Por Federico Bianchini*
Cuando recibí el llamado de Juan Pablo Meneses, bajaba la escalera de mi casa, no pude creerlo y me emocioné. Viajé a Guadalajara. En el aeropuerto de DF me encontré con Cristian Alarcón, que me propuso escribir para el número cero de una nueva revista: Anfibia. Conocí México, compartí desayunos en un hotel cinco estrellas con Leila Guerriero, Mónica González, Julio Villanueva Chang y Martín Caparrós, entre muchas otras figuras de las letras latinoamericanas. Hablé, en una sala repleta de personas, sin saber muy bien qué iba a decir. Luego, con cariño, alguien comentó que no había estado tan mal, que no parecía nervioso (los dos sabíamos que era mentira, yo había temblado, pero no dijimos nada). Festejé en un bar que tenía una bicicleta colgada de una pared tomando un trago de tequila y otro de cerveza, un trago de tequila y otro de cerveza. Recorrí la FIL de una punta a la otra, compré varios libros: tantos que no me entraron en la valija. En un bar antiguo de baldosas negras y blancas en damero bailé con Gabriela Wiener. Cobré dos mil dólares. Vi mi nota en una revista de Chile y en una de México y en una colombiana, en un diario Argentino y en una publicación española, y unos meses después recibí un llamado de una editora italiana que la quería traducir. La tradujeron. Fui prejurado del segundo Nuevas Plumas. Fui prejurado del tercer Nuevas Plumas. Cristian Alarcón me propuso escribir un texto sobre un juez de la Corte, lo escribí. Empecé a trabajar como subeditor en Anfibia. Con ese texto, gané el premio Don Quijote de Periodismo. Hoy, trabajo como editor en Anfibia y le recomiendo a todo el que le guste escribir (crónicas, cuentos o lo que sea) que participe en el Nuevas Plumas de este año.
*Ganador de la primera edición del premio Nuevas Plumas. Concurso de crónicas inéditas y en español y del premio Don Quijote de Periodismo. Actualmente editor de la revista Anfibia.