Crónica

Temporal en Bahía Blanca


Arrasados por el viento

Aún no hay palabras precisas para describir lo que sucedió en la ciudad más importante del sur bonaerense. Las imágenes que circulan son repeticiones de escenarios distópicos y la ciencia parece no alcanzar. Frente al cambio climático, los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes. Los especialistas y meteorólogos usan términos diferentes. ¿Fue una turbonada? ¿Un tornado? ¿Un huracán? En Bahía Blanca hay árboles caídos, chapas de viviendas voladas y edificios destruidos. Más de la mitad de la población no tiene luz ni internet. Pero la magnitud de la tragedia se define por los trece fallecidos en el club Bahiense del Norte.

Gabriel Credidio fue payaso, locutor, acróbata, camionero y electricista. Hoy es el representante del Cirque XXI 360: se encarga de la administración, las giras, la prensa y los trámites en general. Vive en el circo desde los 15 y cuenta que para él hay dos tipos de cirqueros: los que vienen de generación en generación y los que vieron al circo en su pueblo, les gustó y se fueron con él, como es su caso.

El sábado estaban en plena función —en “un especial navideño”, dice— y la vieron venir. Aunque nunca pasaron por algo semejante, la gente del circo esas cosas las ve venir. Gabriel está ocupado reparando los daños y coordinando las tareas de recuperación, pero se hace un tiempo para contar el estado de situación:

—Perdimos el 80% de la estructura, casi la totalidad de las luces, la lona no sirve más. Se nos dieron vuelta dos camiones —dice, sosegado y tranquilo, aunque rodeado de destrucción—. El día del temporal, cuando la cosa se empezó a poner fea, sacamos a la gente al hall y les pedimos que se retiraran. Algunos se quejaban por la lluvia pero los obligamos. Cinco minutos y se vino todo abajo.

***

Hacía calor un rato antes.

Por eso en el club estaba todo abierto. 

—Y el aire se embolsó —dice Sandra con un cigarrillo en la boca—. Fue repentino. El tinglado se levantó y ahí cedió la pared. El ruido del viento era terrible, pero igual se escuchaban los gritos.

El relato de la vecina que tiene su casa pegada al Club Bahiense del Norte coincide con el de Tatiana Ortega, una de las sobrevivientes:

—El techo se infló, comenzó a entrar agua por un ventanal y esa porción de pared se nos vino encima.

Era la exhibición de fin de año del equipo de patín.

Todavía era temprano.

—Por eso no había tanta gente, si no podría haber sido mucho más terrible —interrumpe Marcelo, otro vecino que vive en la callecita de atrás del club y se crió en el barrio—. Yo no seré ingeniero pero como maestro mayor de obra te lo digo: ahí no había vigas, no había columnas. Por eso se desplomó la pared.

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“La gravedad del temporal no se mide por la cantidad de árboles caídos, ni por la cartelería que se voló ni por la cantidad de chapas faltantes en una vivienda. Tampoco por el corte de los servicios, que tarde o temprano volverán a la normalidad, y mucho menos por la falta de señal en los celulares o el cierre de los comercios. El elemento que perdurará para siempre y que deja en claro la magnitud de esta tragedia son los trece fallecidos en el club Bahiense del Norte”, escribió el periodista local Mario Minervino. 

Un tornado es acotado en tiempo de impacto. En Bahía la tormenta se extendió durante más de cuarenta minutos y con vientos huracanados.

El día después, la cantidad de evacuados disminuyó sustancialmente a una docena de familias en el total de los centros de evacuación (club Estrella, Dow Center y el club Olimpo). Cuatro personas se encuentran en condición crítica con asistencia respiratoria en el Hospital Municipal y otra sin necesidad de respirador pero con un cuadro grave. En el área de terapia intensiva del Hospital Penna se encuentra internado un menor de edad, ya estable desde su ingreso.

Roturas de todo tipo, voladura de techos, paredes caídas. Infraestructura dañada con pérdidas que aún se cuantifican pero ya se calculan millonarias. Zonas y barrios —Saladero, Bulevar, Villa Rosas— sin agua. Dudas respecto del abastecimiento de combustible, colas en todas las estaciones de servicio de la ciudad y calma después de la reunión del intendente con los referentes de la Cámara de Estacioneros y Permisionarios.

