Ensayo

Narrativas no binarias


Identidades fuera del margen

Si bien los modos de nombrar a las identidades por fuera del binario son cada vez más variadas y siguen multiplicándose, sus existencias no son una novedad, tienen historia y larga data en nuestros territorios. “Narrativas no binarias. Testimonios de identidades por fuera del binario heterocisexista y sus interseccionalidades” (puntos suspensivos) compilado por Florián Vives, da cuenta de las narrativas no binarias a partir de experiencias situadas y reflexiones que ponen en tensión a la heterocisnorma y las interseccionalidades que les impactan.

En los últimos tiempos han emergido discursos que parecen venir a instalar, a les no binaries, como novedad. Si bien es cierto que los modos de nombrarnos como identidades que nos encontramos por fuera del binario de género son cada vez más variadas y siguen multiplicándose, las existencias no binarias tienen larga data en nuestros territorios. Ya entre los pueblos originarios se puede dar cuenta de su presencia. Y particularmente, en la sociedad colonizada, identidades como la travesti han sido forjadoras de condiciones de posibilidad para este presente. En este contexto de discursos en aparente disputa, consideramos importante aportar al debate para la construcción de una narrativa más amplia que pueda contener las complejidades e interseccionalidades en juego al momento de pensarnos, presentarnos y vincularnos.

Desde puntos suspensivos ediciones y con Florián Vives como compiladore, pensamos en esta publicación, "Narrativas no binarias. Testimonios de identidades por fuera del binario heterocisexista y sus interseccionalidades", que dé cuenta de las existencias no binarias alrededor, en principio, de experiencias situadas y reflexiones en torno a el heterocissexismo estructural, las interseccionalidades que nos impactan, los vínculos intracomunitarios y el Estado, tomando como objetivo político urgente el reconocimiento de las identidades por fuera del binario heterocissexista F/M.

Textos de Alas Alexis, Ama Boadiceas, capitanx cuir, Florián Vives (comp.), Kümelen Berti, Marcos Varela Dugo, Marlene Wayar, Nahui Vega, Nói Urrutia-Nói Leber, SNC, Tegan Mai Guanco, Todes con DNI, Tuqui Ovelar, Valentine Ayre Luy Machado y Violeta Alegre. Ilustraciones de Iván Azul.

***

VIOLETA

Durante todo este proceso situado que les relato, omití una pregunta que me venía perturbando desde ese momento que mi padre dictaminó ”¡Decidite!”, y era: “¿Alguien me amará?” Y acá no hablo del amor que nos puede tener un Padre, una Madre, une Xadre, les Amigues, sino eso que también nos imponen como “Amor” en términos de conjugación erótica-afectiva.

Esos heterosexuales que me calentaban, y hasta me “enamoraban”, sacaban a sus noviecitas de la mano a comprar, o les veías en las plazas, en las novelas, en el cine, en las canciones diciéndole palabras dulces a sus amores. Los productos culturales están diseñados para ellos y ellas pero nos afectan a todes. Al verles, escucharles, sentirles cómo fanfarroneaban “normalidad”, me preguntaba sobre el amor y la sexualidad: ¿Me podría pasar a mí respetando y valorando mis diferencias? ¿Podría ser yo un deseo por fuera de la clandestinidad, de la noche, la ruta, del baldío, de la tetera? ¿Me podría pasar sin lastimarme al trucarme o irme de un boliche antes de que se haga de día para que no se me note “la sombra” del bozo? Pará… entonces, ¿mi Papá tenía razón? 

Podría haber creído que la negociación con un mundo en donde hasta los enchufes se clasifican de machos o hembras la única posibilidad de habitar era según lo que las extremidades asignen. A su vez, fui entendiendo con decepción que el juego estaba dado así y que el experimento que era para les demás tenía requisitos que en ese momento me requerían disimulos corporales, mínimamente trucarme, maquillarme; ya no tanto por deseo sino para tapar, para pertenecer, inclusive para ser querida. Porque parece que en la primera lectura, en eso que está en la superficie, ya sea del pantano o del glitter, siempre existe un trans-fondo para descubrir otros mundos que son posibles habitar en comunidades. Comunidades que pueden encontrarse en la arena política, pero como pedagogía afectiva no se desentienden de las configuraciones totalitarias que muchas veces terminamos reproduciendo y debemos aprender a convivir en esas tensiones.

