Crónica

Rosario: nocturnidad y violencias


Salir a bailar para recuperar la autoestima

“Cuando amigxs de otros lugares me preguntan: ´¿qué onda Rosario?´, en el momento nunca sé qué responder”, escribe Julia Enriquez. Y piensa en cómo se vive la noche en su ciudad. “Hoy, los mejores lugares para ir a bailar son ilegales”. Fiestas en casas, parques, dirección por privado. Desde hace 20 años, Rosario padece políticas de nocturnidad restrictivas, de espalda a las experiencias que a través de regulaciones menos conservadoras contribuyen a bajar los índices de la violencia urbana.

A veces recorrés tanto las mismas calles que dejás de ver la ciudad. Avanzás sin prestar atención, creés que ya sabés lo que hay en cada cuadra de tu circuito habitual. En un momento, algún detalle irrumpe y esa ciudad mental se desvanece. Las calles te obligan a que las reconozcas y habites de nuevo.

Una tarde iba cruzando Rosario en colectivo y pasé, como en incontables ocasiones, frente al primer boliche al que fui a bailar cuando era adolescente. El inmueble gigantesco estaba inactivo hacía años, perfectamente sostenido en su deterioro. Pero esa tarde, en el fotograma fugaz de la ventanilla, noté que le habían puesto el cartel de permiso de demolición. Durante el resto del trayecto me fui sumergiendo en una sutil melancolía. 

Cada unx sabe cuál es el boliche fantasma que lleva en su interior. El primer lugar al que fuiste a bailar, donde la oscuridad de los otros te envolvió, donde se inició tu historiografía noctámbula. Pienso en un stencil que merodea por ahí: “Rosario era bella hasta que la demolieron”. ¿Cómo recuperar las ciudades que fuimos y así potenciar la que somos? Un método para ejercitar esta arqueología urbana es mantener la conversación viva, porque bien sabemos que el olvido es otra forma de demolición.

Hace poco me enteré que en otro lugar muy transitado, camino al río la Bajada Sargento Cabral, con su emblemática fuente y la estatua de Diana cazadora, diosa de la luna, guardiana de les trasnochades, hubo un boliche subterráneo llamado Contrabando. Me enteré gracias a Rosario Sonora, miniserie documental que explora la evolución de la música electrónica en la ciudad, producida por AMEC (Asociación Civil de Música Electrónica), MOD Movement y Fango Films. El primer capítulo se enfoca en la movida desde fines de los 80 y durante los 90. En una de las entrevistas, el productor de eventos Carlos Mut rememora: Contrabando, con túneles subterráneos, hip hop, electro. El Reino, un templo, o sea, la cabina en un altar. Estamos hablando de cosas muy grosas en Rosario. Cosas que vos decís: pero eso ¿cuándo va a pasar? Ya pasó hace como veinte años.

Un integrante de AMEC es Deep Mariano, DJ, productor y socio fundador del club nocturno Feuer. Nos cruzamos varias veces durante el verano y estuvimos conversando. La noche es un punto de encuentro para las mentes creativas. De día, uno está preocupado por otras cosas, por el trabajo, la supervivencia. A la noche es cuando la creatividad se potencia, comenta, y sigue trazando una posible historiografía noctámbula. Retoma desde fines de los 90 y atraviesa las décadas del 2000 y 2010, menciona espacios que ahora sólo existen en la mitología under: Bar del Mar, Kasa Enkantada, Planeta X, El Sótano, El Beso, La Macarena, La Montaña. Desde diciembre de 2019, Mariano afronta junto a sus socixs los desafíos de llevar adelante un espacio propio.

En Rosario, a lo largo de las últimas décadas, las políticas de clausura y restricción (de horarios, espacios, prácticas) se fueron intensificando hasta predominar. Según la ordenanza referida a Espectáculos Públicos vigente desde 2001 que pretende regular la actividad nocturna, no está permitido bailar en bares o cafés culturales con música, ni en espectáculos masivos en lugares públicos o privados.

Cada unx sabe cuál es el boliche fantasma que lleva en su interior. El primer lugar al que fuiste a bailar, donde la oscuridad de los otros te envolvió, donde se inició tu historiografía noctámbula. ¿Cómo recuperar las ciudades que fuimos y así potenciar la que somos?

Tienen el baile secuestrado, siente Mariano. Para que la ciudad crezca culturalmente hay que liberarlo. Es un derecho, como respirar. En Rosario, quienes salimos de noche si vamos a un lugar donde suena música o una banda en vivo y escuchamos algo que nos gusta y empezamos a bailar, estamos poniendo en jaque la habilitación y el funcionamiento del lugar.

