Crónica

Manuel Adorni, el ganador menos pensado


Jugar a la política

Su historial está lejos de ser rimbombante, pero supo encontrar los intersticios perfectos para colar un discurso por mucho tiempo marginal, dice Gabriela Vulcano. Manuel Adorni es el típico porteño de clase media, familiero y con posturas conservadoras. Pasó de panelista televisivo y twittero estrella a la Casa Rosada, para defender todas las mañanas lo que pocos se atreven a justificar: la represión a los jubilados, la agresión a periodistas, la inocencia de los Milei en el caso $LIBRA, o un nuevo endeudamiento con el FMI. Desde ese rol exacerbó el costado que más disfruta y que en pocos meses deberá dejar atrás cuando asuma como legislador.

Cuando el domingo a la noche subió al escenario ganador, Manuel Adorni sintió la satisfacción de haber dicho que sí en el momento indicado. Patricia Bullrich y Sandra Pettovello se habían negado de manera rotunda a encabezar la lista de legisladores porteños de La Libertad Avanza. No fueron las únicas. Ninguna quería dejar su ministerio para ocupar una simple banca de concejal. Él no se animó a rechazar el ofrecimiento. Tampoco tuvo demasiado margen para pensarlo. Qué mayor sacrificio podía regalarle al “triángulo de hierro” que dejar de ser la voz del Gobierno nacional para liquidar el dominio del PRO en la Ciudad. Fue apenas una muestra más de su lealtad a los hermanos que le compartieron un poquito de poder. Casi a ciegas, apostó y triunfó. Quedó primero, por arriba del peronismo, y dejó a los macristas en el tercer puesto. Ganó en los comicios y dentro de su propio partido. El vocero, que siempre hizo piruetas para no ser visto como un político, se transformó en el gran trofeo electoral de Karina Milei, su jefa indiscutida.

 —Increíble votarme a mí mismo, algo que pensé que no iba a pasar nunca. Es increíble venir a votar y verme en la pantalla— soltó Adorni, al borde de impugnar su sufragio, esa mañana. 

No podía ocultar el asombro que tenía por el lugar en el que lo habían puesto los libertarios. Como pocas veces, se enredó con las palabras ante el enjambre de cronistas que lo rodeaban en la puerta del colegio San Judas Tadeo, en Parque Chacabuco, a tan sólo ocho cuadras y media de su casa. En ese momento tomó conciencia de la dimensión que tenía la frase de campaña que usó una y otra vez en el debate porteño: “Yo soy Milei, Adorni efectivamente es Milei”.

Varios de sus vecinos, que lo conocen hace tiempo, tampoco podían creer que fuera candidato. Hasta hace poco, era un hombre “común”, como tantos otros, como aquellos que su partido asegura representar. Algunos ni siquiera habían advertido que el vocero presidencial vive allí con su esposa, Bettina Angeletti —con quien suele ir a todos lados—, y sus dos hijos.  Aunque en su comuna, la 7,  tuvo una levísima diferencia a favor frente a Leandro Santoro, en su barrio quedó tres puntos abajo del candidato del PJ. 

Adorni es el típico porteño de clase media, familiero y con posturas conservadoras, que inesperadamente se hizo famoso por aparecer todas las mañanas en las pantallas defendiendo lo que pocos se atreven a justificar: el caso $LIBRA —donde él también quedó involucrado—, la represión a los jubilados, la agresión a los periodistas o el nuevo endeudamiento con el FMI. Escucha estoico preguntas que pondrían en aprietos al más avezado de los declarantes sin perder la calma y muestra un ingenio a toda prueba para responder. 

Pese a este presente de altísima exposición, su historial está lejos de ser rimbombante. Platense, proviene de una familia despolitizada sin demasiadas pretensiones y soñó con tener un diploma de economista de la Universidad Nacional de La Plata, pero —luego de acumular más de un aplazo— tuvo que conformarse con recibirse de contador en la UADE. Sus pasatiempos no son muchos: colecciona computadoras viejas y cada tanto se desvela jugando videogames, sobre todo al Age of Empires IV. Cuando empezó el furor de las redes sociales, se convirtió en un activo usuario de Twitter y ganó un Martín Fierro digital como mejor tuitero. Su diferencial fue tener humor ácido, rapidez para responder con oraciones cortas y la astucia de usar esos atributos para dar un salto cada vez que encontró una oportunidad. 

