Ensayo

Feminismo transexcluyente y discursos de odio


¿Qué hacemos con las TERFs?

La cancelación a la escritora colombiana Carolina Sanín y el señalamiento de sus declaraciones como discurso TERF llenó de nuevas preguntas a Donna Sanguinetti: ¿Todas las personas cis son un poquito TERF? Si son minoría dentro de los feminismos, ¿por qué se cuela su mensaje? La furia travesti y la deconstrucción de la consigna Las mujeres trans son mujeres. De la ideología a las otras formas de violencias y discursos de odio.

Sí, los engañé… titulé con una pregunta que no puedo contestar. ¿Qué hacemos con las TERFs? Este texto no viene a proponer respuestas concretas, ni a batir postas. Escribo para traer cuestionamientos que nos ayuden a reconocer que los discursos de odio están más cerca de lo que imaginamos. 

El 5 de noviembre, la escritora colombiana Carolina Sanín comunicó a través de su cuenta de twitter que la editorial Almadía canceló la publicación de dos de sus libros en México. Según ella, el motivo de esta decisión fueron sus “cuestionamientos a la política identitaria” en un tuit de 2020. Los cuestionamientos: negar la validez de las identidades trans y hablar de las mujeres trans como hombres que quieren borrar a las cis. Es decir, cancelaron la edición de su trabajo por sus declaraciones TERF.

TERF significa Feminista Radical Trans Excluyente. Según ellas, las TERFs, señalarlas con este término es un insulto. Por eso intentaré usarlo todo lo que pueda en este texto. Son mujeres cis, por lo general de clase media, intelectuales y académicas, que no creen en la diferencia entre sexo y género, que sostienen que lo que hace a una mujer es estar oprimida y que la única forma de opresión que existe es haber nacido con vagina. Piensan a las mujeres trans como hombres disfrazados que venimos a robarnos su feminismo, sus espacios y sus úteros. Literalmente: sus úteros… Sanín ha llegado a mencionar que en un futuro no muy lejano el trasplante de úteros a hombres será posible y entonces sucederá otro holocausto, esta vez de mujeres. (Recomiendo este video de la youtuber Contrapoints sobre Feminismo Transexcluyente.) 

En este caso, no me interesa discutir la cultura de la cancelación. No creo que tirar a la mierda la obra de una escritora sea la solución a nada. Tengo 28 años. Sigo siendo fanática de Harry Potter (y Carolina Sanín comparada con JK Rowling es prácticamente Judith Butler). Tampoco creo que sea necesario discutir la validez de mi identidad con una persona abiertamente transodiante. De hecho, me niego a hacerlo. La discusión no es posible porque el discurso TERF no es una posición ideológica, es una forma de violencia.

Me interesa, en cambio, problematizar cómo, cuando se habla de feminismo transexcluyente, se minimiza su gravedad, se invisibiliza lo que es: un discurso de odio con marco teórico. 

Tal vez estoy equivocada; y les invito, sí es así, a que me caguen a puteadas vía inbox, a que me cancelen en twitter o me escupan por la calle. Pero siento que hay cierto miedo generalizado a enojarse con personas cis a las que quieren o admiran, como si no se le pudiera decir a una intelectual feminista que lo que piensa es una burrada, o si criticar una actitud implicara cancelarla por completo.

No creo que dentro de la gran cantidad de personas que se consideran feministas sean tantas las que adhieren al discurso TERF, pero sí creo que éste logra colarse en comentarios, símbolos o consignas, incluso dentro de los transfeminismos. 

¿Todas las personas cis son un poquito TERFs?

La consigna “Las mujeres trans son mujeres” ganó popularidad cuando JK Rowling salió del closet TERF, hasta fue pronunciada por gran parte del elenco de Harry Potter en apoyo a la comunidad trans. La frase en sí es correcta, pero pasa por alto la existencia de varones trans y personas trans no binarias.

