Ensayo

Juan Román Riquelme


El sofista

Juan Román Riquelme es uno de los comunicadores más inteligentes del mundo del fútbol. En la era digital, Román no necesita TikTok para comunicar: no tiene redes, pero usa su inteligencia no artificial para hacer equilibrio en los medios donde elige hablar. En una semana clave para el mundo Boca, Ignacio Damiani desentraña la historia y actualidad de una cinchada que va más allá de los medios y que esconde una disputa de poder que se revitaliza de cara a las próximas elecciones en la República de la Boca. “El conflicto del macrismo con Riquelme es eminentemente político”, escribe.

La primera vez que el mundo conoció la voz de Riquelme fue hace casi 27 años mientras recibía la ovación de la Bombonera después de su debut en la primera de Boca. Román, con 18 años, terminó con la pelota en sus pies, con La Doce coreando su apellido y con el director de cámara enfocándolo mientras él extendía su mano para saludar a un rival cabizbajo.

Esa tarde, con el sol retirándose por los vidrios de los flamantes palcos VIP, el periodista Fernando Pacini se acercó a la figura de la cancha para soltarle la pregunta de rigor:

—¿Qué se siente? Es la primera vez que jugás en la Bombonera y salís ovacionado...

Con gesto adusto, el pibe de Don Torcuato decidió comenzar su vida mediática desautorizando al periodista.

—No, no es la primera, jugué en reserva —contestó, levantó las cejas, miró la tribuna y le habló a la gente—. Esto es impresionante, no se puede creer, la verdad que es un sueño.

Recién en ese momento, cuando conectó su mirada con los hinchas, se permitió sonreír.

Etiquetado frontal

Para tomar dimensión de la magnitud de las capacidades que Riquelme tiene como comunicador se debe observar la trazabilidad semiótica de su historia en la esfera pública. Desde aquella escena en la cancha de Boca dio escasas entrevistas en las que siempre eligió estratégicamente con quién, en qué tiempos y con qué sentido preciso debía dar la disputa sobre la construcción mediática de su figura.

El primer round fue con Mauricio Macri, cuando presidía al Xeneize, por un tema contractual en medio de una negociación con el Parma de Italia. Desde Sociedades Macri (SOCMA) se elucubró y partió una muestra gratis de poder real con la filtración del primer contrato como profesional del Diez al Diario Deportivo Olé. Riquelme lo trató de “mentiroso” por haber revelado un monto distinto al de su salario real. En esos tiempos el séquito de Macri lo llamaba peyorativamente “El Negro”. Román, en modo marxista, sabía que se trataba de una disputa de clases y lo hizo saber por TyC Sports:

—Estoy orgulloso de ser un villero, de ser un negro en el buen sentido, de ser reconocido sin —pido perdón por la palabra— chuparle el culo a nadie.

Desde que debutó en Primera, Riquelme dio escasas entrevistas: siempre eligió estratégicamente con quién, en qué tiempos y con qué sentido preciso debía dar la disputa sobre la construcción mediática de su figura.

Por plantarse, a Román le tatuaron rápidamente el tag de “conflictivo”, un denominador común recurrente en el corpus discursivo que se ciñó sobre él cada vez que el futbolista gambeteaba los intentos de disciplinamiento. De Macri a Daniel Angelici, del holandés Louis Van Gaal a Manuel Pellegrini, de Marcelo Bielsa a  Julio César Falcioni.

Riquelme, que se arrepiente de no haber terminado el secundario, no sólo se convirtió en uno de los ídolos más grandes de la historia de Boca sino que se transformó en uno de los comunicadores más inteligentes del mundo del fútbol.

Como vicepresidente de Boca, después de barrer de un plumazo a un macrismo que gobernó el club durante 24 años, consolidó desde su propia vocería la soberanía riquelmeana, una estrategia de campaña que se perfila para ganar nuevamente las próximas elecciones.

