Crónica

Cumbre peronista


Quince horas de Pejota explícito

A un mes de la interna y a 45 días de las elecciones de octubre, el peronismo bonaerense reunió a 400 dirigentes en Mar del Plata. La historia del justicialismo se construye también con estos encuentros: el entrenamiento de cuadros, la agenda del futuro gobierno y la elaboración de documentos convivieron con el cabildeo, el conteo de fichas y las futuras alianzas internas. Con la mira puesta en conquistar los votos que faltan en la provincia de Buenos Aires, el sciolismo se va armando, decidido a echar en la cultura del PJ una raíz ancha y profunda.

Fotos: Kito Mendes y Fabián Gastiarena

—No podemos dejar el proyecto en manos de otros, a los peronistas a veces nos une la esperanza y a veces el espanto.

—¿Y en este momento?

—Las dos cosas.

Juan Carlos “Chinchu” Gasparini es el Intendente de Roque Pérez, la localidad de 12 mil habitantes en la que nació Juan Domingo Perón en 1893. Es flaquito, usa un look tipo Minguito y estudió hasta primer grado. Mientras hablaba con Anfibia el viernes a la noche, lo interrumpían con abrazos y elogios: “Gracias, Chinchu, te robaste la noche”, “Felicitaciones hermano, hace falta gente como vos”, “Muy bueno lo tuyo”, le decían intendentes y dirigentes peronistas en el lobby del Gran Hotel Provincial en Mar del Plata. Minutos antes, durante la cena que fue el primer encuentro del PJ bonaerense después de las PASO, lo habían ovacionado:

—¡El peronismo no es para cagones, el peronismo es para guapos! —gritó con el micrófono en la mano, paradito entre las cuarenta mesas redondas.

Los más de cuatrocientos peronistas cenaron carne con puré en enormes platos blancos, un buen vino tinto y botellas de Coca de litro y medio. El anfitrión fue Fernando Espinoza, presidente del PJ bonaerense, intendente de La Matanza y uno de los vencidos en las internas del 8 de agosto: su fórmula junto a Julián Domínguez perdió contra la de Aníbal Fernández y Martín Sabbatella por 6 puntos. El congreso no es novedad -el peronismo tiene tradición en encuentros-: lo nuevo es que es la primera vez que los candidatos se eligen por internas y que para ganar las elecciones de octubre faltan votos. Aquel fin de semana, en el circuito electoral más importante del país (Buenos Aires representa un 37 por ciento del electorado) llovió con bronca y el Frente para la Victoria alcanzó un 38,67 por ciento a nivel nacional.

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El lunes siguiente a las elecciones Aníbal Fernández se reunió con Espinoza y Domínguez. Antes de empezar la charla les recordó una entrevista que le hicieron al escritor y periodista Gabriel García Márquez en la que dijo: “Te doy una clave matrimonial importante: las mujeres dicen que los problemas de la pareja se resuelven con el diálogo. Es al revés: problema que se dialoga termina en pleito, con seguridad. Hay que hacer confianza y olvidarlo, seguir p´alante”.

De jean, camisa y zapatillas, sentado alrededor de una de las diminutas mesas redondas del lobby del Hotel Hermitage, Aníbal tradujo la recomendación de Gabo:

—En una situación de estas características se producen rasguños. Lo importante es que la zanja nunca sea tan ancha como para que no puedas volver a saltarla. ¿Para qué vamos a andar charlando? Que te dije, me dijiste, le dijiste. Se lamen heridas mutuamente y se sigue.

Touché peronista que el cacique radical Chacho Jaroslavsky reeditó en los 80 como hit: “El que se enoja en política, pierde”. La del Provincial fue la foto visible con la idea de mostrar que hay unidad y que hay una estrategia electoral microscópica para cada municipio. El objetivo es conquistar 5 puntos más en la Provincia, llegar al 45 en Nación y ni coquetear con el balotaje.

