Crónica

Los mentores de Milei


Los padres de la criatura

Mario Russo, un consultor bahiense que había trabajado con Durán Barba, fue el estratega que llevó a Javier Milei a conseguir el 17 por ciento de los votos en CABA en 2021. Pero se alejó de La Libertad Avanza cuando el economista cerró acuerdos con conservadores, negacionistas y políticos prontuariados. Ahí emergió con fuerza la figura de Carlos Kikuchi, un operador en las sombras que fue vocero de Cavallo en los noventa y hoy está acusado de vender espacios en las listas. Fragmento de “El Loco” (Planeta).

Fotos: Télam / Planeta.

¿Cómo hace alguien que nunca hizo política para hacer política? ¿Cómo hace un outsider para encabezar una lista en una elección en Argentina? Hay dos maneras. Una es evidente: armar un partido y presentarse a elecciones, como dijo alguna vez Cristina Kirchner. Es la opción más lógica, la que asegura tener una plataforma propia desde la cual competir. Es también la alternativa que puede contener a un núcleo militante leal y predispuesto a caminar las calles, pegar carteles, distribuir flyers, hablar con los vecinos y fiscalizar cuando llega la hora de contar los votos, que a fin de cuentas es lo que más importa. Aunque tiene una desventaja: requiere tiempo y, sobre todo, mucho trabajo. Para que la Justicia electoral reconozca a un partido como válido se exigen desde 581 afiliaciones en Tierra del Fuego a cuatro mil en provincias como Buenos Aires, Capital Federal, Salta, Córdoba o Mendoza. 

Y se necesitan ganas. Eso era, precisamente, lo que no le faltaba al Partido Libertario. Este espacio nació a fines de 2018, cuando el gobierno macrista empezaba a languidecer. Lo armaron jóvenes que soñaban con un país con menos impuestos y menos Estado que se habían desilusionado con la promesa de Cambiemos de poder cumplir estas consignas.

Ellos seguían, además, la figura televisiva de Javier Milei, a quien solo conocían de la pantalla. Pensaban que, si lo lograban convencer, podía ocupar un vacío que tenían: el armado estaba creciendo, pero no se veía en el horizonte ninguna figura carismática que pudiera ser algún día un candidato. Y tampoco sobraban los libertarios conocidos en este país.

El Partido Libertario nació a fines de 2018. Lo armaron jóvenes que soñaban con un país con menos impuestos y menos Estado que se habían desilusionado con la promesa de Cambiemos de poder cumplir estas consignas.

Desde el minuto cero pensaron en tentar a Milei para que en el futuro los representara. La presidencia honorífica que le dio el PL Capital en el arranque del 2019 —cada distrito cuenta con completa autonomía— fue parte de ese proceso, seducirlo para que aceptara llevar su bandera. Pero en aquel año —momento en el que el partido apareció también en Córdoba y en Buenos Aires— el economista no quiso competir. Todavía no había llegado su momento.

Cuando el mediático decidió dar el salto a la política el partido estaba presente en Santa Fe, Tierra del Fuego y San Juan. Para 2022 el Libertario tenía una “junta organizadora”, como llama la Justicia electoral al paso previo a reconocer a un partido político formal, en 18 provincias, y para el cierre de listas en el 2023 personería jurídica en 7.

El PL es, al día de hoy, desconocido para el gran público. Según los últimos datos de la Cámara Nacional Electoral tiene 3868 afiliados en Córdoba y 2319 en San Juan. Pero, a pesar de su tamaño, ocupa un lugar importante en esta historia. Tiene un rol central para entender la aventura de Milei.

Es que, a pesar de tener esta herramienta a mano, de tener a disposición el espacio militante que ya lo había entronizado como su líder, el economista hizo algo impensado. En lugar de ir con ellos y de impulsar un partido propio, tomó el otro camino. Fue en esta curva inesperada donde lo que había de novedoso dentro de La Libertad Avanza empezaría a crujir.

