Crónica

Pascal, un chileno de linaje mundial


Pedro Popstar

A lo largo de 10 años, desde que fue fichado para la cuarta temporada de “Game of Thrones”, el chileno Pedro Pascal se ha convertido en una estrella mundial. Un Cary Grant latino pero que ha sorteado el casting étnico desde “Narcos” para pelearle palmo a palmo espacio al talento gringo. De igual a igual. Ni Gael García, ni Javier Bardem ni otra figura hispanoparlante ha llegado tan lejos como el protagonista de “The Mandalorian” y “The Last of Us” en el mundo anglo. Este es el relato desde el instante en que consiguió la visa de Hollywood hasta su actual momento, en plena luna de miel con el mundo a sus pies y ya convertido en una estrella ¿con su luz más brillante? de una industria multimillonaria.

Hace 10 años entrevisté por primera vez a Pedro Pascal en Estados Unidos justo antes de comenzar su transformación hasta su más reciente versión. Es decir, este Pedro PopStar que reina en el streaming de Disney+ con “The Mandalorian”, HBO Max con “The Last of Us” y que señorea en late show, programa de humor gringo y red social que imaginemos existe, hablando de paltas y marraquetas y todo lo que implique su amada chilenidad. 

Recuerdo que en 2013 yo buscaba por Beverly Boulevard, en la ciudad de Los Angeles, California, a la persona que coincidiera con los rasgos de un chileno inmigrante en EE.UU., quizás ansioso por pegarle el palo al gato, listo para cumplir el sueño americano aunque él mismo viniese de la pesadilla chilena. 

La cita de la entrevista era un boliche de ladrillos rojos llamado King’s Road Cafe y con variopinta clientela en las mesas actuando como si fueran los extras de una historia que no fuera la de ellos. Después de un rato de espera, con una taza de café en mi mano y un mancillado cigarrillo en la boca, a lo lejos pude distinguir la delgada figura de mi entrevistado. Venía caminando en cámara lenta, entrando en escena como protagonista de su propia historia después de años de papeles menores en series de TV de todo tipo, buenas, malas, policiales, dramas e incluso de vampiros.

Se movía con su ondulante mota de pelo castaña coronando un rostro lampiño y de nariz aguileña y con una expresión atónita frente a lo que le estaba pasando en aquel lejano 2013.

José Pedro Balmaceda Pascal, nacido en Chile bajo la tragedia del exilio en la dictadura de Pinochet, llevaba pocos años aquilatando su identidad de Pedro Pascal, más que un nombre artístico, la representación tardía pero cada vez más brillante de su estatus de estrella de cine y TV. 

Y a una década de su gran Big Bang, durante este 2023 en curso, podemos decir que Pedro PopStar destella un esplendor aún más intenso y con una luz que ningún chileno jamás imaginó, ni anticipó, ni ha logrado igualar o superar en el ecosistema de Hollywood. 

Lo siento, Cristián de la Fuente, es la pura verdad. 

En medio del vapor de las tazas, Pedro Pascal me habló en King’s Road Cafe de lo atónito que se sentía por su papel del Príncipe Oberyn Martell, mejor conocido como La Víbora Roja, en la cuarta temporada de “Game of Thrones”: el rol que lo cambió todo para él y que fue su escalera al cielo donde ahora habita y se mueve entre nubes soñadas por él desde que era un crío creciendo entre una vida de inmigrante en Estados Unidos y de vacaciones familiares en Chile, con sus veintitantos primos. 

Es difícil crear una conversación horizontal con un talento, actor, actriz, director gringos cuando cubres cine y te sujetas a un formato de “reporteo” pre establecido por los estudios de Hollywood o Netflix o HBO: entre 10 y 30 minutos guiados por un agente de prensa y con temas algunas veces prohibidos por este relacionador público. Pero en esta ocasión recuerdo que Pedro Pascal abrió su mano de cartas con honestidad. No hubo límite de tiempo en la charla. No había ataché de prensa. No hubo temas tabú. Solo la realidad y el diálogo en un fluido spanglish (Pedro iba del inglés gringo al español chileno una y otra vez) con otro chileno (este servidor) que sabía lo que era una marraqueta con palta, una empanada de pino y, quizás lo más relevante en esta mezcla, Star Wars y el cine pop.

