Crónica

La devaluación tras las PASO


Clase media: resistiendo con aguante

La última devaluación pos PASO termina de dejarnos remando contra la corriente. Historias mínimas de los efectos colaterales en nuestras vidas cotidianas y de las estrategias improvisadas por la clase media para ganarle a la corrida y estirarle la vida al sueldo. Los valores del dinero y el otro capital que, quién sabe, quizás nos permita salir a flote.

Mis amigos economistas me tratan de ridículo. 

 

El domingo de las PASO, Gonzalo Assusa seguía el escrutinio de las primarias abiertas y se sintió inquieto. Era demasiada la turbulencia que generaba el resultado. Tenía un dinero fresco, recién cobrado. Pensó: “lo paso a dólares, ésto se va a la mierda”. Entró a la página de su banco, se le bloqueó la operación. La actualizó, web caída. Siguió intentando, frustrado pero obediente al eco del consejo de un amigo: “comprá ya mismo, y con lo que te quede andá al súper antes de que remarquen”. Recién el lunes a las 8.30 Gonzalo pudo cambiar sus ya un poco marchitos $20 mil pesos a $52 por cada dólar. 

 

Gonzalo Assusa es sociólogo y doctor en antropología. Integra un equipo de investigación del CONICET que analiza consumo y desigualdad en Gran Córdoba, uno de los territorios de disputa del voto en estas elecciones presidenciales. Desde ahí piensan cómo los gastos posibles de cada sector social habilitan estrategias económicas distintas, y discuten con los gurúes de la autoayuda financiera que pregonan que con motivación y ahorro alcanza para volverse un startupero. Esta vez, sus compañeros lo chicanearon a él, y en parte lo motivaron a volver su improvisada pedagogía monetaria en objeto de estudio: 

 

Sé que no hice gran diferencia de plata pero bajé mi ansiedad. Mi familia vivió momentos de desarreglos muy fuertes durante los 90. Tiendo a pensar en términos de economía de guerra. Después caigo: mi caso no es tan dramático.

 

Esta crisis vuelve a nombrar todo lo que puede el dinero para que la vida social funcione, para gestionar incertidumbres, para sentir que tenemos el control de cambios del pulso cotidiano. Todo lo que puede el dios dinero cuando toca pasar por una crisis de fe.  

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Ese domingo 11 de agosto cerca de las 8 de la noche Macri ya reconocía en público la diferencia en su contra. Después de secarse las lágrimas de la emoción por el resultado, Juana Céliz fue hasta la cocina a servirse una copa de vino y se reencontró con el hueco de la bajomesada y el canasto de la ropa sucia. El lavarropas. Los planes de comprar un lavarropas. Mientras anunciaban el escrutinio, los noticieros también contaban que las primeras reacciones de los mercados estaban llegando, la cotización de la divisa estadounidense había aumentado $3 y seguiría trepando apenas abrieran los mercados al día siguiente. Juana pulsó la app de Mercado Libre. Confirmó que su futura máquina que centrifuga a 1000 rpm, viene con tambor diamante de acero inoxidable y display digital ya no estaba disponible en 18 cuotas sin interés. Al diablo con la planificación de esperar el cierre de la tarjeta para tener el electrodoméstico que le lave los joggings de polar grueso de sus hijos. Habían volado las cuotas pero el costo seguía en $22.856,90. Mientras comparó con otras publicaciones, a las 22.33 lo compró y le escribió al vendedor Perozzi e Hijos: “Hola, gracias por mantener el precio”.

 

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Más tarde, Juana leyó un tuit del periodista Alejandro Wall (@alejwall): “Compré un lavarropas en plena corrida antes de que actualicen los precios. Nunca antes me había sentido tan lobo de Wall Street.” Juana se sintió la loba hasta que se topó con otro posteo de la misma cuenta: Wall contaba que le habían cancelado la compra: “No quiero pensar que pisan entregas por suba de precios. El lavarropas ya está dos lucas arriba”. El lavarropa de Juana ya estaba en $27.657. El escrache en las redes, oficina paralela de Defensa del Consumidor, funcionó. Y se anunció en otro tuit: “Llegó el lavarropas, salió el sol, hoy me lavo todo”, con foto de las prendas ganando su primera vuelta alrededor del tambor. 