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En promedio, los militantes del Partido Libertario son jóvenes, empleados en relación de dependencia, salidos de familias que siempre la tuvieron que pelear.

Mario Russo no encaja del todo en ese perfil. Es un profesional de la política, un consultor bahiense de 42 años que viene desempeñándose en campañas electorales desde 2007. Trabajó para distintos intendentes bonaerenses del kirchnerismo, para diputados provinciales de Cambiemos, y también participó de la aventura política del empresario Francisco de Narváez. En 2015 estuvo en el equipo de Marcos Peña y de Jaime Durán Barba, el que lograría llevar a Macri a la Casa Rosada. El ecuatoriano, a quien admira, es para Russo el modelo de consultor a seguir.

En marzo de 2021 el bahiense tuvo una reunión con Milei. Con un pizarrón y un marcador lo convenció de que tenía que ser él y no otro su estratega. Ahí arrancó una relación que sería clave para la profesionalización del libertario y de su espacio. Russo fue quien comandó una campaña en la que nadie tenía experiencia electoral, salvo por Ramiro Marra, que en 2019 había competido por la lista del peronista Roberto Lavagna, por Carlos Maslatón, que había sido concejal porteño a fines de los 80, y por Marcos Urtubey, que desde pequeño había mamado política en el hogar.

Mario Russo introdujo el concepto de “casta”, que había sacado del Movimiento 5 Estrellas de Italia, y convenció a Milei de que había que apostar por el votante de entre 16 a 28 años.

El consultor, entre otros aportes, fue quien introdujo el concepto de “la casta”, que había sacado del Movimiento 5 Estrellas de Italia, quien comandó la creación de los sloganes “ellos contra nosotros”, de los spots, de la estrategia en las redes, de los lugares para hacer las recorridas y los actos, y quien se encargaba de armar encuestas e interpretarlas. Fue el guía de Milei en sus primeros pasos en la política, el lazarillo que lo ayudó en un mundo que desconocía por completo, el que lo convenció de que había que apostar por el votante de entre 16 a 28 años. Fue, también, una especie de psicólogo suyo y del espacio, que no entendía las formas y los tiempos de la política y solía terminar enfrascado en insólitos debates y largas discusiones.

Exagerando la comparación, se podría decir que Russo fue el padre de La Libertad Avanza, el que desactivaba las peleas domésticas y el que marcaba el rumbo a seguir. Entre todas las piezas que conforman el rompecabezas que explican el éxito electoral de Milei, el estratega es una elemental: sin su aporte el recién nacido espacio hubiera chocado de frente ante el primer contratiempo. Fue la columna vertebral sobre la que se montó el libertario para lograr el 17% de los votos en la Capital Federal en 2021.

De hecho, fue tan importante para el economista que algunas noches, cuentan en el espacio, en las que terminaban muy tarde en algún canal de televisión, Milei invitaba a dormir a Russo a la casa de sus padres en Vicente López, como si fuera el pijama party entre compañeros que nunca tuvo de niño. O como si quisiera llenar el hueco que la pelea a finales del 2020 con su mejor y único amigo, Diego Giacomini, le había dejado.

Había algo que el consultor tuvo en claro desde la primera reunión, e incluso desde antes. Algo que le repitió a Milei a lo largo de toda la campaña. Era el camino a seguir.

—Javier, vos necesitás al pibe que en 2023 te va a militar en un pueblito de diez habitantes por más que vayas a sacar un solo voto. Necesitás al convencido, el que no te va a abandonar, el que no te va a cagar. Necesitás al Partido Libertario. Así hicieron Marcos y Jaime con el PRO en 2015 para ganar: necesitas al partido propio, al militante propio que te va a cuidar los votos el día de la elección—, es algo que le escucharon decir una decena de veces.

