Ensayo

Elecciones 2021: ¿cómo va a votar el campo?


Qué tienen que ver las clases con las retenciones

El universo de ciudades bonaerenses dedicadas a la producción agrícola-ganadera ya mapea candidatxs para las elecciones. Representan la sinergia opositora consolidada en 2008 con el trauma vigente hasta hoy, el de “la 125”. Esteban De Gori transitó cafeterías ruteras y bares de hoteles, y participó de las conversaciones de la gente del campo. Cómo el fallo de la Corte le permitió a Horacio Rodríguez Larreta sacarle ventaja a Macri/Bullrrich y provocó una “retroalimentación identitaria” por su capacidad de construir autonomía respecto al Estado. La amenaza de las retenciones, el cepo a la exportación de carne y el lugar del peronismo rural.

El campo se prepara para votar. Ese universo de ciudades bonaerenses dedicadas a la producción agrícola y ganadera comienza a mapear sus opciones electorales. El impacto de la segunda ola de coronavirus, las tensiones internas que atraviesa el gobierno de Alberto Fernandez y los reajustes al interior del conglomerado de Juntos por el Cambio van modelando posicionamientos en el agro argentino. 

 

Parte de ese reajuste puede observarse en los resultados de la interna radical y en la percepción cambiante acerca de los liderazgos de Mauricio Macri y Horacio Larreta. Los radicales cruzaron el Jordán y abrazaron a Maximiliano Abad para conducir la UCR bonaerense. Esta opción radical se encontraba cerca de la ex gobernadora de la Provincia de Buenos Aires y de Daniel Salvador, quien retenía hasta ese momento la presidencia de la UCR bonaerense. El peso más importante: Abad se concentró en el “interior” bonaerense y se activó una significativa movilización de afiliados y afiliadas, algo muy destacable en momentos de pandemia y aislamiento. 

 

El “campo radical” comenzó a orientar su olfato hacia esa lista que alentaron Ernesto Sanz, Gerardo Morales, Maria Eugenia Vidal, Mario Negri y Luis Naidenoff. Esta colaboración política no solo aumentó las posibilidades de Vidal sino que permitió destacar que los y las votantes de Juntos por el Cambio comparten una identidad de “doble entrada”. Pueden jugar en la interna radical y optar para que alguien que no pertenece a ese partido integre la próxima candidatura presidencial. Maximiliano Abad (52%) derrotó a Gustavo Posee (48%) quien era apoyado, entre otros y otras, por Martin Lousteau. “San Isidro cayó en manos del interior”, se mofaba un dirigente de la UCR ligado a Abad.

 

Los productores y productoras del campo que habían potenciado a la oposición antikirchnerista en 2008 hoy muestran su músculo. Las movilizaciones iniciadas con el conflicto en torno a las retenciones cambiaron las dinámicas al interior de la provincia de Buenos Aires. Una parte del oído opositor se encuentra ahí. El caso Vicentín demostró su capacidad de protestar en ciertas ciudades y utilizar la intervención del Estado como “miedo social” de lo que puede repetirse. Alberto Fernández es el “Vicentín que no fue” pero que puede ser. La suspensión de la exportación de la carne por 30 días reactualiza ese miedo que juega como cadena de valor identitario. La Mesa de Enlace decidió que no se realizaría comercialización de carne por 9 días. Cuestión que presionará sobre el Gobierno nacional, y como indicaba Echeverría en El Matadero podría originarse “una especie de guerra intestina entre los estómagos y las conciencias”. Entre el gusto social y la cultura. El miedo desplegado en la escena política por actores empoderados y actrices empoderadas por los beneficios de los commodities puede infligir variados daños al Gobierno nacional. El campo se metió en la ciudad y en 2008 tomo Palermo.

 

El temor a la regulación circula más rápido que el coronavirus y se percibe en todos lados. Inclusive en las internas y tensiones partidarias. “Gustavo Posee y Martin Lousteau no tienen anclaje en los sectores agrícolas ni en los municipios del campo. Además Lousteau es el padre de la 125. No podía ganar acá. Abad es del interior, de General Pueyrredón, hizo acuerdos con Daniel Salvador y logró que intendentes vinculados a Juntos por el Cambio llamen a votarlo”, me apuntó un periodista de Bolívar que destacaba la sinergia de algunos intendentes ligados a Maria Eugenia Vidal con un sector del radicalismo. 