Su departamento estaba solo a unas cuadras de King’s Road Cafe y desde allí luego caminamos como dos figuras recortadas por el cielo eternamente azul de Los Angeles hasta la nueva locación. En su pequeña pero ordenada morada me mostró arriba de una chimenea la foto de su gran amor y dolor: un pequeño retrato de su madre, Verónica Pascal, que se quitó la vida en 2000 y por quien, dijo y siguió diciendo, cambió su apellido en las marquesinas y créditos de cine y TV de Balmaceda a Pascal. 

De Pedro Balmaceda a Pedro Pascal. 

Quizás sea una coincidencia, una idea producto del pensamiento mágico, pero el cambio, doloroso y reivindicatorio, puede leerse como un giro en su suerte en un negocio donde llevaba años invertidos sin éxitos ni grandes logros. 

—Mi mamá, Verónica, siempre creyó en mí, ella me motivó siempre. Era doctora en Psicología y tenía un alma de artista, de poetisa, hacía cerámica —me decía Pedro Pascal con la mirada perdida en un triste recuerdo. 

—Mi padre era puro cine y política; y mi madre no se quedaba pegada en la TV, era más de ir a ver danza, teatro, leer. Era una persona fascinante para mí. (…) Gracias a ella pude ver “Angels in America” antes de que saltara a Broadway.

Pedro Pascal, me dijo, se expuso a esta pieza ganadora del premio Pulitzer, antes de que fuera una exitosa serie de HBO, y ese relato de ángeles, SIDA y desamparo fue uno de los detonantes que le dieron LA idea que guiaría su existencia: 

Quería ser actor.

Y así fue y eso estudió y practicó con devoción. Y cuando mencionaba en la entrevista sus estudios de interpretación en el New York University's Tisch School of the Arts, sus experiencias en las tablas en “Maple and Vine”, de Jordan Harrison, “Beauty of the Father”, de Nilo Cruz, el teatro neoyorquino Off Broadway y su pertenencia a la compañía neoyorquina LAByrinth Theater Company, de alguna manera en la conversación nunca soltó, según recuerdo, la hebra de la cultura pop. Iba y venía entre una high culture casi de nicho y la pop culture sin problemas.

Iba entre acá y allá tal como saltaba del español al inglés, como efectivamente lo hacía en la charla: desde el “ou yes, sure” al “altiro po weón”. Como brincando entre su ser gringo y su ser chileno, ser de allá y de acá, al mismo tiempo. 

Pedro Pascal especialmente se ponía emotivo cuando me contaba que los videoclubs de su adolescencia en Estados Unidos fueron visita obligada para fomentar su cinefilia y la fascinación por las movies. Y su padre, José Balmaceda, por si fuera poco, lo incentivaba a él y a sus hermanos a seguir una profunda pasión por el cine a través de la sana costumbre de ir a los “teatros” para ver películas, especialmente pop corn. Y, por supuesto, no podemos dejar de hablar en este temario de la fundacional y única “Star Wars”.

Visto en perspectiva, resulta seminal que en aquella charla del pasado Pedro Pascal haya hablado con tanta pasión y durante tanto rato del clásico de ciencia ficción de “La guerra de las galaxias”. Porque así lo hizo. Debo confesar que soy un fan de la saga y que soy director del medio www.nerdnews.cl. Y, de nerd a nerd, de ñoño a ñoño, compartimos con Pedro Pascal una que otra impresión sobre escenas favoritas, soluciones visuales y, en especial, la devoción mutua hacia la trilogía original. Desde Episodio IV a Episodio VI. 

Recuerdo que Pedro Pascal me decía que su sueño más grande era algún día llegar a ser parte del universo de “Star Wars”. Dicho y hecho, señor “Mandaloriano”. Pero en aquel instante donde comenzó todo, meses previos al estreno de la cuarta temporada de “Game of Thrones”, el chileno nunca se pudo imaginar que su voz y figura (con casco) sería el rescate estético en los locos años 20 del siglo 21 de la franquicia creada por George Lucas en los años 70.

Lo único claro en aquella época era que su personaje del Príncipe Oberyn Martell en “Game of Thrones” era su Han Solo porque le había hecho cumplir un sueño: estar en una superproducción como "La guerra de las galaxias". 

Y así me lo dijo: 

—El personaje Príncipe Oberyn Martell es mi Han Solo porque cumplí mi sueño de estar en una gran superproducción como “La guerra de las galaxias”. 

Reímos juntos y cuando me estaba yendo le dije, medio en broma y medio en serio, lo siguiente:

—Cuando seas famoso-famoso, si te pido una entrevista, me la vas a dar…. ¿Cierto? 

Tras el apretón de manos correspondiente y una palmadita en la espalda, un cordial “Of course” de su parte marcó la despedida. 

