“Quiero que lo hagamos entre todos, en una mesa común, hablando todos juntos, firmando un nuevo contrato social. Cuando hablo de la necesidad de crear el Consejo Económico Social estoy proponiendo pasar de la política que impone medidas a la que busca consensos para pensar un futuro.
Alberto Fernández en la 25º Conferencia Industrial de la UIA
¿Cómo se conectan las demandas de la sociedad civil con el ejecutivo? ¿Qué agenda le corresponde a una sociedad agrietada? ¿Cómo se da la batalla cultural en un contexto local en crisis y regional inestable? ¿Cuáles serían hoy las batallas culturales a dar? ¿Qué rol cumplirán lxs intelectuales en el proceso político que inició el 10 de diciembre? ¿Cuáles serían sus prácticas específicas?¿Y qué lugar quedará para el disenso?
En diciembre de 2018, referentes de distintos espacios políticos, centros de estudios y grupos de trabajo decidieron juntarse bajo el nombre de “Agenda Argentina” para plantearse algunas de estas preguntas y debatir sobre una salida constructiva al desierto macrista. Con una trayectoria de construcción colectiva al interior de sus propios espacios, lxs integrantes de Agenda Argentina provienen de armados colectivos y conjuntos. Acostumbradxs a las diferencias internas y al consenso productivo tienen, entre ellxs, concepciones distintas de lo que es la política y ejercitan el intercambio entre pares y con otrxs. Pero también varios de ellxs suman kilómetros en la gestión y el trabajo técnico.
“Agenda” nuclea a diversas organizaciones académicas y políticas como los grupos Callao, San Juan y Fragata; la Usina de Estudios Políticos, Laborales y Sociales (Ueplas); el Centro de Formación y Pensamiento Génera; el Espacio Atahualpa; el Centro de Estudios Atenea; Proyecto Hábitat; el Instituto de Energía Scalabrini Ortiz; Comunes; el Centro de Estudios Scalabrini Ortiz; El Sur No Espera y la Usina del Pensamiento Nacional y Popular. Lejos de los prejuicios de quienes lxs imaginan interactuando sólo en espacios académicos y produciendo papers tapizados de citas bibliográficas, muchxs de ellxs trabajan con actores territoriales, sindicatos, movimiento de mujeres, industriales, actores de la economía popular, fuerzas de seguridad, etc. Buscan interpelar, como dice Nahuel Sosa, uno de los miembros más activos de Agenda Argentina y actual coordinador del Programa Argentina 2030 que dirige Alejandro Grimson, a las nuevas demandas emergentes: feminismos, ambientalismos, trabajadores de la economía popular. En síntesis, hacer política mientras producen ideas. Y viceversa.
Se trata de una nueva generación de pensadorxs que practican el complejo arte de la divulgación de ideas elaboradas en la academia y que saben hacer pliegues superficiales de lo profundo. Resistieron a cuatro años del macrismo sin negarlo, sino tratando de entenderlo: criticando, escribiendo, dando clases en universidades, marchando, generando charlas públicas, militando, sacando documentos accesibles a cualquiera, visitando una y otra vez los medios críticos.
Alexandre Roig es doctor en sociología económica del desarrollo por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Francia. Su trayectoria, compartida con otros miembros de Agenda, va de la docencia a la gestión. En 2018 se puso al hombro la coordinación de la Usina del Pensamiento Nacional y Popular, un instituto de pensamiento político que reúne a varios grupos de trabajo que desarrollan temáticas específicas. Sobre quienes hacen política a través de la formación el Secretario Académico de la UNSAM -quien llevará adelante la planificación estratégica de las políticas para la economía popular-, dice: “Desde adentro de la política el actuar intelectual implica una responsabilidad que va más allá de ‘encontrar una solución’ -que es necesario- sino de construir un camino para pensar y accionar sobre las causas”. Es decir, excede, por mucho, la tarea hermenéutica.
