Ensayo

Intrusas en la tele


El rating es feminista

Durante cuatro programas consecutivos Jorge Rial debatió sobre feminismo en Intrusos, el programa de chimentos con más rating de la TV. Y para hablar sobre abuso sexual, trabajo no remunerado y violencia machista invitó a cuatro mujeres expertas en el tema. La audiencia fue la misma que cuando se pelean Moria Casán y Carmen Barbieri. ¿Es el fin de una era? Desde la TV el feminismo se consolida como “estructura de sentimiento” más allá de la academia, de la clase media universitaria, del circuito cultural porteño y se vuelve popular.

En el mismo estudio de televisión en el que Carmen Barbieri y Moria Casán se pelearon episodio un millón y los panelistas debatieron si Diego Maradona iba o no al casamiento de Dalma capítulo mil, Jorge Rial levantó la remera que exige cupo laboral trans y se comprometió a dar el debate sobre la despenalización del aborto. Unos días atrás en la mesa de Mirtha Legrand Coco Silly dijo que el machismo es una construcción cultural. ¡Un momento! No es una ficción para Netflix guionada por la mismísima Malena Pichot. Pellizcate. No es un sueño utópico de una noche de verano. Es la misma TV que habías apagado cuando Macho Castaña dijo relájate y goza si te violan. El mismo canal que habías cambiado ahora le da pantalla a escenas de feminismo explícito. ¿No hubo suficientes escándalos de verano? ¿Es el fin de una era? El album de figuritas cambió porque las de siempre ya estaban repetidas y durante cuatro emisiones seguidas de Intrusos diversas comunicadoras feministas hablaron sobre desigualdad, violencia machista, trabajo doméstico no remunerado y justicia social. ¡Epa! El rating hoy es feminista porque es 2018. La revolución de las mujeres, lesbianas, travestis y trans ya está en marcha y será televisada.

Pido permiso para el optimismo. No se trata de una moda pasajera tipo los spinners o un hit de verano: nuestros feminismos son irreversibles. Porque no cayeron con paracaídas en la televisión ahora. Tampoco llegaron con Ni Una Menos, ni nacieron en el microclima de Twitter. Ni tienen que ver con tal o cual persona. Hay una historia de construcción colectiva invisiblizada por momentos, estridente por otros, una genealogía de las luchas a la que se le dió las espaldas y subestimó. La masividad que alcanzaron las históricas demandas de los feminismos el 3 de junio de 2015 fueron la sorpresita del huevo de chocolate para muchxs. Pero durante tres décadas hubo Encuentros Nacionales de Mujeres en todo el país que desbordaron las calles ensanchando cada vez más sus márgenes y las feministas estaban en la televisión como yeguas de Troya traccionando lugar y dando batalla para que se llame a las cosas por su nombre: femicidio en vez de “crimen pasional”. En los últimos años: Liliana Hendel en Canal 13, Telefé y la Televisión Pública, Mariana Carbajal también en el canal estatal, Luciana Peker en la televisión por cable, Julia Mengolini, que la echaron de C5N. La misma TV que las expulsó, ahora convoca panelistas feministas. En cuatro días estuvieron Florencia Freijo, Malena Pichot, Mengolini y Peker. Tarde piaste pajarita pero bienvenido sea tu cantar.

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El conductor de Intrusos, nos guste o no, se vuelve el gran auscultador de la época. Rial le pone el estetoscopio a la calle y funciona: 3.9 de rating el lunes, 5.0 el martes y 4.3 el miércoles. La doña no apaga la tele si le dicen patriarcado. El rating se mantuvo -y hasta subió- comparado con otras mediciones del mes. El encendido es casi el mismo si está Moria apodando “Piononísima” a Carmen o una feminista (Freijo) citando a la teórica italiana Silvia Federici. El feminismo está consolidado como “estructura de sentimiento” más allá de la academia, de la clase media universitaria, del circuito cultural porteño. Al menos hay una audiencia dispuesta a escuchar hablar de otros tópicos que no son una pelea de camarines por el aire acondicionado. Alrededor de medio millón de personas vieron cada uno de los programas dedicados al tema. El número duplica la cantidad de gente que colmó el Congreso de la Nación en primera marcha por Ni Una Menos. Ahora sí: relajense y gocen.

“Mi hija es feminista”, dijo Rial varias veces por estos días y eso también explica el lugar que le dio al debate y la reflexión más allá del rating. El feminismo siempre fue intergeneracional. Se ve en el gesto de Cristina Fernández de Kirchner: "Mi hija de 26 años que es una militante feminista fue la que también terminó de abrir mi cabeza que no la tengo del todo abierta todavía con respecto a esto", dijo la ex presidenta frente al Parlamento Europeo el año pasado. Rial le tomó el pulso a la calle pero también escuchó a sus hijas. Hay una generación Ni Una Menos que ya vio la matrix del patriarcado de muy pibas y eso es irreversible. Van a empujar con la misma tenacidad y convicciones que quienes estuvieron antes.