 

La jerga financiera ampliaba su vocabulario: al dólar venta, compra, blue, futuro, histórico ahora se le sumaba un nuevo mote: el “dolar viejo”. El fin de semana empezó cotizando a $45.75, cerró el domingo a $48.50, arrancó el lunes rondando los $52. Los sueldos argentinos se devaluaron más del 30%. 

 

“El valor de la moneda estadounidense integra la información básica que comunican los medios argentinos. En especial, en épocas de turbulencias monetarias. Cada mañana, nos dicen, lo primero que necesitamos saber es la temperatura, el estado del tránsito y la cotización del dólar. Datos esenciales para la vida cotidiana en la gran ciudad. El dólar es ese número abstracto con que empezamos el día, pero es también un objeto, concreto y conocido. Según el saber popular, tener en la billetera un billete verde trae buena suerte. Pero no hace falta haber comprado nunca un dólar ni llevar uno consigo para estar familiarizados con su aspecto. Con el correr del siglo XX, en estas pampas, tan lejos de las tierras que alguna vez gobernó, la efigie de Washington, asidua ilustración de avisos y noticias, se ha vuelto popular gracias a la publicidad y la prensa”, sintetizan Mariana Luzzi y Ariel Wilkis en El dólar, historia de una moneda argentina (Paidós), donde historizan en qué momento la plata estadounidense se volvió tan popular y necesaria como el mate y el asado.  

 

Juana, que es monotributista, todavía no recibió su lavarropas. El martes 13, cuando esa moneda tocó los $60, el resumen de su cuenta custodia le avisó que había perdido $50 mil del depósito hecho con la plata de una indemnización invertida en Bonos Argentina; se tuvo que bancar la caída de la bicicleta financiera y aulló pero de pena, otra vez como una loba.

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Las casas de cambio hoy se encuentran en el living de cada casa; piden contraseña pero dejan entrar en pijama. Del otro lado de las tantas pantallas del home banking trabaja Francisco Santamaría, ingeniero en sistemas, empleado en un banco. “Mi lunes después de las PASO arrancó con un mensaje de WhatsApp de la gerencia de tecnología. Nos advertían que estuviésemos preparados, que iba a haber mucha demanda de consultas y transacciones. Y que cuidemos que no cayeran los sistemas que administramos y detectemos para fallas por la sobrecarga. Como no había una cotización clara del dólar, deshabilitamos la posibilidad de compraventa online. Recién a la tarde se reactivó el botón.”

 

Los usuarios particulares son quienes operan a través del online banking. Las empresas medianas cuentan con una página de autogestión para activar las transacciones de mayor volumen. Las grandes corporaciones se manejan a otro nivel, tienen a su disposición un operador directo de la entidad.

 

En el área de trabajo de Francisco Santamaría juegan dos equipos: los que tienen más de 40 años, saben tanto de sistemas como del negocio monetario, y los nerds de 20 y pico que ocupan puestos junior en proyectos de innovación. La semana pos PASO la diversidad generacional dio ganancia: los más jóvenes preguntaban qué hacer con sus ahorros. Los más grandes aconsejaban no hacer nada y  contaban que en diciembre de 2001 les pasó lo mismo que a los clientes: su dinero quedó atrapado por el corralito. Ni ellos, custodios del desfibrilador del capitalismo financiero, se la vieron venir. Recomendaban calma con la certeza de que la hecatombe de los depósitos estaba vez no tenía por qué pasar. 