Un nuevo proyecto de ordenanza municipal que trate la nocturnidad y sus particularidades se requiere, se anhela, se cajonea, se discute hace años. En la última década hubo propuestas de distintos autores y espacios políticos que quedaron truncas. Desde que fue reelecto y desde mucho antes, el intendente promete una nueva ordenanza que nunca llega. La agenda de necesidades en Rosario se torna cada vez más compleja, sobre todo ante la crisis económica y la escalada de violencia. Mientras tanto, la noche sigue quedando postergada, frágil, muchxs dicen incluso al borde de la extinción.

Según Mariano, lo que cuesta es llevar las movidas por fuera de la clandestinidad, porque pasan un montón de cosas, pero no son visibles. Estamos en quizás la ciudad más insegura de Argentina hoy, y si ves los modelos de las ciudades que han bajado la inseguridad, lo han hecho a través de los circuitos nocturnos. Las ciudades que tienen más movidas nocturnas son las más seguras.

Habitar nocturnidades inspiradoras, cimentadas en la empatía y el cuidado, es también a lo que apuesta la DJ Laurita Gosh, ícona que además de tocar por toda la ciudad es anfitriona del ciclo Fun House en Feuer. Ella define: Las cosas que ocurren sólo a la noche generan un bálsamo que cubre lo áspero. La noche no sólo sirve como un lugar de diversión sino también de encuentro. Empecé a transitar mi situación de género vistiéndome para poner música de noche. Terminé siendo travesti 24/7.

¿Cuál fue la reacción a las políticas restrictivas predominantes? Fiestas en casas, parques, dirección por privado: Los mejores lugares de Rosario son ilegales, juntadas y eventos por fuera del orden municipal, y muchísimo más cuidados. La diversidad ofrece los mejores espacios para tocar, como la Marcha del Orgullo o el ciclo Orgullosa Itinerante. La nocturnidad ideal es la autogestiva.

 El intendente de Rosario varias veces anticipó que se ocuparía de una nueva ordenanza de nocturnidad. En la apertura de sesiones del Concejo, el 21 de marzo, no habló de este tema. Sobre políticas culturales, sólo anticipó que habrá festivales oficiales, su herramienta para “sin despilfarro, seguir promoviendo a los artistas locales”.

El florecimiento artístico de Rosario tiene siempre tuvo pulso autogestivo y mutualista. Proviene de la imaginación y la espontaneidad de personas activando. Los espacios independientes, como Bon Scott, Puerto de Ideas y Casa Mona, se sostienen con esfuerzo e ingenio. Antes había muchísimos más bares y casonas culturales, incluso recitales en patios de casas. Recuerdo algunas fechas circa 2013 en una vivienda por zona sur, las bandas tocaban adentro de una enorme pileta vacía que antes había servido de criadero de nutrias, se la conocía de boca en boca como “la casa de las nutrias”. 

Muchos espacios o ciclos fueron cerrando a causa del yuteo constante, las reglamentaciones laberínticas y las condiciones laborales inseguras, además de las presiones económicas y las tensiones sociales. Hubo dos episodios alarmantes, de distintas naturalezas, que generaron profundos debates. En 2015 un músico falleció en el Café de la Flor al recibir una descarga eléctrica en el escenario. En 2016 cerró sus puertas La Chamuyera, tras el ataque de un vecino (aún anónimo e impune) que tiró un botellazo desde un edificio lindero e hirió gravemente a una joven. 

¿Cómo recuperar la autoestima de la ciudad? Aquella Rosario resplandeciente a orillas del Paraná es una postal turística añeja.

En otras épocas hubo políticas públicas acertadas que afianzaron la idea de una ciudad que cuida y fomenta su cultura. En la actualidad hay espacios estatales, como el Galpón de la Música, al cual les artistas y productores tienen acceso para realizar sus actividades, pero un comentario recurrente es que hay pocos lugares para tocar, sean públicos o privados. Esta escasez restringe las posibilidades de desarrollo para las prácticas artísticas. 

Este es el famoso “techo” que hay en Rosario. Por ejemplo, para una banda de música. María Eugenia Freire, cantante y guitarrista de Bubis Vayins, dice: Encontrás rápido el límite a expandirte, en términos de público, de movida, de llegar a gente nueva. Rosario tiene dos costados: uno muy freak y otro más conservador, vinculado a la guita, capaz. Hay una identidad que defender acá, una búsqueda propia, ya sea en la música como en la poesía. Eso se valora poco hacia adentro. Siento que Rosario tiene baja la autoestima.