“Hablemos de Ideas. Una nueva generación piensa cómo gobernar una Argentina que cambió” es el título del libro publicado por Agenda Argentina por Siglo XXI. A lo largo de 24 textos, académicos de Agenda y periodistas escriben sobre problemas centrales: modelos de desarrollo, seguridad, élites, futuro del trabajo, grieta política, entre otros. “Nunca creí en la obediencia. Obedecer no es la forma propia de la política. Obedecen los ejércitos. Para nosotros, que llegamos a la política de la mano del pensamiento, la reflexión crítica, los valores y las convicciones, el método es discutir. Discutir, discutir y discutir”. Lo escribe Alberto Fernández en el prólogo del libro. Y sigue: “Los que nos autodefinimos como dirigentes políticos hemos comprendido, no sin dificultad, que si un intelectual o una intelectual decide, no ya solamente pensar o escribir sobre la realidad sino intervenir con la acción necesaria para transformarla”.
Ya con Fernández en la Casa Rosada, Nahuel Sosa fue al programa de Carlos Pagni en La Nación+.
Pagni: ¿No crees que es un poco utópico que un grupo de intelectuales que tiene una conexión fuerte con un gobierno pueda discutir algo? ¿Al final no tiene que estar defendiendo la postura de un gobierno?
Sosa: Hay que redefinir qué es un intelectual. En la actualidad un intelectual es alguien que tiene un saber técnico, profesional o académico y lo pone al servicio de determinada sensibilidad social. Hoy un precarizado del CONICET también es un intelectual. Yo creo que en la desobediencia puede haber compromiso. Un intelectual puede tener la capacidad de estar dentro de un proceso político, más que de un gobierno, y también tener una mirada crítica. Y esa mirada crítica no va en desmedro de que ese intelectual pueda asumir un compromiso político.
Marcar la agenda
Con el Frente de Todos en el gobierno, Agenda Argentina se propone viabilizar el acuerdo social. Introducido por Cristina Kirchner como cita directa al pacto social de José Ber Gelbard, el acuerdo 2020 pretende conectar las demandas de la sociedad civil, de los feminismos, de ambientalistas, de trabajadorxs de la economía popular, de investigadorxs, pero también de industriales, del campo y de la Iglesia, con el Poder Ejecutivo. Va más allá de un pacto de precios y salarios, dice Paula Lengüita, una académica con estudios postdoctorales en el Instituto de Filosofía y Ciencias Sociales de la UFRJ y un recorrido militante al interior de una de las instituciones más golpeadas por la gestión de Cambiemos: el CONICET. “El acuerdo social es, no sólo económico, sino un acuerdo con todos los sectores que puedan aportar nuevas ingenierías, nuevos estamentos, nuevas formas, nuevos diseños a las prácticas institucionales del Estado”. La idea es construir por medio del diálogo, desde abajo, las interlocuciones necesarias para trazar algunos objetivos comunes.
Las reuniones semanales de Agenda Argentina cuentan con un referente de cada uno de los espacios que la componen. Son operativas pero también se discuten los proyectos del colectivo y, por lo pronto, la forma de encauzar el acuerdo social vía foros de debate que llevan por título “Acuerdo 2020”. ¿Bajo qué mecanismos? ¿Cómo articular entre espacios? ¿A quienes se convoca a dialogar? El objetivo es marcar la agenda del ejecutivo recogiendo demandas de la sociedad y darle forma al acuerdo social para que baje al territorio y, luego, suba a la Rosada.
En el intercambio de ideas, Sol Prieto, doctora en Ciencias Sociales y referente de UEPLAS -un espacio de estudio y debate sobre demandas políticas, sociales y feministas que se especializa en el panorama porteño-, propone introducir “hitos de ciudadanía”: “Los gobiernos nacionales y populares deben introducir hitos de ciudadanía, esto es cambios que, obviamente, tienen un componente económico o material que es central, que tiene que ver, como dice Juan Carlos Torre, con la democratización del bienestar. Pero además, implican una ampliación democrática desde el punto de vista político y social”. Ejemplifica hitos del kirchnerismo: la Ley de Matrimonio Igualitario, la ley de Identidad de Género y de Educación Sexual Integral, la ley de Muerte Digna, la inclusión de la fecundación asistida en el Plan Médico obligatorio. Lo cierto es que el macrismo no generó esos “hitos de ciudadanía” y sí, en cambio, los protagonizó la sociedad con el masivo rechazo al 2x1 de la Corte, la presión y el reclamo por la aparición con vida de Santiago Maldonado, la resistencia a la reforma previsional o la movilización masiva a favor de la interrupción voluntaria del embarazo. Es claro que si desde el Estado no hay redistribución del ingreso a causa de la recesión, debe haber algún otro tipo de distribución.