El animador del juego, el comunicador

—Estoy cansado de que todos los días en la tele y en los diarios me hagan quedar como un hijo de puta a mí y a mi representante. Nosotros no molestamos a nadie, tampoco queremos que nos molesten. Andan diciendo que queremos hacer quilombo para robarnos el pase. Para que no queden dudas: yo no me puedo ir mal de Boca, la gente de Boca me ha dado demasiado.

En 2002, Riquelme salió por Radio Mitre para desarmar la estrategia del macrismo, una actitud desafiante poco habitual para un jugador de fútbol. Un ardid de comunicación que planificó y ejecutó desde que pisó la arena mediática.

Sus primeras exclusivas fueron para Sergio Gendler. En octubre de 2000, luego de marcarle dos goles al Vélez de Chilavert, Román fue al piso de TN para ser entrevistado en La patria deportiva. En el reportaje el enganche de Boca le dio la misma respuesta tres veces a Gendler y Juan Yankilevich que lo buscaban para sacarle una declaración rimbombante y terminaron frustrados por no poder moverlo de sus devoluciones parcas y autónomas.

Años después le daría las dos primicias al mismo periodista en la doble renuncia del enganche a la Selección. Primero, en 2006, por la salud de su madre; después, en 2009, en una abdicación relacionada al desplazamiento del entrenador Alfio Basile y la controversial designación de Diego Maradona al frente del seleccionado. Jotaerre le soltó la bomba mediática a Gendler en Telenoche:

—No tengo los mismos códigos que tiene él. Siendo él DT de la Selección, nosotros dos no podemos trabajar juntos.

Se refería, ni más ni menos, que a Maradona.

Desde que entró en el universo de medios, Riquelme siempre eligió con quién, cómo y dónde hablar. De Gendler a Alejandro Fantino, de Sebastián Vignolo a Jorge Rial o Flavio Azzaro. De irrumpir por teléfono para desautorizar a un periodista a interrumpir un móvil; de cortar la comunicación por WhatsApp con periodistas por recibir una crítica a retirarse de conferencias de prensa.

La soberanía riquelmeana significa ser su propio vocero, ver los partidos muteados para elegir quién juega mal, quién es el mejor. Porque no necesita que se lo diga la tele.

En la era digital, Román no necesita TikTok para comunicar. El 10 no tiene redes, pero usa su inteligencia no artificial para hacer equilibrio con los medios donde elige hablar: un día TyC Sports, otro día ESPN. La soberanía riquelmeana significa ser su propio vocero, ver los partidos muteados para elegir quién juega mal, quién es el mejor. Porque no necesita que se lo diga la tele, les dice en la cara a todos los periodistas.

Desde las elecciones en 2019 la discusión de poder tomó otra dimensión. Los arquitectos de su caracterización subieron la temperatura. Macri consideró que su gestión Riquelme es de una “conducción prepotente, arbitraria y autoritaria que no sirve”. Andrés Ibarra, su delfín para la contienda electoral que se aproxima, lo acusó directamente de “creerse el dueño del club”. Similar potencia tuvo la campaña en la que fue derrotado Daniel Angelici, que lo trató de un “mitómano que dividió al vestuario y a la dirigencia de Boca”.

Estas declaraciones tuvieron su correlato en la prensa escrita. Antonio Serpa escribió sin eufemismos: “Juan Román Riquelme es un tirano muy especial. El tirano no negocia: impone. Y esto hacía Riquelme ya como jugador”.

Román comprende que estas expresiones no son propias del ejercicio del periodismo y expone a aquellos que hurgan en ámbitos que no tienen que ver con el fútbol. Ocurrió con el ex candidato del PRO, Fernando Niembro, con quien mantuvo un intercambio, en medio de una discusión contractual.

—Si lo mandan a decir algo, que lo manden a decir la verdad —le espetó Riquelme.

—Que quede claro que no me mandan —se defendió Niembro.