¿Cómo recuperar la autoestima de la ciudad? Aquella Rosario resplandeciente a orillas del Paraná es una postal turística añeja. Las gestiones municipales y provinciales no han podido garantizar los servicios de agua y electricidad para toda la población. La violencia se recrudece año a año, semana a semana. Si bien este ha sido un territorio pionero en la lucha por la ampliación de derechos, no se trata de una ciudad inclusiva, que contempla a todos sus barrios. Desde siempre ha resultado complicado manejarse por fuera del centro, o más allá de la ceñida red de colectivos, casi todos van por las mismas calles, de día la frecuencia es pésima y de noche ni pasan. 

¿Cómo ir a un recital en otra zona si ni sé cómo y cuándo podré volver? El circuito cultural nocturno también se va acotando porque el sistema de movilidad es defectuoso. María Eugenia lo padece no sólo como artista que busca expandirse, sino como cualquier usuaria: Callejear con amigues fue una parte muy formativa de mi vida, pero eso ya no existe, o se está perdiendo... Hay tremenda inseguridad, entonces no te podés mover caminando, no te queda otra que tomarte un taxi, si tenés con qué, o ir en bici, que también es peligroso. No hay bondis a la noche, ni siquiera en el centro. Si agarrás uno, es de suerte.

Hacia el oeste, en barrio Pichincha, se encuentra el legendario bar Bon Scott. Lo abrió un grupo de amigxs en 2010 y lo sigue llevando adelante uno de ellxs, Leandro ‘El Chino’ Macías, junto con Lara Bessi. Música en vivo, lecturas, muestras, ferias, el Karaoke. El encanto del Bon es de larga data y se ha nutrido del diálogo con espacios cercanos. El Chino rememora: Hace algunos años había un re circuito. Estaba el Club 1518 acá a la vuelta. Nosotros cerrábamos el bar e íbamos para allá. O nos cruzábamos si había un reci acá enfrente en Casa Brava. 

Hace diez años, el Bon Scott integró la agrupación ECUR (Espacios Culturales de Rosario) que ya le reclamaba al municipio que se los reconociera como tales, para poder trabajar tranquilxs. Como tantos, El Chino sufrió clausuras e inspecciones insólitas: Una vez me hicieron un acta porque había DJ... 2014 fue la época en que empezaron a clausurar a todos. Ahí fue cuando nos unimos con los distintos espacios culturales y conseguimos el decreto. Un decreto de la Secretaría de Cultura emparchaba pero no solucionaba el problema, ya que no era compatible con la ordenanza vigente.

"La noche no sólo sirve como lugar de diversión sino también de encuentro. Empecé a transitar mi situación de género vistiéndome para poner música de noche. Hoy soy travesti 24/7."

Con el tiempo, la situación de los espacios culturales no prosperó. El Chino añade: En diciembre 2019 se pusieron muy firmes a inspeccionar, a clausurar los bares porque bailan, que la gente esté sentada con los vasos, que si se paran... Se pusieron muy de punta con eso, y a nosotros nos arruinó. Cuando llegó la pandemia, ya estábamos re para atrás. Entonces, la Rosario del florecimiento cultural, ¿existe? Sí, se vive, pero muy en contra de las normas. 

Durante los últimos tiempos, las gestiones municipales, en lugar de cuidar e incentivar a les trabajadores de la cultura, los ha desatendido, precarizado y criminalizado. Fomentos discontinuados, pagos diluidos, contratos frágiles, clausuras y controles irregulares. Un punto crítico en esta historia de desprotección fue la violencia institucional de la policía de la provincia de Santa Fe, que reprimió y detuvo a un grupo de artistas que estaban pintando LA CULTURA SE DEFIENDE, LA PATRIA NO SE VENDE en las baldosas de la Plaza 25 de Mayo, en una manifestación pacífica contra la Ley Ómnibus, luego de acompañar la ronda de las Madres y Abuelas, el jueves 1 de febrero de 2024. El inmediato repudio popular contrastó con el silencio de las autoridades administrativas. Por supuesto que las agrupaciones y asambleas culturales están muy activas, sobre todo ante el avance de la ultraderecha. 