Está claro que esta idea no se puede achacar a la vocación libertaria de Russo. El hombre, de hecho, se define como bilardista —“el tipo de locura de Javier es como la de Bilardo”, dijo en una entrevista con el periodista Julián Maradeo— y es la búsqueda de resultados lo que guía su accionar profesional. No toma el camino que más le gusta, sino el que más le conviene, igual que hacía el histórico entrenador.

El consultor tenía en claro cuál era la opción más provechosa para Milei. Su construcción a futuro tenía que asentarse sobre el trabajo territorial y político que venía haciendo el Partido Libertario en todo el país.

Era una apuesta que, además, había empezado a dar sus frutos en la campaña. En los actos más grandes de 2021 fue el PL el que puso, con su propio esfuerzo y de su propio bolsillo, el grueso de los militantes.

En el primero, el del 5 de agosto en Plaza Holanda —un mes antes del arrollador éxito en la PASO— su aporte fue trascendental. Sin ellos el debut formal de Milei como protagonista de un evento político habría quedado trunco, y la plaza semivacía. Tan es así que el libro del economista, El camino del libertario, lleva de portada una foto de aquel día inaugural: las únicas banderas que se ven entre el público son las de este partido.

Entre otros, Russo usó este argumento ante Milei cuando decidió correrse del armado. Fue en algún momento de 2022, cuando la campaña nacional del libertario ya estaba en franca expansión. Para ese momento el espacio ya había sido colonizado por personas a quienes no había estado el año anterior y que poco tenían que ver con las “ideas de la libertad”. Cuando el estratega vio que el Partido Libertario, la mejor opción y la más lógica, estaba siendo corrido de la estrategia y que en cambio se empezaba a cerrar acuerdos con dirigentes de muy larga data en la política, Russo juntó sus cosas y se fue.

Así dejaba La Libertad Avanza el padre de la criatura.

El espacio estaba por cambiar de rostro.

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Lo que sucedía con el Partido Libertario no era un caso aislado.

A un año de la asunción de Milei como diputado, La Libertad Avanza había sufrido transformaciones profundas. No se aceptaban discusiones y mucho menos planteos sobre temas tan elementales para el libertarismo como el tamaño del Estado, como demostraba el caso de Rebeca Fleitas. Ella entró como legisladora porteña a final del 2021 y contó que apenas asumió la apretaron para “entregar” todos los contratos de los asesores que le correspondían a su cargo. Ante su negativa, empezó a sufrir amenazas cada vez más serias, que denunció en la Justicia. Gran parte del 2022 los había pasado con custodia policial las 24 horas.

Es que en el armado había llegado el momento de encarar la campaña nacional.

Rebeca Fleitas entró como legisladora porteña a final del 2021. Contó que apenas asumió la apretaron para “entregar” todos los contratos de los asesores que le correspondían a su cargo.

Este era el correlato de la irrupción en la LLA de un oxidado operador noventoso, que había logrado conquistar la simpatía de Karina, que se había hecho con el monopolio del armado a nivel nacional y que había obligado a todo el resto de los actores a adaptarse a su impronta y a sus mañas para sobrevivir.

Había llegado la hora de Carlos Kikuchi, el monje negro, la cara más oscura de Javier Milei.

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—50 mil dólares me pidió Kikuchi. Eso era lo que costaba “comprar” el apoyo de Javier.

Quien habla es alguien que trabajó con Milei. Como prueba de lo que dice adjunta conversaciones con “el Chino”, como llaman al operador, por Whatsapp, de esas que se borran luego de leerlas. Se leen idas y vueltas de chats de rosca pura, de cuentas, de pedidos, de sobres. Brillan por su ausencia los valores que Milei dice defender.

Esta persona iba a ser candidato por LLA de una provincia importante. Eso le habían dado a entender y eso creía. Pero luego llegó la chequera de Kikuchi y tuvo que declinar sus ambiciones políticas para competir por la suya. La denuncia de esta fuente había sido on the record. Poco antes de que se imprimiera este libro se arrepintió y pidió transformar la declaración en off.