—Si, claro, usted se levanta y dice lo que quiere —contraatacó, irónico, el ídolo xeneize.

—Decime la verdad: ¿vas a jugar gratis? —insistió Niembro— ¿Tu futuro contrato es por dinero?

—No sé qué quiere que pida. ¿Cinco bolsas de papas?

Los intercambios epistolares tuvieron un capítulo especial con Martín Arévalo, periodista que cubría a Boca hasta que Riquelme se convirtió en vicepresidente. En conferencia de prensa, Román le soltó su escepticismo:

—¿Por vos preguntas?

—Obviamente pregunto por mí. Vos contestas por vos, yo pregunto por mí —se amparó el periodista.

—Yo siempre contestó por mí, quedate tranquilísimo.

—Bueno, yo también.

—No sé vos, porque no te conozco.

—Antes me conocías, ahora no me conoces —chicaneó Arévalo.

—Por eso tengo dudas que preguntes por vos.

Te amo, te odio, dame más

Román llevó su distinguido control de la pelota al campo de la comunicación. Calibra el metamensaje proporcionalmente al emisor del mismo, como si se dispusiera a patear un tiro libre en el Monumental. Advierte los objetivos de quien está enfrente, detecta los intereses omnipresentes y actúa en consecuencia.

En una de sus irrupciones intempestivas Riquelme llamó al piso de Fox para decirle al periodista Diego “Chavo” Fucks que “no le gusta que lo meta en líos”. La charla versaba sobre las elecciones en Boca y el Chavo relacionaba a Riquelme con una posición “apolítica”. Román, sin rodeos, planteó que estaba “confundiendo a la gente”.

—Buscan las cosas con doble sentido —se quejó el futbolista.

—A vos te enoja que te discutan algo —le recriminó Fucks.

 El debate se estiró hasta el análisis del funcionamiento del oficio periodístico.

—Hablan normal de todos los demás —criticó Román—. Ustedes no se dan cuenta que durante mucho tiempo arman un santo o arman un diablo. Opinan de todo y se van a cualquier lado.

—Estás exagerando el poder que tenemos.

Román llevó su distinguido control de la pelota al campo de la comunicación. Calibra el metamensaje proporcionalmente al emisor del mismo, como si se dispusiera a patear un tiro libre: advierte los objetivos de quien tiene enfrente, detecta los intereses y actúa en consecuencia.

Minutos después, la discusión volvió al tema original y Riquelme no tardó en retomar la crítica contra el abordaje extra futbolístico:

—Vos vivís de los comentarios —lanzó.

—No es así, yo hablo con los otros tipos.

—Pero yo te estoy diciendo que no tuve diferencias con nadie.

—La otra parte dice que sí.

—Pero vos no podés opinar tan libremente. A ver, para que aprendas que te mandan a decir cosas y tenés que creer menos, o tenés que tener un poco más de respeto: yo no fui a ninguna reunión con Angelici sobre mi contrato, ¿sabías vos? —devolvió Riquelme, visiblemente irritado.

Román, obstinado, es capaz de incurrir en actos demagógicos, contradicciones e incluso de negar sus propios archivos con tal de no dejar en manos ajenas la construcción de su figura.

El manejo de los tiempos, los gestos, la retórica como recurso, la repregunta, el silencio, la pausa en medio de la ansiedad, el mate como aliado, el sorbo de agua antes de responder. Riquelme (casi) nunca pierde el control, maneja el arte de comunicar con la misma inteligencia que manejaba a sus equipos adentro de la cancha.

Riquelme gambetea permanentemente la cooptación:

—¿Pensás que hizo bien Alves en hacer el cambio que hizo con Martín (Palermo)? Porque fue muy criticado el técnico, Boca iba 0 a 0, ¿no había que dejarlo en cancha porque siempre había posibilidades de convertir?

—No entiendo mucho la pregunta. Si te digo que no, se va a armar lío. Si te digo que sí, se va a armar lío. No es una pregunta, es algo para armar lío. Hay que hablar de fútbol.