En reiteradas oportunidades, el intendente ha anticipado la esperada nueva ordenanza de nocturnidad. No mencionó esta problemática en su mensaje de apertura de sesiones del Concejo el 21 de marzo, y respecto a la cultura sólo llegó a esbozar algunas propuestas tradicionales, como los festivales oficiales, su herramienta para “sin despilfarro, seguir promoviendo a los artistas locales”. La Secretaría de Cultura ya venía expresando un renovado compromiso en la gestión y desplegando una grandilocuente agenda de eventos. Afirman que van a optimizar y democratizar el uso de los centros culturales públicos, a la par de acompañar a las movidas alternativas, admitiendo la deuda con los espacios independientes. ¿Será que finalmente dejarán de fiscalizar el baile? Por lo pronto, continúan las clausuras y los despliegues policiales. Por ejemplo, en el Carnaval Travesti realizado en febrero en las escalinatas del Parque España, apareció en las noticias como una fiesta clandestina a cielo abierto

Existen otras miradas políticas para abordar la nocturnidad. La noche no es una problemática sino una oportunidad para construir un modelo de ciudad que fomente el encuentro y la socialización desde la promoción cultural, plantea Caren Tepp, concejala de Ciudad Futura. Ciudad Futura sostiene numerosas propuestas culturales, incluyendo su espacio Distrito 7 con una nutrida grilla de shows y talleres. También tiene su proyecto de nocturnidad que se basa en el desarrollo de una ciudad multi-céntrica, que permita que vivas donde vivas tengas garantizado el derecho al disfrute, el ocio y el acceso a los bienes culturales. Circuitos gastronómicos a cielo abierto y circuitos recreativos en barrios populares para que todos podamos disfrutar la diversidad cultural que tiene Rosario. 

Es complicado manejarse por fuera del centro o más allá de la ceñida red de colectivos, casi todos van por las mismas calles y de noche ni pasan. 

La concejala Fernanda Gigliani, perteneciente al partido Iniciativa Popular, analiza el entramado que deriva en la situación actual: La ordenanza vigente fue creada en otro contexto social y económico. Pone el ojo en la regulación de lo que eran los boliches y las confiterías bailables, lo que en ese momento tenía más quejas de vecinos. Con el paso de los años cambiaron las formas de divertirse y la oferta de lugares para salir. El bar con amenización musical y la cervecería artesanal es lo que más auge tiene hoy.

Según Fernanda, hubo una cuestión originaria por parte de la intendencia. A comienzos de la década del 2000, en paralelo a la aprobación de la ordenanza de espectáculos vigente, se establecieron “áreas promovidas” para incentivar los emprendimientos ligados a la nocturnidad y la gastronomía. Una de esas áreas fue el barrio Pichincha, antigua zona roja, que en aquel momento estaba deprimida desde una perspectiva urbanística. En 2012 o 2013, la intendencia promovió una nueva normativa. De repente planteó el uso prioritario residencial en Pichincha. Se empezaron a demoler viviendas unifamiliares para construir edificios, incentivando el uso residencial en un área que planificaban que fuera exclusivamente para la nocturnidad.


La problemática trasciende los barrios y abarca múltiples niveles, como planificación urbana, sistema de movilidad, seguridad, convivencia, infraestructura. Desarrollar la nocturnidad fomenta el turismo y la actividad económica, pero la llegada de inversiones genera otros planteos. Se evalúa el origen de los fondos de las inversiones, especialmente las vinculadas a la nocturnidad. Tuvimos el antecedente de Esperanto, el empresario estaba ligado al narcotráfico.

Mientras se dan estas discusiones en la esfera institucional, el under sigue haciendo la suya. La lucha por el fortalecimiento de la cultura alternativa es propulsada desde hace muchos años por diversos colectivos. Uno de ellos es el MUG (Movimiento Unión Groove) que organiza encuentros explicitando sus convicciones. El FestiMUG es un festival muy convocante, con una producción colaborativa destacable. Una de las bandas en la órbita del MUG fueron las enérgicas Alto Guiso. En su disco Psicoguiso, publicado en 2018 por la Editorial Municipal de Rosario, se encuentra la canción “No bailes” que sintetiza este conflicto: 

Y chico, chica, si es que vos te copás

ahora hay que bardear a la autoridad

Es la muni, ¿sabés? El Concejo tal vez

que prefiere escuchar más a uno que a cien

Dicen no autorizar, vienen a inspeccionar

es que debemos hacer mucho daño social

Fijate cómo te quedás parado

que capaz clausuran si tirás un paso.