 

El menú de opciones opositoras es plástico y dinámico, y las decisiones ciudadanas todavía están lejos de estabilizarse. El precio de la soja, que hoy “vuela”, y los rumores de posibles retenciones provocan una retroalimentación identitaria que funciona como aglutinador de un sector que observa con sospecha la anatomía tributaria del Estado. “¿Sabés algo de las retenciones? ¿Cómo ves lo que dijo Paula Español?”, son las preguntas recurrentes que me llegan al WhatsApp de productores y productoras que he entrevistado en estos últimos meses.  Otro productor arriba de una cosechadora me despierta con un video arriba de esa máquina con un mensajito: “Juntando dólares para Alberto”.

 

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El conflicto abierto por la suspensión de exportaciones de carne se percibe como provocación y amenaza y como una política que, para muchos, no resolverá la cuestión de fondo: los precios. Las retenciones son la preocupación de preocupaciones, la madre de todos los males. No es solo una cuestión económica sino que supone la autonomía de los actores y actrices productivos con respecto al Estado. La construcción de dicha “autonomía” se conecta con otra: la manifestada por Larreta para decidir sobre las clases y la educación. 

 

Existen vasos comunicantes donde circulan significaciones políticas más allá del artefacto AMBA, de hecho la fisuran. Si bien la cantidad de productores y productoras constituyen un número bajo en términos electorales hay una sinergia política entre el “campo” y la oposición que se condensó en 2008 y que se mantiene hasta hoy. En 2019, el espacio Campo+Ciudad, integrado por un sector de productores y productoras, se sumaró a la campaña reeleccionista de Macri. Esta sinergia se amplía con las redes empresariales y familiares que conectan la política de las grandes urbes con la economía agroexportadora como así las variadas incursiones por parte de empresarias y empresarios radicales al poder macrista. El campo se acercó al poder con varias identidades y articulaciones bajo el brazo. Aprovecharon todas las “entradas” posibles para acceder a ciertos recursos del Estado. Win-Win para todos y todas.

 

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La interna del radicalismo bonaerense no es lo único que sucedió en los municipios del interior sino también se puso a prueba la adhesión de los liderazgos de Macri y Larreta. “Lo veo flojito a Larreta”, me dijo Julio hace unos meses, en una heladería de Daireaux. En estos días volví a consultarlo, y además de contarme sobre el aumento del gas oil y la parte que se queda el Estado vía retenciones, me dice que a Larreta lo ve un poco mejor. “No me parece tan pelele.”

 

Los empresarios y empresarias del campo tienen espacios de socialización. Cambiaron el formato de bar pulpería por cafeterías ruteras o aquellas que se instalaron en los cascos urbanos de los distintos municipios. Bolívar tiene un shopping y allí existe la sensación que el campo construye ciudades. Derrama. Lo mismo sucede con el progreso de otros municipios. Esa es la visualidad que les permite constituirse como dadores de progreso. Se apropian de los logros de un bienestar de causalidades múltiples y de las transformaciones de sus jurisdicciones,y dejan de lado la incidencia de las tramas públicas. Esto no es solo el modus operandi de un sector que construye legitimidad sino de toda una clase política que apoya, con más o menos acuerdo, esta idea.

 

Una productora del campo me aclara que “Larreta no tiene el desgaste de Macri, tampoco tiene grandes equivocaciones. Es el mejor posicionado. Sabe armar mejor, sus ministros no se pelean, está atento a todo. Tiene mucha visión”. Sigue: “Además, le están haciendo una guerra para deteriorar su imagen, pero no lo lograrán. A él lo veo de presidente ¡pero a Vidal no!”.