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“Hablemos del dinero a través de sus fisuras, de sus fronteras, de sus escapes -propone Darío Sztajnszrajber en uno de los episodios de Demasiado Humano-. Estamos en una cultura mercantilizada en la que el dinero lo es todo. Parece un eslogan de campaña pero es un tema estructural de la cultura occidental monoteísta: hay algo teológico en la idolatría al dinero como único dios. Si estar cerca de Dios es estar iluminado, estar cerca del dinero es ser dueño de la lamparita, de la electricidad, ¡de Atucha! Esa religiosidad se plasma en cuestiones concretas. El dinero se vuelve el eje de irradiación de todo lo que hacemos. La vida se mercantiliza. Terminamos pensando: vamos a tener un hijo, ¿conviene o no conviene? ¿Me suma o no me suma estar enamorado de vos? La verdad me suma un pomo, pero no puedo estar más enganchado. La típica: hacemos las cuentas pero igual terminamos enredados en lo que aparentemente nos conviene menos, porque hay un imaginario de que la conveniencia, la ganancia, es el motor de todo lo que hacemos”.

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María de los Ángeles Borgia vive en Rosario, en un departamento de Barrio Pichincha con terraza propia y vista al río. Está en la tierra de la “cosecha récord”, marco del único sector de la economía argentina que crece. Es socia de una empresa que hace edificios: por cada departamento de un dormitorio y una cochera recibe u$s 65 mil, precio inversor y de contado. Antes, entre sus clientes había pequeños y medianos productores agropecuarios y gerentes de empresas. Ángeles los sigue contactando, pero le dicen que ya no dan los números para invertir en ladrillos, en “edificios sojeros”. Si no fuera porque mueve contactos supone que no vendería nada. Tres de sus clientes fijos son un estudio contable, productores de papa y acopiadores de cereal. Esta última devaluación casi no la afectó: vende metros cuadrados en dólares y compra materiales -como hierro y ascensores- en dólares. 

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Lo único que no aumenta es el sueldo de la mano de obra: no sé cuánto hace que un albañil cobra $18 mil por mes. Ahora están llegando muchos embargos sobre los recibos de sueldo por cuotas alimentarias y deudas por gastos con tarjetas de crédito.

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Los amigos chicanean al investigador Gonzalo Assusa por su estrategia monetaria miope. “Los economistas liberales creen que la distribución es secundaria, que para distribuir primero hay que crecer, generar riqueza. Yo digo que no solo los ingresos, sino que las pérdidas y las carencias también se reparten y distribuyen desigualmente, sobre todo en tiempos con inflación. En esos momentos, para los sectores medios el problema es cómo invertir el excedente de ingresos, y para la franja social más baja el tema es cómo gestionar la carencia. Aunque hoy ni las clases medias generan excedente. Después de ver tan afectado su consumo en los últimos años atraviesan un proceso subjetivo complejo. Si bien nunca se definieron por una posición objetiva -ser dueño de una empresa, trabajar en una fábrica o tener título universitario- siempre el acceso a bienes que otorgan estatus -el iPhone, el auto o el viaje al exterior- fue central para definir su identidad. Esta coyuntura impacta también en el ingreso de los sectores populares, especialmente de la construcción y empleo doméstico, las principales variables de recorte en la economía hogareña urbana.”

 

Gonzalo siguió el eco del consejo de su amigo y no sólo compró la moneda universal de los mercados. “Odio ir al supermercado, me agota. Mi pareja lo sabe. Cuando le dije: `Vamos a comprar todo lo que podamos, ya´, ella no dudó.” Allá fueron con los $6 mil que había separado de su sueldo.

 

En estos días en los que el INDEC anunció que en julio una familia tipo necesitó $32 mil para acceder a la canasta básica, Assusa aclara: “Mi situación me habilita a tener esta estrategia de ahorro. Pero si tuviera una estructura de gastos sujeta a la contingencia, a lo inesperado, si tuviera 3 hijos quizás no podría quemar esos $6 mil en el supermercado porque sabría que pueden aparecer otros gastos de acá a fin de mes.”

 

En el súper compró 8 botellas de aceite, 8 jabones líquidos Ariel, 8 champús Herbal Essences envase rojo. ¿Por qué 8? “No sé, serían los que me entraban en los brazos para llegar hasta el changuito, que lo tenía mi pareja por otro lado.” Además, volvieron a casa con rollos y rollos de papel higiénico con dibujos de Los Increíbles. 

