Ensayo

Tesis sobre una domesticación


Una travesti que viva para contarlo

Pocas películas tienen como protagonistas a personas trans. Y cuando las tienen, la historia parece ser siempre la misma: una travesti pobre que es echada de su casa, se prostituye, sufre todo tipo de violencia y termina muerta. Siempre somos la víctima perfecta, dice Donna Tefa: nunca vivimos para contarlo. Tesis sobre una domesticación, la película basada en el libro homónimo de Camila Sosa Villada, marca la diferencia: una travesti exitosa parece tenerlo todo. Incluso su sexualidad no está subordinada al placer de los otros. La ficción no debería existir solamente para mostrar el mundo como lo vemos, sino también para imaginar otros mundos posibles.

En 2009 la activista yankee Rachel Candall Crocker impulsó la conmemoración del Día de la Visibilidad Trans. Se sentía frustrada al observar que, hasta ese momento, la única efeméride dedicada al colectivo travesti trans fuera el Día de la Memoria Trans, fecha en la que se recuerda a las personas asesinadas por el transodio. De ahí la iniciativa de una celebración menos necrológica, que incluya a las vivas. 

En lo personal desconocía la historia de la fecha antes de este año cuando, por casualidad, y al igual que Crocker, me encontré pensando en lo difícil que parece celebrar, o siquiera recordar, la existencia de las personas trans si no es en respuesta al odio, la violencia, o la muerte. A diferencia de Crocker, no estaba pensando en el calendario de efemérides, si no en la representación trans en la ficción. La mayor parte de mi tiempo lo dedico a actuar y a escribir cine y teatro, es decir,  a las historias. En el Día de la Visibilidad Trans de este año pensé en cómo somos contadas las personas trans en la ficción, en quién nos cuenta, y a quién le cuenta. 

Unos días más tarde se estrenó en el BAFICI Tesis sobre una domesticación, la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Camila Sosa Villada, protagonizada por ella misma, y dirigida por Javier Van de Couter. 

Al momento de verla, venía pensando que son pocas las películas y series que tienen como protagonistas a personajes trans y que, cuando sucede, la historia parece ser siempre la misma: la de la travesti pobre que es echada de su casa, se prostituye, sufre todo tipo de violencia y, por lo general, termina muerta. Siempre somos la víctima perfecta, y nunca vivimos para contarlo. En muchos casos también la historia está escrita por un hombre, con suerte alguna vez homosexual y definitivamente cis. Las guionistas o directoras trans parecieran no existir o, por lo menos, no tener lugar en grandes producciones. 

Pensé en las ganas de ver a una travesti en una película, o en una obra, y que no esté vestida para el corso, que no sea un objeto pintoresco de decoración. Que no sea puta, ni pobre, que no termine muerta. Que quienes la miran y la aplauden no sean solamente personas cis y heterosexuales, y que, si lo fueran, no sientan que tienen que compadecerse. Que si sintieran pena, no sea solo una mancha de culpa que se lavan cuando llegan a sus casas. Una travesti escrita por alguien que entienda que la ficción no debería existir solamente para mostrar el mundo como lo vemos, si no también para imaginar otros mundos posibles.

Y, entonces, el estreno de Tesis sobre una domesticación, donde Camila interpreta a una actriz exitosa que lo tiene todo: fama, dinero y poder. Se enamora de un abogado, se casan y empiezan el proceso de adopción de un niño. Dicho así, pareciera que estuviéramos hablando de una historia de ciencia ficción: una travesti que, insisto, lo tiene todo, incluso la posibilidad de atravesar una angustia existencial. El problema de la protagonista es que es sumamente infeliz.

