Ensayo

¿La única solución es dolarizar?


La otra cara de la moneda

El déficit fiscal en una nación periférica implica una debilidad. La inflación destruye la estabilidad económica y la confianza social. ¿La única solución es dolarizar? Si el dólar es la moneda del rentista ¿es posible imaginar otra que exprese los intereses de la inmensa mayoría de los argentinos y argentinas? Alexandre Roig propone la creación del Peso de Riqueza Nacional: una moneda digital que basa su confianza en el anclaje a los recursos, la producción y el trabajo de nuestro país.

Hace seis siglos se trató de explicar de dónde venía el dinero. Se imaginó que todo habría empezado por el trueque: un bien contra un bien equivalente y que, para facilitar el intercambio, la gente habría creado la moneda. El dinero resolvía los problemas de distancia y de tiempo, la divisibilidad de los bienes y se adecuaba a necesidades diferentes. Este cuento se llama la “fábula del trueque” y poco tiene que ver con el modo en el que se gestaron las primeras monedas en la historia. 

Sobre este “malentendido” se funda la teoría económica neoclásica y la propuesta de dolarización: la moneda no sería más que una mercancía que se impone como medio de intercambio. Su valor variaría exclusivamente de acuerdo a la ley de la oferta y de la demanda, como cualquier otro bien. Para que el mercado funcione “bien”, y para que los precios no contengan distorsiones monetarias que generen inflación, no se debe intervenir políticamente sobre la moneda. Pero, sobre todo, los políticos no tienen que intervenir. 

El Estado se convierte en el principal enemigo junto al Banco Central, por ser el encargado de emitir dinero con el único objetivo de saldar los déficits generados. La solución es simple: si no hay déficit fiscal no hay problema monetario y, en el caso de Argentina, no habría más inflación. Y para evitar que los políticos vuelvan a emitir, mejor prohibírselo. La convertibilidad y la dolarización parten del mismo supuesto y tienen el mismo objetivo: frenar la emisión como si esto fuera la única causa de la inflación. 

El déficit fiscal en un país periférico implica una debilidad, sí. La inflación destruye la estabilidad económica y la confianza social, sí. El funcionamiento del Banco Central es problemático si está al servicio de la Ley de Entidades Financieras de 1977 y de las reglas de Basilea, o sea muy lejos de los intereses de los trabajadores y de los productores, sí. La solución entonces es crear otra Moneda, con otro Banco Central y otro Estado. No quemarlos. Construcción y no destrucción. 

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Con el dinero se puede hacer una ofrenda, pagar impuestos, comprar bienes y hacer regalos. Permite intercambiar deudas fiscales, deudas simbólicas, deudas comerciales, deudas afectivas, deudas internacionales, deudas religiosas, deudas productivas, apelando a autoridades simbólicamente o físicamente superiores y a la confianza. Su origen es político y religioso. Por eso el dólar todavía tiene referencias a “Dios” y los canadienses siguen usando la cara de la Reina de Inglaterra en sus billetes. Por eso, también, las principales monedas del mundo tienen un ejército y un poder tecnológico que las respalda. 

La moneda no es solo un medio de pago o una unidad de cuenta. Es una institución total (política, económica, simbólica y afectiva) que construye el lazo social, que permite inclusive garantizar cierta integración social, cuando tantos procesos tienden a desintegrarla. La moneda es como el hilo que une territorios y clases sociales, si es redistribuido; que permite articular la producción agropecuaria e industrial, si tiene crédito; que puede valorar actividades, si es invertido. 

Por eso mismo, la moneda como institución regula conflictos, sublima y orienta la violencia social. Por eso los actores económicos y políticos pugnan permanentemente para modificar las reglas monetarias. Quién impone las reglas que rigen la moneda, gobierna la violencia social a su favor. Los financistas y los narcotraficantes quieren dolarizar para mover la plata más rápidamente, con menos costos y sin controles (tal como lo lograron en Ecuador). Los exportadores presionan para devaluar permanentemente. Y son los trabajadores y los productores quienes padecen las pugnas, porque no participan de las instituciones que gobiernan la moneda.

La moneda actúa sobre el cuerpo social en profundidad. La tasa de interés de los créditos, la tasa de cambio, las reglas de emisión, las reglas de valorización social, intervienen sobre evaluaciones de las deudas que circulan. Es decir, quién y qué vale, y cuánto vale. El trabajo constituye una deuda (por eso los empleados cobran a mes vencido: “se les debe el salario”), la producción es una deuda, la soja en un silo es una deuda, lo que le debemos al FMI es una deuda, la destrucción del planeta es una deuda, el trabajo de cuidado es una deuda. La moneda reconoce y valora lo que se debe en la sociedad. 

Las deudas siempre plantean tres interrogantes: si se reconoce, quién le debe a quién y cuánto se le debe. La moneda objetiva la respuesta a estas tres preguntas. Es la institución que permite reconocer, validar, valorar y evaluar deudas para que puedan intercambiarse entre sí. Por eso el corazón de las luchas sociales, son luchas de valorización o sea luchas monetarias. 

“La moneda que circula es una moneda privada que se hizo pública”, decía Bruno Théret. O sea, es la valorización de un interés particular que se impone como interés universal. El dólar es la moneda de los financistas y de los narcos que se impone a todos. Puede estabilizar y hasta parar la inflación. Pero la moneda es el signo de la riqueza de quién la crea. Si la moneda nacional fuese la soja, los sojeros serían los mandamás. Si la moneda nacional fuese el Real Brasilero, quién pudiera producir reales mandaría. Si la moneda fuese la expresión del trabajo, los trabajadores gobernarían los flujos monetarios. 