De cualquier manera, el “robo para la Corona” que revelaba daba en el centro de los fantasmas que giran alrededor de Kikuchi: la venta de cargos, los arreglos con gobiernos provinciales, las razzias internas, los aprietes, las amenazas.

Es que si en la campaña del 2021 habían irregularidades y lugares grises —que sus armadores, con el grabador apagado, confirmaban pero justificaban como pasos inevitables para un outsider que luego se corregirían—, desde la llegada del monje negro los pecados de La Libertad Avanza se transformaron en pozos negros de oscuridad.

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A Domingo Cavallo se lo suele señalar como uno de los mentores de Milei. La propia Cristina Kirchner lo dijo cuando habló en un acto en La Plata del libertario como el “discípulo de ojitos claros” del ministro de la convertibilidad. En esa línea es que casi todos en LLA insisten con la versión de que fue Cavallo quien envió a Kikuchi al armado, como una especie de apoyo o bendición.

Pero Cavallo lo niega. Esa es una de las dos respuestas que va a dar para este libro. El exministro rechazó la idea de una entrevista en una decena de oportunidades. Pero la única vez que contesta es cuando le pregunto sobre quien era su jefe de prensa cuándo él era ministro, y sobre el rumor de que había sido él quién lo había puesto en la campaña del libertario.

A Domingo Cavallo se lo suele señalar como uno de los mentores de Milei. En La Libertad Avanza insisten con que fue él quien envió a Kikuchi al armado, como una especie de apoyo o bendición.

—No, eso no es cierto. Milei conocía a Kikuchi de un programa de radio.

—¿Y usted habla con Milei?

—Nunca hablé de política con él. Hablaba de economía, pero en el pasado.

—¿Ya no? 

La última pregunta quedó en visto. Pero lo que importa es que la respuesta de Cavallo sigue alimentando el misterio alrededor de Carlos Kikuchi. ¿Si no fue “Mingo”, quién? ¿Cómo logró el operador, de la noche a la mañana, monopolizar un redituable armado, expulsar a todos sus competidores y transformarlo a voluntad y beneficio?

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Kikuchi no fue parte del nacimiento de LLA.

Uno de los consultados para este libro, uno de los líderes de la primera campaña, dice que a último momento Milei pidió incluirlo en la lista de legisladores porteños, en la tanda del fondo, casi como un gesto. Fue algo que al final no sucedió, y es esta la única versión sobre la presencia del operador en la génesis del armado. “El Chino” no estuvo en los actos, en las recorridas, en el comando de decisiones, en los bunkers, en ningún lado.

El grueso del espacio vio por primera vez al operador en el arranque del 2022. Fue una figura a la que tuvieron que adaptarse rápido: para febrero ya había sido entronizado como el armador oficial.

Acá hay que entender primero la compleja dinámica que tomó el espacio. LLA tiene una estructura profundamente caótica, sin lugares asignados en el escalafón ni ningún tipo de orden jerárquico como tienen otros partidos. Es zigzagueante, y el mejor amigo mañana puede ser un traidor y viceversa.

Además, sufre de otro problema: se desarrolló demasiado rápido. Por poner un ejemplo, el PRO compitió y perdió una elección antes de ganar la votación que en el 2007 convirtió a Macri en jefe de Gobierno. Recién dos mandatos después dio el salto a nivel nacional.

Pero este caso es muy distinto. El crecimiento de LLA fue brutal. Salió de su primer semestre de vida, en el que estuvo completamente abocada a la campaña, con el propósito de llevar a Milei a la presidencia en tan solo dos años.

Eso lo hizo sin tener algún tipo de orden interno, ningún mecanismo de debate o de resolución de conflictos, ni tener tampoco la intención de diseñarlos. Lo único claro para todos los involucrados era que los que mandaban eran Javier y Karina, una lógica ultraverticalista que encerraba un problema: ambos pueden cambiar de opinión sobre un tema varias veces en una semana.

