Crónica

Carlos Tevez


En busca del Apache

Salvajismo de gambetas cortas y risa eufórica, bravuconadas para defender una pelota o contestar una puteada, hoy todos los medios hablan de Carlos Tevez. Volvió a Boca en su plenitud, salió campeón, se casó con la mujer de toda su vida y ahora está a un paso de irse a jugar a China para ganar 40 millones de dólares por año. Durante meses, Sonia Budassi persiguió al jugador para hacerle un perfil. Como dentro de la cancha, afuera “el apache” también driblea.

Fotos: DyN

En el hall del predio de la AFA en Ezeiza viste, como el resto, el uniforme de entrenamiento oficial. Pero ningún otro jugador usa chancletas —las de Adidas, una franja ancha en blanco y azul sobre la parte de arriba del pie— con medias blancas como está usando él. Tiene las piernas depiladas. Lo rodean periodistas y fotógrafos. Uno, con su cámara, se le acerca demasiado.

—¿Qué te pasa, loco? ¿Me querés sacar los pelos de la nariz?— le dice Tevez.

Usa un arito redondo en una oreja, dos en la otra; parecen de brillantes como los de Maradona.

En sus apariciones públicas su tristeza es histriónica —como cuando erró un penal contra Ecuador— pero con un efecto honestidad que pocos actores y futbolistas logran. Desde luego, también recurre al cassette: lugares comunes y frases como “pero bueno, el fútbol es así”.

—¿Qué cosas te ponen mal?

—El no poder estar el día a día también con la familia...el no poder vivir el día a día con mi familia me da un poco de tristeza pero bueno, a veces el fútbol es así.

Habla el hombre al que el público conoce como el futbolista que cuando juega “le transmite alegría a la gente”. Gracias al fútbol pudo cumplir con su deseo de comprar los instrumentos para Piolavago y pagar las clases de música de sus amigos. Junto a ellos tiene la desfachatez para cantar aunque no sepa disfrutando ante cientos de espectadores. Y para bailar por placer y también cobrar —muy bien— por hacerlo, como puede verse en la publicidad aniversario de la cadena Frávega. Ya lo había hecho para Cartoon Network: con el pelo trenzado se movía al ritmo de Piolavago en uno de los videos más vistos de YouTube.

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Carlos Tevez es una mezcla de pony coqueto y hábil, y de veloz caballo percherón. Corre y esconde el cuello para sacar pecho. Tiene la seducción del ladilla, del que pone garra y trata de pegarle una patadita de atrás al jugador contrario sin que el árbitro lo vea. Puede salir mal. Sus irracionales modos de hacerse echar de la cancha en 2008, cuando Alfio Basile dirigía la selección, generaron una bronca que ningún medio terminó de reflejar. En diarios especializados casi siempre es tratado bien. También en TyC, por los periodistas que se saben sus amigos. Pocos hablan de la belleza de Tevez cuando se lanza a correr con las crines al viento a veces sujetas por una vincha. Tevez es salvajismo de gambetas cortas y risa eufórica que puede ser bravuconada mal para defender una pelota o contestar una puteada. Es expresivo. En sus apariciones públicas, sus palabras son sonrientes y, ciertas respuestas, divertidas, rápidas.

Argentina, Inglaterra y Roma. El amor entre el fútbol y el reguetón

 

Piolavago es la banda de cumbia y reguetón que Tevez empezó a armar en 2004. Al percusionista le dicen el Oscuro aunque para él, que usa una campera de hilo blanca como sus zapatillas, el blanco “es el color más lindo”. El primero en llamarlo así fue su papá, en honor a “La Oscurita”, personaje de la tira Grande Pá. Su mejor amigo, Carlos Tevez, es el único que lo llama “Negro”. El Oscuro es una boca sonriente como la de los muñequitos Sugus. En su casa sirve gaseosas y convida chocolates de Emiratos Árabes comprados en una de las incursiones internacionales junto a su amigo. Es atento, pide disculpas y agradece. Es tamaño Carlos Tevez pero más flaco. Como su amigo, de chico jugaba en el Santa Clara, el club de Fuerte Apache donde hicieron sus primeros goles, y pegaron las primeras patadas.

—Pero el fútbol se alejó de mi vida para siempre— dice y se ríe.