Hacia adentro los resultados se aclaran en términos peronistas -el que gana conduce, el que pierde se acomoda- y Scioli se junta con congresales del PJ Capital, de Unidos y Organizados y de movimientos. Se junta con los que ganaron, se junta con los que perdieron. Escucha, tantea, arma e incluso consulta a quienes fueron desairados por el tren camporista. “Vencedores y vencidos” son espacios relativos que danzan al ritmo de la unidad del movimiento y de la selección por embudo de los cargos partidarios. Si alguno se queda enojado agarra un cuadro de Perón y Evita (o de Néstor y Cristina), abre un Unidad Básica y se le pasa.

El sciolismo cabildea sin las formalidades de un congreso partidario, cara a cara, en un salón austero pero coqueto de la Sede Capital del Banco Provincia o en la sucursal porteña de la Casa de la Provincia de Buenos Aires: cuando termina el horario de atención, empiezan a circular los dirigentes. Mientras el discurso mediático habla de sanar heridas, el peronismo hace del tumulto y la "bolsa de gatos" -que deja perplejos a liberales de izquierda, centro y derecha- una coreografía nueva, como la que se bailó en el búnker en el Luna Park. Por eso Mar del Plata fue un encuentro para mimarse, prometerse futuro en bares cercanos, poner una fichita en el casino, negociar lugares en las listas de diputados y senadores, jugar al TEG nacional.

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Aníbal Fernández, jefe de Gabinete y candidato a gobernador, fue el destinatario de los discursos durante la cena del viernes. “No somos una ONG, muchachos, somos militantes peronistas. ¿Quién quiere ser intendente con el macrismo en la gobernación? ¡Nadie! ¡Se va todo al corno!”, dijo Ricardo "Pito" Casi, intendente de Colón. Martín Insaurralde terminó de hablar mirándolo a la cara: “Confiamos en vos, Aníbal”, le dijo. Cuando le tocó el turno a Fernández, corrió el eje a Nación: “Quédense tranquilos, muchachos, si sube el agua, sube el corcho”, dijo segundos antes de que empezara a sonar el turún tun tun de la marcha peronista.

En los años ‘90 el menemismo pretendió fundar un sistema bipartidista. La consagración fue el Pacto de Olivos. En aquel entonces, Guido Di Tella, un intelectual orgánico del PJ, afirmó en la tribuna de Bernardo Neustadt y Mariano Grondona, que la Unión Cívica Radical era el único partido democrático en Argentina y que ningún otro -incluyendo el hit de aquel entonces, la UCD- cumplía las condiciones de democracia interna. Veinte años después el sistema PASO permite una relectura.

—Es la primera vez que la Provincia elige su candidato a gobernador por elecciones internas. En este caso se discutió en las primarias y yo acepté las reglas de juego —dijo Aníbal.

Desde la fórmula radical triunfadora de 1983 -Alejandro Armendáriz y Elva Roulet- en adelante, siempre las candidaturas a la gobernación de Buenos Aires fueron a dedo. Hubo hombres de adentro y de afuera de la Provincia pero siempre atendiendo el peso específico de sus votos en el mapa del poder nacional. Aunque para ser vice hace falta referencia territorial, el peso distrital no es suficiente para la candidatura a gobernador. Eduardo Duhalde no fue de Lomas de Zamora directo a La Plata, tuvo que recalar antes en Nación. Carlos Ruckauf viajó a la Provincia vía menemismo. Felipe Solá nació en Recoleta y saltó de bote en bote hasta caer, en tiempos de bonanza general, en el sillón platense. Esto es algo que el peronismo tiene en su ADN como maquinaria de poder: nadie se ofende por ese lugar incómodo pero siempre espera recompensa.

