Entrevista a Bruno Latour


“Ya no solo los antropólogos estudiamos las culturas”

El filósofo y antropólogo Bruno Latour visitó la Argentina hace algunas semanas para disertar sobre qué ha significado el proyecto de la modernidad y cómo se puede volver a comenzar desde nuevas bases. “Entre economía y ecología hay una guerra acerca de los derechos de propiedad y de la modalidad de cálculo”, dijo. En esta entrevista con la antropóloga de la UBA y el IDAES Cecilia Hidalgo, el autor de "Investigación sobre los modos de existencia", publicado por Paidós, reflexiona sobre el éxito mundial de la ampliación de la economía, su postura con respecto a la actividad científica y los aportes de la Teoría del actor-red.

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Bruno Latour es antropólogo, filósofo y director científico del Instituto de Estudios Políticos de París. Después de iniciar su carrera haciendo trabajo de campo en Costa de Marfil, abordó desde un enfoque etnográfico el funcionamiento cotidiano de un laboratorio en Estados Unidos. La publicación en 1979 de “Vida de laboratorio. La construcción de los hechos científicos”, libro que escribió junto a Stephen Woolgar, constituyó un hito en el campo de la antropología de la ciencia, por la repercusión y amplia difusión que tuvo la obra. Además, es autor de “Nunca fuimos modernos” (1991), “Reensamblar lo social: Una introducción a la teoría del actor-red” (2005) e “Investigación sobre los modos de existencia” (2013), entre otros. Su último trabajo se articula con una plataforma digital llamada AIME, una investigación colectiva y colaborativa que indaga en la multiplicidad de las modalidades de existencia.

 

 

- Usted nos ha ayudado a dejar de lado dicotomías y distinciones que se dan por sentadas, entre ellas, la propia caracterización de su quehacer profesional. Se alude a usted como filósofo, sociólogo e historiador de la ciencia, y si bien ha sabido articular muchos tipos de saberes es  la perspectiva  antropológica la que adquiere centralidad en su obra. De su mano, la antropología, una disciplina tradicionalmente interesada en lo culturalmente ajeno,  lo distante y hasta lo exótico, se muestra claramente orientada al “mundo contemporáneo” y vuelta más “cosmopolita” en palabras de Gerard Althabe y Clifford Geertz respectivamente. Cuéntenos cómo ha hecho para convertir en objetos legítimos de descripción etnográfica a los segmentos más modernos de nuestra sociedad tales como el laboratorio científico.

 

La antropología es mi disciplina de pertenencia. Actualmente no me adscribo a una profesión determinada, pero la antropología constituye un eje de mi labor, me sirve mucho. Es correcto decir que los métodos que traté de establecer son de terreno, intentando un enfoque empírico que al propio tiempo pudiese contestar preguntas de índole general. Preguntas que tal vez se acepten más en Francia que en el exterior y centrales en autores como Claude Lévi-Strauss o Philippe Descola, o como has dicho en Geertz y Althabe. 

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A mí me interesó  tratar cuestiones que por lo común estaban fuera de lo habitual por pertenecer al campo de indagación de los antiguos modernos: las ciencias, la técnica, la economía, el derecho. Hoy todas estas cuestiones adquieren una nueva perspectiva, dado el cambio de época que queda marcado por la palabra Antropoceno. Esta palabra, que tiene el mismo prefijo que antropología,  denota profundas modificaciones de las relaciones entre las disciplinas, pues ya no son solo los antropólogos quienes estudian las culturas, sino que las actividades humanas están hoy también en el centro de interés de los geólogos, los geógrafos, los bioquímicos, los climatólogos, entre tantos otros.  Antiguamente se distinguía la antropología física y la antropología cultural o la geografía física y la geografía humana. No sé si esto se daba aquí en Argentina, pero al menos en Francia antes eran diametralmente opuestas, mientras que ahora las divisiones pasaron a ser obsoletas, porque los problemas y objetos que interesan hoy a las distintas disciplinas se han transformado, obligando a su vez a una transformación bastante profunda de la propia antropología.

 

 

-Muchas veces ha sido acusado de ser un crítico de la ciencia, cuando usted se considera su defensor: ha sostenido que quienes atacan a la ciencia son los que depositan en ella un peso excesivo y sobre esa base le atribuyen objetivos que no puede producir o proveer, como el de garantizar una buena vida.

