Crónica

Valerie Solanas


Con tanta furia como anticipación

El nombre de Valerie Solanas salió del closet al ser retratada en la biografía que hizo Netflix de Andy Warhol. Más que un retrato, lo que esa serie y algunos relatos hicieron de ella fue una caricatura, entiende Vale Cini, y por eso reivindica el lugar de esta escritora a la que descubrió en un lesbo-tour neoyorkino a fines de los 90’s. Polémica, rabiosa e inteligente, cuál es su lugar en la historia del feminismo y la militancia por los derechos de las diversidades

Up your ass, escrita por Valerie Solanas en 1965, expone en una parodia delirante, sucia y bastante trash la heteronorma dominante, de la opresión sobre los cuerpos de las mujeres y del capitalismo. Todo esto en vísperas de la revolución sexual y las luchas de género. La novela es protagonizada por Bongi Pérez, alter ego de Solanas, una prostituta avispada, lesbiana y mendiga que se autopercibe "tan femenina como subversiva". 

En uno de sus diálogos, dice, por ejemplo:

Chica Cosmo: El sorete es para mí. Todo el mundo sabe que los hombres tienen mucho más respeto por las mujeres que se tragan bien la mierda. Dicho sea de paso, ¿te gustaría unirte a nosotros para cenar? 

Mendiga:  Depende de qué otras opciones haya en el menú.

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A mediados de 1997, con Lili, mi pareja de aquel entonces, decidimos ir a New York. Nos vamos en una especie de lesbo tour directo a casa de Cono, una amiga argentina que hacía tiempo había emigrado a Estados Unidos. Cono reside en el “upstate NY”, cerquísima de Woodstock, y es ilustradora. Nos recibe en su amplia y victoriana casa de soñado porche, mientras va llegando el resto de las lesbo viajeras con quienes luego partiremos a Manhattan, a la marcha del orgullo. Todas tienen entre 15 y 20 años más que yo. 

Tengo el pelo larguísimo y ondulado cual rockero grunge. Sudada y fibrosa me ofrezco a cortar el pasto de ese inmenso jardín en shorts y bikini; la madura grupa lésbica me saca fotos y malcría con heladas limonadas. Llevo conmigo cual arma de resistencia melanco el último disco de Morphine, Like swimming, y su low rock hipodérmico me ablanda. Voy transitando sinuosos caminos de montañas y lagos. Me adentro en la cultura alternativa indie, en el combativo y lesbo feminismo norteamericano, en el veganismo, en los cultivos orgánicos y en las banderas LGBT desplegadas por todas partes. El IQ aún no se usa, y en una librería “alternativa”, a metros de la mansión que inspiró los Locos Addams, conozco a Valerie Solanas. 

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Solanas nació en la ciudad de Ventnor, Nueva Jersey, en 1936. De niña su padre abusaba sexualmente de ella. A los 15 dejó su hogar. Tuvo un hijo, lo dio en adopción. Viviendo un poco en la calle y otro poco en hogares, terminó la escuela secundaria, tomó algunos cursos en la Universidad de Berkeley y en la Universidad de Maryland. Se licenció y comenzó un posgrado en Psicología en la Universidad de Minnesota, que no terminó. En 1966 se mudó a Greenwich Village, New York, la meca cultural del momento; lo que diez años atrás había sido la costa oeste para los beatniks. La costa Este era ahora el destino 60´s, donde se cocinarían los 80s de Keith Haring, Saturday Night Life, el Graffiti art, el break dance y la gran manzana acaramelada con merca. 

Solanas le entregó un manuscrito de Up your ass a Warhol para que él la produjera. Pero, descuidadamente, el artista lo perdió. Lo encontró, 32 años más tarde, un fotógrafo de la factoría. Estaba dentro de una caja de luces.

Se dice que éste es el germen de la obsesión de Solanas con Warhol, y me surge la pregunta: ¿A qué le dispara Solanas? 

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Vuelvo a julio del 97. Camino una Manhattan con olor a orina estival de la mano del flamante género musical Nuyorican soul. Conozco a su cantante “India” en una noche de tortas sudacas, sudadas y latino yorkers, tomando tequilas en la previa de la marcha. India canta con un puro en la mano y una voz de estruendo. Voy habitando el barrio de Valerie: aquí vivió, mendigó y escribió. Nosotras también nos alojamos en el Village, en el Chelsea hotel. Tomamos whisky en tacitas. Está prohibido beber alcohol en la calle. Sentadas en la veraniega vereda, fumando, miramos pasar coloridos transeúntes. Imagino a Valerie entre ellos, desaliñada y outsider.

