Ensayo

Plebiscito constituyente: Ganó el rechazo


Estamos en shock

La noche del 4 de septiembre el progresismo y los movimientos sociales de Chile despertaron de un sueño, el de sepultar el neoliberalismo expresado en la Constitución de 1980. Juan Cristóbal Peña transcribe una asociación libre de sus primeras reflexiones, apenas conocido el triunfo del Rechazo.

Edición fotográfica: Silvana Colombo

Ya está. El 4 de septiembre pasó. El plebiscito de salida es historia. Ya está. El resultado. Ganó el Rechazo, por paliza. Desde la redacción de Anfibia Chile, cerrando el día, bajamos la mirada cuando un bocinazo de festejo llega desde la calle hasta cortarnos el silencio, miramos hacia el costado cuando pasa una ambulancia, nos compartimos los audios de WhatsApp cuando nos escribe una colega y cuenta que están tirando gases cerca de Plaza Italia (antigua Plaza Dignidad) y, poco más arriba, celebrando lo que se interpreta como la derrota del comunismo y la sobrevivencia de un país. 

El futuro es incierto. Boric dijo en cadena nacional que se reunirá el lunes con los presidentes de las dos cámaras del Congreso, en señal de voluntad para que el proceso constituyente siga su curso. La ultraderecha ya avisó que no será de ese equipo. El mayor de sus referentes, José Antonio Kast, festejó a la noche y notificó que el triunfo del Rechazo era la derrota del gobierno de Boric. También celebraron el resultado los disidentes de centroizquierda que tomaron distancia de la decisión de sus partidos de apoyar la nueva Constitución, los que quedaron sin cargos en el nuevo gobierno, los senadores que estaban amenazados de perder su mandato de ocho años tras el fin del Senado. Llamaron a la conciliación, a la unidad nacional, al reencuentro, después de protagonizar una campaña virulenta en que dieron puntapiés y golpes bajos a los oponentes.

Estamos en shock. La derrota fue más profunda que cualquier pronóstico. Ni siquiera las encuestas proyectaron tal brecha. Esa diferencia se profundizó por el voto de gran parte de los sectores populares, para los cuales la promesa de una Constitución de derechos no fue suficiente frente a las amenazas. Amenaza a perder los ahorros individuales, a la división del territorio, al poder y autonomía indígenas. El voto obligatorio -que había sido suprimido en 2012- pudo ser decisivo para marcar un amplio margen de diferencia entre ambas opciones. En el resultado influyó también el desprestigio del trabajo de la Convención Constitucional y su apuesta por el todo o nada. Y quizás, de paso, fue un voto de castigo al gobierno, en un contexto de crisis económica y alta inseguridad. El Rechazo ganó hasta en las cárceles, con un 58,3%, donde por primera vez se dieron las condiciones para ejercer el derecho al sufragio. 

Es el fin y también el comienzo. El fin del deseo de sepultar el neoliberalismo expresado en la Constitución de 1980. Y el comienzo de un nuevo, largo e incierto proceso para dejar atrás, y de una buena vez, una herencia infame.