Crónica

El año de la rata


Tierra, el planeta que nunca aburre

La vida, el sexo, la curiosidad, las ganas de viajar, los encuentros, los miedos cotidianos y los temores sobredimensionados: aires y fantasmas que sobrevuelan los relatos de la nueva novela gráfica y distópica de Mariana Enriquez, ilustrada por Dr. Alderete. Fragmento de El año de la rata (Libros del Zorro Rojo).

CARDO

La primera daiana llegó sola y si no fue capturada por el gobierno –cualquier gobierno– para ser estudiada, fue porque nadie le creyó su origen. Estuvo detenida unos días, porque posaba desnuda en descampados de la ciudad, y en plazas, y en cualquier lugar donde hubiese flores. La encerraron con la excusa de protegerla: su belleza, decían, era un imán para abusadores (¡como si los abusadores solo atacaran a mujeres hermosas!). Les dijo a los policías que venía de un planeta de la galaxia RXJ1131-1231, a 3800 millones de kilómetros de la Tierra. La declaración bastó para que la consideraran loca. Uno de los investigadores que dio con la galaxia fue Xinyu Dai, de ahí que las mujeres se hicieran llamar daianas. Pronto llegaron más compañeras y quienes decidieron creerles aprendieron sobre su viaje, sus cuerpos –idénticos a los humanos por fuera, completamente distintos y casi huecos por dentro–, sobre sus formas de dar y recibir placer. La ciencia dice que el viaje que posibilitó la llegada de las daianas es imposible; por la distancia, por los tiempos. Pero ellas viven entre nosotros y no tienen intención de conquista y dominio. Solo se aburren en su planeta, cuentan, y quieren hacer un poco de turismo. Les gusta la Tierra. Creen que pasan demasiadas cosas, pero son capaces de interpretarlas y adaptarse y nunca se abruman.

EL TERROR

Cuando El Terror apareció, todos recordaron al tráiler con los 273 cadáveres que circuló por Guadalajara y aparcó en Tlajomulco. Al principio se creyó que era carne de cerdo la que se pudría y emanaba un olor insoportable. Pronto se supo que eran cuerpos humanos muertos, la mayoría sin identificar e imposibles de ubicar en las morgues saturadas. Pero el caso de El Terror, aunque similar, es más extraño. El camión deja restos de fluidos a su paso y las bolsas de basura, llenas, se acomodan sobre el techo e incluso sobre la cabina. Solo transita de noche y su peste provoca el asco más visceral: el olor permanece suspendido durante horas en el ambiente. Los vecinos denuncian; quieren saber si carga con muertos y si esos muertos pueden ser sus familiares. O quiénes son, sencillamente. Las autoridades dicen que tan solo se trata de un camión de basura que transporta residuos especiales, patológicos y tóxicos. El camión, sin embargo, no parece seguir ninguna medida de seguridad que sustente esta afirmación. Es un vehículo común y corriente con la particularidad de que huele a muerto. Algunos vecinos aseguran que jamás vieron al conductor, si es que lo tiene.

BIRTHING FIGURE

La figura, se cree, representa a la diosa mexica, Tlazolteotl, en pleno parto. No está del todo claro porque este ídolo, según investigaciones de 2002, quizá haya sido tallado (o retallado) en el siglo xix. El nombre de la diosa significa algo así como “comedora de mugre” o de tierra sucia. En otras representaciones, siempre aparece con la boca negra, manchada de porquería. Tiene otros atributos: también es diosa de la lujuria, la purificación, las parteras y los adúlteros. Como suele suceder con los dioses precristianos, su naturaleza es dual: si por un lado es la patrona de la suciedad, entendida como vicio (en la acepción especial de crímenes sexuales), por el otro también es madre de la purificación y el perdón, y cura las enfermedades, especialmente las de transmisión sexual.

GENTE TOPO

Debajo del Central Park viven niños topo. Son usados por los poderosos del mundo como esclavos sexuales. El hospital de campaña que se montó en el parque para la emergencia por la pandemia del covid-19 fue una pantalla para ocultar el traslado de esos niños, llevados por los poderosos hasta otro escondite mejor. El virus solo es una cortina de humo para encubrir la operación de abuso y tráfico infantil mundial. ¿No hay un lugar más discreto que el Central Park para el encierro y secuestro? Justamente, dice la teoría conspirativa, la falta de discreción demuestra que no les importa ocultarse porque se creen impunes. En Bucarest, Rumania, una comunidad infantil vive en las alcantarillas; también en Bogotá, donde se guardan de la noche niños adictos. Es especialmente terrorífica una canción del compositor Horacio Fontova que interpretaba la cantante argentina Sandra Mihanovich. Decía: “Me contaron que bajo el asfalto / Existe un mundo distinto / con gente que nunca vio el sol / y no conoce los ruidos”. Ella la editó en su primer disco Puerto Pollensa de 1982, el año de la Guerra de las Malvinas entre Gran Bretaña y la Argentina. Un año después, el escritor Rodolfo Fogwill publicó Los Pichiciegos: la novela cuenta la historia de un grupo de soldados, que desertan y se ocultan en un refugio subterráneo a esperar que se termine la guerra.