Esto no se trata de un hecho casual, ni de un accidente. La propia Camila contó en más de una entrevista que la novela en la que se basa la película surgió como respuesta al éxito de su libro anterior, Las Malas. Esta novela sigue la vida de un grupo de travestis que trabajan como prostitutas en un parque. A pesar de estar narrada con mucha luminosidad, de resaltar la idea de que ser travesti para ellas es una fiesta y hasta de tener elementos de realismo mágico, las historias de estas travas son sumamente trágicas. De hecho, la mayoría de ellas terminan muertas. El éxito del libro hizo que mucha gente que hasta entonces no había ni siquiera conversado con una persona trans creyera entender cómo podría ser la vida de una. Y muchas de ellas, seguramente cis, se atrevieron a acercarse a Camila y hablarle con piedad: “Ay, yo no sabía que las travestis sufrían tanto”.

De nuevo, pareciera que sólo importamos cuando hablamos en respuesta al odio, cuando damos pena.

Como respuesta a la conmiseración desmedida del público, Camila creó un personaje que fuera la antítesis perfecta de las protagonistas de Las Malas. Una travesti exitosa que no está luchando por sobrevivir en un mundo terrible y hasta pareciera haberlo conquistado. Una travesti que está viva, pero para quien la vida está lejos de ser una fiesta. Una travesti que triunfa, que su problema no es el dinero, si no la felicidad. La protagonista no tiene que luchar por sobrevivir, pero sobrevivir tampoco es suficiente. 

Aparece entonces el deseo, uno de los ejes centrales de la película. La protagonista se mueve constantemente detrás de algún deseo: casarse, ser madre, ganar más dinero, ser más exitosa. Sin embargo, quien realmente desea no parece ser ella. El impulso viene desde afuera: de su marido, de su familia, del director de su obra. Como siempre, el deseo es confuso, traicionero, y resulta imposible localizar su origen. 

Hay una sola cosa que la protagonista pareciera realmente querer por sí misma: coger. La actriz se acuesta con casi todos los hombres que se cruza, y con los que no, mantiene una relación de absoluta tensión sexual, incluso con su hermano. La travesti de la película coge porque quiere, cuando quiere y como quiere. En su sexualidad no hay subordinación al placer de los otros, no es un objeto de deseo, es un ser deseante. No hay intercambio monetario, lo cual seguramente sea una novedad para el inconsciente colectivo, donde las travas sólo cogemos si nos prostituímos. A diferencia del resto de su vida, en el sexo la actriz sólo responde a su propio placer. 

Aún con esta mirada novedosa en la representación de personajes trans, la película no se olvida de que está contando la historia de una travesti. En su casamiento, una de sus amigas más cercanas increpa a la protagonista y le dice “¿De esta gente te querés rodear? Cheta de mierda, sos Judas”. Además, ella es perseguida constantemente por su pasado, que la visita una y otra vez en forma de fantasma para preguntarle “¿Te acordás de mí?”. 

Pienso que la película es un mapa de la identidad travesti trans actual. Un punto de inflexión entre el pasado, al que los hechos recientes parecieran esforzarse por querer hacernos volver, y un futuro que pretende que, quienes logramos sobrevivir, no le exijamos nada más que eso. Que nos conformemos con las migas, que nos olvidemos de todo lo demás porque no nos pertenece.

Tesis sobre una domesticación presenta una manera sumamente novedosa de hablar de “lo trans” en la ficción. No se queda en el relato repetido hasta el cansancio de la marginalidad y la violencia, se anima a profundizar, a pensar a una travesti como una persona a la que, también, pueden pasarle otras cosas. Esto evidencia la importancia de la participación activa de personas trans en la creación de relatos. Camila escribió la novela y, junto a Javier Van de Couter y Laura Huberman, la adaptó a un guión cinematográfico, protagonizó la película y hasta fue su productora asociada. 

El valor de esta película está ahí, ese es su logro más grande. El de demostrar que es fundamental que las personas trans estemos involucradas en cada una de las etapas de la producción de una película que habla de nosotras. Que ya es hora de que se llene de travas guionistas, directoras, productoras, DFs. Que tenemos que ser nosotras las que contemos nuestras historias, las que nos sucedieron y conocemos. Y que las historias que nos podemos inventar son igual de importantes si nos dejan vivir para contarlas.