Se conocieron, como con muchos de los Piolavago, en el Ejército de Los Andes, barrio emblema, piedra fundamental del mito del ascenso social que se volvió un cliché del marketing de indumentaria deportiva. Con los Piola iban juntos al colegio, a jugar a la pelota y a bailar. Primero a boliches del conurbano, ahora a Sunset y Esperanto. A Diego “Chueco” Tevez, tecladista y líder del grupo –y representante de futbolistas, padre de dos chicos– , tres años menor, no lo dejaban salir sino era con Carlos. Es alto, mucho más alto que el jugador del Manchester City y viste como un reguetonero centroamericano auténtico. A todos les gusta La Mona –tocaron con él– y Daddy Yankee, que los invita a camarines cuando viene a la Argentina. Pero al Oscuro lo que más le gusta es la cumbia colombiana que, según él, es mejor en México. Como Carlos, es fanático de Koli Arce, un cumbiero de Santiago del Estero, la tierra de los padres de Tévez. También comparte con él la chispa de “jugador de las masas” que le adjudica Marcelo Bielsa. Pero la simpática verborragia del Oscuro no se ve en las notas televisivas que le hacen a Piolavago: el liderazgo lo ocupan el Chueco y el Zurdo.—Los últimos tiempos juntos en el colegio eran una locura. Ya ni subíamos con Carlos, nos quedábamos al lado del buffet. ¡La señora hasta el día de hoy me cobra lo que le debíamos! ¡Creo que no me va alcanzar la vida para pagarle, siempre trato de llevarle un regalo o algo pero me dice que no es suficiente!

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Eso cuenta el Oscuro en su dos ambientes del barrio de Nuñez que le queda cerca para ver los partidos de la selección. El departamento es lo más parecido al altar profano de un santo en vida dedicado a la estrella. Sobre estas paredes —muy blancas— hay dos fotos color sepia ampliadas y encuadradas donde el grupo de amigos posa con ropa de época. En una tienen look marinero y compadritos del 20. Otra recuerda el vestuario de la familia Ingalls. Se la sacaron en los primeros tiempos de Tévez en Boca, en un local de la peatonal de Villa Carlos Paz que aún exhibe las fotos, en menor tamaño, en la vidriera. En una mesa baja, de madera como el resto de los muebles, hay una Virgen y la clásica foto de Tevez sosteniendo la copa Libertadores. En otra pared, un Oscuro y un Tevez adolescentes, sobre un escenario como de escuela. Un cubo transparente que funciona como un portarretratos de seis lados muestra a la abuela de El Oscuro, a su hermana y a Carlos Tevez muy sonriente. Está junto a la computadora que se usa para bajar películas, mirar YouTube y chatear.

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La casa de los padres de Carlos en un barrio de clase media de la Ciudad de Buenos Aires —un chalet grande pero sin lujos exóticos a la vista donde funciona también la sala de ensayos y el estudio de la banda— es otro templo de adoración al ídolo. Porque parece que además de amigos, hermanos y padres, el entorno más próximo de Carlos Tevez comparte la liturgia del fan. Hasta tiene un himno propio, compuesto y grabado por el Chueco para él: El pibe de oro.

“Escuchá Carlín esto es para vos, eh.

Nació en un barrio muy popular

el Fuerte Apache se hace llamar

 el pibe siempre quiso jugar

 y a su familia poder ayudar

Hoy es un día muy especial porque

Carlitos pudo llegar

Y toda su gloria él va a disfrutar

Y todos los giles se quieren matar

y toda la envidia se quiere matar.

Ahora la gente grita su goles

 El pibe tira sus caños

Lo quieren de todos lados

El pibe su sueño cumplió”

En la final 2009 de la Champions League en Roma, Manchester United perdió frente al Barça de Lionel Messi. En la platea había una bandera gigante con la cara de Tevez. La colgaron el Chueco y el Oscuro, que fueron a acompañarlo, junto a su hija Florencia y su representante, Adrián Ruocco, un hombre con una voz juvenil que no se condice con su aspecto maduro. Ruocco era su contador, nunca antes había sido manager pero Tevez privilegió la amistad que existía entre ellos. Asumió después de que el jugador se peleara —litigio judicial de por medio— con su representante anterior. Luego vino el pase — “siempre millonario, siempre misterioso”, como dice Federico Bassahun, un periodista que sigue desde hace años la carrera del jugador— de Boca al brasilero Corinthians. El Oscuro viajó junto a Ruocco para acompañar a Carlos. Como sucede también ahora, en Inglaterra, los amigos de Tevez suelen quedarse varios meses en su casa. Van con él a los entrenamientos y a jugar al golf, el deporte con que se distrae en Europa.