Su aspecto lo obsesiona. Pasó de una dieta a otra para mantenerse en peso y se hizo dos implantes capilares. El de 2020 lo obligó a dormir varios días sentado para no perder ni un cabello en la almohada. Sarcástico, en una nota en el canal de stream Neura, se defendió de una chicana que le hicieron por redes por lookearse con “la nuestra”. “Me reclaman por algo que me hice hace cinco años, ni siquiera lo pagué. Fue por canje. Esto me va a generar una denuncia en la Oficina Anticorrupción”. 

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—El Estado no puede ser una fábrica de empleos porque sí. Desconozco si los que echaron son ñoquis o eran realmente  trabajadores de bien —lanzó Adorni frente a sus interlocutores, el 19 de abril de 2016, con el tono monocorde que exacerba cada vez que habla en público— Sí lo que me parece es que el Estado no puede fabricar por sí solo empleos. Tenemos uno de los Estados más grandes e ineficientes del mundo. Uno compara al Estado argentino, al menos el Estado nacional, con otros Estados del mundo, desarrollados y no desarrollados, y la verdad da pena. 

Todavía no era el vocero presidencial de Javier Milei, pero ya tenía el repertorio de lo que luego repetiría desde un atril en la Casa Rosada. Aquella vez estaba en un set de televisión, junto a Edgardo Depetri, Daniel Arroyo, Roberto Costa y Sergio Romero. Alberto Fernández había terminado de exponer hacía unos minutos, a tan sólo unos metros de donde él estaba sentado. Casi todos, por una razón u otra, criticaban las medidas económicas del gobierno de Mauricio Macri. No era la primera vez que Adorni estaba en esa silla. Ya había ido otras veces al programa Minuto Uno, en C5N. Gustavo “El Gato” Sylvestre lo invitaba a menudo como economista y especialista en finanzas —aunque no lo era— algo que hasta hoy Adorni le agradece cada vez que puede. 

Colecciona computadoras viejas y cada tanto se desvela jugando videogames, sobre todo al Age of Empires IV. Cuando empezó el furor de las redes sociales, se convirtió en un activo usuario de Twitter.

En ese mismo estudio, dos meses y medio después, Adorni conoció a Milei, quien también pululaba por los pasillos televisivos para decir sus verdades. Ambos compartían la convicción de que era necesario predicar el liberalismo desde cualquier rincón, siempre con el fin de masificar sus ideas. “Ese día, éramos dos contra todos los piqueteros”, recordó el portavoz en Carajo hace dos semanas, en plena campaña electoral porteña. “Yo iba a todos lados, cuando me llamaban de Crónica, de lo de Chiche Gelblung, les decía: ‘¿hay zurdos?’ Si me decían que sí, entonces iba”.

En cada minuto que pasó frente a las cámaras, Adorni encontró los intersticios perfectos para colar un discurso que por mucho tiempo fue marginal, pero también la oportunidad de exhibirse y acomodarse en el mundillo mediático. De a poco, colgó el traje de contador y se erigió como periodista, un título que muy pocos le reconocen dentro de la profesión. Trabajó en Radio Rivadavia con Eduardo Feinmann, escribió columnas en Infobae y fue panelista de LN+, junto a Cristina Pérez, hasta que lo desvincularon por pedido de Horacio Rodríguez Larreta. Baby Etchecopar lo rescató y lo llevó a su programa. Lo que nunca imaginó es que esa ráfaga de apariciones en los medios lo llevaría a ser protagonista del engranaje comunicacional de un Gobierno, menos de uno libertario. 

Por esa época comenzó a hacer cada vez más visible su buena sintonía con el actual Presidente. En octubre de 2020, publicó un posteó en X donde celebró haberse encontrado al “Peluca Milei” jugando al Counter Strike. Si bien hay miradas contrapuestas entre los conocidos de Adorni respecto al grado de amistad que tenían en aquél entonces, el diálogo con el economista libertario era permanente. 