Pero el dólar es la moneda de quienes acceden a la creación de dólares, o sea los que están integrados en cadenas dolarizadas, en su mayoría rentistas remunerados en dólares.Por eso su movimiento destruye trabajo, producción, barrios y juventudes porque sus reglas están hechas para valorar los intereses de los que se vinculan a economía dolarizada. La dolarización puede terminar (tal vez) con la inflación, pero en el proceso destruye el tejido productivo y social que no está integrado al mundo dolarizado. O sea, no tiene la capacidad de valorar otras deudas sociales, no las de los trabajadores o las de los productores. Es un problema sociológico que responde a la pregunta ¿qué riqueza expresa la moneda? o ¿qué deudas podemos valorar con esta moneda? 

El dólar es la moneda del rentista, como lo fue en la convertibilidad y en gran parte de las políticas monetarias de las últimas décadas. Los productores y los trabajadores lo saben muy bien. Dónde crece un rentista, mueren miles de laburantes. 

¿Qué moneda es la que puede expresar los intereses de los trabajadores y de los productores, es decir los intereses de la inmensa mayoría de los argentinos y argentinas? 

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El origen de la crisis monetaria y de la inflación reside en un punto fundamental. El dinero que circula no corresponde a la riqueza del país. El dinero se fue “desmaterializando” y circula, como excedente bobo por el consumo argentino o el financiamiento del Estado, fingiendo ser riqueza cuando no es más que el instrumento del goce del rentista. 

La causa del problema es monetaria, en ese punto los monetaristas tienen razón pero se equivocan político y teóricamente. La moneda es una institución de circulación de deudas, o sea el gran operador de integración social. Políticamente, la moneda debe ser pensada desde una perspectiva laboral y productiva, o mejor dicho, desde una perspectiva material.

Argentina es un país rico en recursos naturales, en tejido industrial, en nivel de formación de sus trabajadores y profesionales pero se somete a la “regla” de la evaluación de las agencias de notación que miden su capacidad financiera de pagar deudas. ¿Y si anclamos nuestra moneda a nuestra riqueza nacional? ¿Y si dejamos de tener una moneda que busca su valor en monedas extranjeras que se rigen en función de reglas que no contemplan nuestra realidad y construimos una moneda que exprese nuestros recursos, nuestra producción, nuestro trabajo? 

El “Peso de Riqueza Nacional” es una propuesta en este sentido. Es una moneda digital convertible en bienes materiales de producción nacional, cuya emisión está respaldada por la tokenización de commodities, de recursos naturales, de reservas naturales y de producción objetivada en energía. La tokenización es una forma de emitir derechos de deudas sobre activos reales a través de reglas de digitalización que permiten trazabilidad y control social. Dicho en otros términos, son títulos de propiedad digitalizados que tienen un sistema de control altísimo.

Esta propuesta garantiza que la emisión monetaria se corresponda con la riqueza nacional presente y potencialmente futura y que el volumen del dinero sea acorde al desarrollo material del país. Toda la base monetaria estaría calzada sobre los activos tokenizados de recursos y producción. Los Parques Naturales que descarbonizan el mundo, valen. Una mina de litio del Norte que permite crear baterías, vale. El petróleo del Sur, vale. El trabajo y la producción que se objetivan en uso de electricidad, valen. 

Los neo-liberales culpan al Estado de emitir por encima de sus ingresos fiscales. Pero hacen lo mismo dentro del mundo financiero: ganan dinero por encima de su correspondencia material, sin correlato con la producción y el trabajo. El excedente financiero que no se invierte en producción y trabajo es uno de los causantes de la crisis profunda de nuestra economía.

La confianza en esta moneda se construye sobre su potencialidad de convertir los pesos según su valor en litio, en gas, en granos, en electricidad, por mencionar algunos ejemplos. Así, limitaría fuertemente la especulación porque adecua el dinero en circulación a las necesidades y las proyecciones reales del país. El “Peso de Riqueza Nacional” es todo lo contrario justamente de una moneda autorreferencial, es decir una moneda cuyo valor depende de evaluaciones financieras como sí lo es una divisa internacional, como el dólar o el euro. Además, dotaría a la política de capacidad de acción. La capacidad de actuar estatal no se reduciría a la recaudación fiscal.

Para garantizar su principio federal, este peso sería administrado por cuatro bancas regionales que tendrían la función de tokenización, emisión y libre conversión de este peso en bienes. Esta moneda tendría como función invertir en crédito productivo más del 50 por ciento de sus activos. Los recursos naturales se transformarían en industrialización y se podría valorizar la economía popular privilegiando los modelos cooperativos y mutuales que garanticen el desarrollo local. Cada banco regional contaría con representantes del sector productivo, sindical y de organizaciones sociales productivas. El Banco Central, que funcionaría como la reserva federal, tendría la función de coordinación de estas bancas, de control y legalidad.

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El “Peso de Riqueza Nacional” es una propuesta de construir un nuevo imaginario monetario, una alternativa concreta a la moneda de los rentistas y de los narcos. La violencia del dólar será la gran disciplinadora de una sociedad con instituciones cada vez más alejadas de la realidad y de las necesidades populares, incapaz de saldar sus deudas, ni siquiera las más vitales. Tomarnos en serio la propuesta de poner en el centro de los modelos de desarrollo el trabajo y la producción implica instituciones acordes a esta ambición. Con los trabajadores y con los productores participando de las decisiones. Con reglas monetarias que expresen la riqueza real. Con mecanismos institucionales que garanticen un desarrollo de la periferia al centro, con desarrollo local y de las economías regionales. El “Peso de Riqueza Nacional” es una nueva moneda capaz de reconstruir una Nación.