El teatro es un trabajo colectivo, muy similar al deporte de equipo. Es un gran espacio de formación para los jóvenes, para aprender a ejercitar el consenso y el apoyo mutuo por un objetivo común. Trabajar sobre un hecho artístico es motivador, genera felicidad, agudiza el pensamiento crítico y crea empleo.
Lo que más me entusiasma de hacer Teatro es que me permite descubrir contenidos movilizantes y provocadores, llevarlos adelante, ponerlos en escena, articular con diferentes sectores de la sociedad buscando agudizar las ideas y las reflexiones. Todo sin dejar de lado la capacidad de recaudar y vivir de mi profesión.
Apoyar el arte es más que apoyar un hecho artístico. Es darle sentido a valores de las comunidades que intervienen. Hablamos de identidad, de autoestima, del valor simbólico que genera nuestra capacidad de desarrollar hechos artísticos de calidad.
Por eso, ¿cómo posicionarnos cuando las políticas culturales cambian de rumbo, atacan a los artistas, vulneran, amenazan al sector? No podemos desestimar estos valores dentro de nuestra conformación como sociedad. No podemos dejar vacío este espacio y permitir que solo se aprovechen los poderosos, porque en ese caso prevalecerá un lenguaje único, como el de las lógicas de plataformas como únicas capaces de abordar la producción audiovisual.
Ayer, celebramos un rechazo histórico del Congreso al decreto que pretendía modificar estructuralmente el funcionamiento del Instituto Nacional de Teatro (INT), derribando su autonomía y reformulando el modelo de gestión y organigrama institucional. La votación: 57 votos negativos, 13 afirmativos, 1 abstención.
***
El Instituto Nacional del Teatro (INT) fue creado por la Ley Nacional del Teatro en 1997 con el objetivo de promover y apoyar la actividad cultural en todo el país, con un enfoque en obras de autores nacionales y grupos teatrales. Es una política pública estratégica que marcó un antes y un después, resultado de 70 años de lucha de la comunidad teatral argentina y un hito para la democracia: fue aprobado por las dos cámaras, con apoyo unánime de todos los partidos políticos.
Desde hace casi 30 años, el INT apoya el desarrollo de proyectos gestados por personas con inquietudes pero sin capital inicial, grupos de creación que a su vez motorizan economías y valores locales. Estimula una asociación virtuosa que llega a todos los rincones del país, dinamiza expresiones culturales, nuevos lenguajes y formatos innovadores. Habilita el juego de la vocación, el deseo, la diversidad, el trabajo conjunto y en comunidad, las búsquedas de las nuevas generaciones.
El principal destinatario de sus acciones de promoción y ayudas es el teatro independiente, que lo invierte en financiación de proyectos, mantenimiento de salas, realización de festivales, promoción de la investigación y acceso a la cultura de comunidades de todo el país.
La existencia de un organismo como el INT impacta en distintos niveles en la comunidad. Crea fuentes de trabajo que a su vez generan recursos propios (por la venta de entradas o funciones), dinamiza el motor económico, social y cultural, permite la realización personal y colectiva, desarrolla fuerza política. Se financia con recursos específicos que le dan autonomía.
Lo más importante que genera el INT es el efecto multiplicador que implica sostener la infraestructura para producir obras de teatro. Es decir, donde hay un galpón y/o casa con intenciones de convertirse en una sala rudimentaria, el INT brinda equipamiento, medidas de seguridad y garantiza entre uno o dos meses al año su funcionamiento. Las salas independientes arrancan su maquinaria laboral estimulados por ese subsidio que representa, si valorizamos la cadena de valor del trabajo integral, no más del 5% del total de la inversión global.
El INT también apoya a los grupos de teatro independiente para pagar una parte de la producción física, el equipamiento que se ve en escena (que luego deberá rendir, documentar y justificar). El trabajo de actores y actrices, directores, asistentes y colaboradores artísticos es el valor que aporta al proyecto cada integrante de la cooperativa. Y enmarca el vínculo de las partes que intervienen ya que propone cómo se distribuirá la potencial recaudación: 70% para el grupo creador y 30% para la sala. De esta manera, establece condiciones ecuánimes ante posibles diferencias de poderes.