Las escenas en cada conferencia de prensa se fueron volviendo videos virales e incluso se convirtieron en máximas futboleras. Luego del “espadeo” con el periodista Augusto César nació el “seremos menos malos que los demás”, la consagración de Riquelme como rey de la retórica. En términos griegos, un sofista originario.

El dirigente

El mismo día en que la fórmula Ameal-Riquelme ganó las elecciones en diciembre de 2019 se activó el engranaje de poder para desplazarlo. Especialmente, en el último año electoral, donde las alianzas opositoras sumaron al estilista Fabio Cuggini en tándem con Rafael Di Zeo, líder de La Doce.

En un acto virtual de campaña, Cuggini publicó un peculiar video en sus redes sociales elogiando la gestión del banquero Jorge Brito, presidente de River. Con una botella de alcohol en la mano, caminando por los palcos recientemente estrenados del Monumental, se dirigió con desdén a uno de los ídolos más grandes de la historia de Boca:

—Nos estás fundiendo el club, Romancito, espero que te vayas pronto —amenazó.

Con Di Zeo, la peor de las ondas. El origen se remonta a la época en la que como jugador se negó a ser aportante de la estructura con el habitual diezmo:

—La barra me pedía plata y no le daba. La plata se la doy a mi papá, amigos, se la doy a quien yo quiero —denunció, oportunamente, Román.

La búsqueda del macrismo por recuperar el poder no se reduce a la competencia de candidaturas. En agosto, la Policía Judicial de la Ciudad de Buenos Aires y efectivos de la Gendarmería Nacional se presentaron en las instalaciones de Boca para hacer una serie de allanamientos en busca de material probatorio a raíz de una denuncia presentada ante la Justicia porteña. La requisa se mudó del Polideportivo del club, al domicilio particular de Cristian Riquelme, “Chanchi”, el hermano de Román. La fiscal a cargo, Celsa Ramírez depende del fiscal General de esa jurisdicción, Juan Bautista Mahiques, denunciado por distintos sectores de haber sido puesto a “dedo” durante la presidencia de Macri y de vínculo estrecho con el Tano Angelici.

Ramírez se convirtió en una “sabuesa” celosa durante la gestión de Riquelme. Durante la pandemia, llamó a declarar a Agustín, el hijo de Román, a quien las cámaras de TV lo poncharon en los palcos bosteros a pocas horas de regresar de su viaje de egresados de Cancún sin respetar la cuarentena obligatoria.

El mismo día en que la fórmula Ameal-Riquelme ganó las elecciones en diciembre de 2019 se activó el engranaje de poder para desplazarlo.

No conforme, la fiscal metió más pepazos judiciales clausurando la Bombonera en un par de oportunidades, por cuestiones de incumplimiento del aforo y terminó, además, con la “previa de Irala”, un punto de encuentro popular de los hinchas de Boca. Medidas que, indefectiblemente, afectan el humor de los hinchas que hoy la convirtieron en un blanco de canciones en la antesala de algunos partidos.

—A Riquelme lo buscan quebrar, fueron por su hijo Agustín en la pandemia y ahora lo buscan con su hermano. No toleran que los haya desplazado de Boca y buscan desgastarlo por el lado personal, porque es el único lugar que le pueden entrar para condicionarlo —diagnostica Daniel Ivoskus, jefe de la campaña en la fórmula triunfante de Ameal-Riquelme.

Riquelme, sin embargo, le bajó el precio al accionar de la fiscal evocando, primero, posteos de la funcionaria que exponían su condición de hincha de River y, segundo, suplicándole con sarcasmo “que devuelva la computadora que se llevó de mi hermano, porque es de su hija de tres años, que la usa para mirar videítos, para bailar. La nena está aburrida en la casa, no tiene con qué jugar”.