Esta omisión es más que funcional al discurso TERF que piensa en los varones trans como hermanas lesbianas pérdidas. Y sí habla de las personas no binarias lo hace de manera más que confusa. Una conocida influencer TERF (a la que prefiero no nombrar) cuenta que en un momento fue no binarie porque tenía la “cabeza lavada por el discurso queer”.

Otra problemática común dentro de los feminismos es la infantilización de las personas trans: hablan de nosotres sin que hablemos nosotres. Como si necesitaran protegernos porque nosotres mismes no podemos. En medio del estallido de la polémica por la cancelación de los libros de Sanín, una influencer feminista compartió una charla entre dos académicas (cis) que analizaban el discurso de la escritora. 

Mientras tanto, en el feed de la misma influencer, una publicación habla sobre el “orgasmo femenino”. ¿Hablar de orgasmo femenino para referirse al orgasmo en cuerpos con vulva no es igual de TERF que hablar de hembras humanas? ¿Será que es más fácil ubicar el transodio lejos, en lo evidentemente violento? ¿No existe en las personas cis que se consideran transfeministas la reflexión sobre el discurso propio y sobre la subjetividad de la palabra? 

Otro caso que me llamó la atención en los últimos meses fue el de Jedet, actriz trans española y una de las protagonistas de Veneno. En el adelanto de una entrevista que dió para un segmento llamado “Las Uñas” dijo, entre cortes de edición, que por un lado están las mujeres y por otro las mujeres trans, que no somos lo mismo, que nuestras vivencias no son las mismas, que podemos compartir lucha pero hay cosas de las que nos tenemos que encargar por separado.

La guillotina moral de internet no tardó en acusarla de TERF (sí, a una mujer trans), y la cancelación la llevó a tener que pedir disculpas públicas. ¿Es tan incorrecto lo que dijo? ¿Sí hubiese dicho “las mujeres trans y las mujeres cis no somos lo mismo” también habría sido repudiada? ¿Se trata solamente de un problema de lenguaje? Creo que sí, que es hora de perderle el miedo a algunas palabras. De empezar a hablar de lo cis tanto como hablamos de lo trans. Creemos que la palabra cis está implicita, que con decir hombre o mujer alcanza. Es evidente que no es así.

En su momento, el caso de Jedet me hizo pensar en el término Travesti, que en Argentina y gran parte de Latinoamérica reivindicamos y hasta constituye una identidad. En España, en cambio, dónde el movimiento TERF es bastante más significativo, es considerado un insulto por la misma comunidad trans. Estos dos hechos no están necesariamente relacionados, pero muestra la trayectoria que tiene en nuestra región la historia de la identidad travesti. 

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Me surgen más preguntas. ¿La asimilación de las personas trans nos vuelve menos combativas? ¿Volvernos menos combativas abre paso a los discursos de odio? ¿O es la furia travesti lo que hace que, en nuestro país, las TERFs existan prácticamente solo en twitter?

Me acuerdo de un tweet que leí alguna vez de Camila Sosa Villada. Lo busco: 

En el 8M creo que las travestis deberíamos juntar nuestros petates e irnos del feminismo. Irnos de la palabra mujer. Irnos de todos los lugares donde no nos quieren. Armemos una fiesta propia donde quepan todos y dejemos ese espacio de poder a quienes lo reclaman como propio.

Las palabras de Camila me resuenan fuerte. No quiero decir nada importante, no busco tener la última palabra ni la más bonita, estoy vacía de postas para batir. A modo de malflash compartido, pienso: ¿las personas trans y travestis hemos hecho por el feminismo más de lo que el feminismo ha hecho por nosotras?

No soy filósofa, ni militante, ni intelectual. Tampoco me considero feminista. Soy sólo una neurótica compartiendo lo que me angustia para no explotar. No me interesa pertenecer al feminismo, ni a la identidad mujer así, a secas. Porque no me interesa estar en ningún lugar donde tenga que compartir mi aire con una sola persona que no me quiera ahí. Y sí me quedo es solo para molestarles.