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¡Soy la pastelera desesperada!

 

Hace pocos meses Paula Roldán decidió renunciar a su trabajo de oficina luego de 13 años para dedicarse a su vocación, las cosas dulces. “Agarré impulso y dije me voy.” No tenía ahorros. Negoció una indemnización en pesos y en seis cuotas que se le acreditarán a partir del 31 de agosto. “Yo imaginaba que se podía armar lío económico, pero recién en octubre.” Por la corrida cambiaria perdió 3 mil dólares, y pasó de la euforia a la parálisis. Cuando pudo reordenar sus ideas y se dispuso a responder pedidos, los proveedores no le daban precios de la materia prima. Entonces patentó tres recetas: 1) Mirar a largo plazo y saber que a la economía nacional le llevará tiempo reacomodarse. 2) Estar sólo con gente positiva, que la apoye. 3) Cocinar bajo la máxima de sus maestros: en tiempos de shows gastronómicos, concentrarse en el sabor antes que en la estética.

 

Su emprendimiento se llama Paula Roldán, la pastelera. A ella la apasiona el chocolate y enterarse de cuántos sentimientos despierta una misma porción de su torta Concorde: la clientela le dijo “es una locura”, “lo más rico y suave que probé en mi vida”, “mi último deseo antes de morir”. 

 

Tomo ésto como un aprendizaje. La verdad, más que por los 3 mil dólares que perdí me hubiera deprimido peor si el resultado de la PASO era al revés.

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La crisis del 2001 también tuvo su mística. Se la dio la reconstrucción de los lazos sociales habilitada por las asambleas de vecinos, las redes de las fábricas recuperadas y otras alianzas, como aquella que unía a cacerolear juntos por la peatonal Florida a “Ahorristas y artesanos / unidos de la mano”, como coreaban. ¿En qué espacios se puede ver hoy ese cruce? ¿Acaso está en las ranchadas, manifestaciones y transversalidad del movimiento feminista? “En 2001, el 50% de la población estaba bajo la línea de pobreza. Hoy, 1 de cada 3 argentines es pobre, y eso genera muchos puntos de diferencia -explica Estefanía Pozzo, periodista económica-. Sí creo que los feminismos están haciendo un cambio profundo en las dinámicas y construcciones colectivas porque visibilizan las opresiones históricas más naturalizadas a nivel social.” 

 

La balacera de la crisis actual incluye desempleo, flexibilización laboral, violencia policial, falta de vacunas en el sistema de salud, desfinanciamiento de las provincias, fuga de capitales, terrorismo económico, escuelas desmanteladas, mucha inflación y hasta un día del niñe sin regalos que simulen que queda algo para celebrar (cayó un 12% de las ventas de juguetes, respecto al año pasado). El martes 20 asumió un nuevo Ministro de Hacienda que se pronunció avocado a estabilizar el precio del dólar pero para nada registró el último reclamo de los movimientos sociales que piden más recursos para comedores y ajustes del salario social.

 

“Las crisis económicas y su impacto en el tejido social nos desafían a repensar qué sistema nos rige -continúa Pozzo-. Pero no podemos quedarnos sólo con eso porque se trata de una cuestión muy estructural, grande, que nos queda lejos. El horror aquieta, congela. Pero para las personas que creemos en la política, en la organización, en lo colectivo, hay salidas transformadoras. Yo creo que también es momento de apostar a esas salidas que no transforman la estructura pero evitan que caigamos en la indiferencia. Ahí hay un germen, ahí radica algo que hay que cuidar y estimular para lograr que todes miremos hacia una vía de participación más activa.”

 

Los diarios de hoy viernes 23 de agosto no hablan solo de política y de fútbol: amplían su agenda editorial para anunciar que el lunes arranca un travel sale. Es decir: hay verano a la vista, y siempre nos quedará Mar del Plata.