La mesa común
Entre lxs referentes de Agenda están quienes vienen trabajando con las demandas de agentes institucionalizados o agrupados. Algunos de estos, al menos bajo la gestión de Cambiemos, no buscaron instancias de diálogo y negociación, sino de acción directa y violenta, como es el caso de las fuerzas de seguridad. Estas también tendrán su lugar en el acuerdo social para configurar otro horizonte para su accionar. La antropóloga Sabina Frederic participa de Agenda Argentina desde su fundación. Su recorrido es robusto tanto en la academia como en la gestión: fue subsecretaria de Formación del Ministerio de Defensa de la Nación entre 2009 y 2011 y asesora del Ministerio de Seguridad de la Nación entre 2012 y 2014. Hoy es la flamante ministra de Seguridad de la Nación.
Para este desafío se apoya en este armado y considera que esta instancia puede contribuir a “que los integrantes de las fuerzas de seguridad se piensen a sí mismos y a su actividad con otro sentido que no es el del rechazo, la construcción de un adversario, un otro irreconciliable, sino todo lo contrario”. Una instancia de este tipo podría funcionar como puente para juntar a las fuerzas con organizaciones sociales, para mediar en el territorio, para articular con quienes no articulan y así generar una agenda diferencial respecto del gobierno anterior. Después de la doctrina Chocobar, la represión de la protesta y el récord en víctimas de gatillo fácil, juntar a estos sectores no será sencillo. ¿Cómo se sienta en la misma a mesa al verdugo y su víctima? ¿Bajo qué prácticas específicas se viabiliza el acuerdo social con este sector?
También están quienes consideran que es necesario dialogar con el 40 por ciento que votó a Cambiemos. Sergio De Piero es doctor en Ciencias Sociales y Humanas y forma parte del Grupo Fragata, uno de los primeros espacios de intelectuales que le pidió abiertamentamente al peronismo que se uniera y habilitara así una alternativa competitiva en 2019. Varios de sus integrantes buscaron combatir con argumentos, en espacios afines, el sentido común que ningunea al votante opositor. De Piero caracteriza al 30 por ciento como un núcleo duro importante y al 10 por ciento que no votó al Frente de Todos como un espacio diverso compuesto por trabajadorxs, pequeños empresarios, comerciantes, etc. Un sector que tiene su propio mundo de símbolos que deben ser interpretados.
Una de las tareas de Agenda Argentina es conectar sentidos entre sectores con concepciones contrarias, organizar y canalizar los reclamos desconectados de la sociedad, pero sobre todo escuchar. “Hay que transformar a las minorías dispersas en mayorías diversas”, sintetiza Nahuel Sosa, sociólogo y director de Génera, un centro de formación que produce documentos, brinda formación y busca introducir nuevas categorías al debate público. Es que algunos espacios tienen reclamos muchas veces inconciliables y el acuerdo implica ceder o resignar, retroceder un paso para luego avanzar. Pero la historia argentina demuestra que a nadie le gusta perder nada. Entonces, ¿cómo se pacta si esto supone una pérdida? ¿Cómo se acuerda en el desacuerdo?
¿Hay lugar para el disenso?
Históricamente la actividad intelectual jugó un rol político determinado de acuerdo a cada coyuntura. Desde Alberdi y Sarmiento, pasando por Ramos Mejía, Lugones y Jauretche, hasta Horacio González y Durán Barba. Recientemente se generaron grupos que nuclearon disciplinas y referentes como Carta Abierta por el kirchnerismo y el Club Político Argentino por el macrismo. Carta Abierta, sería un antecedente de Agenda Argentina por su afinidad con un gobierno nacional y popular. Surgió en marzo de 2008 “en defensa del gobierno democrático amenazado por el conflicto suscitado por las patronales agropecuarias, y distinguiéndose siempre por la preservación de la libertad de crítica”, según describe el sitio de este espacio. Esta fundación, como guardia real, tuvo sus límites a la hora de plantear diferencias, convirtiéndose en una exégesis de las medidas de gobierno. La excepción fueron los “21 puntos de la iniciativa ciudadana para una ley de radiodifusión de la democracia” cuya presión en favor de la aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual logró encauzar la voluntad popular. Si supera el rol hermenéutico, Agenda Argentina podrá plantear internamente diferencias y nuevos desafíos.