Veintidós años después de celebrar un gol contra River y plantarse 14 segundos con las manos detrás de sus orejas mirando el palco de Macri, Román apeló al mismo artilugio y cargó equivalentes dosis de ironía a las de ese día cuando respondió que el festejo era para su hija porque le encantaba el Topo Gigio.

La crisis

La “crisis en Boca” es un tratamiento mediático recurrente que se volvió meme durante la gestión Riquelme. En Brandsen 805 se quejan: “La vara con River es diferente”. Consideran que Brito usa su chequera para que, en caso de emergencia, los títulos de los diarios amortigüen las derrotas: si no hay Libertadores que no se note.

Martín Kohan, novelista, ensayista y docente, escribió : “Riquelme ha marcado una diferencia ideológica en cuanto a qué es conducir un club. Y hay fuertes intereses de que su gestión no siga porque se están perdiendo negocios. Riquelme lidia con eso. A la escucha general del palabrerío mediático en 2022, si hiciéramos un campo semántico alrededor de Boca, la palabra que más debe haber aparecido es «crisis». Y Boca gana los dos campeonatos del fútbol argentino, es el bicampeón vigente. Crisis, crisis, crisis, campeón; crisis, crisis, crisis, campeón”.

Bajo la gestión Riquelme, Boca fue el club que más títulos ganó, obteniendo dos trofeos más que River durante el mismo periodo e igualando, en la mitad de tiempo de gestión, a su predecesor, Angelici.

Durante 2023, Boca se metió entre los cuatro mejores equipos de América y compite por obtener su séptima Copa Libertadores, está en cuartos de final de la Copa Argentina (River quedó afuera en ambas competiciones) y cambió la tendencia de los superclásicos respecto a la era gloriosa de Gallardo. En los ocho partidos en los que enfrentó a River, el Xeneize festejó en cuatro ocasiones (lo eliminó dos veces de las copas en mata-mata),  perdió dos encuentros y empataron otros dos.

Al margen de los títulos, Boca promovió a la primera división 30 jugadores que provienen de las inferiores (entre ellos, Valentín Barco y Exequiel Zeballos), obtuvo 4 campeonatos en reserva, salió por primera vez campeón de la Libertadores Sub 20 y se llevó la copa Intercontinental de esa categoría cuando venció Az Alkmaar de Países Bajos. Ese día, Riquelme volvió a entrar a la Bombonera y se llevó la ovación de 40 mil hinchas.

“Los chiquitos”, como los llama Román, se convirtieron en campeones del mundo.

Los hitos de gestión se extienden a otras disciplinas que recuperaron protagonismo. “Las Gladiadoras” del fútbol femenino obtuvieron 5 campeonatos desde que asumió esta gestión y llegaron a la final de la Copa Libertadores por primera vez en su historia; el básquet masculino perdió la final con Quimsa de Santiago del Estero y el vóley masculino regresó a la Liga Nacional después de 8 años.

El club se saneó económicamente. Desde que asumió Román, Boca vendió más que lo que compró: invirtió unos 19,8 millones de dólares en compras de 24 jugadores para el plantel profesional y vendió a 38 jugadores por 44,8 millones de dólares, según el sitio mercadodepases.ar. De acuerdo a lo que muestra el último balance oficial aprobado por la asamblea de socios (a 2022) el club tuvo un aumento de patrimonio neto, un resultado económico a favor de más de 260 millones lo que le representó un superávit del 13%.

Más Juan que Riquelme

Debajo del iceberg mediático, la ingeniería electoral se basa en dos ejes centrales: las arterias territoriales, que son las peñas del interior (en esta gestión se duplicaron de 150 a alrededor de 300 peñas y añadieron una pata geopolítica con 70 consulados de exterior que llevan la marca Boca Juniors por todo el mundo) y el padrón electoral con alrededor de 120 mil socios en condiciones de votar (solo socios activos con más de 2 años de antigüedad). Para que se tome dimensión: Boca mantiene una masa societaria que oscila los 350 mil hinchas en total —contando a los adherentes—  similar a la cantidad de habitantes de provincias como Santa Cruz, La Pampa o La Rioja. 