Lo de siempre: la información circula de boca en boca y, más que datos fiables, lo que se repite son rumores: “Parece que mañana o pasado vuelve el servicio”, “¡No, tas loco vos! Ta’ todo el tendido eléctrico caído en varias cuadras”, “Recién para Navidad vamos a tener luz”. La Empresa Distribuidora de Energía Sur (EDES) normalizó el servicio para usuarios de la zona del microcentro no sin antes haber asegurado el suministro a la totalidad de los hospitales.

—La empresa se encuentra desplegando un operativo en coordinación con fuerzas vivas y el Municipio —publicaron en un comunicado especial— ya que para poder repararlas primero es necesario que se retiren los cientos de árboles, ramas de gran porte, techos y todo tipo de elementos contundentes que aún se encuentran sobre las líneas para que el personal pueda intervenir.

La desolación persiste. Llevará días retirar escombros y ramas. Hasta entonces no se completará el restablecimiento del suministro eléctrico y el cansancio habrá llegado a niveles elevados. La mitad de la población está sin luz. Bahía Blanca aún no tiene internet salvo por algunas líneas de señal que entran en los celulares que se cargan al paso, en las veredas de vecinos o gracias a comerciantes que brindan puntos de recarga gratuita.

La respuesta

La reacción municipal fue rápida. Treinta minutos después del temporal, un Comité de Crisis comenzó a brindar respuestas urgentes para muchas preguntas. ¿Cuántas familias se vieron afectadas con voladuras de techos? ¿qué servicios están interrumpidos y en qué zonas? ¿qué efectos de segundo y tercer orden se pueden presentar? ¿qué tipo de acciones se deben tomar de inmediato? Se desplegaron mapas en las mesas y las pizarras comenzaron a llenarse de datos. Post-its de colores, llamadas ininterrumpidas y máquinas de café en constante actividad enmarcaron el centro de operaciones municipal. Se lanzó la web Emergencia Bahía, un sitio participativo y de gestión desarrollada para generar un mapa dinámico y actualizado del estado de situación de la ciudad. Aún así, los esfuerzos no alcanzaron y aparecieron las primeras señales de agotamiento, desgaste y frustración.

—Fue una verdadera catástrofe climática: venimos de un tiempo de mucha sequía y ahora esta tormenta. Es imposible negar el cambio climático —dijo Axel Kicillof en una entrevista radial—. La asistencia para los municipios afectados por el temporal no la resuelve el mercado sino un Estado presente, preparado y eficaz.

El gobernador decretó el estado de emergencia y tres días de duelo. Javier Milei, en su primera prueba climática, llegó con un traje camuflado junto a su hermana Karina y a los ministros Bullrich, Petri, Francos y Pettovello. Les deseó fuerzas a los bahienses.

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—No fue normal. En mis 86 años no lo vi nunca —dice Alicia de Villa Rosas, uno de los barrios arrasados por el temporal—. Lo habían anunciado. A mí me mandaron un video en el grupo de folklore, una alarma de que se venía una tormenta fuerte. A las tres y pico de la tarde ya decían que se estaban juntando vientos fríos con vientos calientes y que se venía fea. No le dimos bola.

Aún no hay palabras precisas para describir lo que sucedió en la ciudad más importante del sur bonaerense. Los especialistas y meteorólogos usan términos diferentes. ¿Fue una turbonada? ¿Un tornado? ¿Un huracán?

Diana Mielnicki, directora de la carrera de Ingeniería Ambiental de la Universidad Nacional de San Martín, explica que el fenómeno se debió al avance de un frente frío, algo que ocurre casi todas las semanas en nuestro país:

—Sin embargo, en esta ocasión, la masa de aire que se encontraba en el centro y norte de Argentina era muy caliente y muy húmeda. Ante el avance de un frente frío, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) emitió varias alertas por tormentas, amarillas y naranjas, para distintas regiones. Cuando la diferencia de temperaturas que se encuentran es muy grande, los vientos que se generan son muy fuertes y a ellos se les suman los vientos propios de las tormentas de alta intensidad.

Las imágenes que circulan son repeticiones de escenarios distópicos y la ciencia parece no alcanzar. El bahiense promedio alude reiteradamente a la divinidad en sus relatos: “Gracias a Dios era temprano”, “Fue un milagro que no hubiera más víctimas”, “Acá se incrustó un cartel del chino. Nosotros estábamos en otra habitación ¡angelados! Si no, no sé si la contamos”. También tienen su versión siniestra: “Fue apocalíptico”, “Parecía un temporal demoníaco”, “Era un infierno”. 