***

Diez años después, cuando Pedro Pascal es famoso-famoso y necesito una entrevista con él para esta pieza que estás leyendo, pues no hay respuesta.

No contesta el celular ni su Whatsapp y tampoco su círculo cercano, padre José Balmaceda y hermana Lux Pascal, participaron de este perfil. 

Su padre señaló que no podía entregar comentarios pese a un acuerdo previo de entrevista conmigo y al parecer su hermana ni siquiera responde el petitorio (deja en visto mis mensajes y no somos extraños: Lux protagonizó un teaser de mi novela “Allegados” junto a Alfredo Castro hace unos años). 

Un cercano de la familia me dice que está difícil entrar dentro del círculo de hierro del actor y que habría más precaución y cuidado en comunicar sobre Pedro Pascal comparado con algunos años atrás cuando aún no era la estrella que es hoy. 

Especulo que la maquinaria de marketing de los estudios está cuidando con todo la imagen del hombre del momento. Y buscando las oportunidades con mayor y mejor exposición para él y los productos que lidera: “The Mandalorian”, título estrella de Disney, y “The Last of Us”, el otro producto estrella de la competencia, HBO Max. 

¿Se entiende lo que logró nuestro compatriota? Es como si estuviera en el mundo Marvel y DC al mismo tiempo. Así de omnipresente: Pedro Pascal está en todo y en todas partes al mismo tiempo, repitiendo más o menos el mismo patrón de “Daddy” de un Baby Yoda en la serie derivada de “Star Wars” y de un padre postizo sobreprotector en un mundo postapocalíptico en “The Last of Us”. 

Mi colega, la crítica de cine Elizabeth Salazar, estuvo hablando conmigo del tema y considera que el registro de Pedro Pascal es simplemente demoledor en lo que vemos por streaming:

“En pocos años ha demostrado que su talento es algo demostrable y comprobable. Es verdad que lo podemos encerrar en la representación de un padre constante, especialmente por las dos series que protagoniza al mismo tiempo en el streaming. Pero es demoledor lo que hace”. 

Y sale en la discusión la capacidad actoral del chileno para solo con la voz armar un personaje tan complejo como El Mandaloriano. 

En este sentido, quizás lo más interesante de su ascenso y actual reinado es que sus roles —en la cúspide mainstream— son los de hombres errantes, sin pertenencia, deambulando entre dos o más mundos. Algo que remite a su propia vida de exiliado.

Su interpretación de un mandaloriano, por ejemplo, es la de un héroe que necesita afirmar su identidad detrás de un casco pese a que su verdadera naturaleza se encuentra a cara descubierta. Su origen es un misterio y funciona con las claves de un hijo adoptado en una realidad que no es la suya. Y como Joel de “The Last of Us”, el padre que carga con el peso de una hija muerta en el eterno fin del mundo (el mundo no se acaba de un día para otro, no por desgracia: toma décadas llegar al final), Pascal arma un rol entrañable. Creíble. Con carne. Todo, mientras trata de salvar a una especie de hija postiza de zombies cabezas de coliflor 20 años después de la muerte de su hija biológica.

En estos dos roles hay mucho de la propia experiencia errante y de exiliado-inmigrante de Pedro Pascal. Alguien que no es ni de acá ni de allá, pero que pese a eso está en todas partes al mismo tiempo: en la cúspide de Hollywood y también en la chilenidad que ha cultivado casi de memoria y que ha hecho crecer nutrida de la relación con su enorme familia en nuestro país, 27 primos; y con sus propios chicos hermanos que crecieron en Chile tras el regreso de sus padres a nuestro país en 1995. 

Pedro Pascal está en todo y en todas partes al mismo tiempo, repitiendo más o menos el mismo patrón de “Daddy” de un Baby Yoda en la serie derivada de “Star Wars” y de un padre postizo sobreprotector en un mundo postapocalíptico en “The Last of Us”. 

“Qué tengo de chileno y qué de gringo es una pregunta muy interesante, porque creo que aún no he logrado resolverla”, decía a La Tercera hace unos años y agregó:

“Fui criado y educado en Estados Unidos y socialicé bastante con la cultura pop de los americanos, pero el orgullo chileno siempre ha estado inquebrantable. Mis padres estuvieron exiliados ocho años. Entonces, nuestras visitas a Chile eran regulares. Mi vida entera la he vivido en Estados Unidos y mi vida entera he visitado a mis familiares en Chile. Sin embargo, dado que mis hermanos fueron criados en Chile, mi conexión con el país es mucho más fuerte y es algo de lo que estoy agradecido”.