En un espacio que copió las formas y los vaivenes emocionales del líder y de su hermana, el caos era inevitable.

Karina fue la que llenó todos los agujeros. Aunque su hermano es la cara visible, aunque casi no se le conoce la voz, aunque toda su vida estuvo aún más alejada de la política que Javier, es “el jefe”, como la llama, la que lleva la voz cantante en LLA. En algunos temas tiene el monopolio total, tópicos que en cualquier otro partido suelen estar divido entre varias personas. Pero a ella no quiere o no sabe delegar.

Uno es el manejo de la plata. Ella es la cajera, la que controla el dinero que entra y sale, la que toma las decisiones sobre la recaudación y la que se encarga del cobro. Los que la tratan dicen que es mucho más rápida para estos trámites que su hermano.

“Moisés”, como se refiere a ella el libertario, es también quien maneja la estrategia. De hecho, a Javier las alternativas a seguir, los nombres a los que apoyar o a los que expulsar, la agenda, las entrevistas, los actos, la estética, y los lugares a visitar le llegan a través de su hermana. “Eso hablalo con Kari”, es la frase más escuchada dentro del frente, una lógica que saca de quicio a más de uno y que a la larga termina siendo un freno a la resolución de cualquier asunto.

Todos los que están dentro del armado —o los que quieren pertenecer— saben que para hacer cualquier cosa necesitan primero la bendición de Karina. Ella es la manera de llegar a Milei, ella es quien lo convence de los pasos a dar. Ella es la única persona en la que realmente confía. La danza de figuras alrededor de la hermana se explica por esta realidad.

 —Si quieren estar acá ya saben a qué teléfono llamar— suele repetir Karina.

 Algunos en el espacio sostienen que hay en la relación de Karina y Javier algún tipo de manipulación. Que cuando ella no consigue lo que quiere patalea, discute, grita y termina enfrascada en terribles peleas con su hermano, hasta que le retira la palabra y se va del lugar. Que así pueden pasar varios días de incomunicación, hasta que el diputado termina cediendo ante “el jefe”.

Y que es el miedo de Milei a la más profunda soledad, en esos ratos en que su hermana le deja de hablar, la explicación del poder que tiene Karina.

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La biografía de Kikuchi es un misterio.

Se sabe que fue vocero de Cavallo en los noventa, aunque en los últimos tiempos prefirió alterar la realidad y empezó a contar en las entrevistas que había sido su “jefe de campaña”. De los 2000 en adelante “el Chino” se convirtió en un actor residual de la política. Algunos en el círculo rojo lo sitúan dentro del amplio mundo de los servicios de inteligencia.

Hijo de un embajador japonés y de “Malu” Kikuchi, la histórica productora de Bernardo Neustadt —el periodista que fue la gran voz publicitaria de la última dictadura— y luego asesora de María Julia Alsogaray —la única condenada por corrupción del menemismo, que pasó a la historia por su tapado de piel en la tapa de la revista Noticias—, si habría que transformar la vida del operador en un cuadro habría que pintarlo todo de gris.

Sin embargo, hay algo que es claro en la biografía de Kikuchi. Él vio antes que nadie que para controlar a Milei había que conquistar primero a la hermana. Y a pesar de que era un recién llegado al espacio, de que no conocía al grueso de los actores de LLA, de que no tenía la espalda, los contactos, la trayectoria ni el currículum suficiente, en los primeros días del 2022 se ganó el favor de Karina. Y con ello el control del armado.

Desde entonces nadie lo pudo parar. La comparación de esta situación con lo que pasó en el último peronismo es casi inevitable. Un arrastrado López Rega, curiosamente también propenso a lo esotérico, consiguió la bendición de Isabel, la esposa de Juan Domingo Perón, y así logró manejar gran parte de los hilos del tercer gobierno del General.