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La “Jornada de reflexión y debate” que se hizo el sábado a la mañana se dividió en cuatro comisiones: cambio climático y saneamiento hidráulico, desarrollo económico e infraestructura, seguridad y justicia e inclusión social. Las mesas fueron monocordes. Salvo cuando el Secretario de Justicia Julián Álvarez se refirió al papel retardatario del Poder Judicial en temas de seguridad, llamó a profundizar los avances en la mentalidad nacional y popular de la justicia y el público aplaudió fervoroso. Al ministro de Seguridad bonaerense, Alejandro Granados, no se le movió el bigote.

Los ejes no son nuevos: tienen continuidad con lo que se trabajó en los encuentros de La Tablada, San Nicolás, Ezeiza, Punta Alta y Tandil. No importa ni cuándo fueron, la organización vence al tiempo. Espinoza asumió la conducción del PJ provincial en 2013 y aunque los congresos peronistas tienen un objetivo declarado en la carta orgánica siempre fueron desbordados por lo que la coyuntura requirió: el entrenamiento de cuadros y delinear la agenda del futuro gobierno son una verdad de perogrullo, pero el cabildeo, el conteo de fichas y las alianzas son siempre más relevantes que la cultura del documento. El sciolismo se va armando y queda claro que decidió echar en la cultura del PJ una raíz ancha y profunda. Las savias cuyas caras vamos conociendo llegarán pronto al verdor del árbol del poder.

Mientras se discutía en cuatro salones del hotel llegó Carlos Zannini -Secretario de Legal y Técnica de Nación y candidato a vicepresidente-, sonrió radiante entre ataques de selfies, abrazos y felicitaciones y detuvo la marcha:

Algunos medios usaron la palabra ‘cicatrización’ para definir el encuentro, ¿cómo lo ve?

—Los peronistas somos los incorregibles del sistema y los monopolios mediáticos, que son el sistema, se preocupan muchísimo por lo que pasa en el peronismo. La palabra “cicatrización” trabaja sobre un mito que ellos mismo crean. Tratan de instalar en la sociedad la idea de civilización y barbarie y de un peronismo cerrado sobre sí mismo. Mirá: el pueblo argentino es como el agua, va tratando de buscar camino y, en determinado momento, se junta e inunda todo.

Zannini piensa en las urnas de octubre y las imagina estallando de votos. En las PASO, según el escrutinio definitivo, el FpV obtuvo 8.720.146. Se apunta a obtener 10 millones. “Es difícil, pero mucho más difícil es para ellos, que sacaron tres millones menos que nosotros", dijo en el discurso de cierre. Confía en que podrán saltar las operaciones -el bombardeo tuitero orquestado por el macrismo durante las inundaciones, las acusaciones de fraude, los intentos de división-:

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Francisco Cafiero

—Estamos al borde de la construcción de un capitalismo razonablemente autónomo, cumpliendo con la independencia económica. Lo que molesta del peronismo es que somos un reclamo de soberanía política para la soberanía popular.

Ese “capitalismo razonablemente autónomo” es lo que históricamente propuso el peronismo como tradición nacionalista de rasgos socializantes. Cuando era joven, un importante dirigente de la Columna Norte de Montoneros que nació en una provincia norteña y que todavía hoy gira su cabeza ante el nombre de ‘Chacho’, tuvo una charla con su abuelo, un hombre de estirpe y militancia conservadora:

—¿Pero ustedes, ¿qué es lo que quieren? —le preguntó el hombre.

El pibe le respondió con una descripción detalladísima de la justicia social.

—¡Ah! ¡Humanizar el capital! —sintetizó el viejo y se tranquilizó.

Para la izquierda, esa supuesta razonable autonomía del capital es un “engaña pichanga” de los burgueses contra los trabajadores y para un rojo menos gorila, es simplemente imposible la conciliación entre capital y trabajo. El peronismo, algunos momentos del varguismo brasileño, chispazos del ibañismo chileno o del nacionalismo revolucionario boliviano del primer Paz Estenssoro fueron modelos que dispararon en formas disímiles los procesos de estado de bienestar en países del tercer mundo como los de Gamal Nasser en Egipto o el que hubiera llevado adelante Jorge Eliécer Gaitán si hubiera sobrevivido a la brutal oligarquía colombiana.