—Si Boca gana la Copa, no va a haber chances para que el macrismo regrese —se entusiasman desde el oficialismo.

—Una cosa es el amor del hincha de Boca a Román y otra cosa es el socio activo que logró esa condición durante los 24 años de macrismo en Boca. Ese socio es un voto duro difícil de persuadir —insinúa la contraparte.

La ingeniería electoral se basa en dos ejes centrales: las arterias territoriales, que son las peñas del interior (en esta gestión se duplicaron de 150 a alrededor de 300 peñas) y el padrón electoral con alrededor de 120 mil socios en condiciones de votar.

Para enfrentar al macrismo, Román se torna más Juan que Riquelme y trabaja para conducir a las diversas vertientes políticas del club: validó alianzas con el radicalismo a través de “Coti” Nosiglia como en 2019, lanzó Soy Bostero, su propia agrupación con la que aisló a Ameal y, en simultáneo, construyó confianza con Ricardo Rosica (posible compañero de fórmula), que mantiene activos a los incansables departamentos estratégicos de Filiales y Peñas del Interior, a cargo de Sebastián Gianorio y Carlos Colombo, respectivamente.

El músculo de la política nacional viene de la mano de su amigo ministro y candidato por Unión por la Patria, Sergio Massa, el sindicalista y empresario de medios, Víctor Santa María y Santiago Carreras, gerente de YPF y uno de los articuladores del kirchnerismo y la dirigencia del fútbol.

Román, el conductor, convoca a la unidad, apela a la transversalidad y encuentra el relato:

—Somos nosotros contra Macri y tenemos que construir con todos los que no quieren la vuelta de Macri y Angelici al club —soltó el 10 en un acto proselitista. 

Del otro lado, Macri calcula su involucramiento y espera desenlaces. Entretanto, le da una silla principal a Andrés Ibarra (su ex ministro de Modernización) y mira de reojo los movimientos del Tano Angelici, que intenta mantener activos a viejos dirigentes del palo como José Beraldi, que obtuvo 16% de los votos en la elección anterior y se consolidó como tercera fuerza, Rodolfo Royco Ferrari, Carlos Aguas, Juan Carlos Crespi, Francisco Quintana, entre otros.

Hipólito Nosiglia, dirigente de la agrupación “Por un Boca mejor” ve “difícil que Ibarra tenga chances contra Román mano a mano porque hoy Riquelme nuclea a todos. Distinto sería que juegue Macri, en un escenario donde él quede empoderado después de la elección nacional”.

En ese contexto, la disputa del poder para conducir el club dependerá de los resultados de la semifinal de la Copa Libertadores, la agenda electoral nacional y un par de combates proselitistas que se avecinan.

Riquelme, el ex futbolista, ya se consolida como un dirigente político dispuesto a pelear en las grandes ligas del poder. No sólo se subió a un ring del que siempre lo quisieron bajar, sino que su estrategia político-mediática intima a subir al cuadrilátero al propio Mauricio Macri. Riquelme es consciente de que aún si le tocara perder, no habrá mordido la lona.

Domesticando ricos

—A Riquelme lo acusan de soberbio porque no lo conocen, la gente no toma dimensión de su idolatría. Donde vaya no puede caminar. Lo juzgan sin conocerlo pero puertas adentro es un tipo muy sensato. Cada vez que tenemos una reunión de trabajo lo primero que te pregunta es ‘¿cómo la ves? ¿qué pensás?’ —señala un dirigente que trabaja desde hace años en el Xeneize.

Esa dimensión quedó reflejada en la despedida de Román en junio pasado. En ese partido Lionel Messi tuvo que escuchar en vivo las disculpas de la hinchada de Boca: 

Messi, Messi, Messi, Messi,
me tenés que perdonar:
en La Boca el más grande
el más grande es Román.