 

 

Mi postura con respecto a la actividad científica nunca fue crítica, siempre fue empírica, descriptiva. Se la interpretó como crítica por lo que dijiste, es decir, porque se le endilga a los científicos la responsabilidad no solo de producir sus investigaciones, de producir objetividad, sino de resolver los problemas de la civilización y de las políticas de orden militar. Les colgaron en la espalda una mochila con valores imposibles de cargar, al menos en su dimensión política y económica. Mi posición pareció crítica porque se interesaba por la búsqueda de objetividad y solo en parte por lo que se consideraba el ideal de la Ciencia con C mayúsculas, es decir,  la verdad. Inversamente, y esto es paradójico, el trabajo que comencé hace ya más de 40 años se ha expandido muchísimo en la actualidad, sobre todo en lo que atañe a lo ecológico. Por lo cual hay que hacer una operación doble: descargar a la actividad científica de la mochila antes mencionada y al mismo tiempo de garantizar su expansión.

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Es paradójico pero hay que hacer esa doble operación porque hay gente con mucha dificultad  de entender este proceso. Es por eso que en Francia muchos creen que cambié de posición, que después de haber sido crítico ahora soy partidario, cuando no es así. La noción importante en ese contexto es la de instituciones. La defensa de las instituciones científicas es la que garantiza su solidez y continuidad, al igual que la de las instituciones del derecho, la psicología, y todas las demás. La solución "científica" del problema es esa: insistir en la noción de instituciones. De ella comienzan a interesarse los científicos, sobre todo los climatólogos, a quienes se ha acusado de no haber hecho bien su trabajo por razones epistemológicas, cuando lo importante es dar cuenta de la institución científica y de sus maneras de lograr credibilidad, algo totalmente material.

 

- Se supone que la ciencia y la política deberían abrirnos a nuevas maneras de pensar y actuar, sin embargo,  la única limitación al Capitalismo a escala global que se considera  irreversible e inevitable  parece estar planteada por una Naturaleza, Tierra, GAIA, como quiera llamarla,  dotada de historicidad, reactividad, sensibilidad y poder.  Explíquenos un poco por qué ha afirmado que se está dando una nueva lucha entre dos globos, la GAIA y el dominio global creado por la economía capitalista.

 

Pregunta muy vasta. Desgraciadamente no se trata de estudios realizados por mí sino por otros colegas que vienen también del orden de la ciencia y que se interesan desde hace 30 años en la realización de una antropología de la práctica de la economización, es decir, de cómo se amplía la economía. Han trabajado para muchos países, es probable que lo hayan hecho para la Argentina también, porque entender la historia económica de la Argentina es una pesadilla. La idea de estos antropólogos es producir sus análisis a partir de alguna situación social mucho más abierta, de un modo de pensamiento, de un modo de cálculo, de una forma de encarar las cuestiones que son bienes comunes. Ello acota el campo de lo posible de modo que el capitalismo - término que no voy a usar mucho, pero es práctico- resulta a la vez la apertura de posibilidades infinitas y la restricción increíble de las modalidades de concebir el bien común. 

 

Se encuentra allí, pues, un verdadero problema, sobre todo ahora alrededor de la cuestión ecológica y la discusión sobre la forma y los dispositivos de cálculo, en sentido propio de la palabra, de saber quién tiene qué, los derechos de propiedad, los instrumentos que están trabajando en ese sentido. La difusión de estos instrumentos ha sido un éxito rotundo por el lado de la expansión de la economía y hace prácticamente imposible plantear la cuestión del bien común ecológico. Nos encontramos en  una situación muy trágica, porque el momento en el que hay que replantear la forma de calcular tanto lo externo como lo interno, de encontrar nuevas modalidades de cálculo por ejemplo sobre el clima, coincide con el momento en que se da el éxito mundial de la economización. Entre economía y ecología hay una guerra acerca de los derechos de propiedad y de la modalidad de cálculo; sobre lo que se debe.

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- Las plataformas digitales que instan a la coproducción de conocimiento están haciéndose visibles en antropología, tal el caso de etnografía experimental online propuesto por Kim y Mike Fortum en The Asthma Files. Cuéntenos cuál es su experiencia con el llamado a co-investigadores que realiza a través de su proyecto  humanidades digitales AIME (Investigación sobre los modos de existencia, según su sigla en inglés).