Entendemos a la fiesta como una instancia de performatividad, de encuentro entre los cuerpos y de visibilización, dice Alejandra Benz, de la agrupación LGBTTIQ Yarará. Amigas que se unen para agitar y arengar, ya sea en la Carroza Yarará en la Marcha del Orgullo, una pool party, un pik-nik antifascista o en sus épicos Carnavales, que a veces ocurren en el Pasaje Arenales en barrio Refinería, zona norte, donde se encuentra el taller de Manuel Brandazza. Ahí mismo, entre 2011 y 2013, él y Vir Negri llevaron adelante Triple X acción mutante, espacio de arte donde sucedieron numerosas muestras, lecturas de poesía, perfos, clínicas de obra, talleres y fiestas. Un pasaje que guarda y multiplica alegrías.

En octubre de 2021, ese taller de artista fue clausurado por la municipalidad. En aquel entonces, las Yarará proclamaron que EL ARTE NO SE CLAUSURA y comunicaron la situación: Por expresa sugerencia de la Secretaría de Cultura, iniciamos un trámite de permiso municipal para festejarnos en la calle. Ese permiso no sólo fue denegado sino que terminó con la clausura de la casa de uno de sus integrantes. Están promoviendo la clandestinidad del festejo, de la alegría y del amor con el que siempre sostenemos todo lo que hacemos.

Pasan los años y continúan las tensiones. Manuel Brandazza reflexiona: Ante cualquier propuesta que refleja la ciudad, te clausuran. Eso fue lo que pasó cuando quisimos hacer nuestra fiesta con permisos municipales, ¡el error también fue nuestro! Querer adaptar una fiesta que nunca pidió permiso. 

El florecimiento artístico de Rosario tiene -y siempre tuvo- pulso autogestivo y mutualista. Proviene de la imaginación y la espontaneidad de personas activando.

Arte y noche se conjugan en Galería Jamaica y El Club. Cuando inaugura alguna muestra, se termina bailando entre las obras hasta la madrugada. Otro proyecto que combina lenguajes es la productora independiente Obsession. Sus eventos itinerantes ofrecen DJ sets y vivos fusionando géneros, cumbia, reguetón, rkt, funk, pop, ravetón, con instalaciones y perfos. En bares, boliches, galerías y recitales, la noche se disfruta con sus secretos y dificultades, pero en la vía pública se torna casi imposible, de tan intranquila. Pasear o ranchar en el parque de noche son paraísos cada vez más perdidos. Una Rosario vivible para todes y a toda hora, ¿es sólo un sueño?

Los episodios violentos que la ciudad experimentó durante los primeros días de marzo de 2024 sembraron desolación e incertidumbre, y trajeron como resultado la cancelación o reprogramación de numerosos eventos. Sostener las movidas culturales en Rosario se hace cada vez más complicado, pero a veces de esa misma complicación resurgen las ganas, las fuerzas y la creatividad para seguir. A pesar de aquellos días terroríficos, el viernes 15 de marzo en el Galpón se realizó el Festival Unión y Solidaridad, organizado entre productores independientes, bandas musicales y colectivos artísticos. La entrada era un alimento no perecedero. La concurrencia fue masiva y los camiones partían repletos de donaciones para los comedores de la ONG Movimiento Solidario. Una imagen conmovedora que ayuda a reconstruir el ánimo.

Cuando amigxs de otras ciudades me preguntan “¿qué onda Rosario?”, en el momento nunca sé qué responder. Es cierto que la continuidad de los espacios y propuestas se dificulta tanto que a veces pareciera que las movidas se desarman, que duraron un ratito nomás, que apenas pudiste llegar a disfrutarlas. Los medios de comunicación rosarinos que brindan su atención y energía a los proyectos y acontecimientos locales, como Rapto y La Canción del País, resultan esenciales en la construcción cultural comunitaria. También son reparadores, porque el registro y la elaboración de una historia propia son el antídoto contra la demolición.

Pasan muchas cosas en Rosario, me cuentan que siempre pasaron, sigo descubriendo fantasías subterráneas, pero alguna vez me sumé al campaneo derrotista. ¿Por prejuicio? ¿Por cansancio? Alguna vez me escuché decir, o todavía escucho que se dice, como ecos desde una caverna: en Rosario no pasa nada. La noche está liquidada. No hay nada para hacer. Pero sí hay. Lo tenemos que cuidar, rastrear, fortalecer. Rosario, ciudad de artistas y ciudad de semblanzas, canta un verso de la poeta Marta Febré. Ciudad de ideas y cruces, relámpagos de amabilidad en las noches más oscuras. Pienso en una consigna que Ursula K. Le Guin tenía en su escritorio: Subversion through friendliness. La subversión a través de lo amigable. Algo de eso encuentro en estas misteriosas calles.