Isidro Velázquez

El último bandido rural

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En el Chaco de 1950 llegaban trabajadores migrantes de Corrientes, Santiago del Estero y Paraguay que se empleaban en explotaciones algodoneras bajo propiedad de empresas como Bunge & Born o Dreyfus, con un régimen agotador y en condiciones de vida miserables

Es en este contexto, entre los hacheros desocupados, trabajadores golondrinas y los pueblos originarios de la zona Isidro Velázquez encontró refugio cuando se alzó contra la ley.

En 1961 cayó preso debido a un hostigamiento permanente por parte de la policía. Al poco tiempo escapó y se entregó de lleno al robo de bares, fondas, pagadores y bancos.

En la zona decían: “Velázquez tiene payé”. En la cultura guaraní el Payé es una especie de magia o poder supernatural que tienen algunas personas.

Cuentan que las puntas de su pañuelo le indicaban por donde venía la patrulla policial, que su sapucay inmovilizaba a los perseguidores y que corría sobre los alambrados de los campos para no dejar huellas

A lo Robin Hood, Isidro entregaba gran parte de sus botines. Los vecinos del Chaco los podían encontrar en los bailes, o en casas de apuestas, caminando por las calles o comiendo e invitando a comer a todos en alguna pulpería.

En 1966, la dictadura de Juan Carlos Ongania ofreció una suma de 99 millones de pesos, militares, armas y un helicóptero para capturar a Velazquez

El 1 de diciembre de 1967 el capitán Aurelio Acuña le tendió una trampa en la ruta que va de Quitilipi a Machagai y lo asesinó a sangre fría.

En el lugar donde fue acribillado los pobladores construyeron un santuario. Cada 1ero de diciembre hombres y mujeres de todas las edades se reúnen para rendirle homenajes y para pedirle un milagro más.