Siempre escuchamos que desde la gestión pública se habla de federalizar. Federalizar en Argentina es complejo por la diversidad y la longitud de nuestros país, y sobre todo porque es costoso. Para llegar a todos los rincones, garantizar la fortaleza de las expresiones locales y facilitar el desarrollo de cruces e intercambios, es fundamental articular con el sector privado, ese ecosistema diverso que conforma el sector de las artes escénicas del país. El Teatro Nacional Cervantes, por ejemplo, realiza sus producciones en CABA y es prácticamente imposible trasladarlas (como se planeó en su creación). En ese sentido el INT tiene la potestad y la responsabilidad de generar y articular diálogos transversales con todas las jerarquías administrativas y representaciones regionales y provinciales. Gestionado por un consejo directivo al que se accede por concurso público, asegura el relevamiento de necesidades propias a cada territorio para garantizar la democratización de contenidos y ampliar la accesibilidad a esos espacios.
En muchos pueblos y ciudades pequeñas, las Salas que funcionan gracias a los subsidios son las únicas existentes y por lo tanto dan acceso a un hecho cultural teatral inédito en su comunidad. Los casi 30 años de políticas del INT han impactado en la diversidad de la creación, en la defensa de la soberanía, tradiciones e identidades locales representadas a través del Teatro, en todo el país. Este ecosistema hace que Argentina sea única en su concepción y fortaleza teatral.
El INT permite cruces, intercambios, enriquecimiento a través de estas rutas. Muchos de esos artistas luego formarán parte de otros proyectos culturales, llevarán nuestra bandera por el mundo a través de contenidos audiovisuales, en giras por festivales y proyectos de intercambio que promueve todo el tiempo nuestro Teatro independiente.
***
Cuando se administra lo público, deben existir mecanismos de transparencia y criterios que hagan valer la diversidad, el federalismo y la excelencia. Para eso, es fundamental que quienes toman decisiones sean personas con preparación, capacidad y conocimiento en la materia. Sin duda es necesario invertir algo más en el equipo de gestión para que los fondos sean destinados con la mayor exactitud y corrección posible. Pero el esquema que se plantea desde el oficialismo, de eliminar los cargos concursables y depender de la Secretaría de Cultura de turno de cualquier Gobierno, traería el riesgo de que la asignación sea discrecional y por lo tanto no cumpla el objetivo como política pública estratégica.
Uno de los argumentos oficiales para reformular el INT fue que la mayoría de los fondos se usan para gestión administrativa. Esa es una discusión tan vieja e ideológica como el Teatro mismo y se asemeja a la lógica con la que se plantea el déficit fiscal: ¿recorto gastos e inversión o recaudo más? Ambas son decisiones políticas e ideológicas. Si en lugar de asignar $100 se decide invertir $200, la administrativa, por ser relativamente fija y estable, pasará de representar ahora el 30% del gasto o inversión total. Por supuesto, que no debemos quitar el cuerpo a la hora de hablar de la eficiencia del Estado, algo que nos debemos en nuestra querida Argentina. Pero que jamás debe ser la excusa del desguace, sino un desafío de trabajo a realizar junto con gremios, hacedores y públicos, con el impostergable propósito de hacer un Estado más eficiente. Sin duda una tarea difícil, ardua y desafiante.
Se luchó 70 años por una ley de Teatro. El INT es producto de muchas discusiones de nuestros referentes teatrales. Trabajemos para mejorarlo. Más del 93% de los contenidos teatrales existentes en el mercado son generados por el sector privado sin apoyo estatal. El presupuesto destinado al INT es ínfimo. El retorno que le da la cultura a la sociedad supera, en la generación del PBI, ampliamente a lo que se invierte. Cuidemos los organismos, cuidemos al INT, mimémoslo y tratemos de mejorarlo, no lo vaciemos de sentido.
***
El ataque al INT se da en el marco de un ataque más amplio a referentes e instituciones culturales. Al menos en teatro, no es contra artistas que forman parte de los éxitos comerciales (salvo casos puntuales como el que recibió Ricardo Darín por la famosa docena de empanadas). ¿Será porque el éxito comercial representa los valores del gobierno libertario?
En el entorno artístico, sobre todo de parte de los jóvenes, el éxito de los pares se celebra, se abraza y se expande con propuestas de colaboración genuinas. Prima una potencia de comunidad, de lo colectivo, por sobre el éxito individual tan avalado por los discursos de odio.
El ataque contra Cecilia Roth fue gráfico: nos embalamos en hacer La Madre, una obra con alto grado de desafío artístico y una apuesta por fuera de la pelea del ranking de ventas. Buscamos el éxito en un sentido más amplio, a partir de una propuesta profunda y riesgosa, un lujo que solo puede plantearse una actriz de su trayectoria. Ante la mínima amenaza de libre expresión, el ataque por parte del discurso odiador se centró en vociferar que es “fracasada porque no vende tickets”.