 

Me encanta lo de plataformas,  la palabra “plataforma” en español. El trabajo intelectual siempre ha sido el de grupos, lo que ocurre es que la técnica digital permite tomar esto más en serio y encontrar maneras de hacer visible este trabajo intelectual y colectivo. Entre ellas están las modalidades wiki. Hay muchas plataformas wiki, muchas plataformas militantes donde se construyen comunidades, en las que colaboran masas de personas interesadas por los mismos temas, como es el caso del asma. Nuestra plataforma es un poco distinta, se trata de una experiencia acotada o limitada a una colaboración científica, es decir, reúne a personas que se imponen un cuestionario común para recabar experiencias sobre una cuestión altamente específica, como es la de la multiplicidad de las modalidades de existencia, de producir una antropología comparada de los modernos. Difiere de una plataforma de colaboración en que quienes co-investigan comparten un protocolo de análisis, lo que es totalmente contrario al espíritu de la web.  Tal vez por eso es que no ha funcionado demasiado bien. Marcamos una diferencia entre comentario y contribución, y lo que buscamos en AIME son contribuciones y no comentarios, lo que va un poco en contra del espíritu del portal.

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- Hablar de Bruno Latour sin referirnos a la Teoría del actor-red parece imposible, por el éxito epidemiológico que ha tenido y la cantidad innumerable de investigaciones que ha inspirado. ¿Qué queda de esa teoría de éxito tan temprano y ya distante en su innovadora y siempre renovada obra actual?

 

Empezamos con Michel Callon y otros a hablar de red  mucho antes del portal, de Internet, de lo digital. Es decir, en ese momento “red” era un concepto, un concepto que estaba vinculado por cierto a Michel Serres, a Diderot, pero que no tenía nada que ver con la red eléctrica, el teléfono o Internet. La definición de actor-red tuvo mucho éxito -casi viral al punto de que todo el mundo empezó a investigar en términos de actor-red- porque correspondía al espíritu de los tiempos pero también porque claramente facilitaba el paso de estructuras a formas mucho más abiertas, que tenían que ver con lo posmoderno.

 

 

Todo eso sigue siendo importante hoy y lo percibo en dos sentidos distintos. Por un lado, la red es un modo existencia, y un modo muy importante. En la investigación sobre los modos de existencia se ve muy bien que, empíricamente, no se puede encarar ningún tema si no se lo considera primero en términos de actor- red.  Esto es algo que ya ha sido estudiado prolíficamente,  y por ejemplo, para salud podríamos aplicarlo a la fundación OSDE, las relaciones entre las instituciones médicas, los médicos, las instituciones académicas, etc.. Hacer un análisis en esos términos sigue siendo importante. Pero si bien el actor-red ha sido reubicado como uno de los modos indispensables, no da el valor de la conexión; es una forma de construir el mundo que está en blanco y negro, y si uno quiere empezar a ver colores tiene necesariamente que considerar modos adicionales.

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Por otro lado, lo que me interesa es operacionalizar la noción de actor- red, y para ello tomo prestados elementos de la sociología de Gabriel Tarde, de manera empírica pero digital. En un Laboratorio en Sciences Po de Paris denominado medialab  continuamos trabajando mucho con la noción de red, pero de una manera exigente en términos empíricos. Tratamos de mostrar cómo se puede escapar a lo que siempre ha sido el problema de la sociología -que a su vez viene de la biología-, a saber, que cuando se analizan redes de asociación se tiende a pensar inmediatamente que para explicar la multiplicidad de asociaciones uno aprende más si agrega un segundo nivel, por ejemplo, la sociedad. Como lo sabrás muy bien, este es un problema grave,  porque muy pronto se dice “ah! sí, ya sé, es la cuestión del individuo, del individualismo”, como si se tratara de una versión liberal: tenemos individuos que interactúan entre sí y un elemento al que se llama emergente, ya sea el mercado, ya sea la sociedad, ya sea lo global. El aspecto totalmente actual y  vivo de la noción de actor-red consiste en la exploración de una solución alternativa a esta disposición y gira alrededor de la noción de mónada que hemos empezado a operacionalizar y que funciona bien; que funciona en los nuevos frentes que estamos abriendo y en los que ya hemos tenido algunos resultados interesantes. Sigo trabajando sobre la teoría del actor-red, pero es cierto que tengo que resistir también a la difusión viral y a su éxito.

 

Fotos: Fundación OSDE