EXTERMINADOR

Juan Pedro Bravo, el dueño de la empresa de fumigaciones barrial “Matamos por encargo” tuvo que dejar de trabajar durante la pandemia del covid-19, porque su tarea se consideró “no esencial”. Pero cuando no pudo sostener económicamente la inactividad se inventó una función: podía desinfectar casas usando las mismas herramientas que utilizaba para el exterminio de cucarachas solo que ahora dejaría el interior de las casas más limpio que una unidad de terapia intensiva. En la primera semana duplicó su clientela. Por las dudas, le sacó a su vehículo el cartel que decía “Matamos por encargo”: el chiste le resultó de mal gusto y temió que alguien lo tomara como una falta de respeto que podría dañar su nuevo emprendimiento.

ENCANTADORA DE SERPIENTES

El entusiasmo por el espectáculo de las “Damas de Piedra” y sus malabares de livianas rocas chinas decayó después de un tiempo. Solo impresionaban en las poblaciones más pequeñas y candorosas, con frecuencia muy lejanas, pobres y sin hoteles para poder descansar. Cuando las Damas escucharon sobre lo que Charo hacía con su serpiente al principio dudaron pero, como creían que la única salvación para su show era agregar números más fuertes, fueron a verla a su espectáculo del Centro, en un antro cerca del cementerio. Charo se acostaba sobre un escenario precario, cubierto por una tela negra de falso terciopelo, o de gamuza gastada. Desnuda, se abría de piernas. Un ayudante abría el recipiente de vidrio, una gran pecera, donde se enredaba su serpiente. El animal se animaba ante los chasquidos de la lengua de Charo, que le daba indicaciones en un idioma extraño, del que solo se distinguían algunas palabras en español. Entonces la serpiente se arrastraba entre las piernas de Charo y poco se veía, solo daba la impresión de que el reptil iba a ingresar en su cuerpo. Entonces el ayudante se acercaba a la vulva de Charo y filmaba con su celular: lo registrado se proyectaba en una pantalla de computadora no demasiado grande, pero los espectadores podían acercarse para ver los detalles. Con su lengua bífida, la serpiente acariciaba labios mayores y menores y luego daba certeros lengüetazos en el clítoris, hasta que Charo se estremecía e intentaba no moverse demasiado para no perturbar al animal. Llegaba al orgasmo con el rostro húmedo, el maquillaje corrido, los párpados pesados de máscara azul. Charo aseguraba después, cuando la serpiente estaba de vuelta detrás del vidrio, que era venenosa. Solo un golpe de efecto que nadie creía, pero de todos modos un remate que arrancaba algún suspiro a los espectadores. Las Damas de Piedra se acercaron a Charo detrás del escenario –una manera de decir, porque en el antro no había nada parecido a camarines o bambalinas–. Le ofrecieron unirse a su tour. Charo había oído acerca de ellas y aceptó. Las Damas de Piedra no podían creer su suerte: habían ido dispuestas a rogarle porque el espectáculo de la serpiente y el clítoris era inmensamente superior a sus inocentes malabares. Con el tiempo comprendieron ese “sí” tan precipitado. Charo, con todo y su belleza, era tan pobre que dormía entre las tumbas. El chico que proyectaba desde el teléfono el cunnilingus reptil se quedaba con la mitad de su dinero. Era alcohólica y estaba rota y triste. Las Damas de Piedra despidieron al aprovechador del teléfono e invirtieron en una pantalla enorme: ellas mismas se encargarían de usar la cámara.

“Lo del veneno es mentira, ¿verdad?”, quiso saber una de ellas, y Charo dijo que, sinceramente, lo ignoraba.

Ahora, ambiciosas, las Damas querían seguir sumando números a su espectáculo. La primera gira con Charo y La Lengua de la Serpiente les dejó tanto dinero que pudieron comprar un auto y pagarle a la nueva estrella un tratamiento de rehabilitación.

VINAGRILLO

El comportamiento más extravagante del vinagrillo es el reproductivo. Los machos secretan una masa unida de espermatozoides que le ofrecen a la hembra como un regalo. En el suelo dejan ante las patas de ella su paquete de esperma. Ella lo recoge con sus genitales. Cuando queda embarazada, la hembra cava un hoyo y ahí se encierra: pone unos cuarenta huevos y, en lo que dura la gestación, no come. O al menos, así fue siempre con este insecto impresionante aunque inofensivo. De pronto, ciertas hembras empezaron a rechazar la ofrenda de esperma del macho. Retrocedían como asqueadas. El macho se mostraba desconcertado pero también abandonaba a los hijos potenciales. Un veterinario del centro decidió investigar el extraño caso. El esperma pastoso tenía un olor muy fuerte pero eso era esperable: después de todo el animal lleva ese nombre porque expulsa un ácido que huele a vinagre. El veterinario investigó el contenido. El resultado lo sorprendió: el vinagrillo no era, hasta entonces, un animal venenoso, pero este esperma rechazado era puro veneno, capaz de causar convulsiones, alergias, hemorragias y hasta parálisis y muerte. El veterinario no difundió su descubrimiento a círculos científicos. Recorrió la ciudad buscando más bolsas de esperma abandonadas hasta alcanzar una cantidad significativa. Usó el veneno para sacarse de encima a un dealer a quien le debía mucho dinero. Después se internó en la deep web y puso el veneno en venta. Las bolsas de esperma abandonadas del vinagrillo se multiplicaban y resultaban muy accesibles y fáciles de recoger, pero solo el veterinario conocía su nuevo contenido. Creyó que era un síntoma de la extinción del animal y se preguntó qué estaría causando esta desaparición pero no la investigó porque los pedidos del filtro venenoso –así lo anunciaba, como una publicidad antigua– se multiplicaban.