía permiso para viajar en su auto a su ciudad natal. La misma en la que vive su familia con algunos problemas de salud, en donde está su ex novio y su actual, a quien conoció durante la pandemia. Con El peludo, su actual, pegaron onda porque su charla no se encaminó hacia lo sexual, sino a los chistes y a compartir otras cosas. Después de dos meses de hablarse, pudieron encontrarse cuando El peludo ya se había mudado solo. Con una planta de regalo, Nacho fue a la casa de quien se convertiría en su novio. Su encuentro se dilató debido a la pandemia: Nacho no quería exponer a su padre, con una enfermedad en los pulmones, a un posible contagio.

 

El padre también fue protagonista del devenir de la historia de levante de Danilo. Cuando en mayo de 2020 murió repentinamente, él se tuvo que encargar de ayudar a su madre y a su abuela con las compras y demás cuestiones. Ser esencial le permitió animarse a usar Uber, aunque prefería minimizar el contacto con sus familiares y, también, con otros chongos. Su novio siempre le hizo la segunda, pero en un momento necesitó volver al ruedo y concretar encuentros con otros chicos. Ahí Danilo tomó coraje e hizo lo propio. Decidió empezar por lo conocido: otro hombre, más grande, que también se hacía cargo de su madre y con quien ya habían garchado. De todos modos, tuvo muchos menos encuentros que antes de la pandemia. Riéndose, recuerda cuando unos vecinos que conoció por Grindr le enseñaron la táctica de la bolsa de hacer las compras para disimular e ir a visitarlos.

 

Fernando por su parte, añoraba salir después de meses de estar encerrado, primero en un departamento en el que convivía con familiares y luego en otro en el que hacía lo propio con un amigo. No necesariamente quería salir con chicos, sino salir de su casa. Así fue que, hacia julio, en la época en que en Capital se autorizaron las salidas a correr, se animó a encontrarse con alguien. Fernando prefiere conocer un poco a la otra persona para que se dé un encuentro. Por eso no le gustan las Apps de levante como Grindr o Tinder. Su arma de seducción es Twitter, en donde puede hacerse una idea más o menos clara de quién es el otro. Con ese Otro fueron a una plaza y luego, en la segunda cita, ya fueron al departamento de él.

 

Hacia el mismo tiempo, Octavio volvió al ruedo de encuentros con otros chicos por fuera de su entonces pareja abierta. Entre sus acuerdos iniciales había uno que implicaba no buscar usando Apps como Grindr, sino solamente aprovechar la posibilidad de esos encuentros cuando se diera la chance. Claro que hacerlo en un contexto pandémico es mucho más difícil que cuando Octavio iba a bailar, a entrenar, a la facultad  o deambulaba de la casa al trabajo. Haciendo uso de su permiso de circulación por su trabajo esencial para una empresa de telecomunicaciones, Octavio aprovechaba ese día por semana en el que iba a cenar con sus mejores amigos para antes hacer una parada técnica en lo de algún muchacho. La cosa siguió así hasta diciembre, cuando la situación sexual con su entonces novio devino irremontable y se separaron.

Aceptar lo incierto del levante

Al igual que otros, Octavio considera que el encuentro erótico-afectivo con otra persona de por sí implica riesgos. Como el resto, llegó un momento en que todos decidieron arriesgarse. ¿Será porque son irresponsables, como dijo mi amigo? ¿O será porque saben que los encuentros con desconocidos —antes de la pandemia, durante y seguramente después— implican incertidumbre? ¿Se deberá acaso al hecho de formar parte de un grupo que, cotidianamente, sabe que ir de levante conlleva implícitamente aventurarse a lo desconocido? No tengo respuestas para los últimos interrogantes, pero sí quiero volver a la frase de mi amigo.

 

Fuese o no cierto que el puto es irresponsable, estas postales de levante gay a partir de la pandemia nos dejan ver lógicas alternativas para otras prácticas de cuidados. Podemos esforzarnos en alcanzar cierto monismo en torno al cuidado. Pero al observar al levante realmente existente, vemos que la ecuación riesgos-precaución no tiene una sola solución. Aceptar lo incierto del levante nos permite comprender modos diversos de responsabilidad y cuidados, que se combinan de muy diferentes formas. De allí que ahora le diría a mi amigo que, por definición, los putos alcanzan modos diferentes de ser responsables.