Colectivo de grupos, Agenda Argentina cuenta entre sus componentes al Grupo Callao, el primer anillo alrededor de Alberto, una de sus mesas chicas y semillero, de donde salieron varios cuadros que hoy ocupan sectores estratégicos del gabinete: Santiago Cafiero -jefe de Gabinete- lxs economistas Cecilia Todesca -vicejefa de Gabinete- y Matías Kulfas -ministro de Producción-, entre otrxs. La amalgama reunió a candidatos de Cumplir -la propuesta electoral de Florencio Randazzo en 2017- pasando por autopercibidos nestoristas y kirchneristas, intelectuales, técnicos y referentes de juventud como Camila García y Federico Martelli. Creado en 2018, este grupo cumplía la función de agrupar y reunir al peronismo, sin imaginar que su líder sería el futuro presidente. La composición de Callao es una maqueta del gran proyecto político de Alberto: la unión de representantes de distintos espacios políticos, todxs profesionales, cuya amplia base es el peronismo y la militancia. Una matriz diversa pero muy propia que supo desde el inicio generar consensos a partir de las diferencias.
En este espacio, se replica la metodología de Fernández: no es asamblearia sino consensuada, sabiendo que, en última instancia, nuestro sistema político y una larga tradición del peronismo seguirán centralizando las decisiones. Bajo esa premisa Cecilia Gómez Mirada, ex directora provincial de Políticas de Género e integrante del Grupo Callao, celebra la venia de Alberto sobre la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, pero reclama que hay que ir más allá: “la agenda feminista puede aportar a la actual legislación del mercado de trabajo, de la representación sindical y de la economía popular, teniendo en cuenta hacia dónde va el mundo del trabajo en el siglo XXI y acordar, también, sobre la importancia de las políticas públicas de cuidados y el rol de la mujer en la lucha contra el hambre”.
Esta nueva generación de intelectuales creen que se deben construir consensos sobre algunos temas centrales: el hambre tiene que ser eliminado definitivamente, se debe encender la economía, frenar la inflación, bajar los niveles de pobreza, recuperar el empleo, cortar el ajuste, impulsar el consumo y la industria. ¿El disenso aparecerá en la discusión sobre la letra chica de los objetivos comunes? ¿En la velocidad con la que se busque llegar a esas metas? Fernando Peirano, del Grupo Callao y titular de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, dice: “en las respuestas puede no existir coincidencia pero las preguntas relevantes deben plantearse sobre una base de acuerdo”. La mesa del Plan Argentina Contra el Hambre, el Consejo Económico Social serían dos mecanismos conjuntos y dialogados para transformar el disenso en acuerdos que pueden traducirse en medidas y políticas públicas. La pregunta que se plantea entonces es ¿cómo se dialoga cuando no existe esa base de acuerdo? ¿Cómo se logra que la Mesa de Enlace abrace, acepte, tolere las retenciones? ¿Y para que la clase media deje de pensar en dólares? ¿Y para que la oposición acompañe las primeras medidas de gobierno?
Esa base de acuerdos es la que buscará construir un gobierno que se presentó como una coalición para una sociedad agrietada. Para ello, dicen en Agenda Argentina, habrá que mantener la unidad para garantizar la gobernabilidad. También dicen que sería conveniente evitar que se personalice el proceso político. El albertismo será todo menos Alberto. En efecto, mientras él mismo rechaza esta idea, se fortalece el estilo de un jefe de gabinete gobernando: el de quien busca consensos, habla con los que hay que convencer e invita a los que se quedan afuera. Si alcanza o no con esos consensos, acuerdos y diálogos es algo que la demandante sociedad argentina se encargará de responder.