Revolucionaria, feminista radical y pobre, Solanas se prostituía para sustentarse, mientras escribía y conocía Warhol. Desentonaba de aquel círculo selecto, y se lo hacían notar. Actuó en un film de Andy pero no permaneció ni recaló demasiado en esa grupa bella y estética. Efebos frágiles que se besan al infinito, modelos de tapa de revista, roqueros heroinómanos y bisexuales, temperamentales y guapos. Productores, marchands y maridos ricos con señoras rubias de tapados de piel y collares de brillantes. 

Warhol ejerce una discreta homosexualidad, aquella permitida al artista, que no incomoda demasiado a los compradores. Andy, hay que reconocer, es un muy buen negociante. Se proclama asexuado ante la prensa y declara que “el sexo da mucho trabajo”. 

¿Existe revolución sin sexo? ¿A qué le dispararía Solanas cuando le dispara a Warhol? 

Faltaba casi un año para la revuelta de Stonewall y Warhol parece surfear por sobre toda esa capa de mugre que no lo salpica, rodeado de patrocinadores y latas Campbell. Mientras tanto, Solanas se zambulle en ella para escribir su manifiesto. 

En Manifiesto SCUM, Society for Cutting Up Men (Capa de mugre o “Sociedad para descuartizar a los hombres”, por sus siglas), Solanas detesta al patriarcado. Con tanta furia como anticipación, propone una sociedad sin hombres, el fin de la economía y el modelo monetario de consumo. Considera al masculino como objeto de estudio, bruto e imperfecto, algo que el patriarcado ha hecho y hace al respecto de las mujeres. 

Solanas es mucho más que ese disparo, y ese disparo apunta a algo mucho más grande que Andy. No fue “una actriz de la factoría”, como señalaron algunas reseñas del documental. 

Estar a los tiros me parece un espanto y no lo defiendo. También sé que la calle no es lugar para vivir. Que de tanta calle violencias cotidianas, decepciones (el único editor que la publica la estafa), a Solanas un poco la olla se le vuela en algún punto de toda esta historia. Mientras mira a las feministas quemar corpiños, ella se consigue un arma. Solanas es muchas de nosotras.

En 1996 la actriz Lily Taylor interpreta a Solanas en la película biográfica I shot Andy Warhol y gana un premio por su magistral actuación. La película escrita y dirigida por Mary Harron, la misma de American psycho, le da lugar por primera vez, la muestra en acción. Con ciertas licencias poéticas, el filme le da forma a la persona: escritora, pensante y revolucionaria; con pasiones, convicciones, sueños y derrapes. 

Hay una banda actual de rap hip hop española, Los chikos del maíz, que le hacen un incendiario y hermoso homenaje. ¿Por qué nombrar a Valerie se ha vuelto necesario? La canción habla de capitalismo, opresión, feminismos, consumo. Se llama: “Valerie Solanas (dejen de hacer famosa a gente estúpida)” y no se refieren a Valerie cuando hablan de estúpidos famosos. En un muy orgánico beat cantan rabiosos “bpm”, de contundentes líricas, suena el Solanas rap. Ella estaría feliz. 

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Valerie sola, sin miedo y en contra del sistema. Educada, pensante y, según sus maestros, brillante. 

Netflix nos muestra un Warhol que sufre desamores, mechando con club 54, su infancia y frases destacadas que argumentan sin firma “que fue uno de los más grandes artistas de la historia”.

Luego del disparo se entregó ella misma a la policía; fue encerrada en una cárcel psiquiátrica y dada de alta 3 años después. Valerie murió a los 58 años de neumonía en una habitación de hotel de beneficencia en San Francisco. Up your ass se estrenó tres décadas después. Un poco tarde ya para su discurso y mensaje, pero necesaria. Quién dice que, en Andy, Valerie devolvió el disparo que le habían tirado a ella mucho antes.

La dedicatoria en su manifiesto es a ella misma, y la transcribo de este modo:

“Me dedico esta obra a mí misma, una fuente constante de fuerza y guía, y sin mi resuelta lealtad, devoción y fe, esta obra nunca se hubiera escrito, me dedico esta obra a mí misma, por la corrección, el comentario editorial, las indicaciones, la crítica, las sugerencias, y un exquisito trabajo de mecanografía, y finalmente, dedico esta obra a mí, por investigar a los hombres, las mujeres casadas y otros degenerados.”

Volví de Manhattan tatuada, con el pelo corto y rojo, mi madre pasó por mi lado sin reconocerme. Me había encontrado de manera contundente con el feminismo y la militancia por los derechos de las diversidades.