Toda economía es política y viceversa. Perón y otros líderes mundiales entendieron las limitaciones de la partidocracia demoliberal en esos procesos de transformación y recurrieron al armado de movimientos. Los partidos pasaron a ser una “herramienta electoral” y eso produjo raspones con la noción liberal de República. Desde entonces la prótesis electoral siempre quedó sometida al escrutinio movimentista: cuántos somos, cuánto movemos, quién falta y otras preguntas que se categorizaron como pragmáticas pero se volvieron tan necesarias como la lectura de Martha Hanecker para la izquierda post revolución cubana si no se quería ser expulsado de las filas.

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Francisco Cafiero tiene 36 años, es subsecretario de Gestión y Articulación Institucional del Ministerio de la Provincia de Buenos Aires y el nieto del “último” peronista histórico que alcanzó a conocer la década aunque -digámoslo- desde un margen injusto para un líder de su talla. El joven caminó y charló durante todo el encuentro, entre el lobby y las comisiones, entre los funcionarios y los militantes.

—La actitud que están teniendo los compañeros en este encuentro es la misma que tuvo mi abuelo en 1988, cuando perdió la interna con Carlos Menem. Esto es una muestra de unidad que asegura la continuidad de un movimiento y de un proyecto de país. Somos la fuerza política de mayor organización, dinamismo y articulación en toda América Latina y siempre nos estuvimos moviendo: cuando Sergio Massa ganó y parecía que se comía a los chicos crudos, el PJ bonaerense no dejó de trabajar, reunirse y actuar bajo la conducción de Fernando Espinoza.

Nicolás “Chino” Rodríguez, Director Provincial de la Juventud, lo reafirmó:

—Somos un movimiento nacional con una continuidad histórica incomparable que hoy requiere repensar la relación entre militancia y dirigencia, entre tradición y cambios. Esta novedosa interna para un cargo tan importante, otras fuerzas no la pudieron replicar.

El discurso de los sub 40 es de esperanza pero con una condición: cuidar continuidades. Juan Manuel Gómez, dirigente nacional de Descamisados, que -al igual que La Cámpora- tampoco movilizó sus huestes más allá de algunas remeras sueltas, dijo:

—En la etapa que se abre, la militancia será más responsable que la dirigencia. Hay adversarios afuera y “propios”. Hay que crear organización popular en el marco de lo que Scioli prometió: como por ejemplo la creación del Ministerio de Economía Social y darle rango ministerial a la Secretaría de Derechos Humanos.

Este discurso se repite en otras organizaciones que bancaron la gestión kirchnerista y que en la coreografía del Luna Park ocuparon la platea central: hay apoyo, pero también alerta. En la cancha se ven los pingos.

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Nicolás "Chino" Rodríguez

Hablar de un sistema de partidos políticos en Argentina es complejo. Para algunos resulta una desgracia. Para otros no es suficiente: el movimentismo debe complementarlo como aparato de captura de las tensiones y las luchas populares no sólo de clase, sino también nacionales, regionales, de géneros, etáreas, religiosas, entre otras. En este horizonte de la politicidad local, la UCR y el Movimiento Nacional Peronista -con el Partido Justicialista como herramienta- bailaron una danza pendular no simétrica durante décadas.

—Somos el único partido que existe.