Sin embargo, nuestros resultados tienen distinta unidad de medida: Cecilia, feliz con la experiencia teatral y artística vivida durante los ocho meses de temporada, con ingresos muy valorados y genuinos. El Picadero vigoroso y cada día más convocante con multiplicidad de propuestas comandadas por ella. La producción fortalecida desde lo económico y con un rédito sustancial desde lo artístico. Para nosotros fue un verdadero éxito y un placer artístico.
El ámbito artístico, como la Ciencia y la Educación, ponen en jaque el pensamiento dominante y totalitario porque amplían los horizontes, los ensanchan, no reducen nuestras vidas a lo económico, entienden muchas otras formas de realización. A diferencia de ese éxito individual que prevalece como condición necesaria en los discursos de odio, en el gran arco de artistas de las artes escénicas, predomina lo colectivo. Dicho de otro modo más pragmático: en esta comunidad se amplían las fronteras del éxito. Se valora el bien común, es indispensable practicar la empatía como mecanismo de relación y el discurso amoroso sobre el trabajo del otro, porque es un trabajo pensado, gestado y desarrollado en colectivo. Todo esto termina siendo una oposición concreta al modelo cultural que se pretende instalar desde los atacantes a los hacedores culturales. De allí que la reacción que pueden aspirar ante la falta de propuestas de sus dirigentes es operar contra los artistas.
Esa lógica de reducirlo todo a la rentabilidad inmediata se refleja en las decisiones que hoy afectan al Instituto Nacional del Teatro y al Fondo Nacional de las Artes. No los cierran de un día para el otro: los asfixian presupuestariamente, vacían su capacidad de acción y alteran su razón de ser hasta dejarlos sin herramientas para cumplir la misión con la que fueron creados. Son organismos surgidos de consensos democráticos, que durante décadas fortalecieron un ecosistema cultural diverso y federal, y cuyo debilitamiento erosiona las posibilidades de desarrollo y representación cultural del país.
***
En este contexto, sumo un tema que considero estratégico: la ficción es un lenguaje que permite llegar al público de una manera más potente. A través de la emoción y la admiración, le permite sentir cierto grado de vulnerabilidad y de allí la oportunidad para estimular sus sensibilidades. Su potencial tiene más fuerza que cualquier discusión con argumentos amparados en realidades sesgadas. Ante la permanente amenaza de consumos impuestos por algoritmos que no controlamos, los contenidos que inviten a la reflexión y el pensamiento crítico son clave y se tornan fundamentales.
La ficción como recurso para intentar cambiar la realidad se hace más necesaria. Quienes trabajamos en esto, tenemos la enorme responsabilidad de provocar la reflexión, el pensamiento, las transformaciones o al menos generar replanteos por parte de los públicos. Para esto será indispensable desarrollar alternativas que doten de capacidad de gestión, de disponibilidad de recursos económicos para accionar y que brinden condiciones de acceso a la mayor cantidad de personas posibles.
Prefiero dejar de lado la palabra resistencia para proponernos un escalón más allá. Creo que en este momento debemos promover la contención activa. El Picadero contiene artistas, brinda espacios a colectivos de expresión con contención laboral, económica y de forma amorosa. Esto es revolucionario para el esquema actual.
Hablar de resistencia es ocupar el espacio en que nos quiere poner el Gobierno, pierde fuerza propositiva, de acción hacia adelante. Ellos pretenden que el sector cultural esté a la defensiva y, en este momento en el que faltan dirigentes y propuestas, nuestro sector tiene que ser quien plantee agenda: nuevamente, creo en la importancia que recobra el desarrollo de contenidos que, sin ser panfletarios, deben expresar valores humanistas.
En pos de esa búsqueda, desde El Picadero creamos una fundación para generar un espacio propio del sector cultural, donde analizarlos, pensar políticas acordes a los tiempos o simplemente efectivas, debatir sobre los cambios tan rápidos y contundentes que estamos viviendo.
Creemos valioso trabajar sobre el lenguaje y las formas. Aportar reflexiones, argumentos, datos concretos y cuantificables que nutran discusiones con templanza sabiendo que tenemos que volver a explicar y argumentar lo básico, volver al principio como si no hubiese terreno ganado. Ese esfuerzo es inevitable en este nuevo contexto.
La comunidad artística tiene una capacidad única para transformar la realidad, ya que es más potente hacerlo desde el escenario o desde el set para llegar a la comunidad que desde la palabra y sus discursos. Crear empatía y tratar de mejorar la sociedad suena a algo grande, pero es un trabajo de hormiga y suele ser contagioso cuando funciona bien.