Los comentarios que se oyen al pasar en la calle, en los barrios peor afectados de la periferia. Dejaron de ser anecdotarios para tornarse analíticos, incisivos. Algunos, incluso, con tonos de sospecha o masticados con fastidio:

—¡Eh, hagan fotos acá también! —dice Carlos, de Barrio Bulevar, mientras remueve escombros junto a varios vecinos— Y díganle a Milei que vuelva. Que venga al Bule, díganle, que acá le vamos a explicar sobre el cambio climático.

Sonia Chamorro vive en el mismo barrio de la bronca reiterada, a una cuadra de Huracán de White, otro de los clubes afectados por el temporal. La casa que alquila quedó completamente destruida. Un árbol enorme permanece incrustado en el techo y las paredes de la mitad de la vivienda penden en suspenso.

—No nos podemos ir, no tenemos dónde. El dueño nos dijo que no puede hacer nada. Que arreglemos lo que podamos o la tiremos abajo. Que él no puede hacer nada.

Sonia lleva su ropa y la de sus tres hijos al patio trasero, donde permanece embarrada junto con los utensilios que rescató. No hay agua ni noticias de su restablecimiento. En el interior de la vivienda, barro en las paredes. No quedan bienes materiales sin afectar.

—Fue un golpazo terrible, no sé cómo vamos a hacer. Solo esperamos que no llueva de nuevo, porque se nos haría más difícil. Igualmente, yo le digo a los chicos que lo importante es que estamos bien. Que nos tenemos a nosotros y nos vamos a cuidar.

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Diana Mielnicki asegura que todos los fenómenos del tiempo hoy están afectados por el cambio climático, producto del incremento de gases de efecto invernadero por la utilización de combustibles fósiles, gas, petróleo y carbón, que implican alrededor del 80% del consumo energético en el mundo.

—Al aumentar la temperatura global aumenta la cantidad de vapor de agua que retiene la atmósfera y esto hace que los eventos extremos (tormentas, vientos, lluvias e incluso sequías) puedan ser aún más extremos. En los últimos cinco meses se han superado por amplio margen las temperaturas globales. En los años Niño hay un mayor ingreso de humedad en nuestro país, que tanta falta hacía luego de 3 años Niña que provocaron importantes sequías. La humedad, sumada al calor, es el combustible para las tormentas más severas.

En las emergencias, los comités de crisis y la información que relevan son piezas fundamentales para ayudar. También los radares y sistemas de alerta que preanuncian el desarrollo de tormentas. Aún cuando se siguen perfeccionando, los métodos de relevamiento, la velocidad de testeo y la precisión de la mediciones de impacto son más efectivas que nunca en la actualidad. En las respuestas humanitarias es indispensable tener datos correctos. Mielnicki dice que el SMN tiene en funcionamiento desde hace más de un año un Sistema de Alerta Temprana (SAT). No todo pronóstico de lluvia genera alertas, sólo se emiten cuando los riesgos son realmente importantes. Hay mucha información pero no sirve si los medios no la difunden y si los ciudadanos y funcionarios no comprenden los alcances y limitaciones de los pronósticos y alertas.

En una emisora local llegan mensajes que advierten sobre locales y supermercados que el día antes del temporal vendían el paquete de tres velas a $1800. Hoy ya están a $3000. El locutor del medio se enerva:

—¡Todo vuelve, loco! No se puede especular así. ¿No hay alguien que pueda controlar esto?

Jorge, uno de los vecinos más activos de la Comisión de Fomento de Villa Rosas, carga en su carro las chapas retorcidas que volaron de los tinglados del Parque Industrial. Su sobrino le da una mano y endereza a mazazos unas cuantas más. A simple vista son más de diez familias las que juntan lo que pueden para reconstruir sus casas:

—Llevamos los chapones para rearmar los ranchos. No tenemos guita para comprar nuevas y no sabemos si nos darán alguna a nosotros —dice.

En pocos días más, cuando Bahia Blanca haya dejado de ser noticia nacional y no aparezca en las tendencias de las redes sociales, el municipio y las organizaciones sociales tendrán una durísima tarea: afrontar la frustración de las vecinas y vecinos agotados.