Lo dijo Cristina Álvarez Rodríguez, ministra de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y sobrina nieta de Evita, minutos antes del acto central. Ella es una cara conocida en los circuitos de la política y empezará a verse más seguido a medida que avance el desfile de diciembre. Su militancia no es nueva: fundó el Museo Evita, ese impecable palacio Carabassa sobre la calle Lafinur en donde la Fundación de Ayuda Social Eva Perón albergaba a mujeres de todo el país que llegaban con problemas de documentos, trabajo, salud o vivienda. La ministra habla pausado y es clara:

—El próximo 17 de octubre cumplimos 70 años, somos el partido de mayor vida democrática de Argentina. Indudablemente hemos tenido momentos de luces y sombras, años de tragedia, marginación y exclusión. Pero también otros como éstos, que no son la “década ganada”: son la “década recontra ganada”.

Álvarez Rodríguez no sólo es la primera mujer en ocupar el ministerio de Gobierno en la provincia de mayor peso político relativo del país sino que es vicepresidenta segunda del PJ Bonaerense. Es decir que fue la otra gran hacedora del encuentro. Su estilo es cuidado, ejecutivo, proclive a los acuerdos pero no permite confusión. Defiende a capa y espada -con datos y números- las obras del gobierno sciolista en materia de infraestructura, salud y seguridad y no escatima halagos al calificar los gobiernos de Néstor y Cristina:

—Vamos a construir sobre lo construido, no vamos a volver a empezar de cero, no queremos ser siempre inspiradores del pasado. No sé qué es esa melanco, no sé si será el tango...

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Cristina Álvarez Rodríguez

Ella puede participar de un acto de Unidos y Organizados y, a la vez, aparecerse por unidades básicas de barrio. La escuchan y la respetan en todo el arco peronista. Su destino en la futura estructura de gobierno es uno de los datos que más ansiedad genera: cómo se mueva en los distintos espacios desde diciembre será una especie de termómetro del grado de pejotización o renovación de la transversalidad.

A mitad de la semana pasada, Scioli fue al programa de Alejandro Fantino con Miguel Bein, el más pretendido heterodoxo entre los economistas neoliberales. Fue un mensaje para los mercados pero hizo ruido dentro del núcleo duro del kirchnerismo. En una pausa entre mesa y mesa de trabajo, un importante operador bonaerense ubicó la aparición dentro de una estrategia de dos etapas. La primera, a la que denominó “cuantitativa” es sumar y calmar. No debería asombrar si, en las próximas semanas, saliera a la cancha otro economista de la guardia de los noventa -Miguel Peirano- y hasta una figura resistida incluso por el sciolismo: Mario Blejer. La segunda etapa será la “cualitativa”:

—Una vez en el poder, esos nombres podrán o no estar. Si jugaran, será diferente a los ‘90: ellos no decidirán el esquema.

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Después de la charla, Álvarez Rodríguez caminó la cuadra que la separaba del Provincial porque estaba por llegar el candidato a presidente. En la puerta ya había militantes con algunas de las banderas que un rato después poblaron el salón: las que decían a mano alzada JP Evita, Mujeres del Evita, Descamisados, La Vallese, Mariano West Conducción Moreno (sí, el que perdió las PASO en manos del camporista Walter Festa), Conducta Peronista #LaDeTodos, JP Cañuelas, JP Alberto Balestrini, JP La Matanza, JP Florencio Varela, JP San Vicente, algunas Unidades Básicas y jóvenes con remeras de La Cámpora. Faltaron las fuerzas de Unidos y Organizados, que hubiesen colmado la sala. Tampoco había banderas naranjas, pero sí bufandas y gorritas del color que sabe usar el Partido Humanista.

A metros de la escalinata del hotel, una cupé chevy de Marcos Di Palma aceleraba el motor. Mientras decenas de marplatenses oían la combustión y miraban los fierros, entró Scioli al Hotel, como un torbellino.

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 “Chinchu” Gasparini, el intendente de Roque Pérez, quedó encerrado en medio del apretujado malón de periodistas, funcionarios y admiradores que intentaban entrar al salón central rodeando al candidato.