Veo difícil que Ibarra tenga chances contra Román mano a mano porque hoy Riquelme nuclea a todos. Distinto sería que juegue Macri, en un escenario donde él quede empoderado después de la elección nacional.

Hipólito Nosiglia

La despedida de Riquelme en Boca —que llegó 8 años después de su retiro—, fue otro botín en la disputa por el poder. La empresa Disney, manejada por Diego Lerner, mantiene el 64% de las señales deportivas (entre ellas, Fox Sports, Fox Sports 2, Fox Sports 3, ESPN, ESPN 2, ESPN 3, ESPN+ y ESPN Extra) y quiso quedarse con la transmisión exclusiva.

El CEO de Disney mantiene una relación estrecha con Macri, a quien invitó a la fiesta del 90° aniversario de la empresa. Post party, trascendió un video del entonces presidente de la nación en el medio del jolgorio, bailando al ritmo de los temas que interpretaba Tini Stoessel. Unas horas atrás había firmado el decreto de duelo por los 44 fallecidos en la tragedia del ARA San Juan, tras el hallazgo de los restos del submarino.

Riquelme organizó su despedida como jugador en “el patio de su casa” y con la Scaloneta presente en medio del furor por la tercera copa del mundo. Román, que venía conversando con Disney para que la señal de Star+ transmitiera el partido, decidió enganchar y darle el pase a último momento a la Tv Pública, que lo hizo de manera gratuita y para todo el país privando a Disney de unos jugosos 22 puntos de rating.

—Román les devuelve las gentilezas por las críticas mediáticas que recibe. Previo al partido invitó a periodistas de Disney para mostrarle la potencia que iba a tener el partido, los paseó por la Bombonera y minutos antes los descolocó llevándose la transmisión a la TV Pública. Es más inteligente e igual de perverso como los que lo atacan —dice, sin eufemismos, un importante productor de eventos del club.

El conflicto que subyace con Riquelme es eminentemente político. El Riquelme dirigente cortó arterias de negocios, elige a través de qué empresas de medios emitir, interviene en la decisión de los patrocinadores, negocia directo con los jugadores marginando a representantes e intermediarios y advierte que los que quieren volver a gobernar a Boca son los que “no les interesa el fútbol, son hinchas de su partido político".

Mascota de nadie

—Van a ensuciar por todos lados, como jugador me lo hicieron, me vendieron como un diablo, pero el tiempo pone las cosas en su lugar: soy una persona normal de Don Torcuato que defendí los colores de mi club de la mejor manera.

Durante el año electoral, el Riquelme candidato habló por goteo, lo hizo siempre después de un éxito deportivo y bajo la advertencia de que la marca iba a ser personal durante la campaña:

En su afán por defender la gestión sobreactúa su lado antidemocrático: “Falta mucho para diciembre, pero yo creo que lo más lógico sería que no haya elecciones”. Los torea, desafía a sus oponentes como en el potrero. Incluso cancherea, toda una novedad para su idiosincrasia austera: “Si antes dije que ganaríamos 85% a 15% las elecciones, ahora digo que ganaremos 95% a 5%”, pronosticó por TV.

Román construye poder desde la palabra. Les tira por elevación a los que lo operan desde las sombras, sabe que lo están escuchando. En código morse, le habla al sistema con el lenguaje del pueblo bostero. Y también la “cristinea”:

—Hay mucha gente que tiene miedo de hablar porque se queda sin trabajo, hay gente poderosa detrás. Yo tengo la suerte de que desde los 18 años que debute en este estadio que no tengo jefe, para mi es maravilloso y a esa gente le molesta porque a mí no me pudo controlar nunca. Yo nunca fui y ni voy a ser empleado de ellos.

Román, el pibe humilde de Don Torcuato, nunca cedió su soberanía riquelmeana y desde allí usó sus armas para defender lo que más ama en el mundo: su patria bostera.