 

En estos meses se fue consolidando la búsqueda de un liderazgo para el campo. Las elecciones de medio término se acercan. “A Macri le falta potrero. Larreta está muy sólido, como Vidal”, me explica Matias, un productor de Bonifacio, mientras menciona el fallo de la Corte Suprema de Justicia. Otros empresarios y empresarias esgrimen posiciones que advierten que la adhesión a los liderazgos todavía no es estable. “Los sectores más ideologizados del campo son macristas pero le ven posibilidades de ganar al Jefe de Gobierno de la Ciudad. Ideológicamente son macristas y a los fines prácticos larretistas. El estilo de liderazgo duro del expresidente tiene alguna atracción”, me escribe un productor de Guamini que lleva décadas transitando comités radicales. “Prefiero a Macri para pararse frente a las mafias del Estado. Larreta es un buen administrador, lo veo cerca del peronismo. Macri tiene un proyecto más claro”, insiste una productora en Coronel Suarez.

 

En el último tiempo Larreta posee un peso más importante en la discursividad de productoras y productores. Logró alejar cualquier mirada que lo coloque como colaborador del Frente de Todos y demostró que puede oscilar entre la moderación y la firmeza. En ese tránsito, Macri fue perdiendo densidad. En pocos meses, su figura fue retrocediendo y achicándose. 

 

La cafetería de un hotel de Daireaux se convirtió en el centro de convenciones local. El periodista Eduardo Manso (conductor de Estilo Campo en Fm 107.5 DX) insiste en que los productores y productoras del campo mayoritariamente votarán a la oposición. Pero destaca que en la anterior elección presidencial un sector pequeño acompañó a Alberto Fernandez. Este dato no es menor. Desde 2008 existe una mirada que supone que todo el universo de la producción agrícola y ganadera está representada por la oposición. Esta posición desdibuja un peronismo campestre, minoritario. 

 

En Bolivar, Daireaux, Coronel Suarez, Bonifacio, Guamini, Henderson, por nombrar algunos municipios, el universo peronista está integrado por hombres y mujeres provenientes de profesiones liberales, del sector público (provincial y municipal) y de la producción agrícola y ganadera. En muchos casos integran antiguas familias que entre los años cuarenta y cincuenta participaron en la formación de los peronismos locales. A diferencia del Conurbano y Ciudad de Buenos Aires -donde el peronismo fue una plataforma de construcción heterogénea con gran peso obrero-, en el interior se articuló con antiguas elites locales, muchas de las cuales habían pasado por las filas radicales y conservadoras. Existe una marca empresarial del peronismo del interior. Otra parte del peronismo empresarial proviene de la gran transformación que se ha suscitado en el campo las últimas décadas y que también suele preocuparse por posibles retenciones. En el año 2008 el senador Roberto Urquía reunía ambas condiciones de ese peronismo: familia tradicional vinculada al campo y protagonista de la transformación de las últimas décadas. Ese año se opuso al proyecto de retenciones que había enviado el kirchnerismo al Congreso.

 

El peronismo es un gran “complejo industrial”. De allí surgen sus distintas modulaciones. Son experiencias políticas que van más allá de la idea de AMBA. 

 

En los municipios bonaerenses existe una modulación peronista muy atenta a las internas del oficialismo y sobre todo, a la relación entre Alberto Fernandez, Axel Kiciloff y Cristina Fernández de Kirchner. Entienden que cualquier desajuste de ese vínculo que termine en mayores regulaciones para el campo puede dañarlos políticamente. Los sectores empresarios peronistas del campo siempre están al borde de irse y de no pagar costos por su adhesión. 

 

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Pronto, la oposición se embarcará en una disputa por el liderazgo de Juntos por el Cambio donde Maria Eugenia Vidal y Larreta se subirán al ring contra Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Por ahora, el apoyo a Larreta no solo es por su rol de opositor sino porque han encontrado vasos comunicantes con una idea de autonomía que permite oponerse al DNU presidencial y reeditar un argumento (constitucional) para discutir la intervención estatal y gubernamental. 

 

El peronismo campestre, tanto el que pertenece al conglomerado productivo como las  dirigencias que no provienen del mundo empresarial, luchan por encontrar esos vasos comunicantes con el peronismo en el gobierno. Primero: intentan desmantelar una idea de AMBA que siempre lo desplaza del TEG del peronismo como partido nacional. Segundo: advierten que esa fuerza política debería ocupar un lugar de centro que no congregue toda su acción en políticas regulatorias. 

 

El campo se prepara. Todos buscan un lugar bajo el sol de la representación. Allá van.