En su huida de Chile, la familia Balmaceda Pascal obtuvo asilo en Dinamarca y luego se movieron a San Antonio, Texas; y después a California.

“Dinamarca es invisible para mí, como todo lo que pasó antes”, recordaba en 2017 el actor en las páginas de la prensa chilena. “Aunque una vez, después de contarle mi infancia, un doctor me dijo que la separación temporal con mi mamá quedó atrapada en la memoria de mi cuerpo y que podría recordarla a través de los sentidos”.

Los veranos en Chile se convirtieron de esta manera en una ensoñada formación y en una obligatoria tradición en la infancia de Pedro Pascal. Sus primos, niños que eran su familia, los juegos que llevaban a cabo, declaró a los medios locales, forjaron irremovibles recuerdos enmarcados en una playa que parecía infinita, la de Pucón por ejemplo. Y con locas carreras por los pasillos y escaleras de la casa de su amada tía Juani buscando a “Santa Claus” o “El Viejo Pascuero” en chileno durante la Navidad de los Balmaceda Pascal.

El niñito rubio, inquieto y a quien todos llamaban en su familia chilena como “Pepelo” siempre tuvo un sueño mencionado a viva voz y que no era precisamente el de ser actor. 

Quería ser director. 

De hecho durante sus estancias en nuestro país, iba al cine con sus primos y el abuelo a ver “cualquier cosa con Clint Eastwood, Sylvester Stallone. Me arrendaban películas VHS para ver solito y contento”.

***

Mientras crecía, ese ir y venir entre Chile y Estados Unidos cambió y mutó no solo porque Pedro crecía y los primos niños se iban convirtiendo en adultos como él mismo, con otros intereses y agendas propias. En 1995 sus padres, José Balmaceda y Verónica Pascal y sus dos hijos menores, regresaron sorpresivamente a Chile, dejando atrás a Pedro y a California y la vida familiar construida en esa dimensión. 

“Fue un periodo de mucho miedo”, comentaba el actor a la revista Paula hace seis años: “Crecí con mi familia en Estados Unidos y de un día para otro ya no había hogar para volver. De repente la idea del nido seguro había desaparecido. Fue impactante porque los años anteriores daba por sentada la vida privilegiada que teníamos en California. Nunca pensé que esta podría cambiar tan repentinamente como les pasó a mis padres cuando se convirtieron en exiliados. Todo se sentía frágil. Además, sabía que el matrimonio de mis padres estaba mal y que la tensión de esas circunstancias difícilmente iba a terminar”. 

En 1995 José Balmaceda viajó desde Estados Unidos hacia Chile por una razón omitida en la información contenida en la entrada de Wikipedia de Pedro Pascal y en la mayoría de las notas de prensa hechas en Chile. José Balmaceda dejó Estados Unidos a causa del llamado caso “UC Irvine fertility scandal”: 

En 1995, el medio Orange County Register ganó el Pulitzer al informar cómo José Balmaceda y otros dos médicos, Ricardo Asch y Sergio Stone, habían tomado óvulos de mujeres sin su permiso en la clínica UC Irvine y se los habían dado a otras mujeres que más tarde tuvieron hijos de esos óvulos. Al menos 15 nacidos vivos fueron el resultado de las transferencias indebidas, y la clínica fue cerrada tras el escándalo del robo de óvulos. Un gran jurado federal acusó a Asch, Balmaceda y Stone de múltiples cargos de fraude postal y evasión de impuestos. Stone fue condenado en 1997 y multado con 50.000 dólares. Pero Asch y Balmaceda huyeron del país.

Décadas después de huir a Chile en medio del escándalo, José Balmaceda compareció en marzo de 2022 en una sala del tribunal federal de Santa Ana. Balmaceda firmó un acuerdo de culpabilidad y se entregó a las fuerzas del orden, según la Fiscalía. El padre de Pedro Pascal admitió que no declaró sus impuestos en 1991 y 1992, como parte de un esquema en el que él y otros médicos de la clínica de fertilidad UC Irvine tomaron dinero en efectivo de algunos clientes y no informaron de los ingresos.

En pocos años Pedro Pascal ha demostrado que su talento es algo demostrable y comprobable. Es verdad que lo podemos encerrar en la representación de un padre constante, especialmente por las dos series que protagoniza al mismo tiempo en el streaming. Pero es demoledor lo que hace.