Adorni siempre se identificó con el liberalismo, aunque nunca militó de manera activa en ningún partido hasta que el peronismo volvió a gobernar el país de la mano de Alberto Fernández. “Ya no hablo de libertad, sino de sentido común”, decía en 2021 a sus pares de la Fundación Libertad y Progreso —el think tank de los liberales argentinos— cada vez que criticaba la gestión del Frente de Todos. 

Así, se sumó a un grupo de chat de economistas liberales, denominado “Peroniam economics”, al que luego le cambiaron el nombre y pasó a llamarse “Política Económica”. Para que no quedaran dudas de cuál era el liberalismo que defendían, pusieron la foto de Carlos Melconian, a modo de burla. 

—Éramos casi un centenar. Hablábamos de temas académicos, de la coyuntura política y económica. Manuel cada tanto metía un bocadillo. Ahora está pero no habla— cuenta uno de los integrantes que se mantiene activo.

Tan obsesionado estaba Adorni con las ideas del liberalismo que hasta pensó en armar una banda de rock liberal, donde él sería el manager, con Fausto Spotorno, uno de los economistas anticuarentena con los que en 2020 conformó la agrupación política Unidos Argentina, junto a Gustavo Segré, Miguel Boggiano y Agustín Etchebarne.

Un año antes, hizo un primer intento para meterse en la política, cuando se convirtió en el precandidato a jefe de Gobierno porteño del espacio Despertar que lideraba José Luis Espert, luego de la renuncia de Mariquita Delvecchio a esa postulación por “incompatibilidad” con sus “funciones laborales”.  

Su verdadera oportunidad llegó en 2023, apenas después de que Milei ganara el balotaje. En el Hotel Libertador le hizo el primer reportaje como presidente electo para su canal de Youtube. Muchos de los dirigentes que estuvieron al lado del “Javo” durante la campaña aseguran que Adorni nunca fue parte del círculo cercano, más bien todo lo contrario: según un referente libertario, fue un “verdadero paracaidista”.     

“Si necesitan un vocero me avisan”, le dijo Adorni a Karina Milei. Desde un comienzo, entendió que si quería integrar el Gobierno, tenía que sentarse con “El Jefe”. Ella decidía quién estaba cerca de su hermano y quién no. Varios de los “históricos” ya habían sido apartados y otros tantos estaban en la mira. Si pasaba su filtro, tenía el puesto asegurado. 

Algunos días antes, surgieron las versiones de que le habían ofrecido la vocería a la periodista Marina Calabró y ella rechazó la oferta. Otros afirman que la diputada nacional Lilia Lemoine quería ocupar ese rol y para evitar dolores de cabeza a futuro, aprovecharon la disposición que exhibía Adorni para hacerse cargo de un lugar que ningún comunicador de renombre estaba dispuesto a ocupar. 

En el partido violeta ya habían dado sobradas muestras de desprecio por el periodismo. La prensa se volvió uno de los blancos predilectos del mileísmo. En Twitter, en la TV, en la radio, en cada conferencia, el objetivo siempre fue el mismo: desgastar y desprestigiar a los periodistas. Todo “acorde al plan” que fijaron desde un inicio en el “triángulo de hierro”. Adorni era nada más ni nada menos que el encargado de confrontar cara a cara con los acreditados en la Casa Rosada. “Saluden a Telam que se va”, publicó en un tuit el 1 de marzo de 2024 para anunciar el cierre de la histórica agencia de noticias estatal. Tres meses y medio después, como premio a su labor, fue ascendido a secretario y quedó a cargo de los medios públicos.  

Muchos de los dirigentes que estuvieron al lado del “Javo” durante la campaña aseguran que Adorni nunca fue parte del círculo cercano, más bien todo lo contrario: según un referente libertario, fue un “verdadero paracaidista”.     