—¡Eh, loco! ¡Dejen pasar, la puta madre! Los que no se la bancan que vayan para atrás que nosotros hacemos fuerza —gritaba y colaboraba con los empujonazos como un niño que parece que juega pero que conoce las reglas y promete más.

Tanto empujó que logró entrar y hasta encontró un espacio en la foto sobre el escenario, junto con Scioli, Aníbal, Zannini, Julián Domínguez, el líder de la CGT Antonio Caló, Gabriel Mariotto, Carlos Kunkel, Carlos Castagneto. Abajo, en las primeras filas, se acomodaron funcionarios, intendentes y delegaciones de municipios.

Los militantes completaban los pasillos laterales y compartían sillas: “A ver, dejame subir”, le pidió una compañera a otra. Se sacó los zapatos de taco verde manzana y llenó de talco el asiento. La otra atinó a sacarse las plataformas pero se rindió y se subió calzada.

—¡Y ya lo vé, y ya lo vé, hay una sola jotapé!- cantaron a coro.

Durante el acto, Scioli siguió los discursos atento. Cuando le tocó, se escuchó al Daniel de la coyuntura: llamó al diálogo, sí, pero también intercaló frases picantes dirigidas a la oposición con un tono que se festejaron con furor. Si bien le habló a los votantes propios y a los que faltan, todo fue en clave PJ. Convocó a los intendentes a hacer un último y gran esfuerzo para ganar en primera vuelta, a los militantes a avanzar por el camino del desarrollo bajo las tres I -inversión, investigación e innovación- y las tres T papales -tierra, techo y trabajo-. Al final, le hizo un guiño al candidato a Gobernador:

—Lo que falta hacer, lo vamos a hacer con Aníbal.

El aplausómetro estalló: su frase mostraba unidad y sonaba a vuelto sin rencor frente a años de un modelo de reparto y gobernanza donde el sillón platense fue un premio-condena dependiente de la caja central. Valga la redundancia, el acto cerró con la marcha. Esta vez, con la versión extendida, que hizo tronar en los altos techos del hotel la herencia kirchnerista: “Resistimos los noventa, volvimos en 2003, junto a Néstor y Cristina, la gloriosa JP”.

La salida del salón fue casi tan caótica como la entrada y el anfitrión Espinoza avanzaba lento, entre saludos, agradecimientos, abrazos. “Para el facebook”, le decía una mujer mientras con una mano lo abrazaba y con la otra hacía malabares y apuntaba la cámara de fotos plateada.

Para el presidente del PJ bonaerense el encuentro fue “una megacumbre impresionante”. Está convencido de que ellos son el “corazón del FpV” y de que en octubre a Scioli lo van a votar socialistas que pusieron la boleta de Margarita Stolbizer, radicales de Alfonsín e independientes:

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—Daniel es el mejor candidato, indudablemente. Va a ser el presidente del desarrollo económico y la previsibilidad. Para estar tranquilos, para que los empresarios puedan invertir, que los chacareros puedan tomar crédito... Va a ser el presidente del diálogo.

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Para ese entonces, habían pasado casi quince horas de pejota por Mar del Plata: desde la ovación al intendente de Roque Pérez durante la cena hasta el éxodo veloz de los dirigentes municipales hacia los distintos puntos de pertenencia en la provincia.

¿Y a Scioli cómo lo ves?

—Yo confío en que va a llevar este país adelante. Cristina es irremplazable, como Perón, como Néstor. Daniel tiene otra forma, es un tipo no agresivo, consensuador. Para estos momentos, en que está todo convulsionado, puede ser un interlocutor válido y cuidar el modelo —dijo Chinchu Gasparini.

¿Y cómo se combina su perfil con tu definición de que el peronismo es para guapos?

—¡Guarda! Para soportar lo que soportó Daniel hay que tener huevos, yo me hubiera agarrado a piñas con todo el mundo. Tené en cuenta los ataques que recibió: ahora son desde la oposición pero antes fue de los nuestros. El hombre se bancó todo.