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La televisión se dio cuenta: no quiere convertirse en un volquete lleno de diskettes, quiere estar a la altura de la época y ya no hay vuelta atrás. Como en la política, en el arte, en la ciencia, en la economía, en el sindicalismo, en la literatura, en el periodismo. Darle la espalda a los feminismos es ignorar el momento histórico que estamos viviendo. Y hoy, más a allá de las resistencias que existen y que todavía todos los días una mujer es asesinada por el hecho de ser mujer, somos muchas más las feministas.

“El feminismo es para todo el mundo” dice el libro de bell hooks. Y propone: “los medios conservadores presentan a las feministas como mujeres antihombres, siempre enfadadas. Pero muy al contrario, el feminismo ha logrado mejorar la vida de todas las personas. Gracias al feminismo, todos vivimos de forma más igualitaria: en el trabajo y en casa, en nuestras relaciones sociales y sexuales. Gracias al feminismo, la violencia doméstica ya no es un secreto, se ha normalizado el uso de anticonceptivos y todos somos un poco más libres”.

Para la escritora Marina Mariasch estamos viviendo un cambio en el terreno del pacto sexual. Ese cambio puede leerse en tanto impacto en el contrato de lectura de la televisión. No vamos a tolerar que la cultura de la violación sea televisada. La vara de la tolerancia a las violencias machistas cambió de un tiempo a esta parte.

Los antecedentes inmediatos de esta semana de feminismo en el mainstream son, sin dudas, los Golden Globes, las actrices de Hollywood vestidas de negro, el #MeToo y sin solución de continuidad Macho Castaña haciendo apología de la violencia sexual en menos de 24 horas del acontecimiento de repercusión mundial. Seguro de sus privilegios y de la corporatividad mediática creyó que la jauría de machos estaba de su lado. Lo mismo había pensado Ari Paluch con su ridículo y absurdo “give me five” como excusa de un acoso laboral, Facundo Arana contra el aborto y Roberto Pettinato opinando sobre feminismo. Su machismo se les volvió como un boomerang.

Ni empoderamiento, ni “girl power”, mucho menos “convicción femenina”. Es un feminismo popular que crece desde abajo, bien abajo, tanto como podemos bajar meneando para volver a ponernos de pie. Y si queremos que el feminismo llegue a más hay que asumir los riesgos, hay que sentarse en el sillón de Intrusos y que escuchen las pibas en los barrios, las mujeres que están mirando porque son las que hacen tres veces más trabajos domésticos y de cuidados no remunerados que los varones y a las que las afecta con mayor fuerza la desocupación y el ajuste. Que el feminismo entre por la televisión a los ámbitos domésticos donde todavía son relegadas las identidades femeninas. Género y clase se intersectan en la audiencia predilecta de Intrusos e interpelan al sentido común. Ya no nos hablamos solo entre nosotras.

Cuando parecía que la agenda feminista había quedado otra vez encapsulada en la denominada “agenda de género” de corte onegeísta y hasta liberal. O que las funcionarias de Cambiemos iban a capitalizarla in eternum como lo vienen haciendo con anuncios, maquillajes de cambios de nombres y polvo de estrellas se abrió una conversación que todavía está vigente y así seguirá hasta que el Estado asuma las responsabilidades que lo vinculan al tema con presupuestos acordes a la problemática, hasta que se despenalice el aborto, se achique la brecha salarial, hasta que haya equidad y un largo listado de etcéteras.

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Estamos de festejo por esta semana que culmina hoy con la primera asamblea para organizar el segundo Paro Internacional de Mujeres en Argentina pero todavía falta muchísimo. Pedimos tres deseos frente a la torta de cumpleaños:

Uno. Que los diputados y diputadas utilicen este empujón que vino del lugar menos pensado para debatir una legislación de aborto legal, seguro y gratuito que permita a las mujeres y cuerpos gestantes la autonomía y soberanía de poder decidir y no ser empujadas a maternidades forzadas. Aborto legal ya.

Dos. Que esta ola de feministas en los medios se traduzca en trabajo digno para periodistas feministas. Las feministas mujeres, lesbianas, travestis y trans tienen que tener pantalla, aire, espacio en los diarios y en los portales. En el país que se plantó contra la violencia machista todavía no hay paridad en los medios de comunicación. En la prensa gráfica, las periodistas sólo representan el 15 por ciento de las notas firmadas y en la televisión las mujeres presentadoras de noticias apenas llegan al 35 por ciento. En Argentina una persona puede pasar casi una hora con la radio encendida sin que se escuche una voz femenina. 

Tres. Que la televisión derrame aún más saldo organizativo en los barrios, entre las trabajadoras sexuales, las jubiladas, las pensionadas, las docentes, las pibas, las enfermeras, las médicas, las trabajadoras del Estado, las de la economía popular, las luchadoras populares, las sindicalistas, las desocupadas, las precarizadas, las artistas y otro largo etcétera de mujeres, lesbianas, travestis y trans que se encontrarán el próximo 8 de marzo en el segundo Paro Internacional de Mujeres.

No se nace feminista, se llega a serlo. La televisión tampoco nació feminista pero estos cuatro días de feminismo explícito en Intrusos se volverán claves en la historia del feminismo popular. Esta revolución puede ser lenta por momentos pero ya está en marcha. Lo que está en juego no es poco: la distribución del poder. Y el feminismo, en tanto movimiento de supervivientes, es todo futuro.