Para quienes nos hacemos preguntas desde los márgenes, el margen es una opción que muchas veces decidimos habitar. Esa es una opción que tenemos las disidencias, muchas veces por consecuencia, pero otras tantas por elección: la marginalidad también puede ser un hermoso punto de encuentro.

La identidad Travesti me permitió entender el significado de eso que denominan  “identidad política”, que somos ese grupo de personas que se encuentran en una lucha y disputamos algún tipo de poder o en la mayoría de los casos denunciamos el despoder. La identidad política Travesti me enseñó que la historia no era la que me contaron en el colegio, que existen otras mucho más situadas en los territorios, tanto de Grand Bourg como en Calamuchita, y que esas historias nos encuentran desdibujando toda frontera. La identidad Travesti, esa que voy siendo, me enseñó que puedo existir por fuera del binario sexo-genérico pero, más aún, que puedo exigir que se me quiera en esos términos.

VAL

Poder decir No Binarie fue un alivio, y potenció la voluntad de abrazar otro desafío: empezar a usar un género gramatical previamente inexistente.

Reconozco que es una palabra importada que no lleva tantos años acá, en comparación con identidades regionales que desafían las imposiciones hetero-cis-binarias desde siempre, y que integran históricamente la comunidad, y la lucha, travesti, trans y LGB. Les tengo eterno agradecimiento por los esfuerzos que hoy reflejan mejores realidades para quienes llegamos luego.

Sé que esta historia de origen se da de la mano de mis privilegios: mi familia no me rechazó, tuve la educación que me permitió encontrar esta información, pude acceder a todo con más facilidad por no tener discapacidades, pude encontrarme con otras personas similares, teniendo un hogar en la ciudad de La Plata, un plato de comida todos los días, un trabajo registrado y tez blanca. Nunca estuve privade de mi libertad, ni fui agredide en la calle por mi expresión de género. Y tengo la suerte de haber nacido en este tiempo y ubicación, en que la lucha por nuestros derechos es de larga data e importantes conquistas.

En esos años, no podía ir a las marchas del orgullo, ni habitaba la calle. Mi espacio de socialización más diverso era virtual. No me acerqué a la comunidad hasta que encontré esta forma de nombrarme, y a otras personas que también se nombraban así, en Buenos Aires.

Pasé por procesos de descubrimiento, de imposiciones cisbinarias, e incluso, por un proceso de hormonización, que debía “corregir mi desvío” para “cuidar mi salud reproductiva” (a pesar de mi deseo de no gestar).

Mi cuerpo, a mis 17 años, había progresivamente acumulado un nivel de testosterona que duplicaba el máximo “correspondiente a las mujeres”, tenía bajas las hormonas “femeninas”, y solía pasar varios meses sin menstruar. Me enteré de cómo estaban mis hormonas, porque le expresé a mi familia en estos primeros meses de confusión, que no me identificaba como mujer, y que a veces me sentía más como un chico. La respuesta lógica fue “hacerme ver”. De ahí salieron los estudios. Cuando vi los números, lloré de alivio. Había algo en mi corporalidad que acompañaba mi sentir, me reconocí en ello y sentí orgullo.

Pero era menor de edad, y en manos de personas que hablaban de la amenaza a mi salud, en mi incipiente descubrimiento, sin noción de lo que había en juego, tuve que aceptar un tratamiento para bloquear mi producción de testosterona y adecuarme a la norma médica. Tuve miedo, porque no quería perder lo trans que había descubierto en mí. Pasé entonces por una segunda etapa de desarrollo, que afirmó una feminidad más pronunciada que no deseé, y que desearía no haber cursado.

Lo normal para mi cuerpo no habrá sido lo normal para lo cisbinario, pero es normal para mí. Desearía haber tenido atención de salud apta para lo que estaba cursando. Así, tal vez hoy hubiese progresado ese nivel de testo natural, y no sentiría que pasé por una terapia errada que debía “curar” aquello que “explicaba” mi sentir que aún no tenía las palabras suficientes para defenderse ante el cistema. 

Lo que temía perder con el cambio hormonal estaba en un imaginario abstracto, asociado a lo que pretendía corregirse. Aunque cambiaron mis hormonas, seguí siendo trans. Seguí descubriéndome y sabiéndome cada vez más segure. Necesito existir más allá de la construcción de roles que nos imponen, que no viene de la naturaleza, si no de la reproducción de estructuras de poder.