Entendió rápido cuál era el juego, para qué estaba ahí y porqué lo habían elegido. Tuvo pocos tropiezos groseros. Uno de ellos fue cuando evitó mencionar a Diego Maradona en el “Día del Zurdo” y luego tuvo que dar marcha atrás ante la oleada de críticas. “Jamás ningunearía a Maradona en términos deportivos”, dijo a modo de disculpas. Pocas veces se puso nervioso como cuando le ordenaron no renovarle la acreditación a Silvia Mercado, luego de que ella le preguntara por los perros del presidente.  

La vocería se convirtió en una vidriera a la que no se pudo resistir. Desde allí se ocupó de construir un perfil soberbio y algo fanfarrón, sin perder los “buenos modales”, de los que tanto carece el presidente. Exacerbó el costado que más disfruta y que en pocos meses deberá dejar atrás cuando asuma como legislador, aunque algunos todavía dudan de que vaya abandonar su cargo en el Ejecutivo nacional. Adorni potenció su figura como la contracara de Fabián Waldman —a quien algunos dicen que “en el fondo” le tomó cariño— y se convirtió en villano o héroe en cada discusión con el periodista de La Patriada, según la mirada del que lo escucha. Tanto es así que tiene un muñequito suyo en una de sus dos oficinas de Balcarce 50. Sus cruces se volvieron parte de la comidilla de los trolls libertarios, pero también del Círculo Rojo. “Supo que tenía que enfrentarse a los más radicalizados y ganó”, dicen cerca de él.   

—Manuel siempre fue simple y tuvo chispa. Era justo lo que necesitaba Milei— afirma un amigo del portavoz.    

—Adorni también les sirvió para contrapesar el discurso y el poder que tenía Santiago Caputo en lo comunicacional. Se transformó en el vocero de los lineamientos de Karina— agrega una dirigente libertaria. 

Desde que asumió, el vocero se cuidó especialmente de no entrometerse en ninguno de los asuntos del asesor presidencial. Nada de lo que está bajo su ala es de su incumbencia. Por su parte, el llamado “Mago del Kremlin” sabe que Adorni, al igual que los Menem (Martín y “Lule”), responde directo a la hermana del presidente, pero sobre todo tiene en claro que no quiere disputarle su función de estratega.

Aún así, Caputo promovió con gusto la postulación de Adorni a legislador porteño, a pesar de la resistencia de Karina, que no quería dejar a la deriva la vocería. En esa maniobra, encontró la manera de restarle poder a la ideóloga de La Libertad Avanza, en medio de la disputa solapada que tienen hace meses. Con el triunfo de la lista violeta en los comicios del domingo último, son varios los que empiezan a preguntarse si la jugada no se le volvió en contra. En el debate sobre la estrategia electoral, “El Jefe”, sin dudas, fue la gran ganadora y con uno de los suyos.    

Potenció su figura como la contracara de Fabián Waldman y se convirtió en villano o héroe en cada discusión con el periodista de La Patriada, según la mirada del que lo escucha. Tanto es así que tiene un muñequito suyo en una de sus dos oficinas de Balcarce 50.

Al único que Adorni enfrentó dentro del Gabinete fue al periodista Eduardo Serenellini, que ofició como secretario de Prensa hasta que Karina lo echó en enero de este año. Él se quedó con todo lo que era de su archienemigo. Amplió su poderío, extendió sus redes y su estructura al máximo —con 248 personas a cargo—, pero sabe que todo lo que acumula es para la causa que lideran los Milei. Quienes lo conocen bien sostienen que es más ambicioso de lo que parece y no deja librado nada al azar. Otros aseguran que su búsqueda no es personal, que en La Libertad Avanza encontró las ideas que años atrás predicaba en soledad.

Para los hermanos libertarios  es uno de sus hombres de confianza. Karina hasta se anima a fantasear con que sea candidato a jefe de Gobierno porteño en 2027. Adorni no sabe si llegó para quedarse, sobre todo ahora que ganó una elección. Para evitar cualquier suspicacia, repite una y otra vez: “Voy a estar donde el presidente me necesite. Si me pide que me vaya a mi casa, me iré a mi casa”.