La biografía de Kikuchi es un misterio. Se sabe que fue vocero de Cavallo en los noventa, aunque en los últimos tiempos prefirió alterar la realidad y empezó a decir que fue su “jefe de campaña”.

Es esta, de hecho, la metáfora que suele usar el influencer Carlos Maslatón.

—En una reunión en el restaurante Garibaldi, a fines de febrero de 2022, Kikuchi me dijo que no pertenecía más a La Libertad Avanza. Le dije que esa no era una decisión que podía tomar él, que un partido no se maneja así, con esa metodología fascista. Pero echaron a todos los que habíamos hablado en los grandes actos de la primera campaña. No hay que engañarse. Kikuchi es Karina y Karina es Kikuchi, como Isabel era López Rega y López Rega era Isabel— dice el abogado, sentando en un café del centro porteño.

El primer efecto de la entronización del nuevo armador fue casi inmediato. Los que habían ocupado ese lugar en la campaña del 2021 fueron corridos por defecto. A Marcos Urtubey lo expulsaron para nunca volver, mientras que Eugenio Casielles sufrió un destierro que tendría sus idas y vueltas. Su socio, Ramiro Marra, que había sido el operador a nivel nacional de Lavagna en el 2019 y que aspiraba el lugar de Kikuchi, emprendió una retirada estratégica y alambró la Capital Federal.

No deja de ser llamativo. Aunque el trío había tenido sus agarradas en las elecciones legislativas, había dado también probadas muestras de que podía cumplir con su tarea. En el fútbol y en la política se suele usar la lógica de que el equipo que gana no se toca, aunque no fue este el caso de LLA.

Pero no era solo un recambio táctico o de puesto por puesto. Kikuchi, apoyado por Karina, comandó una fenomenal razzia que se llevó puesta a gran parte de los dirigentes de primera línea.

Cuando se disipara la humareda de la batalla, el espacio que iba a quedar en pie iba a ser uno muy distinto al original. “El Chino” y Karina expulsaron, además de Urtubey, Marra y Casielles, a Maslatón, Emmanuel Dannan, “Es de Peroncho” y Eduardo “El Presto” Prestofelippo, cuatro reconocidos influencers que empujaban al

libertario en sus redes, a Álvaro Zicarelli, intelectual que oficiaba como el Canciller en las sombras de Milei, y, un escalón más abajo, a Mila Zurbriggen, la presidenta de la juventud libertaria, y a Gastón Alberdi, descendiente del padre de la Constitución y candidato en el 2021.

¿Por qué echaron a quienes habían ayudado a crear La Libertad Avanza? La versión oficial fue que eran “traidores” que se habían infiltrado en el movimiento para romperlo desde adentro. Uno de los que sobrevivió a la balacera aporta otra versión. Que Karina, entre tiradas de cartas y conversaciones místicas, vio con sus capacidades sobrenaturales que estos eran “enemigos” enviados por “el Maligno”.

Quizá la respuesta esté en lo que tenían en común los “traidores”. Aunque los declarados rebeldes venían de lugares distintos o tenían historias disímiles todos habían puesto su esfuerzo —y algunos de ellos miles de dólares— en la génesis del espacio, tenían voz propia y espalda suficiente como para discutir con el líder, posibilidades de crecer como figuras con peso propio y, a contramano de lo que luego demostraría Milei, no estaban dispuestos a aceptar cualquier acuerdo con tal de llegar a la elección presidencial.

Este último es un capítulo central para entender la transformación de La Libertad Avanza. Una vez efectuada la razzia, como quien prende fuego un campo para luego sembrar otra cosa, Kikuchi tendría el terreno libre para hacer y deshacer. Lo que había de liberal y de novedoso en el espacio estaba en franca retirada. Estaba por llegar otra cosa.

Estaba por cumplirse la profecía del filósofo italiano Antonio Gramsci: cuando lo viejo se muere y lo nuevo tarda en aparecer es cuando surgen los monstruos.