Elizabeth Salazar, crítica de cine.

La entrega de José Balmaceda el año pasado fue el resultado de negociaciones entre los fiscales y su abogado, según la Fiscalía de EE.UU., y actualmente se encuentra fuera de custodia bajo una fianza de 750.000 dólares.

El periodista que ha cubierto el caso en el medio Orange County Register, Sam Emery, me explica vía mail las novedades del caso: 

“Balmaceda fue sentenciado formalmente el 2 de septiembre de 2022. La jueza federal de distrito Josephine L. Staton (con sede en el tribunal federal del centro de Los Angeles) le impuso un año de libertad condicional y le ordenó pagar 339.236,61 dólares en concepto de restitución, además de una multa de 1.000 dólares. Como parte del acuerdo al que accedió Balmaceda, los fiscales federales aceptaron a cambio desestimar los cargos restantes (fraude postal y conspiración). El juez también permitió a Balmaceda pasar ese año de libertad condicional en Chile, según los registros judiciales, en lugar de exigirle que permaneciera en Estados Unidos”.

Sin duda, una historia de película.

***

Lo que estamos presenciando con Pedro Pascal es la formación de una estrella frente a nuestros ojos. No es casual. No es accidental. Es la articulación de varios factores que incluyen la prensa necesaria de un PR inteligente, el foco y subrayado precisos de un relato pensado, el marketing adecuado para exponer dicho relato, la presencia de talento (que lo hay de sobra) y mucho carisma, quizás el bien más escaso y por eso más valorado, como guinda de la torta cuando hablamos de estrellato.

Y Pedro Pascal rebosa carisma. 

Obviamente el escándalo judicial de su padre, para un actor cuya marca de fábrica es ser un buen “daddy”, que opta por las causas correctas, que apoya lo moralmente justo, no es conveniente como foco en ningún relato. Obvio. 

Pero lo interesante es que el chileno, a pesar de una filmografía más bien breve desde el punto de vista de roles protagónicos en cine (“La gran muralla”, con Matt Damon y un delirio chino; la comedia negra “The Unbearable Weight of Massive Talent”, con Nicolas Cage, y “Prospect”, ciencia ficción pre “The Mandalorian”), ha escalado vertiginosamente hasta la cima de la fama en un cortísimo período de tiempo. Si contamos ese breve lapso desde que comenzó a ser tomado más en cuenta frente a las cámaras de cine industrial, claro, porque Pedro Pascal lleva décadas actuando en teatro indie, Off Broadway, roles pequeños en series y películas.

Su camino ha sido largo y lento. Pero ha llegado más lejos que ningún actor hispanoparlante contemporáneo. 

Mi colega, el crítico de cine Jorge Letelier, me lo hacía notar en una charla para este perfil:

“Si te fijas, Pedro Pascal se está convirtiendo primero en una estrella incluso antes que en un actor con galvanos y premios en el cine. No digo que sea un mal actor. Todo lo contrario. Pero quizás aún nos falta verlo en una gran película, en una actuación que nos deje a todos con la boca abierta. Pero eso no importa mucho cuando se trata de construir la figura de la estrella de cine y de la TV. La estrella no es necesariamente lo mismo que un actor de carácter. No siempre congenian esos conceptos en una misma persona”.

Jorge Letelier me dice que lo que principalmente juega a favor de Pedro Pascal, además de su inmenso talento, es un incalculable carisma delante de la cámara. Por ejemplo, hablando de paltas y marraquetas chilenas en virales donde se compite sobre qué snacks son más ricos, si los gringos o los chilenos con el conocido sibarita y director de “Iron Man” y showrunner de “The Mandalorian” Jon Favreau. Y en esas lides, Pascal arrasa. 

“Pedro Pascal cae muy bien y tiene además el desplante de un astro argentino, sabe moverse, ser canchero, pero siendo chileno y hablando un inglés perfecto”. 

De alguna manera ambos coincidimos en que Pedro Pascal se ha convertido desde la perspectiva de la actuación industrial en un Cary Grant latino. Y lo ha hecho sorteando el casting étnico al que estaba condenado dado su origen. Exitosamente logró zafarse del encasillamiento de “Narcos”, mundo latino, criminal, drogas, para pelearle palmo a palmo espacio al talento gringo. De igual a igual. Ni Gael García, ni Javier Bardem ni otra figura hispanoparlante ha llegado tan lejos como el protagonista de “The Mandalorian” y “The Last of Us” en el mundo anglo. 

Nadie. Entonces…. Who’s your daddy?