—No, por este año no va a dar notas a nadie. Además no nos interesa esa revista— dice Ruocco al teléfono, un domingo de febrero, días antes de que su representado viaje a Argentina por las Eliminatorias del Mundial.—Es muy fashion. Además él está muy ocupado.

En marzo de 2009, en la previa Argentina-Venezuela, la AFA dispuso un día para que los jugadores atendieran a la prensa.

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—Bueh, si querés velo ahí y fijate que te dice. Yo le aviso que vas.

Ruocco no va a avisar. Ruocco nunca se despide cuando corta el teléfono. Con mejores modales o amables gestos, les paguen o no para eso, los amigos son una guardia simbólica que protege la reputación y relaciones del delantero.

¿Cuando sentiste que tu vida cambió?

 

—Yo creo que cuando uno ya tiene un par de partidos en Primera y la gente ya te empieza a conocer yo creo que ahí ya uno sabe que bueno, que ha cambiado, que todo ha cambiado, que ya es público, entonces tiene que tener un poco más de cuidado, ¿no?

2004 - 2006. Boca - Corinthians.

En 2005 Tevez dejó Boca “el amor de mi vida”por su familia. “Los periodistas no entienden que lastiman a mi familia, que no la dejan estar feliz. Así no puedo estar tranquilo. La gente que no me conoce se deja llevar por lo que dice la prensa. Yo quiero que la gente vea lo que soy”. Tevez no podía salir sin ser perseguido por paparazzis. La televisión hablaba de su relación con Natalia Fassi, la vedette por la cual Tevez dejó a Vanesa Mansilla, bailarina que conoció en Siempre sábado, su novia de entonces, su actual pareja y madre de su hija Florencia, de 4 años y de su beba Katie. Lo persiguieron hasta Brasil para fotografiarlo en sus vacaciones y no se privaron de intervenir en su pelea con Carlos Bianchi, su técnico en Boca. El periodista Llamas de Madariaga le insinuó en su programa en vivo que Fassi no estaba con él por su belleza sino por su dinero. Tevez rápido, respondió:

—¿Vos qué sos, lindo, fiera?

Después Tevez cansado dijo que quería irse “porque este país no cuida a sus ídolos”; que le era imposible salir a la calle. En el Corinthians paulista lo esperaba el tutelaje del iraní Kia Joorbachian, representante de la empresa Media Sport Investment (MSI) que regentea ese club y tiene sede en las islas Vírgenes, un paraíso fiscal. Lo esperaba un pase de casi 20 millones de dólares, y un salario anual de dos millones que generó, por ser un caché excesivo, polémica en los clubes de la liga brasileña, investigaciones de la DGI, y del periodismo mundial. En ese momento, Radio Mitre lo puso al aire junto a Maradona. Diego le dijo: “Ahora me tendré que resignar a verte en otro club. Voy a estar esperando que vuelvas. Te digo también que no todos te quieren joder. Dale, vos sos fuerte”. En 2004, Tevez había declarado sobre su futuro “Me voy a ir al club que me pague más, pero sólo en junio del año que viene”.

En 2006, una publicidad televisiva de Mastercard terminaba con una toma del bailecito que solía hacer el jugador para festejar los goles y la leyenda: “Que el mejor jugador del fútbol brasileño sea argentino, no tiene precio.”

En 2008, Tevez, en una entrevista con Sebastián García de ESPN dijo: “Me fui, más que nada, porque necesitaba salir de Buenos Aires. Necesitaba volver a ser el que era cuando empecé. Quería ser un profesional ejemplar y olvidarme de las fiestas y las salidas. Se me habían volado los pajaritos un poco.”

—¿Cómo fue la pregunta? Perdoname, estaba escuchando al flaco que está atrás tuyo.

—¿Qué te pasó cuando empezaste a jugar en Boca?

—Ah, no, es... para mí era un sueño jugar en Boca y la verdad después cuando pasé de All Boys a Boca para mí era todo un sueño, no lo pensaba nunca.

(...)